Efesios 2:1-9 / Mateo 25:31-46
En el día de hoy culminamos nuestra serie de tres predicaciones titulada Un mundo mejor. La meta de esta serie ha sido invitarnos a practicar la disciplina espiritual del servicio; siendo esta la experiencia de usar nuestras capacidades e invertir nuestras energías, tiempo y dinero en asuntos más importantes que nosotros mismos para construir un mundo mejor. En la primera predicación (Los lentes del servicio) afirmamos que cuando soñamos con un mundo mejor, hay que identificar las necesidades a nuestro alrededor, ser compasivos y dar a los demás de lo que Dios ha puesto en nuestras manos. En la segunda predicación (El equipo de Cristo) afirmamos que el cuerpo de Cristo, la iglesia, funciona como un equipo, en donde todos tenemos algo que ofrecer, en donde nadie es superior y en donde nos valoramos y complementamos unos a otros para servir. Hoy, día en que celebramos el laicado de nuestra iglesia, afirmaremos que no servimos para ser salvos, sino que somos salvos para servir.
La carta a los efesios es una escrita en un contexto muy parecido a la de los romanos, la cual fue discutida en la predicación anterior. Al igual que Roma, Éfeso era una ciudad importante por su ubicación geográfica. La iglesia que estaba naciendo allí era también de personas gentiles (no judías) convertidas al cristianismo. Esta carta tenía, al igual que la carta a los romanos, el propósito de instruir y educar a esta nueva iglesia conformada en su mayoría por gentiles. Se dice que esta carta es un complemento a la carta a los colosenses. En Colosenses se habla de Jesucristo como cabeza de la iglesia, y en Efesios de la misión de la iglesia. Con el fin de orientar a la iglesia, el autor de esta carta le explica asuntos fundamentales para el desarrollo de la iglesia. En el pasaje que hemos leído hoy, se explica uno de los asuntos fundamentales para la iglesia: la relación entre la salvación y las buenas obras.
“A ustedes, él les dio vida cuando aún estaban muertos en sus delitos y pecados, 2 los cuales en otro tiempo practicaron, pues vivían de acuerdo a la corriente de este mundo y en conformidad con el príncipe del poder del aire, que es el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. 3 Entre ellos todos nosotros también vivimos en otro tiempo. Seguíamos los deseos de nuestra naturaleza humana y hacíamos lo que nuestra naturaleza y nuestros pensamientos nos llevaban a hacer. Éramos por naturaleza objetos de ira, como los demás. 4 Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, 5 nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados (la gracia de Dios los ha salvado), 6 y también junto con él nos resucitó, y asimismo nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales, 7 para mostrar en los tiempos venideros las abundantes riquezas de su gracia y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. 8 Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios;9 ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie. 10 Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas.”
¿Cuál es la relación que existe entre la salvación y las obras, según este pasaje? ¿Servimos para ser salvos, o somos salvos para servir? Los versos 1-9 nos explican que Cristo nos resucitó y dio una nueva vida libre del dominio del pecado. Esta nueva vida no se nos dio como consecuencia de nuestras buenas obras, sino como un regalo de Dios. La salvación es resultado de la gracia de Dios. Los versos 8 y 9 dicen: “Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios;9 ni es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie.” Con estos versos ya tenemos la primera respuesta: no servimos para ser salvos, la salvación es un regalo de Dios. Ahora bien, si la salvación es un regalo, ¿dónde quedan entonces las buenas obras? Las buenas obras son resultado o consecuencia de la salvación. El verso 10 nos dice: “Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas.” Las buenas obras o el servicio, no nos dan la salvación, sino que son parte de la nueva vida en Cristo para aquellos y aquellas que le recibimos como salvador por medio de la fe. Es decir, recibimos la salvación en un instante por medio de la fe, pero la nueva vida en Cristo que comenzamos al recibir la salvación incluye realizar buenas obras; somos salvos para servir.
Juan Wesley entendió esto muy bien. Wesley habló de una gracia justificadora, que perdona nuestros pecados y regala la salvación. Pero también habló de una gracia santificadora que actúa en nosotros luego de haber recibido la salvación, para ayudarnos a ser más como Cristo. Esta gracia santificadora es la que nos lleva a realizar buenas obras, tal como Cristo las hizo. Wesley mismo vivió esta gracia de Dios en su vida. Luego de recibir su salvación por medio de la fe, Wesley se involucró en proyectos y protestas en su país para resolver problemas sociales como el desempleo, escasez de alimentos, la pobreza, la esclavitud, la educación, entre otros asuntos sociales. Wesley abogó por una redistribución de las riquezas y por la abolición de la esclavitud, entre otras cosas. Wesley entendió que su salvación era un regalo de Dios, pero que su nueva vida incluía buenas obras que le llevaran a imitar a Cristo.
Hace unos días Justo González, uno de los historiadores más prominentes del cristianismo, dijo lo siguiente acerca de la iglesia: “Vivimos del culto y el culto nos está matando”. Entre toda la discusión que trajo su comentario, quiero compartirles mi reflexión acerca de su comentario: el culto de adoración es parte de la vida cristina, pero no es la vida cristiana en su totalidad. Creer que el culto de adoración es la vida cristiana nos está matando. Si bien el culto es una experiencia transformadora y sanadora para quiénes asistimos, el culto de adoración nos prepara para servir a quiénes no están en el culto, a nuestra comunidad. El culto de adoración junto a la comunidad de fe es la experiencia de ser equipados para realizar las buenas obras y el servicio que es parte de la nueva vida en Cristo. La iglesia será sal en la tierra y luz en el mundo mientras realice buenas obras que transformen la comunidad, no mientras nos alejemos de los problemas del mundo en un templo. La iglesia es transformada por la gracia de Dios para transformar su comunidad. ¿Cuáles son algunas de las buenas obras que podemos realizar en nuestro barrio Naranjito? Les traigo una estadística: el 98 por ciento de los varones ingresados en instituciones juveniles fueron desertores escolares. Según el Secretario de Educación la deserción escolar en Puerto Rico ronda en el 40%. Las buenas obras como iglesia en nuestro barrio incluyen el trabajar para bajar la deserción escolar y evitar que jóvenes dediquen sus vidas a vender y utilizar drogas, lo cual es (a mi juicio) el problema principal de esta comunidad.
Imaginemos que estamos frente a Dios rindiendo cuentas de nuestra vida. Comenzamos dándole gracias a Dios por habernos salvado, por su amor incondicional y por la nueva vida que nos regaló. Luego de escucharnos, Dios nos pregunta: “¿Qué hiciste para crear un mundo mejor? ¿Qué hiciste para mejorar la calidad de vida de tu comunidad? ¿Qué hiciste para atender los problemas sociales de tu barrio?” Haber participado fielmente del culto de adoración no será una respuesta suficiente. Eso fue lo quiso decir Jesús cuando dijo en Mateo 25: “Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron; 36 estuve desnudo, y me cubrieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a visitarme”.
No servimos para ser salvos, somos salvos para servir. El mundo y Dios esperan por una iglesia que transforme el mundo a través de las buenas obras. Hoy, Día del Laicado, afirmamos que todos podemos aportar de una manera u otra a construir un mundo mejor, según las capacidades que tenemos. Hoy, todos y todas somos invitados a servir: usar nuestras capacidades e invertir nuestras energías, tiempo y dinero en asuntos más importantes que nosotros mismos para construir un mundo mejor. Los ministerios de la iglesia nos proveen esa oportunidad de servir. Algunos ministerios están directamente relacionados con la comunidad, otros de manera indirecta; pero todos los ministerios tienen el fin de servir y construir un mundo mejor. Te invito a ubicarte en algún ministerio de la iglesia y servir para transformar nuestra comunidad y crear un mundo mejor.