Mateo 1:18-25
Hoy es el segundo domingo de Adviento, un tiempo para afirmar que Dios llegó, llega y llegará. Ante la llegada de Jesús, quiénes creemos que él como Hijo de Dios somos invitados nuevamente a una cosa, entre muchas: abrirle las puertas, así como cuando alguien llega a nuestra casa. Adviento es un tiempo de darle la bienvenida a Jesús a nuestra vida y pedirle que se quede en nuestra casa. Que se adentre a cada cuarto de nuestra vida y que su presencia en nuestra vida haga una diferencia positiva, que nos transforme. En un año tan complicado como este (terremotos, huracanes, pandemia, elecciones), ¿no creen que debemos abrirle las puertas de nuestra casa a Jesús para que su presencia nos guíe, aliente y renueve para continuar?
María, según predicó el Pastor David, es uno de los ejemplos más hermosos que existe en la Biblia de alguien que le abrió las puertas de su vida a Dios ante el llamado de ser la madre de Jesús: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.” (Lucas 1:38). María es ejemplo de humildad y disponibilidad. Las puertas de nuestras casas pueden estar cerradas al público debido a la pandemia, pero jamás deben estar cerradas para Jesús, para recibir a Aquél que llena nuestra vida, nos transforma y da un sentido de trascendencia y propósito.
Si fuéramos a ver la historia de María como una película, podemos afirmar que de forma paralela hay otra historia con otro actor: José. Para Lucas, María es la protagonista en ese relato del nacimiento; para Mateo lo es José. Mateo quiere resaltar que Jesús es hijo de José, quién era descendiente de David, para así afirmar la profecía del linaje de David. Sin embargo, Mateo hace algo muy parecido a Lucas: presenta a José abriéndole las puertas a Dios, dejando que Dios dirija su vida, así como lo hizo María. Me pregunto si ambos no son un excelente ejemplo de lo que debemos hacer en medio de las crisis de la vida: abrirnos a Dios para que nos guie, fortalezca y se haga su voluntad en nuestras vidas.
Ambos recibieron ángeles con mensajes muy parecidos acerca del nacimiento. María es invitada a ser la madre de Jesús, y José a ser el padre. Parece sencillo, pero el escenario es complicado. María queda embarazada sin que José hubiera estado con ella y la ley religiosa establecía que José podía demandar que se apedreara a María por fornicación o adulterio. Sin embargo, Mateo nos dice que “José, su prometido, era un hombre bueno y no quiso avergonzarla en público; por lo tanto, decidió romper el compromisoen privado.” Ahora bien, quiero que veamos los pasos que José dio al momento de enfrentar esta crisis, porque es un ejemplo de cómo debemos manejar nuestras crisis. Mateo 1 nos dice:
Mientras consideraba esa posibilidad, un ángel del Señor se le apareció en un sueño. «José, hijo de David —le dijo el ángel—, no tengas miedo de recibir a María por esposa, porque el niño que lleva dentro de ella fue concebido por el Espíritu Santo. 21 Y tendrá un hijo y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».
22 Todo eso sucedió para que se cumpliera el mensaje del Señor a través de su profeta:
23 «¡Miren! ¡La virgen concebirá un niño!
Dará a luz un hijo,
y lo llamarán Emanuel,
que significa “Dios está con nosotros”».
24 Cuando José despertó, hizo como el ángel del Señor le había ordenado y recibió a María por esposa, 25 pero no tuvo relaciones sexuales con ella hasta que nació su hijo; y José le puso por nombre Jesús.
Si pudiéramos resumir la conducta de José podemos resumirla en tres palabras: discernimiento, guianza y valentía. A pesar de que José había decidido divorciarse en secreto, tomó tiempo para considerar esa posibilidad y no tomó una decisión a la ligera. Aunque en ocasiones hay que tomar decisiones rápidamente, en la mayoría de las ocasiones la prisa causa más problemas que soluciones. Primera enseñanza de José: ante las crisis no se toman decisiones a la ligera. En este tiempo de pandemia, en que nos dan deseos de tomar decisiones radicales, quizás como una forma de cambiar nuestro entorno o buscar un escape, hay que tener prudencia y discernimiento. Agustín de Hipona dijo en una ocasión: “¿Cambios en la noche? ¡Nunca! Aguarda a que amanezca. No hagas mudanzas en tiempos de tempestad.”
La prudencia y discernimiento permitieron que José recibiera la guianza del ángel que le invitó a no divorciarse de María porque ese hijo era del Espíritu Santo y sería el salvador del mundo, ya que el nombre Jesús significa “Dios salva.” Cuando no actuamos con prisa se nos da la oportunidad de escuchar la voz de Dios, quien desea lo mejor para nosotros y que siempre está buscando la forma de guiarnos para que hagamos su voluntad. En este caso fue un ángel. Me pregunto, ¿a quiénes Dios está enviando a nuestra vida para guiarnos? ¿Les estamos escuchando? ¿O los tratamos como una interrupción a nuestra agenda? Segunda enseñanza de José: hay que escuchar a los mensajeros que Dios usar para guiarnos.
Por último, al ser guiado por Dios, José actúa con valentía e “hizo como el ángel del Señor le había ordenado y recibió a María por esposa.” Cuando actuamos con prudencia y discernimiento, y nos dejamos guiar por Dios, el resultado es que sentimos seguridad de que estamos haciendo la voluntad de Dios y actuamos con valentía. Este tiempo que vivimos exige valentía. La valentía se trata de que nuestra fe no es un asunto teórico, sino que exige buscar la voluntad de Dios y hacerla una realidad, así como nos dice Mateo 7:21:
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
En medio de esta pandemia, la misión de la iglesia no se ha detenido. A pesar de lo ocurre, y quizás debido a lo que ocurre, Dios nos sigue llamando. Nuestra fe no se ha puesto en “hold” o en pausa. Dios sigue invitándonos a actos de piedad que nos ayuden a encontrarnos con él, así como acto de misericordia que nos ayuden a servir a nuestro prójimo. Sin duda la misión se está haciendo de una forma diferente, pero no caigamos en la trampa de ignorar los llamados que Dios nos hace. Por el contrario, actuemos con valentía. El hecho de que no nos congreguemos como antes nos afecta el ánimo, eso es cierto; pero no puede detenernos.
Les confieso que cuando comencé en el 2013 en esta iglesia yo hacía algo muy especial en el apartamento en que vivía. Me levantaba a orar de rodillas todos los días por ustedes, por la crisis que vivía la iglesia. Rogaba a Dios por discernimiento, guianza y fuerzas para enfrentar lo que vivíamos. A través de los años mi rutina de oración se ha transformado y continúo orando, pero en mi sillón de oración. Sin embargo, en estos días me he sentido como José. Pastorear una iglesia bajo este contexto requiere de mucho discernimiento, guianza y nuevas fuerzas. El futuro es incierto, en muchas ocasiones no tengo claro cuál es el siguiente paso para mí como para la iglesia. Necesito que Dios me guie. Ante esto, sentí un fuerte deseo de volver a orar de rodillas en mi cama. José me ha recordado cómo enfrentar la crisis: de rodillas.
¿Te sientes igual que yo? ¿Igual que José? Quizás es tiempo de enfrentar la crisis de rodillas…