Génesis 1:26-28
Al día de hoy no he tenido la oportunidad de ser padre, pero he tenido la oportunidad de ser hijo y de disfrutar del amor de un padre y una madre. Aunque la forma en que los padres pueden expresar amor a sus hijos es muy diversa, una de las expresiones más hermosas de amor es la autonomía o libertad. Los padres guiamos a nuestros hijos hasta que ellos tengan la capacidad para tomar sus propias decisiones.
Un padre o una madre que desea que su hija aprenda a correr bicicleta primero le enseña a usar la bicicleta con rueditas; pero luego necesita quitarle esas rueditas para que el niño aprenda a correr la bicicleta sin ellas. Un padre o madre que quiera que su hijo aprenda a caminar tienen que soltarlo y dejar que dé sus primeros pasos sin ayuda. Por causa del amor que los padres tienen hacia su hijo es necesario que le otorguen libertad para correr sin rueditas y caminar sin ayuda. Un padre o madre que ama a su hijo le otorga libertad, porque sabe que a largo plazo un hijo que no aprenda a asumir responsabilidad por su vida no llegará a ser una persona madura y responsable.
Justo González afirma que “El más grande acto de amor de unos padres es tomar el riesgo de crear o adoptar a alguien que no es ellos mismos; alguien en quién invertirán sus recursos, y sus sueños, y sus propias vidas; alguien que bien saben que en algún momento les desobedecerá y posiblemente hasta les romperá el corazón; alguien a quién amarán aún a pesar de todo eso. El mayor acto de amor de un padre o una madre es estar dispuestos a invertir su amor en otra persona, y en comprometerse a amarla en cualquier circunstancia”.[i]
Cuando leemos 1 Corintios 13 Pablo nos dice que “El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso5 ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera.” El amor siempre incluye libertad y autonomía; sin estos elementos no existe amor, sino una obsesión posesiva y destructiva. El verdadero amor existe cuando reconocemos la existencia del otro o la otra, con todo lo que eso implica, y aun así deseamos amar. Las parejas, y las relaciones entre padres e hijos, que no reconocen la autonomía y libertad de la otra parte siempre son tóxicas porque no se basan en el amor sino en la dominación de uno sobre otro.
Cuando vamos al relato de la creación, podemos afirmar que la misma fue un acto de amor. El amor de Dios ha estado presente desde la creación, en la medida en que Dios decidió crear una naturaleza y un ser humano que reflejaría su diseño como creador, pero que a la misma vez tendría la autonomía para rebelarse contra su creador. Dios decide crear a otro y a otra, a una creación que no sería Dios. ¿Por qué Dios hizo esto? Esto es un misterio, pero, ¿no sería porque Dios tenía claro que el verdadero amor es el que otorga libertad para que el otro y la otra puedan desarrollarse y asumir responsabilidad? ¿Acaso no fue porque Dios sabía que el verdadero amor no domina?
Todos sabemos que el resultado de este amor fue la desobediencia de Adán y Eva en el Edén:
La mujer vio que el árbol era bueno para comer, apetecible a los ojos, y codiciable para alcanzar la sabiduría. Tomó entonces uno de sus frutos, y lo comió; y le dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. (Génesis 3:6)
Luego de este acontecimiento, que también llamamos la caída, Dios no ha cesado en su esfuerzo por invitar al ser humano a restaurar su relación con Él; siendo Jesucristo su mejor esfuerzo.
Es importante reconocer esta libertad y autonomía que Dios entregó al ser humano desde su creación para entender la forma en que los seres humanos nos debemos relacionar con el resto de la creación:
Entonces dijo Dios: «¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza! ¡Que domine en toda la tierra sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos y las bestias, y sobre todo animal que repta sobre la tierra!» 27 Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó. 28 Y los bendijo Dios con estas palabras: «¡Reprodúzcanse, multiplíquense, y llenen la tierra! ¡Domínenla! ¡Sean los señores de los peces del mar, de las aves de los cielos, y de todos los seres que reptan sobre la tierra!» (Génesis 1:26-28)
A lo largo de los años hemos intentado explicar dos asuntos que aparecen en estos versos. Primero, que Dios creó al hombre y la mujer a su imagen; y segundo, que les invitó a dominar la tierra. ¿Cómo interpretamos estos dos asuntos? Si tomamos como punto de partida que la creación fue un acto de amor, y que el amor siempre incluye libertad y autonomía, podemos entender mejor el que Dios nos hizo a su imagen y semejanza. ¿No será que ser a la imagen y semejanza de Dios es tener la capacidad de amar a la creación sin dominarla, sino otorgándole libertad y autonomía, tal y como Dios ama la creación?
Esto nos ayuda a entender mejor el segundo punto, la invitación a dominar la creación. La palabra dominar usualmente tiene un significado negativo, pero su significado es de cuidar, administrar y estar a cargo de. Esto lo podemos entender mejor en los versos posteriores que dicen “El Señor Dios puso al hombre en el jardín de Edén para que se ocupara de él y lo custodiara”, Génesis 2:15.
Luego en los versos 18 al 20 dice:
Después, el Señor Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Haré una ayuda ideal para él». 19 Entonces el Señor Dios formó de la tierra todos los animales salvajes y todas las aves del cielo. Los puso frente al hombre para ver cómo los llamaría, y el hombre escogió un nombre para cada uno de ellos. 20 Puso nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales salvajes; pero aún no había una ayuda ideal para él.
Dios puso a todos los animales al cuidado del hombre. El ponerle nombre a los animales era señal de la autoridad que Dios le dio al hombre para estar a cargo de ellos. Pero si tomamos como punto de partida que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios, estar a cargo de la creación no significaba que el ser humano dominaría a la creación, quitándole su libertad y autonomía. De hecho, al otorgársele la capacidad de dar nombre a los animales, el hombre se convierte en el representante de Dios en la creación; y si es representante, fue llamado a relacionarse con la creación de la misma forma que el Creador: con el verdadero amor que cuida pero otorga libertad y autonomía.
De hecho, de toda la creación, a la única persona a quién el hombre no le da nombre es a la mujer. Génesis afirma que:
21 Entonces Dios el Señor hizo que Adán cayera en un sueño profundo y, mientras éste dormía, le sacó una de sus costillas, y luego cerró esa parte de su cuerpo. 22 Con la costilla que sacó del hombre, Dios el Señor hizo una mujer, y se la llevó al hombre. 23 Entonces Adán dijo: «Ésta es ahora carne de mi carne y hueso de mis huesos; será llamada “mujer”, porque fue sacada del hombre. Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán un solo ser. (Génesis 2:21-24)
El hombre no le dio nombre a la mujer porque no iba a estar a cargo de ella, la mujer no iba a tener la misma relación que el hombre tenía con los animales. La mujer era “carne de mi carne y hueso de mis huesos”, “un solo ser”, en donde no había una autoridad del hombre sobre la mujer, o viceversa. Es luego de la caída, que el hombre llama a la mujer Eva:
El nombre que Adán le dio a su mujer fue Eva, porque ella fue la madre de todos los vivientes. (Génesis 3:20)
En resumen, el ser humano fue llamado a ser un administrador, cuidador o mayordomo de la creación. No somos los amos de la creación, sino que representamos al amo. Les pregunto, ¿reciben los animales un trato que refleja que somos hechos a imagen y semejanza de Dios? ¿Estamos administrando a la creación como el amo lo deseó desde el principio, con un amor que no domina sino que cuida y otorga libertad y autonomía? ¿Tratamos a los animales, la naturaleza y otros seres humanos con este tipo de amor?
Si la creación fue un acto de amor de Dios, y nosotros somos los mayordomos y cuidadores de esa creación, somos llamados a amar como Dios lo hizo y sigue haciendo: otorgando libertad y autonomía. ¿Y qué hacemos cuando el amo se va y deja solo al mayordomo? Eso lo veremos la semana que viene que celebramos el Día del Planeta.
[i] González, Justo L. La creación: La niña de los ojos de Dios. Buenos Aires: Ediciones Kairós, 2015, 20.