Isaías 12
¿Cuántos pueden afirmar que Dios ha sido bueno en su vida? ¿Pueden recordar algún evento particular en donde hayan podido disfrutar con intensidad la presencia de Cristo en sus vidas? Cuando piensan en estos eventos, ¿no les da ganas de agradecer a Dios por su fidelidad y bondad? ¿Les produce alegría el recordar que Dios ha sido bueno, real y fiel en sus vidas? Una de las mejores experiencias que podemos tener en la vida es tomarnos espacios para recordar cómo Dios ha estado presente en nuestras vidas. Esos espacios son como “gasolina” que nos llenan el tanque para enfrentar la vida. Al recordar que Dios ha sido real y fiel en el pasado, somos invitados/as a afirmar que Dios sigue siendo real y fiel en el presente.
Cuando el autor de Isaías 12 escribió este capítulo, tuvo en mente lo que acabamos de afirmar: recordar el pasado nos ayuda a enfrentar el presente. Isaías 12 se escribe alrededor del año 540aC, momento en que el pueblo de Israel vivía como esclavo en Babilonia. Esta esclavitud era la segunda que vivía el pueblo, ya que Israel también había vivido la esclavitud en Egipto. El volver a ser esclavos había devastado al pueblo, al nivel de que estaban perdiendo la fe de que Jehová les volviera a liberar, tal y como lo había hecho en Egipto. Ante este escenario de desánimo, tristeza y desesperanza, se levanta Isaías para afirmar que si Jehová había estado con el pueblo en Egipto, no había duda de que estaba con ellos también en ese momento en Babilonia.
Isaías 12 es entonces un salmo o un cántico de celebración, acción de gracias y confianza de que Jehová estaba en medio del pueblo, así como había estado en el pasado; por lo que no era tiempo de estar tristes, sino de celebrar esa presencia de Dios:
“He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es Jehová, quien ha sido salvación para mí. 3 Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. 4 Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido. 5 Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. 6 Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel.”
Cuando miramos este salmo, vemos que contiene referencias a la liberación del pueblo cuando estaba en Egipto: “ha sido salvación”, “recordad”, “ha hecho cosas magníficas”. Esas palabras claves eran una forma de evocar el pasado, y así invitar al pueblo no olvidar las intervenciones de Dios. ¿Por qué recordar esas intervenciones? Porque recordar la bondad de Dios es el paso que antecede (que va antes de) la gratitud. Recordar las intervenciones de Dios lleva al agradecimiento. Al recordar cómo Dios ha estado presente en nuestras vidas, la respuesta natural es agradecer. Isaías, entonces, invitó al pueblo a recordar y agradecer.
Isaías no solo invitó al pueblo a recordar y agradecer, sino que también les dijo “Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras” y “Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”. Isaías invitó al pueblo a la alabanza y la fiesta. Alabar es un acto externo (verbal y corporal) que manifiesta nuestra actitud interna de agradecimiento hacia Dios. ¿Por qué alabar a Dios en medio de la esclavitud que vivían en Babilonia? ¿Por qué hacer fiesta en medio de las desesperanza? La alabanza y la fiesta, aunque parecían inadecuadas era una oportunidad para recordar y agradecer a Dios por sus intervenciones en el pasado, a la misma vez que expresaban su confianza de que Jehová estaba en medio del pueblo en el presente. La alabanza y la fiesta eran una oportunidad para el pueblo renovar su fe.
La alabanza y la fiesta también tenían otro propósito: animar al pueblo. ¿No se ha contagiado usted con la risa de otra persona? La alegría de otra persona, ¿no le ha ayudado a usted a sobrellevar algún momento difícil de la vida? La fiesta era necesaria porque el canto, la alabanza y la risa tienen un efecto inspirador y motivador. La alabanza, en adición a que es una expresión de adoración muy saludable para quién la realiza, es también una ayuda para quién la escucha o la ve. Nuestra alabanza tiene el poder de levantar el ánimo de otras personas. Isaías, entonces, invitó al pueblo a la fiesta porque al recordar, agradecer y cantar en comunidad, se motivarían unos a otros.
¿Usted sabe lo que el culto de adoración representa para la iglesia cristiana? Una fiesta en donde recordamos y agradecemos las intervenciones de Dios en nuestras vidas, con el fin de motivarnos unos a otros a creer que Dios continúa en medio nuestro. Cada vez que nos reunimos, venimos con la intención de contestar la siguiente pregunta: ¿Cómo Cristo ha estado presente en mi vida? Esa pregunta es el “pie forzáo” para recordar y agradecer a Dios por su presencia en nuestras vidas. Los cultos son oportunidades para celebrar la fidelidad y bondad de Dios en nuestras vidas.
Por otro lado, el culto también es una oportunidad para motivarnos unos a otros a creer que Dios continúa en medio nuestro. Aunque existen muchas formas de motivarnos, la alabanza es un instrumento poderoso para animarnos y renovar nuestra fe. Es cierto que un culto no todos/as alabamos igual. Esta premisa es importante reconocerla, porque el culto no es espacio para presionar a las personas a realizar actos particulares de alabanza. Todo lo contrario, es un espacio para disfrutar la diversidad y respetarla. Sin embargo, ¿podemos motivarnos unos a otros sin manifestaciones externas de alabanza? Si bien es cierto que el silencio tiene un rol importante en nuestros cultos, no hay nada mejor para motivar que la alabanza, el canto y la celebración.
Eclesiastés 3:4 dice que hay tiempo para todo, “el momento en que se llora, y el momento en que se ríe; el momento en que se sufre, y el momento en que se goza”. Nuestros cultos de adoración en esencia son una fiesta, una celebración de la presencia de Cristo en nuestras vidas. Esa celebración nos motiva a enfrentar la vida de la mano de Dios y renueva nuestra fe. Por tanto, “Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”.