Jeremías 1:4-10
Servir a Cristo, es invertir nuestras energías, tiempo y recursos económicos en los asuntos del Reino de Dios. Cuando Cristo está en nuestra vida, nos llena de paz, transforma las áreas más oscuras de nuestra vida, y nos impulsa a servir y dar. La serie de predicaciones, Todo lo puedo en Cristo, ha sido diseñada para reflexionar precisamente sobre cómo Cristo nos invita a servir y dar. En particular, es un tiempo para reflexionar sobre las respuestas que le hemos dado a Dios cuando nos llama a servir y dar. La meta de esta serie de predicaciones es que le digamos que Sí a Cristo cuando nos invite a servir y dar, entendiendo que Cristo nos llama, capacita, acompaña y da el poder para cumplir con el llamado que nos hace. En la primera predicación, estudiamos el llamado que Dios le hizo a Moisés (Éxodo 3). En esa ocasión pudimos ver que mientras nos preguntamos (al igual que Moisés) quiénes somos para que Dios nos llame para realizar una tarea, Dios nos llama porque nos valora, sabe lo que somos capaces de hacer y quiere usarnos para bendecir a otras personas. El llamado de Dios es la forma en que Dios nos invita a creer en nosotros mismos, de la misma forma en que Él cree en nosotros.
En la predicación sobre el llamado a Moisés hablamos de la autoestima: el valor que uno se da a sí mismo como ser humano. Una persona con una autoestima saludable, se verá a sí misma como importante y valiosa. Una persona con una pobra autoestima se verá a sí misma como inferior a los demás y como poca cosa. Hoy, quiero introducir otro término muy relacionado a la autoestima: la autoeficacia. La autoeficacia es la creencia que tenemos los seres humanos de lo que somos capaces de realizar; es la apreciación que tenemos los seres humanos de nuestras capacidades. Una persona con una autoeficacia saludable dice: “Puedo”; una persona con una pobre autoeficacia dice: “No puedo”. Tanto el caso de Moisés, como el caso que vamos a ver hoy de Jeremías, no solo son asuntos de autoestima, sino de autoeficacia. Ambos, Moisés y Jeremías, se vieron a sí mismos como incapaces para realizar la tarea que Dios les estaba llamando a realizar. Moisés se resistió al llamado poniendo como excusa que no sabía hablar; Jeremías se resistió diciendo que era muy joven.
La historia bíblica de hoy tiene una gran meta: que eliminemos de nuestro pensamiento y de nuestra boca las siguientes dos palabras: “No puedo”, y las reemplacemos con la siguiente frase: “Todo lo puedo en Cristo”. Si bien los seres humanos necesitamos reconocer nuestras limitaciones, Dios nos llama porque sabe que somos capaces de realizar la tarea y porque Él mismo nos capacitará para la misión que nos está encomendando. Hoy, a través de la historia del llamado de Dios a Jeremías, veremos que Dios no llama a los capacitados, sino que capacita a los llamados. Veremos que decirle Sí a Cristo es un acto de fe, en donde creemos que Dios nos capacitará para el cumplir con éxito el llamado que nos hace. Hoy, veremos que Dios nos capacita.
El contexto en el cual Jeremías es llamado por Dios es uno muy particular. Los primeros versos del libro de Jeremías nos arrojan luz de este momento. El pueblo judío, luego de un tiempo de relativa libertad, vuelve a ser esclavo y es llevado desde Jerusalén a Babilonia, en lo que se conoce como el exilio babilónico del 587aC. Jeremías recibe el llamado a profetizar antes, durante y luego de la deportación del pueblo a Babilonia. Era un momento crucial para el pueblo, porque Jehová quiere usar a Jeremías para advertirle al pueblo de su pecado, y de que había olvidado los estatutos de Jehová luego de haber llegado a la tierra prometida. Jehová quería advertir al pueblo judío de que iban a recibir las consecuencias de su pecado. Luego de leer todo el libro de Jeremías, nos damos cuenta de que el pueblo no escuchó y el resultado fue que fueron llevados a Babilonia como esclavos.
Hoy, no nos enfocaremos en el mensaje de Jeremías ni en el resultado de su mensaje, sino en el momento en que es llamado por Dios para esta misión de carácter nacional: ser profeta de todo un pueblo. Los versos 4 al 10 nos relatan este llamado:
“La palabra del Señor vino a mí, y me dijo: 5 «Antes de que yo te formara en el vientre, te conocí. Antes de que nacieras, te santifiqué y te presenté ante las naciones como mi profeta.» 6 Yo dije: «¡Ay, Señor! ¡Ay, Señor! ¡Date cuenta de que no sé hablar! ¡No soy más que un muchachito!» 7 Pero el Señor me dijo: «No digas que sólo eres un muchachito, porque harás todo lo que yo te mande hacer, y dirás todo lo que te ordene que digas. 8 No temas delante de nadie, porque yo estoy contigo y te pondré a salvo.» —Palabra del Señor. 9 Y el Señor extendió su mano, me tocó la boca y me dijo: «Yo, el Señor, he puesto mis palabras en tu boca. 10 Date cuenta de que este día te he puesto sobre naciones y reinos, para que arranques y destruyas, para que arruines y derribes, para que construyas y plantes.»”
Este llamado a Jeremías es muy parecido a otros llamados en la Biblia, particularmente al llamado a Moisés. Hay una necesidad en el pueblo, Dios llama a alguien, el elegido se resiste y dice que no puede, Dios le contesta que irá con él y que no tenga miedo, y lo capacita para la misión. Esto fue lo que ocurrió con Jeremías. En primer lugar, hay una necesidad en el pueblo: el pueblo está pecando y Dios quiere advertirle de su pecado. Ante esta necesidad, Dios llama a Jeremías. Todos los llamados comienzan y terminan con un propósito: Servir a los demás que están en necesidad. Dios llama para invitarnos a servir, y no ser servidos. Cuando Dios nos llama, no creamos que somos los protagonistas principales del evento, y que Dios lo que quiere es ponernos en alto para que brillemos. Cuidado con los aplausos y la popularidad, Dios llama porque hay necesidades en el pueblo y Dios quiere usarnos para bendecir a los demás. Los llamados no son plataformas para la fama, la popularidad o el estrellato: son plataformas para servir a los demás que están en necesidad, y no para ser servidos.
Jeremías es llamado porque hay necesidad en el pueblo, pero también porque Dios le había diseñado para esa misión. Jeremías 1:4-5 dice “La palabra del Señor vino a mí, y me dijo: 5 «Antes de que yo te formara en el vientre, te conocí. Antes de que nacieras, te santifiqué y te presenté ante las naciones como mi profeta.»” No se confunda: esto no es predestinación. La predestinación es la creencia de que la vida del ser humano ya está escrita y solo tenemos que vivirla. Esto no es cierto. Dios tiene planes y sueños con el ser humano desde antes de que nacemos, pero es el ser humano el que le dice que Sí a Cristo para que su vida sea llena de propósito y trascendencia. Dios no obliga a nadie, Dios invita y llama. De la misma forma en que Dios llamó a Moisés y a Jeremías para un llamado especial, nos llama a cada uno de nosotros. Dios tiene un sueño y un propósito con cada uno de nosotros, y nos invita a decirle Sí a su llamado.
Luego de que Dios llama a Jeremías, Jeremías se resiste y pone una excusa: “¡Ay, Señor! ¡Ay, Señor! ¡Date cuenta de que no sé hablar! ¡No soy más que un muchachito!”En otras palabras, Jeremías dijo “No puedo”, “No soy capaz”, mostrando así una pobre autoeficacia. Es posible que la edad de Jeremías fuera de diez años o menos, porque la palabra usada para referirse a muchachito (en hebreo) en este verso, se usaba para hablar de personas de esas edades. No era para menos que Jeremías dijera que era muy joven, porque en efecto lo era. Sin embargo, la juventud no era un obstáculo para Dios. ¿Cuántos creen que la juventud es un obstáculo para Dios? Ante esta excusa, Dios le responde: “No digas que sólo eres un muchachito, porque harás todo lo que yo te mande hacer, y dirás todo lo que te ordene que digas. 8 No temas delante de nadie, porque yo estoy contigo y te pondré a salvo.” Mientras Jeremías se estaba enfocando en su incapacidad para la tarea (una pobre autoeficacia), Dios le contesta que las fuerzas, las capacidades y el poder para realizar la misión no provenían de Jeremías sino de Él.
Cuando este pasaje se estudia en el idioma original (hebreo) el pronombre “yo” se utiliza en múltiples ocasiones, por lo menos nueve veces. Muchos de estos “yo” los utiliza Jeremías para hablar con Dios y decirle lo incapaz que él era para la tarea: “Yo no puedo, yo soy muy joven, yo no sé hablar”. Lo extraordinario de este encuentro con Dios es que mientras Jeremías está enfocado en sí mismo, identificando sus incapacidades, Dios también le contesta con un “yo”: “Yo estoy contigo”. Mientras Jeremías está enfocado en sí mismo y en sus incapacidades, el “Yo estoy contigo” de Dios fue la forma de invitar a Jeremías a dejar de estar enfocado en sus incapacidades y poner su enfoque en el poder de quién le iba a acompañar. El único “yo” en quién Jeremías es invitado a fijarse es en el Gran Yo Soy. Mientras Jeremías pensaba “Yo no puedo, yo soy incapaz, yo soy muy joven”, Dios le dice “¿Y cuál es el problema, si YO voy a estar contigo?”
Cuando Dios nos llama estamos acostumbrados a contestar como Jeremías: mirando nuestra incapacidad e ignorando el poder de Dios. Esa es la receta para obstaculizar la nueva vida en Cristo caracterizada por el servicio y la generosidad. Mientras los seres humanos miremos nuestras incapacidades, e ignoremos el poder de Dios, no aceptaremos los llamados de Dios; siempre nos veremos como incapaces. El decirle que Sí a Cristo es un asunto de fe. Es un asunto espiritual, en donde reconocemos la grandeza de Dios y que vamos a ser exitosos en la misión que Dios nos ha dado porque contamos con la ayuda del Dios todopoderoso, a pesar de nuestras limitaciones. Decirle Sí a Cristo no es ignorar nuestras limitaciones, todo lo contrario, es reconocerlas entendiendo que si no fuera por el poder y la gracia de Dios no pudiéramos ser exitosos en la misión. Decirle que Sí a Cristo es reconocer nuestras limitaciones, pero enfocándonos en el poder de Dios sobre todas las cosas. Decirle Sí a Cristo es afirmar que Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece.
Decirle Sí a Cristo es creer que Dios nos capacita para la misión; y eso fue precisamente lo que Dios hizo con Jeremías: “Y el Señor extendió su mano, me tocó la boca y me dijo: «Yo, el Señor, he puesto mis palabras en tu boca. 10 Date cuenta de que este día te he puesto sobre naciones y reinos, para que arranques y destruyas, para que arruines y derribes, para que construyas y plantes.” Dios no llama a los capacitados, Dios capacita a los llamados. ¿Por qué Dios nos capacita? Varias razones. En primer lugar, para que entendamos que el éxito de nuestra misión no está en nuestras capacidades, sino en el poder que viene de Dios. Dios nos capacita para que reconozcamos que solo somos instrumentos de Dios, y que la gloria siempre es para Dios. 2 Corintios 4:7 dice “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros”. En segundo lugar, Dios nos capacita porque quiere usarnos para bendecir a otros/as. Repito: Nuestros llamados tienen un propósito: servir a los demás que están en necesidad. Dios capacitó a Jeremías para arrancar, destruir, arruinar, derribar, construir y plantar. Dios amaba a su pueblo y quería guiarles por el camino correcto. En tercer lugar, Dios nos capacita para que no tengamos excusa de que no es un buen momento. Dios nos llama cuando nos necesita, no cuando nosotros queramos. Dios llamó a Jeremías cuando lo necesitaba, no cuando Jeremías quiso. Ante la excusa de Jeremías de que era muy joven y de que todavía no era el tiempo idóneo, “el Señor extendió su mano, le tocó la boca y le dijo: «Yo, el Señor, he puesto mis palabras en tu boca”. ¿Tenemos de excusa que no es el tiempo idóneo? Dios nos dice: Ahora es el momento, y yo te voy a capacitar.
Responder al llamado de Dios no es un asunto de capacidades, sino de fe. Dios nos llama en esos momentos en que parece muy complejo el panorama, y en momentos en que nos vemos incapaces para realizar la tarea, para que nuestra decisión de seguirle y aceptar la misión no esté fundamentada en nuestras capacidades, sino en su poder. Decirle Sí a Cristo es un acto de fe en donde confiamos que Dios nos va a capacitar para realizar la misión. Ante la necesidad que hay en el pueblo, Dios nos llama para servir a los demás y no ser servidos. Dios te ha diseñado desde antes de tu nacimiento para una misión. No te enfoques en tus incapacidades, sino en el poder de Dios. Dios te va a acompañar y capacitar.
¿Cuáles son las necesidades que hay a nuestro alrededor? ¿En nuestra iglesia? ¿Ujieres, músicos? ¿En nuestra comunidad? ¿Estás sintiendo el llamado de colaborar, servir y dar? ¿Quieres ser un instrumento de Dios para bendecir a otras personas? Nunca habrá un momento perfecto para servir, y nunca estaremos perfectamente capacitados para la tarea. Dios nos llamará cuando nos necesite y nos capacitará mientras servimos. Te invito a eliminar el “No puedo” de tu vocabulario y a creer que Dios está contigo.
En mis experiencias como maestra de Escuela Bíblica puedo testificar que como Moisés y Jeremías primero dije: no puedo. Pero pude, gracias a que el Señor me capacitó. También he visto como el Señor ha capacitado a tantos y tantas hermanas y hemanos que le han dicho sí al Señor. Poderosos mensajes en esta serie. DLB. Titi Aida
Excelente escrito, muy atinado ante los desafios que nos ha tocado confrontar. Me gusta mucho la frace que Dios no llama a los capacitados sino que capacita a los llamados.