Romanos 12:1-8
La pasada semana comenzamos una serie de tres predicaciones titulada Un mundo mejor. La meta de esta serie es invitarnos a practicar la disciplina espiritual del servicio; siendo esta la experiencia de usar nuestras capacidades e invertir nuestras energías, tiempo y dinero en asuntos más importantes que nosotros mismos para construir un mundo mejor. En la primera predicación (Los lentes del servicio) afirmamos que cuando soñamos con un mundo mejor, hay que identificar las necesidades a nuestro alrededor, ser compasivos y dar a los demás de lo que Dios ha puesto en nuestras manos. Para construir un mundo mejor hay que ponerse los lentes del servicio; éstos nos permiten ver las necesidad de los demás y lo que nosotros tenemos para ofrecer. (Video: Los lentes del servicio)
La semana que viene, en la tercera predicación, nos enfocaremos en las necesidades que existen a nuestro alrededor, trayendo estadísticas reales de lo que ocurre en Puerto Rico. Hoy, queremos afirmar que todos tenemos algo para dar a quiénes están en necesidad. En particular, hablaremos de cómo es la experiencia de servir en el cuerpo de Cristo. A través del texto de Romanos 12 afirmaremos que el cuerpo de Cristo, la iglesia, funciona como un equipo, en donde todos tenemos algo que ofrecer, en donde nadie es superior y en donde nos valoramos y complementamos unos a otros para servir. Afirmaremos que para construir un mundo mejor necesitamos ser parte del equipo de Cristo.
Para entender mejor el texto de Romanos 12, es importante conocer el contexto en que se escribe. Roma era una ciudad muy importante, era el corazón del imperio. En esta importante ciudad se estaba desarrollando una iglesia. Esta iglesia era compuesta en su mayoría por gentiles: personas no judías convertidas al cristianismo. Esto llevó a Pablo a desarrollar una carta que incluía una serie de explicaciones de lo que era la salvación y el amor incondicional de Dios (gracia). Pablo quería enseñar a esta comunidad cristiana lo que significaba la nueva vida en Cristo y la salvación por medio de la fe en Jesucristo. En esta carta, uno de los énfasis principales de Pablo es la gracia de Dios que nos llama, salva y transforma.
En el capítulo 12 Pablo se está refiriendo a esta gracia transformadora de Jesús. Para Pablo, esta gracia transformadora (santificadora) es la que llevaba al nuevo creyente a un nuevo estilo de vida. Este nuevo estilo de vida era producto de la gracia de Dios que cambia tanto la manera de pensar como en la manera de actuar. Los versos 1-2 son precisamente esa invitación que le hace Pablo a los Romanos de permitirle a la gracia de Dios que les transformara su mente, y por consiguiente, su estilo de vida. “Así que, hermanos, yo les ruego, por las misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Así es como se debe adorar a Dios! 2 Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto.” Para Pablo, la nueva vida era un proceso de transformación, en donde se dejaban las costumbres del mundo, y se adoptaban aquellas que eran acorde a la voluntad de Dios.
¿Por qué era necesario explicar lo que conllevaba la nueva vida? Por dos razones: La iglesia era compuesta por personas nuevas en el evangelio y por el contexto en que vivía esta nueva iglesia en Roma. Roma era una ciudad internacional, caracterizada por la diversidad cultural. Esto traía como consecuencia que la nueva iglesia que se estaba desarrollando en Roma era de gentiles (no judíos) provenientes de diversas nacionalidades y culturas. En la sociedad en que vivían los romanos la diversidad provocaba división, desprecio, orgullo, racismo, entre otras cosas. Las diferencias no unían a la gente, sino que las separaban. Estas diferencias hacían pensar que había personas mejores y superiores a los demás. Podemos añadir también el hecho de que al haber personas superiores y mejores, los inferiores se encargaban de servir a los superiores. La nueva vida en Cristo, con su nueva mentalidad y nueva conducta, traía el reto de dejar estas costumbres del mundo, porque eran contrarias al evangelio de Jesús. En el cuerpo de Cristo ya no había superiores, ni mejores, sino que todos eran importantes. En la iglesia de Cristo todos tenían una función especial y los superiores no eran servidos por los inferiores; sino que todos se servían unos a otros según las capacidades que cada cual tuviera.
Pablo les explica esto en los versos 3 al 8: “Por la gracia que me es dada, digo a cada uno de ustedes que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con sensatez, según la medida de fe que Dios repartió a cada uno. 4 Porque así como en un cuerpo hay muchos miembros, y no todos los miembros tienen la misma función, 5 así también nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a los demás. 6 Ya que tenemos diferentes dones, según la gracia que nos ha sido dada, si tenemos el don de profecía, usémoslo conforme a la medida de la fe. 7 Si tenemos el don de servicio, sirvamos; si tenemos el don de la enseñanza, enseñemos; 8 si tenemos el don de exhortación, exhortemos; si debemos repartir, hagámoslo con generosidad; si nos toca presidir, hagámoslo con solicitud; si debemos brindar ayuda, hagámoslo con alegría.”
Pablo le quería explicar que si en el mundo las diferencias los dividían, bajo la nueva vida la diversidad los unía. En el cuerpo de Cristo, la diversidad, más que un obstáculo era una oportunidad para creer que todos tenían alguna capacidad especial para servir, para valorar estas capacidades y para complementarse unos a otros para formar un equipo. Esta exhortación que Pablo le hace a los romanos es muy parecida a la que le hace a los corintios, en donde también había conflictos internos que estaban llevando a la iglesia a la división. En aquella ocasión Pablo les dijo: “Porque así como el cuerpo es uno solo, y tiene muchos miembros, pero todos ellos, siendo muchos, conforman un solo cuerpo, así también Cristo es uno solo. 13 Por un solo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, tanto los judíos como los no judíos, lo mismo los esclavos que los libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no está constituido por un solo miembro, sino por muchos…En realidad, los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles, son los más necesarios” (1 Corintios 12). Pablo les invita a manejar bien la diversidad y a no depender de ciertas personas como las superiores, sino a valorar a cada miembro del cuerpo como importante.
¿Cómo la iglesia de Roma podía lograr esto? Practicando el amor. Los versos 9 al 13 nos dicen: “9 Nuestro amor debe ser sincero. Aborrezcamos lo malo y sigamos lo bueno. 10 Amémonos unos a otros con amor fraternal; respetemos y mostremos deferencia hacia los demás. 11 Si algo demanda diligencia, no seamos perezosos; sirvamos al Señor con espíritu ferviente. 12 Gocémonos en la esperanza, soportemos el sufrimiento, seamos constantes en la oración. 13 Ayudemos a los hermanos necesitados. Practiquemos la hospitalidad.” El amor era el pegamento que los llevaría a la unidad. El amor les llevaría a respetar y valorar la capacidad especial que Dios le había dado a cada cual. Mejor aún, el amor les llevaría a unirse a las demás personas, reconociendo que juntos podían formar un equipo, en donde todos se complementaban unos a otros, y nadie era superior.
¿Qué podemos aprender de esta carta que Pablo les hace a los romanos? En primer lugar, que la iglesia es el equipo de Cristo. Este equipo de Cristo funciona bajo el modelo de Cristo (quién es la cabeza) en donde todos y todas somos importantes, porque a todos y a todas Dios nos ha dado una capacidad especial. Bajo este nuevo modelo, una de las responsabilidades que tiene cada miembro del equipo es identificar (con la ayuda de los demás) cuál es esa función especial que tiene. 1 Corintios 12:27 dice: “cada uno de ustedes es un miembro con una función particular”. ¿Sabemos cuál es la función que tenemos en el equipo? Una de las formas en que puedes conocer esa función es experimentando y evaluando el resultado. Nunca sabrás cuál es tu capacidad especial hasta que pruebes. En segundo lugar, en el equipo de Cristo no hay estrellas, sino siervos y siervas. En el equipo de Cristo la diversidad no es razón para la división, orgullo, superioridad o desprecio. La diversidad es una oportunidad para respetar y valorar la capacidad especial que cada cual tiene. Esto comienza en la figura pastoral, que es parte importante del cuerpo de Cristo, pero no es superior ni más importante que otros miembros. El pastor es parte del equipo de Cristo, no es el equipo de Cristo. En tercer lugar, las capacidades especiales que cada cual tiene solo funcionan en un contexto comunitario, no en aislamiento. En el equipo de Cristo no hay espacio para trabajar en soledad, sino en comunidad. Las capacidades especiales han sido diseñadas para complementarse con otras, no para funcionar de forma aislada. Veamos este video que nos ayudará a entender cómo funciona el equipo de Cristo (El árbol).
Servir, la experiencia de usar nuestras capacidades e invertir nuestras energías, tiempo y dinero en asuntos más importantes que nosotros mismos para construir un mundo mejor, es responsabilidad de todos. La misión de la iglesia no puede cumplirse mediante esfuerzos solitarios o por el esfuerzo de la figura pastoral o ciertos líderes, sino mediante el servicio de todos y todas. Conozcámonos unos a otros e identifiquemos cómo cada cual puede servir y usar su capacidad especial. Una vez conozcamos esas capacidades, valoremos y respetemos la función de cada cual. Y lo más importante, funcionemos como un equipo, en donde nos complementamos unos a otros. Juntos podemos más.
“Hay partes de un barco que si están separadas se hundirían. El motor se hundiría, la hélice se hundiría. Pero cuando las partes de un barco se unen, flotan.” – Ralph W. Sockman
Claramente explicado. Nos corresponde ponerlo en práctica.
DLB