Predicación del domingo 8 de octubre de 2017
Lucas 6:12-19
Hoy continuamos estudiando el capítulo 6 de Lucas. La pasada semana (6:1-11) vimos que Jesús interpretó la ley para que la misma trajera vida, al contrario de los fariseos que la interpretaron para traer muerte. Para los fariseos, no se debía hacer nada el día de reposo; pero para Jesús el no hacer el bien ante la necesidad humana era hacer el mal. Por eso dice en Lucas 6:9: “¿Qué está permitido hacer en los días de reposo? ¿El bien, o el mal? ¿Salvar una vida, o quitar la vida?”. Para Jesús, la abstención del bien es lo mismo que hacer el mal. Terminamos afirmando que en este tiempo de crisis es importante afirmar que “lo mío es tuyo”, o como dicen en África: Ubuntu.
Hoy estudiaremos los versos 12-19, y veremos que los/as discípulos/as de Jesús somos personas llenas del poder del Espíritu Santo para cumplir con la misión de sanar y salvar. Afirmaremos que la misión de esta iglesia no se ha detenido y que necesitamos superar el miedo que nos paraliza y por el contrario hacer la diferencia siendo instrumentos de sanidad. Afirmaremos que es tiempo de actuar.
Los versos 12-16 son la versión de Lucas de la elección de los discípulos de Jesús. Por su parte, los versos 17-19 son una descripción del ministerio de Jesús con estos discípulos, en donde la palabra sanidad aparece en cada uno de los tres versos. Del verso 12 hasta el 19 Lucas presenta a Jesús eligiendo personas que le acompañaron en su ministerio de sanidad. Una buena pregunta sería por qué Lucas ubica estos relatos (vs.12-19) luego de los versos (1-11) en donde Jesús confronta a los fariseos, condena su conducta de abstenerse de hacer el bien y afirma que son instrumentos de muerte y no de vida. Estudiando el texto podemos llegar a una posibilidad: Lucas quiso hacer un contraste entre los fariseos y los discípulos de Jesús.
Si ya existía un grupo de líderes religiosos que no hacía el bien cuando podía hacerlo, ahora Jesús estaba preparando un grupo de líderes que haría la diferencia. Un grupo de personas que estaba aprendiendo de primera mano lo que era la compasión y que traería vida en donde hubiera muerte. Si los fariseos no eran compasivos y se abstenían de sanar la gente, los discípulos de Jesús serían instrumentos de sanidad junto a Jesús. Si los fariseos estaban siendo un grupo pro muerte, los discípulos serían pro vida.
Hoy sabemos que ese grupo fue el inicio de lo que hoy conocemos como la iglesia o el cuerpo de Cristo. Luego de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús a estos discípulos se les llenó de poder mediante el Espíritu Santo para que continuaran el ministerio de sanidad de Jesús. Hechos 1:8 dice: “Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, y Hechos 2:1-2 afirma: “Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. 2 De repente, un estruendo como de un fuerte viento vino del cielo, y sopló y llenó toda la casa donde se encontraban”.
Luego de la muerte de Jesús, los discípulos de Jesús estaban muertos en vida, en duelo, porque su líder había muerto y estaban desorientados. El Espíritu Santo fue el soplo de vida que resucitó a esos discípulos y les dio el poder para continuar con la misión que se les había encomendado. ¿Cuál fue y sigue siendo esa misión? Mateo 28:19-20 dice: “Vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Enséñenles a cumplir todas las cosas que les he mandado”.
A lo largo de dos mil años la iglesia ha tenido muchos momentos de muerte, crisis que han vuelto a desorientar a los discípulos/as de Jesús, pero lo extraordinario y milagroso es que el Espíritu Santo una y otra vez ha soplado como lo hizo en Pentecostés para traer vida en medio de la muerte, consuelo en medio del dolor, esperanza en medio de la desesperanza, paz en medio del miedo, y guianza en medio de la desorientación. La iglesia ha tenido grandes retos, pero en cada uno de estos ha estado el Espíritu Santo.
Les tengo una noticia: ese Espíritu Santo está en medio nuestro, y está aquí para sanarnos, consolarnos, guiarnos y empoderarnos nuevamente para continuar la misión que se nos ha dado como iglesia. El Espíritu Santo está en medio nuestro para recordarnos que la misión de esta iglesia no se ha detenido y que somos parte de ese grupo de discípulos que escogió Jesús para hacer la diferencia y ser instrumentos de vida y no de muerte en medio de nuestro país. Si esto es así, es importante recordar nuestra misión: Construir una comunidad cristiana en donde personas no cristianas y cristianas puedan conocer, amar y servir a Dios, para convertirse así en discípulos/as de Cristo.
Ahora bien, para retomar nuestra misión, es necesario vencer un obstáculo que nos está desorientando y paralizando: la ansiedad. Cuando hablo de ansiedad, no me refiero al miedo natural que viene ante una situación amenazante; sino al estado continuo de tensión, desesperación e inseguridad provocado por un miedo exagerado del futuro que nuestra mente está inventando. La ansiedad es vivir en un futuro negativo que todavía no existe, y eso paraliza. Bajo un estado de ansiedad en vez de invertir nuestras energías en hacer el bien y ser instrumentos de sanidad, las invertimos en pensar exageradamente acerca del futuro y construir una historia que no ha ocurrido todavía, quedándonos así en un ciclo que nunca acaba.
No me malinterpreten, estamos en medio de una catástrofe. Sin embargo, la ansiedad no resuelve la situación, sino que la empeora porque bajo la ansiedad no solo vivimos el sufrimiento del presente sino también el que estamos construyendo acerca del futuro. “Nos tendremos que ir del país”, “el país no se va a poder recuperar”, “no vamos a poder”, “esto va a tomar muchos años”, estas son algunas de las frases que están provocando ansiedad y que nos paralizan porque nos quedamos dando vueltas en estas conversaciones, haciendo así un doctorado del problema, mientras perdemos oportunidades para hacer el bien y ser instrumentos de sanidad.
Para hacer el bien y ser instrumentos de sanidad necesitamos manejar nuestra ansiedad. ¿Cómo lo hacemos? Pablo nos ayuda, cuando afirma en Filipenses 4:
“Regocíjense en el Señor siempre. Y otra vez les digo, ¡regocíjense!5 Que la gentileza de ustedes sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. 6 No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias, 7 Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. 8 Por lo demás, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, en todo lo honesto, en todo lo justo, en todo lo puro, en todo lo amable, en todo lo que es digno de alabanza; si hay en ello alguna virtud, si hay algo que admirar, piensen en ello…No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a estar contento en cualquier situación. Sé vivir con limitaciones, y también sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, tanto para estar satisfecho como para tener hambre, lo mismo para tener abundancia que para sufrir necesidad; ¡todo lo puedo en Cristo que me fortalece!”.
Pablo nos ofrece cuatro consejos para manejar la ansiedad:
- Regocijémonos siempre (vs.4-5): esto parece contradictorio e imposible, debido a nuestro contexto. Pero el gozo es mucho más que una emoción, es la decisión de contentarnos con lo que tenemos, sea mucho o poco, sabiendo que Dios proveerá y que algo hará en medio de las situaciones de muerte que nos rodean.
- Convirtamos nuestras preocupaciones en oraciones (vs.6-7): hay demasiadas cosas que nos preocupan, y la mayoría de ellas no las podemos controlar. Solo hay una alternativa, dejarlas en las manos de Dios.
- Pongamos nuestra atención en las buenas noticias (v.8): si Dios está con nosotros, tenemos la tarea de identificar su presencia en medio nuestro. No permitamos que las malas noticias superen las buenas.
- Enfrentemos lo que venga con la fortaleza del Señor (vs. 11-13): no vivamos lo que no ha ocurrido, y vivamos con valentía lo que sí ha ocurrido. Crea que Dios le dará el poder para enfrentar la vida tal y como es.
Al igual que ustedes, estas dos semanas y media han sido complicadas, y me he paralizado en ocasiones. He tenido demasiadas voces en mi mente, y me he dado cuenta que me paralizo cuando le doy cabida en mi mente a pensamientos catastróficos y negativos. Por otro lado, me he dado cuenta que al escuchar la voz de Jesús diciéndome que está con nosotros, he sido lleno de esperanza. En medio de mis momentos de muerte y debilidad, el Espíritu Santo ha soplado un nuevo aliento de vida y me ha recordado que este es el momento de vivir el evangelio de la esperanza. Este es el tiempo de hacer la diferencia. Me ha recordado que he sido lleno del poder del Espíritu Santo y que tengo una misión como parte de la iglesia de Cristo.
Dios nos llama a ser instrumentos de vida, a recibir el nuevo soplo de vida del Espíritu, a ser llenos del poder que nos ayudará a continuar con la misión, a vencer el miedo que nos paraliza recordando que Dios está con nosotros/as, y a no pensarlo dos veces cuando tengamos la oportunidad de hacer el bien. Es tiempo de actuar. ¿Quieres hoy ser un instrumento de sanidad? ¿Quieres hacer la diferencia?
Jesús nos dice hoy: “Ustedes son la sal de la tierra, pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo volverá a ser salada? Ya no servirá para nada, sino para ser arrojada a la calle y pisoteada por la gente. Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Tampoco se enciende una lámpara y se pone debajo de un cajón, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en casa. De la misma manera, que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos”, Mateo 5:12-16.
Hazme un instrumento de tu paz
donde haya odio lleve yo tu amor
donde haya injuria tu perdón señor
donde haya duda fe en ti
Maestro ayúdame a nunca buscar
el ser consolado sino consolar
ser entendido sino entender
ser amado sino yo amar
Hazme un instrumento de tu paz
que lleve tu esperanza por doquier
donde haya oscuridad lleve tu luz
donde haya pena tu gozo señor
Hazme un instrumento de tu paz
es perdonando que nos das perdón
es dando a todos como tú nos das
muriendo es que volvemos a nacer