Por: Pastor Daniel Rodríguez Figueroa
Eclesiastés 3:1-8, Mateo 6:25-34
El leñador y el hacha
Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en un aserradero. El sueldo era bueno, y las condiciones de trabajo, mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel. El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles. –Te felicito, sigue así –dijo el capataz.
Animado por estas palabras, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó temprano.
A la mañana siguiente se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles.
–Debo de estar cansado –pensó. Y decidió acostarse con la puesta del sol.
Al amanecer se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.
Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando, contemplando presentar su renuncia ya que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento.
Dirigiéndose al capataz le dijo:
-Señor, no sé qué me pasa, ni tampoco entiendo por qué he dejado de rendir en mi trabajo.
El capataz, un hombre muy sabio, le preguntó:
– ¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?
– ¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: “he estado demasiado ocupado talando árboles”.
A veces una sola pregunta nos hace reflexionar sobre lo que estamos haciendo y como lo estamos haciendo. Es habitual en las empresas escuchar al personal quejarse de estrés, de no tener tiempo, de tener demasiado trabajo, sin embargo pararse a pensar que hacha es la que tienen que afilar les llevaría unos minutos que les haría ganar muchas horas. Se trata del efecto palanca, con el mínimo esfuerzo alcanzamos el máximo resultado. Caer en la trampa de talar sin descanso solo nos llevara a nuestro máximo nivel de incompetencia.
No hace falta que seamos leñadores para darnos cuenta de la buena enseñanza que nos deja esta historia. A nosotros nos ocurre lo mismo, estamos tan ocupados, corriendo de un lado para otro, que no tenemos tiempo para las cosas verdaderamente importantes de la vida. Y lo peor es que si nos preguntaran a dónde vamos, no sabríamos que responder; aunque de todas formas seguiríamos estando apurados.
Llegamos a fin del día muy cansados y si hiciéramos un balance de nuestras actividades nos daríamos cuenta de que apenas hicimos nada de lo que teníamos que hacer.
Vivimos por impulsos, sin parar, sin pensar, sin programar. Nuestra mente se bloquea, comenzamos a padecer estrés, fatiga crónica, enfermedades de todo tipo, pero seguimos adelante sin pensar que quizás deberíamos hacer un alto en el camino para reconsiderar por qué hacemos lo que hacemos.
Quizás para cada uno de nosotros afilar el hacha tenga un sentido diferente. Algunos pensaran en la formación, otros en la necesidad de descansar, o también en lo importante que es una buena organización.
El caso es que como seres humanos, si no tuviéramos a nadie para darnos orientaciones, es muy posible que muchos de nosotros acabáramos esforzándonos como esclavos en tareas poco productivas, porque es muy fácil perder la perspectiva.
Normalmente, si eres empleado/a, siempre tienes a un jefe/a para recordarte que tienes que afilar el hacha, pero si trabajas solo/a, corres el riesgo de dar palos a un tronco a la desesperada sin ver el verdadero problema. Por eso, de vez en cuando tienes que tomarte un respiro y reflexionar sobre lo que haces. Fluir… en muchas ocasiones queremos enfrentar nuestros problemas sin analizar las áreas de prioridad. Como por ejemplo: afilar nuestra hacha.
Sin duda alguna, reconocemos que toda nuestra vida se trata de retos. Situaciones que en su mayoría no entendemos y nos afectan porque tocan la fibra más preciada de nuestra vida, el corazón. Es por eso que en los primeros versículos del libro de Eclesiastés 3 nos recuerda que todo tiene un tiempo en la tierra. Lo que Salomón quiere decir en esta sección es que Dios tiene un plan para todas las personas.
Los versículos 1-8 tratan sobre un poema del tiempo. Dicho poema está desarrollado a partir de conceptos contrarios, sin una estructura clara.
• Nacer- Morir
• Plantar- Cosechar
• Herir- Sanar
• Construir- Destruir
• Llorar- Reír
• Sufrir- Gozar
• Esparcir- Amontonar
• Bienvenida- Despedida
• Buscar- Perder
• Guardar- Desechar
• Romper- Coser
• Callar- Hablar
• Amar- Odiar
• Guerra- Paz
Lo que da unidad a estos versos es el “Tiempo-Momento” sobre cual el ser humano no puede hacer nada frente a él. Solo vivirlo, y ser buenos mayordomos sobre él.
Diariamente nos enfrentamos a situaciones que parecen contradecir los planes de Dios, estos no deben ser obstáculos para creer en Él, sino más bien oportunidades para descubrir que, sin Dios, los problemas de la vida no ofrecen soluciones duraderas.
Cuando nos envolvemos en la rutina diaria, sentimos muy distante el apoyo de Dios, su protección, nos olvidamos que Él es quien nos provee, nos afanamos a cosas que no presentan la solución, y en la mayoría de los casos perdemos la fe. “Estamos tan preocupados por llegar pronto a nuestro destino, que nos olvidamos de mirar y disfrutar del paisaje». -José L. Prieto
Entonces es el momento de replantear la pregunta… ¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha? Por si todavía no encontrabas el significado del hacha, el hacha representa tu vida.
En Mateo 6:25-34, Jesús nos enseña acerca de las preocupaciones. Nos exhorta a no preocuparnos por aquellas cosas que Dios promete suplir. La preocupación, contaminada por la rutina diaria, puede dañar su salud, dar lugar a que el objeto de su angustia consuma sus pensamientos, mermar su productividad, afectar negativamente la forma en que usted trata a otros/as, y reducir su capacidad de confiar en Dios. Planear para el mañana es tiempo bien invertido; afanarse por el mañana es tiempo perdido.
¿Cómo puedes afilar tu hacha? Mt. 6:33- Buscando el reino de Dios y su justicia, y lo demás será añadido.
Tenemos que detenernos y hablar con nuestro Padre celestial. Relacionarnos con él. Ante cualquier situación preguntarle qué haría Él. Debemos renovar nuestras fuerzas en él y por él. Y todo esto porque como dice Mt. 5:13, Ustedes son la sal de la tierra, pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo volverá a ser salada? Ya no servirá para nada, sino para ser arrojada a la calle y pisoteada por la gente.
Debemos sacar un momento en la vida para afilar nuestra hacha porque nosotros somos la sal del mundo. Si no sabemos a sal por no salir de la rutina, mucha gente no encontrará a Cristo a través de nosotros/as que hemos sido llamados/as a darle sazón al mundo.
Seguidamente allí en Mt. 5:14-16, Dios nos dice: Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Tampoco se enciende una lámpara y se pone debajo de un cajón, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. De la misma manera, que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos.
Tú y yo somos la luz del mundo. Hasta el día de hoy no funcionamos con energía renovable, esto quiere decir que debemos sacar un tiempo para recargarnos en el Señor.
Tiempo de detenernos y afilar nuestra hacha.
Estamos llamados/ a brillar no a estar apagados/as por el mundo.
Es por eso que cuando reconozcas que no puedes más, piensa en parar unos minutos y pedirle a Dios que maneje tu vida, que te ayude a programar tu agenda diaria. Atrévete a decirle, ¡Oh Dios, afila mi hacha! Te puedo asegurar que si en verdad esperas en Él, podrás hacer mucho más de lo que haces y con mayores y mejores resultados.
Dile alto a la rutina diaria, y hazte las siguientes preguntas:
¿Desde cuándo no oras apasionadamente?
¿Desde cuándo no lees la palabra?
¿Desde cuándo no ayunas?
¿Desde cuándo no perdonas?
¿Desde cuándo no le mencionas a tus hijos e hijas cuán orgulloso/a estas de él/ella?
¿Desde cuándo no abrazas a tu madre, padre, hermano, hermana?
Hoy, busque a los suyos, abrásalos y recuérdales lo importantes que son.
Cuando rompemos la rutina, nuestro trabajo es más efectivo. Y cuando hacemos esto aplicamos y sentimos lo que dice en Juan 7:38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Recuerda siempre… cuando te sientas atrapado/a por la rutina, ¡Detente y afila tu hacha!