Predicación del domingo 1 de octubre de 2017
Lucas 6:1-11
Hace una semana y media que experimentamos el huracán María, y no hay duda de que ha sido un evento catastrófico para Puerto Rico. Ha sido un proceso muy difícil para todos/as, porque todos/as hemos perdido algo, y el sufrimiento es colectivo. Estamos en medio de un proceso de duelo, y para beneficio de todos/as, quisiera compartir las cinco etapas de duelo según la literatura:
- Pérdida: shock, confusión, desorientación
- Dando paso al duelo: coraje, miedo, tristeza, sufrimiento
- Respondiendo al duelo: soledad, abandono, depresión, victimización
- Moviéndose adelante en el duelo: ajustes, sanidad, aceptación, esperanza
- Viviendo luego del duelo: decisiones, reconstrucción, felicidad, legado
Todas las etapas son importantes, y creo que la primera etapa la mayoría de nosotros/as la hemos experimentado, y estamos entre las etapas 2, 3, y 4. La negación de la realidad nunca es buena y siempre es saludable dar espacio a las diferentes etapas y validar los sentimientos y emociones nuestras y de quienes nos rodean. No está mal sentirnos vulnerables, somos humanos; es una oportunidad para que nuestra propia vulnerabilidad nos ayude a tener empatía y conectarnos así con la vulnerabilidad de otras personas. Aquí no hay súper hombres o súper mujeres.
Por otro lado, este proceso de duelo es una oportunidad para la fe. ¿Qué nos dice nuestra fe? 2 Corintios 4 nos dice: “atribulados, pero no angustiados; perplejos, pero no desesperados; abatidos, pero no destruidos…Por tanto, no desmayamos; más bien, aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el interior, sin embargo, se va renovando de día en día. Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable; no fijando nosotros la vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas.”
Este duelo es una oportunidad para poner nuestra mirada en Cristo Jesús y afirmar que Dios está con nosotros/as y que no vamos a desmayar porque el Espíritu Santo será nuestro consuelo, fortaleza y guía. Juan 14:26-27 dice: “Pero el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, los consolará y enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo”. No tengamos duda de que Dios nos consolará y fortalecerá para enfrentar esta crisis.
Ahora bien, el Espíritu Santo también nos recordará las palabras de Jesús, quién dijo que todos los mandamientos se resumían en dos: amar a Dios y al prójimo como a nosotros/as mismos/as. Por eso, para no desmayar ante esta crisis es importante practicar las disciplinas espirituales que nos permiten amar a Dios y aquellas que nos permiten amar al prójimo.
¿Cuáles son las que nos permiten amar a Dios? La oración y el estudio de las Escrituras. Estas dos disciplinas nos permitirán confiar en Dios y ser llenos de esperanza. En el Antiguo Testamento (Éxodo 16:13-20) se presenta al pueblo de Israel en momentos de mucha necesidad, y ante el pedido del pueblo a Dios por provisión y alimento, Dios le dijo que les enviaría maná pero que no debían guardar (excepto para el día de reposo) porque Él les daría pan cada día. Leamos esta porción bíblica.
Guardar no es malo, y mucho menos en un contexto como el que vivimos. Pero la enseñanza de este evento es la siguiente: Dios proveerá. Por eso es que Jesús dice en Mateo 6:26 y 33: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?…Mas buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Es tiempo de orar, leer la Biblia y confiar en la provisión de Dios. Haga de estas dos disciplinas una prioridad.
¿Cuáles son las disciplinas que nos permiten amar al prójimo? La compasión y la sencillez. Para hablar de estas disciplinas quiero hacer referencia al texto bíblico del día de hoy: Lucas 6:1-11 (leerlo). Un día, Jesús y sus discípulos comían de las espigas en un campo de trigo durante el día de reposo. Los fariseos, viendo esto, cuestionaron a Jesús por estar rompiendo la ley del sábado. Jesús le contesta que David mismo (1 Samuel 21:1-6) en una situación de extrema hambre comió de un pan consagrado para el templo que no debía comerse según la ley; y luego afirmó que el Hijo del Hombre era Señor del sábado. ¿Qué quiso decir Jesús con esto?
Marcos y Mateo también tienen estos relatos y nos ayudan a entender. Marcos 2:27 afirma: “El día de reposo se hizo por causa del género humano, y no el género humano por causa del día de reposo” y Mateo 12:6: “Pues yo les digo que aquí está uno mayor que el templo”. Jesús no condenó el sábado, sino que afirmó que Él era mayor que el templo y Señor del sábado, por lo que la ley (ej. el día de reposo) debía responder a sus enseñanzas y no al revés. La ley del amor estaba por encima de cualquier otra ley, por lo que la necesidad humana siempre debía ser la prioridad.
Jesús interpretó la ley para que la misma trajera vida, al contrario de los fariseos que la interpretaron para traer muerte. Para los fariseos, no se debía hacer nada el día de reposo; pero para Jesús el no hacer el bien ante la necesidad humana era hacer el mal. Por eso dice en Lucas 6:9: “¿Qué está permitido hacer en los días de reposo? ¿El bien, o el mal? ¿Salvar una vida, o quitar la vida?”. Para Jesús, la abstención del bien es lo mismo que hacer el mal.
Lo interesante es que la necesidad humana en estos dos eventos de Lucas tiene que ver con el hambre de los discípulos (6:1-5) y la enfermedad del hombre de la mano atrofiada (6-11). Pero hay una tercera enfermedad: la ceguera espiritual de los fariseos. Jesús utilizó el sábado para también traer sanidad a los fariseos. Jesús nos enseñó que en ocasiones los que se supone seamos los que brindemos ayuda a otros somos los más enfermos que estamos, y debemos también aprovechar las crisis para recibir sanidad. ¿Cuántos hemos sido transformados/as al ayudar a otros? ¿Cuántos/as hemos ido pasando del egoísmo a la solidaridad en los pasados días?
Ante la necesidad humana, hoy Jesús nos recuerda que debemos practicar dos disciplinas espirituales: la compasión (acompañar a quien necesita y suplir su necesidad) y la sencillez (utilizar bien los recursos, no solo para que nos duren, sino para que tengamos suficiente para compartir con otras personas).
Por último, les recuerdo que necesitamos practicar dos disciplinas que nos permiten amar a Dios y al prójimo colectivamente, como cuerpo de Cristo. Estas son: congregarnos e invitar. Como iglesia tendremos culto como de costumbre porque será una forma de acompañarnos y estimularnos a mantener la fe en medio de la crisis. El congregarnos también nos ayudará a conocer quién tiene necesidad de manera que podamos actuar. Además, aprovechemos las oportunidades para testificar acerca de la paz, el consuelo, la fortaleza y la guianza del Espirítu Santo en nuestras vidas. Luego de testificar, invitemos a las personas a que se congreguen aquí con nosotros/as. Nuestra iglesia puede ser un oasis espiritual para nuestra comunidad.
Termino compartiendo con ustedes la palabra que definirá la forma en que nos comportaremos como iglesia durante este tiempo y siempre: UBUNTU. Esta palabra es africana y significa “yo existo porque tú existes”. Un antropólogo estadounidense hizo un experimento en una tribu africana y le dijo a unos niños que podían coger todo el alimento que quisieran de una canasta tan pronto él diera la señal. Para su sorpresa, cuando él dio la señal, los niños no salieron corriendo hacia los alimentos, sino que los más grandes ayudaron a que los más pequeños llegaran hasta la canasta y así poder compartir los alimentos, de manera que todos comieran. El antropólogo le preguntó a los niños por qué no salieron corriendo y tomaron todo lo que pudieron, y ellos contestaron: “UBUNTU”. En otras palabras, todo el alimento es de todos, y la meta es que todos podamos comer.
Hoy Jesús nos invita a recordar que la necesidad humana siempre es la prioridad, y que al ser compasivos con otras personas somos sanados de nuestra enfermedad espiritual, pasando del egoísmo a la solidaridad. Como dicen en el barrio Naranjito: lo mío es tuyo.