Mateo 21:1-11
¿Cuántos han intentado darle instrucciones a un niño de dos años? ¿Es fácil? Los psicólogos le llaman a esta edad los terribles dos, porque el niño comienza a tener un sentido de independencia e individualidad que lo lleva a tomar sus propias decisiones; aunque no necesariamente esté preparado para hacerlo. En los terribles dos los niños tienen dificultad para obedecer a sus padres porque simplemente quieren llevar la contraria.
No hay duda de que los seres humanos, aun luego de los terribles dos, luchamos con obedecer a otras personas; y más cuando sentimos que nos imponen algo o cuando creemos que esa orden es injusta o indigna. Sin embargo, la obediencia en sí misma es parte de la vida, y la Biblia nos exhorta en diferentes momentos a que seamos obedientes al llamado de Dios para nuestras vidas. Esa fue precisamente la lucha de Jehová con el pueblo de Israel en todo el Antiguo Testamento. Desde la perspectiva bíblica, la obediencia trae bendición. Uno de los versos claves sobre la obediencia es Proverbios 3 que dice:
“Hijo mío, no desdeñes la corrección del Señor;
no te sientas mal cuando te reprenda.
12 El Señor corrige al que ama
como lo hace el padre con su hijo amado.”
¡Dichoso el que halla la sabiduría
y se encuentra con la inteligencia!
14 ¡Son más provechosas que la plata!
¡Sus frutos son más valiosos que el oro refinado!
15 Son de más valor que las piedras preciosas;
lo más deseable no es comparable a ellas.
16 Con la mano derecha ofrece una larga vida,
y con la izquierda ofrece riquezas y honra.
La realidad es que aunque la obediencia es una bendición, también es un gran reto; y en ocasiones, conlleva gran incomodidad. Nuestro yo lucha con someterse a la voluntad de otra persona; y en ocasiones lucha con someterse a la voluntad de Dios. Esto es lo que yo llamo la incomodidad de la obediencia.
Como hemos explicado en ocasiones anteriores, Jesús fue Dios y un ser humano a la vez. Esto quiere decir que Jesús pasó por la experiencia de la incomodidad de la obediencia. Esto lo vemos claramente en el Getsemaní, cuando Jesús le pidió al Padre que de ser posible, no le permitiera morir en la cruz. Jesús deseó llevarle la contraria al Padre, pero entendió que su muerte era necesaria para la redención del mundo.
Si Jesús mismo había experimentado la incomodidad de la obediencia, Él sabía que sus discípulos también la experimentarían en esta etapa final de su ministerio y en el futuro cuando Él ya no estuviera con ellos. Es por esto que Jesús debía enseñarles a sus discípulos con acciones y no solo con palabras lo importante que era hacer la voluntad del Padre y obedecerlo. ¿Cómo Jesús les enseña con acciones la importancia de la obediencia? Con su entrada triunfal en Jerusalén.
En el capítulo anterior al de la entrada triunfal, Mateo nos presenta a Jesús diciendo lo siguiente a sus discípulos: “Como pueden ver, ahora vamos camino a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte. 19 Lo entregarán a los no judíos, para que se burlen de él y lo azoten, y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará” (20:17-19). Estas habían sido las palabras, pero la verdadera obediencia llegó cuando Jesús entró a Jerusalén; y de esta forma pasó de la teoría a la práctica, de las palabras a la acción.
Jerusalén era símbolo de muerte, sufrimiento, dolor, castigo, tristeza, depresión y soledad para Jesús porque allí era que sería vendido, traicionado, arrestado, abandonado, azotado y crucificado. Sin embargo, era también el lugar en donde el ser humano sería libre del pecado de una vez y por todas. Jerusalén era el lugar en donde la obediencia al Padre tendría sentido: su muerte traería bendición a la humanidad entera.
Cuando entonces analizamos lo que significa la entrada triunfal a Jerusalén, vemos que la misma es el momento en que las profecías (Zacarías 9:9) se cumplen y el rey de Israel es recibido por su pueblo como el gran libertador y Mesías. Sin embargo, esta entrada triunfal también es el momento en que Jesús nos enseñó que los seres humanos, aunque tengamos dificultad y luchemos con nuestro orgullo, necesitamos someternos a la voluntad del Padre. La entrada triunfal es el momento clave en donde Jesús no solo entra a una ciudad, Jesús entra a la fase final de su vida en donde cumplirá con la voluntad del Padre de morir por los pecados de la humanidad y justificar al ser humano.
Al Jesús montarse en un pollino, y entrar en Jerusalén, Jesús nos enseñó que de la misma forma en que Él lo hizo, cada uno de nosotros/as debe identificar cuál es el llamado que Dios nos hace a nivel individual y comunitario, y movernos en esa dirección. Aunque es necesario reconocer el señorío de Jesús y gritar ¡Hosanna!, su entrada es mucho más que un acto simbólico. Somos llamados a gritar ¡Hosanna!, pero también a seguir sus pasos y obedecer la voluntad del Padre. Mateo 7:21 dice “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”
Con su entrada triunfal, Jesús nos invita hoy a pasar de ser espectadores/as a ser participantes de los propósitos de Dios en esta tierra. Nos llama a superar la incomodidad de la obediencia, mirar más allá de nuestro yo, y entender cómo Dios quiere transformar nuestras vidas y las de otras personas por medio de los llamados que nos hace. Es una invitación a mirar la vida desde la perspectiva de la fe, entendiendo que cuando Dios nos llama, siempre será para algo bueno y mejor, aun en medio de la incomodidad.
¿Cuál es el llamado que Dios te ha estado haciendo en los últimos años, meses, semanas o días? ¿Cuál es el llamado que Dios le está haciendo a esta iglesia? ¿Cuál es el llamado que Dios le está haciendo a la iglesia cristiana en Puerto Rico y el mundo?
Les comparto tres llamados que Dios ha estado haciendo a mi vida en los pasados meses y días, con los cuales lucho. En primer lugar, Dios me ha estado llamando a escudriñar la Biblia y ponerla en el centro de mi vida. Dios me está llamando a profundizar en su Palabra porque la misma es el pan de vida, el agua que salta para vida eterna y la luz que ilumina mi camino. He entendido que sin encuentros continuos con la Palabra, no tendré nada que ofrecer a otras personas, y en particular a mi iglesia. Ahora mismo lucho con el llamado de escudriñar las Escrituras.
En segundo lugar, Dios ha estado llamándome a la justicia social. Cuando miro lo que está pasando en Puerto Rico y el mundo, he sentido como el Espíritu Santo me invita a alzar mi voz ante la injusticia, ante los poderes del mal que se visten de ovejas cuando son lobos rapaces. Dios me está llamando a entender que no hay otro evangelio que no sea uno en donde tengamos presencia en asuntos sociales y aboguemos por quienes no tienen voz. Dios me está llamando a la incómoda tarea de asumir posturas sobre diferentes asuntos sociales. Es un llamado incómodo porque cuando uno asume posturas siempre vienen consecuencias. Ahora mismo lucho con el llamado de la justicia social a pesar de las consecuencias que esto tenga.
En tercer lugar, Dios me está haciendo un llamado a la trascendencia, la generosidad y el servicio. Cada día que pasa el Espíritu Santo me enseña que una vida sin servicio a los demás, es como querer seguir a Cristo pero no hacer lo que Él hizo. Cada día siento un llamado profundo por involucrarme en proyectos o espacios en donde uno no viva para uno mismo, sino para los demás. El Espíritu Santo me hace ver que la acumulación de riquezas y bienes no me da felicidad, pero que la generosidad me transforma y bendice a otras personas.
En este viaje a África, tuve la oportunidad de conocer cómo hace aproximadamente 30 años atrás un grupo de metodistas en los Estados Unidos decidieron hacer una universidad en África. Pude compartir directamente con parte de los fundadores de esta universidad, y conocer lo difícil que fue hacer realidad este sueño. Ahora, luego de 25 años de haber sido fundada, tuve la oportunidad de ver cómo esta universidad ha graduado más de 7,000 estudiantes que son líderes en el continente africano. Pude ver como esta universidad es un proyecto de Dios porque por 25 años las iglesias metodistas en Estados Unidos han aportado económicamente para que cientos de africanos puedan graduarse año tras año. Esto es un proyecto que se nutre de la generosidad de miles de personas a lo largo del mundo. Este proyecto me confrontó con la siguiente pregunta: ¿qué estoy haciendo para que mi vida tenga trascendencia? ¿Realmente soy generoso? Ahora mismo lucho con el llamado de vivir el servicio a los demás.
¿Cuál es el llamado que Dios te ha estado haciendo en los últimos años, meses, semanas o días? ¿Cuál es el llamado que Dios le está haciendo a esta iglesia? ¿Cuál es el llamado que Dios le está haciendo a la iglesia cristiana en Puerto Rico y el mundo? Con su entrada triunfal, Jesús nos invita a pasar de ser espectadores/as a ser participantes de los propósitos de Dios en esta tierra. Es un llamado a que a pesar de la incomodidad de la obediencia, podamos imitarle y obedecer la voluntad del Padre.
“Hermanos míos, ¿de qué sirve decir que se tiene fe, si no se tienen obras? ¿Acaso esa fe puede salvar? 15 Si un hermano o una hermana están desnudos, y no tienen el alimento necesario para cada día, 16 y alguno de ustedes les dice: «Vayan tranquilos; abríguense y coman hasta quedar satisfechos», pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve eso? 17 Lo mismo sucede con la fe: si no tiene obras, está muerta.” Santiago 2:14-17