Por el Pastor Daniel Rodríguez Figueroa
Romanos 8:31-39/ Juan 11:25-26 RVC
En éste día finalizamos la serie de predicaciones CREEMOS. Hemos analizado y estudiado las creencias básicas del cristianismo y hemos sido, más que impactados, trasformados con el credo de los apóstoles. El domingo pasado hablamos sobre la resurrección del cuerpo y dialogamos que para poder resucitar en Cristo primero debemos morir. De igual forma discutimos que Dios no necesita nuestro cuerpo físico que se descompone, sino que él desea brindarnos un nuevo cuerpo glorioso que nunca se desvanecerá.
Es por eso que hoy trabajaremos el tema: creo en la vida perdurable (eterna). ¿Qué significa la vida eterna? ¿Qué ocurre después que una persona muere? ¿Existe el cielo o el infierno? Son las preguntas claves que nos guiarán a través de ésta jornada de fe.
No cabe la menor duda que, al momento en que un familiar, amigo o conocido, muere, la mayoría de las personas en su funeral afirman que esa persona está en el paraíso, en el cielo o en algún lugar mejor. Las palabras o frases más utilizadas son: está gozando de las mansiones celestiales; está donde no hay dolor; se fue con Dios o Dios se lo llevó; se nos adelantó; Dios lo llamó para cuidarnos desde el cielo. La realidad es que en la mayoría de las ocasiones confiamos en que existe algo más allá de esta vida, algo mejor.
Pero por otro lado, si una persona muere y hay personas que le conocieron y a “su entender” no le servía o no le creía a Dios, no tenía buen testimonio o se privó de la vida… ¿a dónde la gente dice que va? Al infierno. Allí donde la gente va a pagar por lo que hicieron; donde van a sufrir; donde se van a quemar; donde serán amigos de satanás y del mal.
¿De dónde surge toda esta cuestión?
Los judíos habían creído durante mucho tiempo que, al morir, el alma se establecía en el reino de los muertos. Este reino de los muertos también se llamaba Seol o Hades donde parece que creían que los muertos continuaban en algún estado, y se entendía que éste lugar estaba debajo de la tierra. Dentro de este mundo subterráneo había dos reinos uno para los justos, llamado Paraíso y otro para los injustos.
Hacia el final del período del Antiguo Testamento, encontramos el comienzo de una comprensión más amplia de la vida después de la muerte. En el período entre el AT y el NT, la idea de la resurrección de la muerte y la vida después de la muerte se hizo más sobresaliente. Es por eso que, los judíos en tiempos de Jesús imaginaban la vida después de la muerte.
La imaginaban de la siguiente forma.
Como se muestra en el diagrama, el reino de los muertos, llamado Seol, pero también conocido como Hades, tenía dos áreas distintas: el Paraíso, el lugar de los muertos justos; Un Tártaro (a veces llamado Gehena- purgatorio judío), el lugar de los muertos injustos. Sin embargo, el envío de los muertos al Paraíso o al Tártaro no fue definitivo. En algún momento los muertos serían levantados y un juicio final tendría lugar. Jesús, Pablo y algunos de los otros apóstoles enseñaron que habría un juicio final, en el cual aquellos en ambos reinos de los muertos, serían llevados ante el tribunal de Cristo. Algunos recibirían la vida eterna en el cielo, recibiendo un nuevo cuerpo de resurrección, mientras que los otros serían arrojados a un reino de «llanto y crujir de dientes» Lucas 13:28
Según este punto de vista, después de la muerte, tanto los justos como los injustos entran en el reino de los muertos, los justos al Paraíso, los injustos al Tártaro o Gehena. Ellos no han enfrentado el juicio final. Los muertos no han recibido sus cuerpos de resurrección, pero están muy vivos.
Mientras que la muerte parece haber sido concebida por muchos judíos y cristianos del primer siglo y varios pasajes de las Escrituras ayudan a darle sentido, sigue siendo algo especulativo. Los cristianos han estado en desacuerdo sobre la firmeza con que esta visión es requerida por las Escrituras. Hay diferencias de interpretación en los textos relevantes de la Escritura relacionados con este punto de vista, pero debemos considerar útil esta comprensión cuando buscamos sentido de las suposiciones y creencias detrás de algunos de los pasajes del Nuevo Testamento relacionados con la muerte y la vida futura.
La realidad del asunto es que, a lo largo de la historia, las personas se han preguntado qué es lo que pasa después de la muerte. Mientras que buscamos una respuesta clara, estamos llamados a confiar plenamente en Dios, en que a fin de todo, vamos a estar en su cuidado, esperando a que venga su reino. Logramos esto a través de la fe. La fe es la base de la salvación, y es en esa fe que Dios nos llama a confiar en él y a creer que él tiene las respuestas que la humanidad aún no puede entender. Hebreos 11: 1: “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Mientras que la tradición protestante nos enseña ciertos aspectos de la vida futura, todavía hay mucho que permanece a cabo en el misterio de Dios que requiere nuestra fe.
La visión cristiana tradicional ha sido siempre que los que creen van a compartir la alegría eterna con Dios en el cielo, mientras que los que se niegan en el amor de Dios, sufrirán la separación infinita de Dios.
Ahora pregunto yo, ¿existe el cielo o el infierno? En mi humilde opinión, el cielo lo podemos definir como aquel lugar en donde el bien triunfa sobre el mal y también, donde estamos cerca de Dios y Dios de cerca de nosotros. Por el contrario, el infierno es el lugar donde el mal triunfa sobre el bien y en donde estamos total o parcialmente distanciados de Dios.
Es por eso que hoy podemos tener un anticipo de ese cielo. De ese lugar en donde no existirá el mal por completo. Nosotros, podemos contribuir a que el cielo se haga real en nuestra vida y en la vida de los demás. Pero del mismo modo, tú y yo podemos contribuir a que el infierno se haga real aquí en la tierra.
Como bien hablamos anteriormente, muchos cristianos/as a través de los siglos han creído que cuando las personas mueren, permanecen muertos (dormidos) hasta el juicio final, momento en el que son resucitados a la vida o el castigo. Otros pasajes bíblicos, como las palabras de Jesús al ladrón den la cruz “hoy estarás conmigo en el paraíso” Lucas 23:43, parecen indicar que estaremos con Dios inmediatamente en el punto de la muerte.
Por lo tanto, hay dos imágenes en el nuevo testamento acerca de lo que sucederá. En primer lugar, el día de la resurrección, cuando la trompeta suene, los muertos serán resucitados incorruptiblemente. Si solo tenemos esta imagen, lo que podemos imaginar es que cuando las personas mueren, se encuentran en algún estado intermedio a la espera del gran día de la resurrección.
La otra imagen, sin embargo, es que la muerte no contiene ninguna victoria sobre nosotros en absoluto. Tan pronto como morimos, estamos con Dios. Tenemos estas dos imágenes en competencia: o la espera o de inmediato.
Es necesario comentar que la Iglesia protestante rechazó la idea del purgatorio. La doctrina del purgatorio se originó en el catolicismo medieval y se enseña en la tradición católica. Purgatorio se cree que es un lugar donde las almas de los fieles muertos soportan un período de purificación y limpieza, ayudado por las oraciones de los vivos, antes de su entrada al cielo. Aunque Juan Wesley creía en un estado intermedio entre la muerte y el juicio final, esa idea no se consiguió oficialmente en la doctrina Metodista.
La verdad de éste asunto, no está totalmente aclarada. Es un misterio. Pero la realidad de nuestro diario vivir es que pase lo que pase después de la muerte, vivimos con la esperanza en la vida eterna y en la seguridad de que “ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor de Dios en Cristo Jesús Señor nuestro”. Romanos 8:38-39.
Es por eso que cuando leemos Juan 11:25-26… (“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque este muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”)… sabemos que el requisito para alcanzar la vida eterna es creer en Jesucristo.
Sin duda alguna, la vida eterna la tienes cuando recibes al Señor Jesús en tu corazón. La vida eterna es un regalo que debemos valorar pues el precio fue la sangre de Jesús. Porque nos amó de tal manera que sufrió la cruz para que tú y yo creyéramos en él y alcanzáramos la vida eterna. Una vida con plenitud de gozo.
En fin, en nuestra vida debemos tener presente las palabras de Dalai Lama “Lo que más me sorprende del hombre occidental es que pierden la salud para ganar dinero, después pierden el dinero para recuperar la salud. Y por pensar ansiosamente en el futuro no disfrutan el presente, por lo que no viven ni el presente ni el futuro. Y viven como si no tuviesen que morir nunca, y mueren como si nunca hubieran vivido”.
Por tal razón, tú y yo podemos empezar a vivir la vida eterna desde hoy. No podemos permitir que lo que vaya a pasar después de la muerte nos limite a vivir el presente. Estamos llamados a reafirmar que antes y después de la muerte la esperanza y el gozo del Señor es nuestra fortaleza.