Por el Pastor Daniel Rodríguez Figueroa
1 Corintios 15:35-49/ Lucas 20:27-38
En el día de hoy, continuamos con la serie CREEMOS. Recordando que el propósito de dicha serie es estudiar y analizar las creencias básicas del cristianismo para entender cómo estas impactan nuestra vida. ¿Cuál es la importancia del cuerpo? ¿Qué va a pasar con nuestro cuerpo? Pueden ser algunas de las preguntas que nos hacemos cuanto hablamos de éste tema. Es por eso que hoy a través de esta predicación estaremos afirmando que como iglesia cristiana, creemos en la resurrección del cuerpo. De la misma forma en que creemos que Cristo resucitó. Pues si Cristo no hubiese resucitado, en vano fuera nuestra fe.
Para comenzar este tema tan interesante, debemos entender que antes de hablar de la resurrección es necesario hablar de la muerte pues sin muerte no hay resurrección. No hay forma en que una persona resucite sin antes haber muerto.
La muerte es la única experiencia compartida de todos los seres humanos. No hay duda en que enterramos a la gente que amamos y nos duele este tipo de eventos. Es por eso que, nosotros siempre vamos a luchar con nuestra mortalidad. En la mayoría de los casos, si nos dan a escoger entre la vida y la muerte, optamos por la vida. (Ejemplo de personas entubadas)
Por otro lado, he escuchado ese gran dicho de que, “no me interesa si fumo, si me emborracho, si bebo mucho refresco, si como desmedidamente, si no cuido mi salud, si de algo me tengo que morir”. Y honestamente, todos dicen eso hasta que se ven en un hospital luchando entre la vida y la muerte.
Ahora bien, ¿qué interrogantes le tenemos al tema de la muerte?
La cremación, un tema peculiar sobre este asunto. La Biblia no habla sobre el tema de la cremación vs entierro, pero por lo regular se nos ha enseñado que los cuerpos se deben de enterrar. Si un cuerpo fue quemado, era por lo general un signo de falta de respeto a la persona o un castigo por el pecado (Génesis 38:24 “… le dijeron a Judá: Tu nuera Tamar se ha comportado como una prostituta y ahora, como consecuencia, está embarazada. ¡Sáquenla y quémenla! Ordenó Judá”; Levítico 20:14, 21:9; Josué 7:25 “Luego Josué le dijo a Acán: Por qué nos has traído esta desgracia? Ahora el Señor te traerá desgracia a ti. Entonces todos los israelitas apedrearon a Acán y a su familia, y quemaron los cuerpos».), aunque a veces, la cremación puede haber ocurrido después de una plaga o una gran matanza (Amós 6:9-10 “Cuando eso pase, no importa si sólo diez hombres quedan con vida en una casa, todos ellos morirán. Tal vez llegue algún pariente para recoger y quemar los cadáveres…”)
En el tiempo de Jesús, la cremación fue practicada por los romanos, de vez en cuando por los griegos, pero rara vez por los judíos y los cristianos (debido a la creencia de que los cuerpos de los creyentes algún día serán resucitados físicamente). Con la difusión del cristianismo, la cremación desapareció casi por completo como una práctica en Occidente, hasta hace unos 200 años (una excepción parece ser en tiempos de guerra por la peste cuando un gran número de personas morían).
¿Cuál es el problema principal de la cremación? Es la creencia de que cuando uno muera, el alma del creyente se reunirá con su cuerpo. Por lo tanto, la gente se opone a la cremación por que el cuerpo no puede ser destruido. Por otro lado, cada vez más personas están llegando a estar de acuerdo con la opinión de que, la cremación solo hace un proceso rápido de lo que la naturaleza va a hacer más lento. Es por eso que para otros la cremación es aceptable.
A fin de cuentas, nosotros no insistimos en el entierro como el único medio para los restos del cuerpo. En algunos lugares el entierro o sepultura no es una opción, ya sea por los costos o a la falta de espacio en el cementerio. Por ende, muchas personas ven la cremación como una alternativa viable. Lo más importante de este asunto es que se trata de una decisión que se toma de acuerdo al contexto de los individuos, a las familias y a las normas culturales que intervienen.
La realidad del caso es que la Iglesia Metodista no ha llegado a tomar una posición directa a favor o en contra la cremación. Pero si ha adoptado una posición muy proactiva para fomentar la vida. Es la donación de órganos.
El párrafo número 55 de nuestro Libro de la Disciplina (2010) dice: “Creemos que la donación y trasplante de órganos son actos de caridad, amor ágape y autosacrificio. Reconocemos los beneficios de vida por medio de las donaciones de órganos y otros tejidos y motivamos a toda persona de fe a ser donantes de órganos y tejidos como parte de su amor y ministerio a las necesidades de otros”.
Si tienes una lucha mental sobre los restos de tu cuerpo con respecto a la cremación o al entierro, te invito a que por lo menos consideres ser parte del equipo de donación y trasplante de órganos como actos de caridad y de amor al prójimo. Pienso que hasta en las cuestiones de la muerte somos seres egoístas. Que en vez de poder dar vida a dos o más personas, preferimos negarnos a este llamado tan humanitario. A fin de cuenta, del polvo salimos y al polvo volveremos (Eclesiastés 12:7).
¿Cómo que al polvo volveremos? Y entonces, ¿qué hay de la resurrección del cuerpo? Yo creo en la resurrección del alma, esa en que después de la muerte vivimos. Pero la resurrección del cuerpo es más difícil de entender. Entonces, ¿la frase significa que éste cuerpo que tenemos será resucitado? ¿Cómo esto es posible? si nuestro cuerpo minutos después de nuestra muerte comienza a descomponerse.
En los primeros siglos, los cuerpos eran enterrados en tumbas y en uno o dos años estaban totalmente descompuestos. Quizá lo único que quedaba eran algunos pedazos pequeños de huesos. ¿Qué era lo que iba a resucitar? ¿Eran los huesos? Y, ¿qué de aquellos que murieron en los mares? Y, ¿qué pasa con las personas que fueron quemadas, como algunos de los primeros cristianos para entretener a los invitados de la cena del emperador? Con gran probabilidad, los huesos de aquellas personas quedaron completamente destruidos.
Una cámara fue colocada dentro de lo que se cree que fue la tumba de Pablo en Roma, y la misma enseñó que después de dos mil años, solo quedaban unos fragmentos muy pequeños de sus huesos. Entonces, ¿realmente ese cuerpo fue resucitado?
Cuando leemos sobre la resurrección de Jesús, aprendemos que su cuerpo había cambiado. María fue la primera que lo vio y no pudo reconocerlo, pensó que era el jardinero. Los que iban de camino a Emaús pensaron que él era un extraño. Cuando se les presentó a sus discípulos, muchos no le reconocieron. Él tuvo la habilidad de comer, y de mostrar los boquetes de sus manos clavadas y también dejó que sus discípulos tocaran sus manos. Pero también caminó a través de las paredes. Siendo estas apariciones, piezas del rompecabezas con respecto cómo será nuestra vida en el cielo.
Pablo nos ofrece la contestación en la carta a los corintios. (1Co 15: 35-44, 54)
Dios no requiere lo que está podrido en el suelo para darnos un nuevo cuerpo, pero de alguna manera, según Pablo nuestro cuerpo espiritual está conectado con el cuerpo carnal. La resurrección de nuestro cuerpo en otras palabras, no es como la presentan en “The Walking Dead” es algo más que eso. Lo mejor de esta idea de la resurrección del cuerpo es que no tendremos un espíritu desencarnado después de la muerte, sino que tendríamos un cuerpo glorioso que no está sujeto a la enfermedad ni se podrá descomponer jamás.
Nunca debemos olvidar que cada persona que Jesús sanó o levantó de los muertos durante su ministerio terrenal, eventualmente murió, por ejemplo, Lázaro (Juan 11.1-44) y la hija de Jairo (Marcos 5.22-43). Por ende, la sanidad cristiana es para un tiempo y con propósitos limitados. La sanidad última siempre se adquiere a través de la muerte y la resurrección. Una nueva vida en Cristo.
Es por eso que afirmamos que sin muerte no hay resurrección. Por ende, estamos llamados/as a analizar a qué cosas debemos morir para poder resucitar en Cristo. Si una semilla no muere, jamás dará fruto.
Para tener espacio para una nueva vida en Cristo, algo viejo debe morir. En el evangelio de Juan 15:1-2 encontramos claramente que Dios quita todo pámpano muerto y las partes improductivas de nuestra vida para hacernos más fructíferos y productivos.
¿A qué debo morir hoy para ser productivo en Cristo? Quizá a la discrepancia (Falta de acuerdo entre dos o más personas o falta de aceptación de una situación, una decisión o una opinión). Al individualismo.
Hoy a través de esta predicación podemos aprender algo muy importante que el evangelio de Lucas 20:38 nos recuerda…“Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven”.