Mateo 6:19-34
Hoy culminamos nuestra serie Fundamentos: el camino hacia la madurez. Establecimos que existen tres fundamentos que nos llevan a la madurez (una jornada espiritual profunda y estable): conocer a Dios con la mente (tener un entendimiento sólido de la Biblia y de lo que creemos), amar a Dios con el corazón (cultivar una relación personal con Jesucristo por medio de las disciplinas espirituales), y servir a Dios con nuestras manos (dar de nuestro tiempo, talentos y dinero para servir a los demás y construir un mundo mejor). Hoy culminamos con Servir a Dios con las manos.
¿Qué tienen en común estos tres elementos: tiempo, talentos y dinero? Que no somos dueños/as de ninguno de ellos, solo administradores/as. Esto lo presenta tanto el Nuevo como el Antiguo Testamento. En Génesis 1:26 dice: “Entonces dijo Dios: «¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza! ¡Que domine en toda la tierra sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos y las bestias, y sobre todo animal que repta sobre la tierra!»”. Cuando analizamos la palabra dominar que aparece en estos versos, es importante establecer que la misma significa administrar; por lo que el ser humano fue llamado a administrar la creación de Dios, porque el dueño de todo era Dios.
En el caso del Nuevo Testamento, Mateo 25 nos presenta lo que se conoce como la parábola de los talentos, en donde Jesús dijo “El reino de los cielos es como un hombre que, yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. 15 A uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad”. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se presenta con claridad que el ser humano es solo administrador de la creación y de los bienes que Dios ha puesto en sus manos: tiempo, talentos y dinero.
Cuando buscamos en el diccionario el significado de administrar, encontramos que significa “hacer un buen manejo de los recursos disponibles según la planificación de una organización”. Cuando se administra, lo que se hace es manejar los recursos disponibles según el deseo del dueño o según el plan que tenga una organización. Cuando hablamos de un plan, nos referimos a la dirección que lleva una organización y aquellas cosas que son más importantes o prioritarias para esa organización. Ese es el caso de nuestra iglesia, en donde tenemos un plan que establece la dirección en que nos dirigimos y aquellas cosas que son más importantes para nosotros/as. A la hora de administrar el tiempo, talentos y dinero como iglesia, necesitamos hacerlo según nuestro plan.
En el caso de la vida cristiana, ocurre de manera similar. Debido a que Dios es el dueño de todo, cada uno/a de nosotros/as es llamado/a a administrar (manejar) el tiempo, los talentos y el dinero conforme al deseo de Dios. Dios ha establecido un plan (que incluye una dirección y unas prioridades), y nuestro llamado es a entender ese plan y manejar lo que tenemos en nuestras manos según el mismo. ¿Cuál es ese plan de Dios? Jesús lo dejo claro en Mateo 6:33 “Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas.” Jesús afirmó que a la hora de administrar el tiempo, los talentos y el dinero, la prioridad es el reino de Dios. ¿Qué significa esto? ¿Cómo podemos administrar de forma tal que el reino de Dios sea la prioridad?
Para establecer el reino de Dios como prioridad a la hora de administrar, es importante hablar del reino del ser humano. El reino del ser humano es la inclinación que tenemos de buscar la riqueza, el poder y la fama, no importando las necesidades de los demás. En el reino del ser humano, todo gira alrededor de uno mismo, y no de los demás. En un momento dado los discípulos de Jesús quisieron dar prioridad al reino del ser humano más que al reino de Dios, y Jesús le contestó de la siguiente manera: “Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones las dominan, y los poderosos les imponen su autoridad.43 Pero entre ustedes no debe ser así. Más bien, aquel de ustedes que quiera hacerse grande será su servidor, 44 y aquel de ustedes que quiera ser el primero, será su esclavo. 45 Porque ni siquiera el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.” Marcos 10:42-45
.
Con esto Jesús quiso decir que si en el reino del ser humano todo gira alrededor de uno mismo, sin tomar en consideración las necesidades de los demás, en el reino de Dios que él modeló, todo gira alrededor de servir a los demás y construir un mundo mejor. Por lo tanto, cada vez que un ser humano administra el tiempo, los talentos y el dinero para suplir sus propias necesidades sin buscar servir a los demás y construir un mundo mejor, el reino del ser humano se ha convertido en su prioridad. Sin embargo, cuando un ser humano vive como Jesús y administra el tiempo, los talentos y el dinero para servir a los demás y construir un mundo mejor, el reino de Dios es su prioridad.
La realidad es que no siempre los seres humanos ponemos el reino de Dios como prioridad. Esto es algo con lo que luchamos día a día: manejar el tiempo, los talentos y el dinero para servirnos a nosotros/as mismos/as o para servir a los demás y construir un mundo mejor. En cuanto al tiempo, continuamente estamos luchando entre actividades que nutren nuestra relación con Dios y con los demás, y actividades que no son malas en sí mismas pero que no nutren nuestra relación con Dios y con los demás. Ante esta lucha, Jesús nos hace una invitación: pongamos como prioridad aquellas actividades que nutren nuestra relación con Dios y con los demás. De manera más específica, pongamos el congregarnos y participar de la Escuela Bíblica, los discipulados y las sociedades como una prioridad en nuestra agenda.
En cuanto a los talentos, luchamos entre usar nuestras capacidades para adorar a Dios y ser instrumentos para transformar la vida de otras personas, y usar nuestras capacidades únicamente para nuestro propio beneficio. Ante esta lucha, Jesús nos hace una invitación: pongamos como prioridad el usar nuestras capacidades para adorar a Dios y servir a los demás. De manera más específica, sirvamos en al menos un ministerio de la iglesia y en al menos un proyecto de servicio comunitario.
En cuanto al dinero, luchamos entre usar el dinero en ropa, zapatos, comida y cosas para nosotros/as mismos dejando a un lado las necesidades de otras personas, y usar el dinero para transformar vidas, transformar la iglesia y transformar la comunidad. Ante esta lucha, Jesús nos hace una invitación: pongamos como prioridad el usar el dinero para servir a los demás y construir un mundo mejor. De manera más específica, demos nuestros diezmos no con lo que nos sobra luego de gastar en ropa, zapatos, comida y cosas para nosotros/as mismos/as, sino con lo mejor de nuestros ingresos.
Cuando Jesús dijo que el reino de Dios era la prioridad, no se refirió a cantidades, sino a prioridades. Al igual que en la parábola de los talentos (Mateo 25), no se trata del poco o mucho tiempo, talentos o dinero que Dios haya puesto en nuestras manos. Se trata de que lo mucho o lo poco que se nos ha dado, lo administremos conforme el deseo y plan de Dios, quién es el dueño de todas las cosas. Jesús dijo: “No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corroen, y donde los ladrones minan y hurtan. 20 Por el contrario, acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corroen, y donde los ladrones no minan ni hurtan. 21 Pues donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.” Mateo 6:19-21. Establecer prioridades se trata de poner no solo nuestro corazón, sino nuestras mentes y sobre todo nuestras manos en servir a los demás y construir un mundo mejor.
«¡No más desperdicio! Dejemos de gastar en lo que demandan la moda, los caprichos, la carne y la sangre. ¡No más ambición! Usemos, más bien, lo que Dios nos ha confiado para hacer lo bueno, todo el bien posible, en todas las formas e intensidades posibles». –Juan Wesley