Mateo 1:18-25
Hoy continuamos con la segunda predicación de nuestra serie CREEMOS. El propósito de esta serie es estudiar las creencias básicas del cristianismo y cómo esas creencias impactan nuestra vida hoy. En adición a la Biblia, estamos utilizando lo que se conoce como el Credo de los Apóstoles como nuestro texto primario. La pasada semana comenzamos afirmando que creemos en un Dios padre todopoderoso creador del cielo y de la tierra, y que esa creencia nos debe llevar a la gratitud, humildad, mayordomía y esperanza, entre otras conductas. Hoy nos toca estudiar nuestras creencias acerca de Jesús:
“y en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro; que fue concebido del Espíritu Santo, nació de la virgen María, padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; al tercer día resucitó de entre los muertos; ascendió al cielo, y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso; de donde vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos…”
Cuando hablamos sobre nuestras creencias acerca de Jesús, es importante recordar que la existencia de Jesús no es un asunto que está en discusión. La mayoría de las religiones y población en general afirman que hubo un hombre que vivió hace dos mil años llamado Jesús, que fue un profeta, un maestro y un reformador. Incluso, existen textos adicionales a la Biblia que evidencian que este personaje llamado Jesús hizo milagros, tenía seguidores y le causó problemas al liderato judío. Uno de ellos lo es Flavio Josefo, un historiador judeo-romano que escribió entre los años 93 y 94dC:
“Por este tiempo vivió un hombre sabio llamado Jesús, y su conducta era buena, y era sabido que era virtuoso. Muchos de entre los judíos y de las otras naciones se hicieron discípulos suyos. Pilato lo condenó a ser crucificado y a morir. Pero los que habían venido a ser sus discípulos no abandonaron el discipulado. Informaron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión, y que estaba vivo. Por ello, quizás fue el Mesías, acerca de quien los profetas han dicho maravillas. Y la tribu de los cristianos, así llamada por él, no ha desaparecido hasta el día de hoy.” (Antigüedades judías 18:3:3)
A pesar de que la existencia de Jesús no está en discusión, solo aquellos/as que nos consideramos cristianos/as creemos que Jesús no solamente fue un maestro, un reformador y un profeta; sino el hijo de Dios. Solo la iglesia cristiana ha llegado a esta conclusión por la evidencia que existe en la Biblia, en particular los evangelios. Pero hay un detalle particular que debemos resaltar de los evangelios: fueron escrito por creyentes para invitar a otras personas a creer también en Jesús como hijo de Dios. Los evangelios no son primariamente un documento histórico objetivo, sino un documento de fe, en donde quienes leemos acerca de Jesús creemos por fe que lo que escribieron los primeros cristianos fue real. Y al creer, experimentamos lo mismo que ellos, tal y como nos dice el evangelista Juan:
“Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer, tengan vida en su nombre.” Juan 20:30-31
Si los evangelios son nuestra fuente primaria para creer en Jesús como hijo de Dios, ¿cuál es la evidencia que existe en los evangelios para afirmar que Jesús es el hijo de Dios? Veamos lo que dicen los evangelios acerca de Jesús.
Mateo es el evangelio que nos dice que “una virgen (María) concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Emanuel, que significa Dios está con nosotros” (1:23) y que este niño “ha sido concebido por el Espíritu Santo (1:20). Aunque esto es un hecho biológicamente imposible, y parece más una historia antigua en donde los dioses tenían relaciones sexuales con los humanos y procreaban hijos con características humanas y divinas, los cristianos/as creemos que si Dios es Dios, pudo haber hecho el milagro de hacer que una mujer diera a luz sin tener relaciones sexuales con su futuro esposo José. Aunque algunas personas afirman que esto es imposible, los cristianos/as decimos: Si Dios es todopoderoso, ¿por qué no? Por tanto, cuando Mateo afirma que la concepción de Jesús fue por el Espíritu Santo y que sería Dios en medio nuestro, esta es una de las evidencias primarias para afirmar que Jesús fue hijo de Dios.
A esta evidencia se le añaden otras. Lucas 4:36 nos dice “¡Con autoridad y poder da órdenes a los espíritus impuros, y éstos salen!”, Marcos 1:22 nos dice “La gente se admiraba de sus enseñanzas, porque enseñaba como corresponde a quien tiene autoridad, y no como los escribas” y Lucas 7:14-15 nos dice que “Jesús dijo: Joven, a ti te digo, ¡levántate! 15 En ese momento, el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar”. Estas y muchas otras señales fueron la evidencia que recopilaron los evangelistas para afirmar que Jesús hizo cosas que solo Dios podía hacer: sanar, enseñar, liberar y resucitar personas, y por lo tanto Jesús fue Dios.
De todos los evangelistas, pudiéramos decir que Juan fue el más que buscó afirmar la conexión entre Dios y Jesús por medio de sus famosos “Yo soy”. En Éxodo 3:14-15 cuando Moisés estaba luchando con el llamado que Jehová le estaba haciendo para liberar al pueblo judío de Egipto, Moisés le preguntó a Jehová quién le enviaba, y Jehová le dijo “YO SOY”. Es por esto que Juan utiliza siete “Yo soy” (el pan de vida; la luz del mundo; la puerta de las ovejas; el buen pastor; la resurrección y la vida; el camino, la verdad y la vida; y la vid verdadera) como una forma de conectar al Dios de los israelitas con Jesús. El mismo “Yo soy” que habló con Moisés fue el mismo Jesús que sanó, enseñó y liberó al pueblo judío.
Otro pasaje bíblico de Juan que ha sido fundamental para afirmar que Jesús es el hijo de Dios es:
“En el principio ya existía la Palabra.
La Palabra estaba con Dios,
y Dios mismo era la Palabra.”
Juan 1:1
Otros dos pasajes del Nuevo Testamento son:
“Cristo Jesús, 6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres…”
Filipenses 2:5-7
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación.”
Colosenses 1:15
Luego de conocer la evidencia bíblica para afirmar que Jesús fue el hijo de Dios, ¿qué implicaciones tiene para nosotros/as afirmar que Jesús es el hijo de Dios? Les contesto esta pregunta con una historia que nos narra el evangelio de Juan 11. En esta historia hay tres hermanos: Marta, María y Lázaro. Al parecer, eran muy amigos de Jesús. Lázaro cae enfermo y mandan a buscar a Jesús, pero Jesús se retrasa y llega cuatro días después de la muerte de Lázaro. Antes de llegar, Jesús afirma que esto había sucedido para que creyeran. Al llegar, Marta le cuestiona a Jesús por su tardanza, y Jesús le dice que Lázaro resucitará. Luego Jesús afirma uno de los siete “Yo soy”: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” Luego de esto llora ante la tumba de Lázaro y luego lo resucita.
¿Qué pasó aquí? En primer lugar, esta historia nos muestra lo que Mateo ya nos había dicho, que Jesús es Emanuel, Dios con nosotros. Esta historia presenta a un Jesús compasivo, solidario y empático que llega hasta la casa de sus amigos, y llora con ellos. Jesús pudo hacer esto porque era un ser humano como ellos. Al Jesús ser la encarnación de Dios, pudo conocer de primera mano lo que experimentamos los seres humanos: alegría, tristeza, amor, dolor y muerte, entre otras cosas. Al visitar a Lázaro, Jesús nos enseñó que conoce nuestras necesidades y tiene empatía en medio de nuestro dolor. Somos importantes para Dios, y no tenemos un Dios lejano, sino cercano.
En segundo lugar, Jesús resucitó a Lázaro, no lo sanó mientras vivía. ¿Por qué? Una forma de interpretar esta historia es afirmando que Jesús quería mostrar el poder que tenía sobre la muerte. Es decir, darles un anticipo de su resurrección. Por lo tanto, Jesús no solo fue empático, solidario y compasivo con esta familia, sino que realizó el milagro de la resurrección. Pero para mostrarles el poder que tenía sobre la muerte, Lázaro tenía que morir. Luego de su muerte, es que Jesús es la “resurrección y la vida” para Lázaro.
La resurrección de Lázaro nos recuerda que no solo tenemos un Dios solidario, sino uno que hace milagros en medio de nuestros momentos de muerte. Nuestros momentos de muerte son pérdidas de seres queridos, salud, empleo, relaciones, entre otras. Cuando esos momentos llegan a nuestra vida, Dios está con nosotros/as, pero también nos resucita cuando sentimos que estamos muertos. Dios, por medio de Jesús, nos recuerda que nada es imposible para Él. Y el mejor ejemplo de su poder ante la muerte es que resucitó al tercer día; y de igual forma quienes creemos en Jesús podemos resucitar a una nueva vida en Cristo Jesús, dejando atrás el pecado, que literalmente es muerte.
Creer en Jesús como el hijo de Dios es hacer nuestras las palabras de Hebreos 4:14-16 que dicen:
“Por lo tanto, y ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, retengamos nuestra profesión de fe. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. 16 Por tanto, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para cuando necesitemos ayuda.” Asimismo, las palabras de Jesús en Lucas 12:29-30: “Así que no se preocupen ni se angustien por lo que han de comer, ni por lo que han de beber. 30 Todo esto lo busca la gente de este mundo, pero el Padre sabe que ustedes tienen necesidad de estas cosas.”
Janeth Arévalo Vivanco de Chile (El Aposento Alto / 1 de abril 2005) nos da un ejemplo concreto de lo que es vivir con un Dios cercano:
“Hace un año tuve que separarme de mi esposo, por lo cual estoy viviendo con mis padres. Aunque ellos han sido muy amorosos conmigo y con mis hijos, hay días más difíciles que otros. A pesar que mi vida se sustenta en Cristo, cierto día salí muy triste camino a mi trabajo. Mientras viajaba, pensaba en mi vida con un hogar roto y sin esperanza de reconstituirlo. Al llegar a mi oficina, le pedí a Dios su fortaleza y que me diera respuesta mediante su Palabra. Al abrir la Biblia encontré este pasaje en Lucas 12.22-34, el cual llenó mi ser. Al leerlo, pude ver cuán grande es el amor de mi Padre. Antes que yo lo piense, Dios ya sabe lo que me falta, conoce mis penas y está preparando todo para suplir mis necesidades. Si nuestra vida se sustenta en Dios, sólo tengo que esperar bajo su voluntad. Antes de que yo sepa mis carencias, ya Dios las está supliendo. Dios me ama y lo ama a usted sobre todas las cosas, y siempre está y estará cerca.”
Ronald Rolheiser dice: “La encarnación de Dios comenzó con Jesús y no ha terminado…Las diferentes caras de Dios están en todo lugar, de manera que nuestros ojos humanos puedan verlo.”
Dios está con nosotros, y Jesús es la mejor evidencia. Hoy te invito a creer que Jesús es la encarnación de un Dios cercano que nos entiende y atiende nuestras necesidades; te invito a creer en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro.