Mateo 7:12 / Proverbios 20:3
Doy gracias a Dios por las pasadas cuatro semanas en donde disfrute junto a mi familia de unas extraordinarias vacaciones en Guatemala. Allí, junto a Heidy, visitamos volcanes, lagos y pirámides, entre muchas otras cosas. Desde Guatemala, tuve la oportunidad de mantenerme al tanto de lo que ocurría en el mundo y Puerto Rico. Mundialmente, vimos noticias sobre atentados terroristas en Turquía y Niza y tiroteos en ciudades de los Estados Unidos por asuntos relacionados al racismo. En cuanto a nuestro país, nos mantuvimos al tanto de eventos deportivos, la Junta Fiscal, la Universidad de Puerto Rico, y el NALED, entre otras cosas. Sin embargo, lo que me llamó la atención fue que a mi llegada a Puerto Rico vi un gran letrero que decía: VOTO 2016. En ese momento fue que recordé que estamos en un año eleccionario.
Ante esta realidad eleccionaria, he decidido predicar en el día de hoy acerca de cómo la iglesia puede manejar saludablemente la política partidista. Tal y como presentaré a lo largo del mensaje, veremos que la mejor forma de manejar este asunto es poniendo el Reino de Dios primero que cualquier partido político; porque antes de ser miembros o simpatizantes de partidos políticos, somos ciudadanos del Reino de Dios. Además, veremos que nuestras relaciones humanas siempre son más importantes que nuestras posturas políticas.
Hablar de política partidista no es un asunto sencillo. Se nos ha enseñado a no hablar de este tema porque al hacerlo existe el potencial de deteriorar relaciones. Sin embargo, hablar de política partidista en sí mismo no es malo, sino la forma en que asumimos posturas y las expresamos. Hoy pretendo compartir herramientas para manejar saludablemente el tema de la política partidista. Sin embargo, antes de ir a estas herramientas quiero compartir un diagnóstico de cómo usualmente manejamos el tema de la política partidista en nuestro país.
En primer lugar, tendemos hacia la personalización. ¿Cuántos/as hemos escuchado la siguiente frase: “Esa persona es popular”? Aunque en efecto alguna persona puede ser popular, una persona es mucho más que su afiliación política. Aun aquellas personas que creamos son fanáticas (han perdido la razón y la perspectiva) también son mucho más que su afiliación política. Personalización es el acto de creer que la postura política de una persona la define por completo, y por consiguiente, no me puedo relacionar con la misma porque yo tengo otra postura. La personalización es un error mental, porque las personas pueden relacionarse unas con otras a pesar de tener posturas políticas diferentes, porque existen otras dimensiones de la vida en que podemos tener puntos en común.
En segundo lugar, tendemos a crear estereotipos. ¿Cuántos/as hemos escuchado la frase “Todos los estadistas son iguales”? A pesar de que en efecto podemos agrupar a las personas por sus posturas políticas, ningún ser humano es igual a otro; ni siquiera quienes comparten un ideal político. Decir “todos los estadistas son iguales” es crear un estereotipo: alegaciones sobre grupos que comparten alguna característica. Los estereotipos llevan al prejuicio: hacer juicios sobre las personas sin conocerlas. Los estereotipos y el prejuicio nos pueden alejar de conocer a las personas tal y como son; perdiéndonos así de disfrutar la riqueza que hay en cada ser humano.
En tercer lugar, tendemos hacia convencer antes que entender. Cuando asumimos posturas políticas, a veces caemos en el fanatismo: una pasión exagerada, desmedida y terca en defensa de una idea. Los seres humanos dejamos de crecer cuando dejamos de escuchar y creemos que ya lo sabemos todo. Nuestras posturas políticas son precisamente eso, posturas o perspectivas; no son la verdad absoluta. Cada vez que buscamos convencer, nos privamos de aprender de otras personas y perspectivas.
¿Cómo podemos evitar la personalización, los estereotipos y el fanatismo? Poniendo al Reino de Dios por encima de cualquier postura o partido político. Antes de tener posturas político partidistas, nuestra postura principal es la de amar a Dios con todo lo que somos y a nuestro prójimo como a nosotros mismos; porque esa es la creencia principal del Reino de Dios. Antes de ser miembros de partidos políticos, somos hijos/as de Dios y parte del cuerpo de Cristo. ¿Cómo deben actuar aquellos/as que somos parte del cuerpo de Cristo? Buscando la unidad y poniendo las relaciones humanas por encima de las posturas políticas.
Buscar la unidad es entender lo que nos dice Proverbios 20:3 (NTV): “Evitar la pelea es una señal de honor; solo los necios insisten en pelear.” Cuando una postura política atenta contra la unidad entre las relaciones humanas, hay que poner las relaciones primero que la postura. Incluso, podemos tener debates sobre temas importantes para nuestro país, pero no tienen que haber peleas. Se puede diferir sin tener que desamar. ¿Cómo ponemos las relaciones humanas por encima de las posturas políticas? Haciendo lo que nos enseñó Jesús en Mateo 7:12: “Así que, todo lo que quieran que la gente haga con ustedes, eso mismo hagan ustedes con ellos, porque en esto se resumen la ley y los profetas.”
¿Qué queremos que la gente haga con nosotros/as? Que nos escuchen, que vean algo positivo en nuestras posturas, que vean puntos en común, que nos hablen con respeto, y que no nos provoquen, entre otras cosas. Por tanto, poner las relaciones por encima de las posturas políticas incluye: 1) escuchar antes de hablar, 2) ver algo positivo en las posturas de otras personas, 3) buscar puntos medios o en común con los cuales podamos trabajar, 4) escoger bien los foros en donde hablamos sobre nuestras posturas políticas (dialoguemos sobre política partidista en foros donde haya reglas para una sana convivencia; eso incluye tener mucho cuidado al utilizar las redes sociales para asumir posturas, porque las mismas dan espacio para malas interpretaciones), y 5) no provocar o tener cuidado con la forma en que hablamos y nos vestimos en lugares en donde hay diversidad de posturas políticas.
Por mucho tiempo como país hemos fracasado en muchos momentos en trabajar unidos/as para el bien de Puerto Rico. La personalización, los estereotipos y el fanatismo político nos han dividido como pueblo en asuntos en los cuales deberíamos trabajar juntos para un Puerto Rico mejor. Pero no somos los únicos. Cuando fuimos a Tikal, Guatemala nos encontramos con las ruinas de la civilización maya. Uno de los edificios, el dedicado al líder o gobernante, tenía cinco pisos o estructuras puestas una encima de la otra. El guía nos explicó que cada vez que llegaba un nuevo líder, éste hacía un nuevo edificio sobre el existente, como una forma de que no hubiera rastro del líder anterior y así quitarle valor. ¿Se parece en algo a nuestra historia política?
Como iglesia necesitamos darle a Puerto Rico un mejor testimonio del que hemos recibido. Necesitamos tener la capacidad de poner el Reino de Dios primero, mediante la búsqueda de la unidad y poniendo nuestras relaciones por encima de nuestras posturas políticas. ¿Qué tal si usamos esta ilustración de la civilización maya de forma inversa? En vez de interpretar los pisos o estructuras como formas de quitar valor al líder anterior, podemos verlos como una oportunidad para construir sobre el legado recibido por líderes anteriores; valorando así su trabajo. Como cuerpo de Cristo necesitamos darle al mundo el testimonio al cual Jesús nos invitó en Juan 17:21-23:
“para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo crea que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.”
Martin Luther King Jr. dijo en una ocasión “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos.” Por su parte, Juan Wesley dijo: “Aunque no podamos pensar igual, ¿no podemos acaso amarnos igualmente? ¿No podemos ser de un mismo corazón, aunque no podamos ser de una misma opinión?” Cuando se trata de la política partidista, el Reino, la unidad, las relaciones y el amor son primero.