Juan 6
¡Feliz aniversario iglesia! Damos gracias a Dios por los 82 años que esta iglesia ha transformado vidas, la iglesia y la comunidad. Por 82 años hemos ayudado a que mucha gente haya aprendido a conocer, amar y servir a Dios. El fruto lo vemos aquí en esta noche, cuando la niñez, juventud, hombres y mujeres adoran juntos como un solo cuerpo. ¡A Dios sea toda la gloria por los logros de esta iglesia!
Durante todo el mes de agosto estuvimos predicando sobre “Una fe real”. El Consejo del Pacto definió esta fe como una auténtica, relevante y madura que nos inspira a servir la comunidad y testificar de forma personal acerca de Cristo, orgullosos/as de nuestra identidad cristiana metodista. Hoy, a través del capítulo 6 del evangelio de Juan, veremos que una fe real es aquella que CREE que aunque nos pueden faltar muchas cosas, Cristo es suficiente porque es el hijo de Dios y el pan de vida. Para entender esta fe real que nos presenta Juan, será necesario hablar de tres comparaciones que hace el evangelista a lo largo del capítulo.
En primer lugar, Juan compara a Jesús con Jehová. La comunidad a quién se le dirige el evangelio ya conocían quién era Jehová y sabían que era el gran “Yo soy”. Sin embargo, no todos/as afirmaban que Jesús era el hijo de Dios; eran cristianos/as en una crisis de fe. Es por esto que creemos que la razón principal por la cual se escribe el evangelio de Juan es invitar a sus lectores/as a CREER que Jesús es Dios. Juan mismo dice al final del libro: “Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer, tengan vida en su nombre.” ¿Cómo Juan invita a la gente a creer que Jesús es el hijo de Dios? Diciendo que Jesús también era el gran “Yo soy”. Por medio de los siete “Yo soy”, Juan conecta a Jesús con Jehová.
En todo el evangelio, el primer “Yo soy”, es el que estudiamos hoy: “Yo soy el pan de vida”. Para entender por qué Jesús dice que es el pan de vida, es importante entonces movernos a la segunda comparación del evangelista Juan: el pan físico vs el pan espiritual. Esta comparación viene a lo largo de todo el capítulo 6. El capítulo 6 comienza con la alimentación de los cinco mil. Allí la muchedumbre fue saciada físicamente con pan; por lo que afirmamos que el hambre física fue importante para Jesús. Sin embargo, luego de este milagro que sucedió en Tiberias, los discípulos cruzaron al otro lado del lago a Cafarnaúm. Jesús no se va inmediatamente con ellos, pero luego se les aparece caminando sobre el agua.
Al otro día, la muchedumbre que presenció el milagro de la multiplicación en Tiberias, al otro lado del lago, vio que Jesús ya no estaba allí y cruzaron también el lago para llegar hasta Cafarnaúm. Allí encuentran a Jesús y le preguntan: ¿Cuándo llegaste acá? Esta gente estaba buscándolo porque «querían proclamarlo rey» según dice el verso 15. Jesús le responde de una forma muy interesante: «De cierto, de cierto les digo que ustedes no me buscan por haber visto señales, sino porque comieron el pan y quedaron satisfechos. 27 Trabajen, pero no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual el Hijo del Hombre les dará; porque a éste señaló Dios el Padre.»
¿Qué quiso decirles Jesús con esto? Jesús sabía que la muchedumbre lo estaba buscando por sus milagros, que saciaban sus necesidades físicas (hambre). Jesús sabía que lo buscaban para coronarlo rey y de esa forma tener una seguridad política y social. Jesús sabía que no lo estaban buscando porque creían que Él era el hijo de Dios. Jesús sabía que la muchedumbre estaba enfocada en el pan físico, que era temporal; y que luego de comerlo iban a volver a tener hambre. Jesús les invita entonces a buscar aquella comida que no era temporal, la cual Él les daría. Ellos le preguntan qué tenían que hacer para tener esa comida no perecedera, y Jesús les contesta: “que crean en aquel que él ha enviado”.
Ellos entonces le piden una señal a Jesús, para creer en Él como el enviado; ya que Moisés había enviado maná del cielo. Jesús les corrige y les dice que quién había enviado ese pan del cielo había sido Jehová, y que ahora ese mismo Jehová estaba enviándolo a Él mismo como el pan del cielo. Ellos piden de ese pan y Jesús contesta: “Yo soy el pan de vida. El que a mi viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”.
Con esto Jesús estaba afirmando que en el milagro de la multiplicación del pan en Tiberias y en el desierto cuando Jehová envió maná, el pueblo había comido un pan físico (importante pero temporal y perecedero) que no saciaría las necesidades más profundas del ser humano. Por eso dice: “Los padres de ustedes comieron el maná en el desierto, y murieron… Si alguno come de este pan, vivirá para siempre». Más allá del pan físico, Jesús quería resolver un asunto más importante: quería traerles vida eterna, vida en abundancia, tal y como dice Juan 10:10 “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. ¿Qué significa esa vida en abundancia? Veamos.
Hay una tercera comparación que nos ayudará a unir todo lo anterior, y entender qué verdaderamente es el pan de vida, la vida en abundancia y una fe real. A través de todo el capítulo 6, lo que el evangelista está haciendo es comparar lo que es una fe inmadura con una fe madura. ¿Cuál es la fe inmadura? La de la muchedumbre. Vayamos al verso 30: “Le dijeron entonces: «Pero ¿qué señal haces tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué es lo que haces?” Esta muchedumbre era la que había estado con Jesús en Tiberias cuando había multiplicado el pan y los peces, y esa fue la razón por la cual lo habían seguido hasta Cafarnaúm. Y luego en Cafarnaúm, cuando se encuentran con Jesús y les dice que Él era el pan verdadero que había descendido del cielo, ellos le piden una señal a Jesús para creerle. ¡Ya se habían olvidado del milagro de día anterior!
Con esto el evangelista nos quiere decir que la fe inmadura es aquella que busca ver a Dios solo en los milagros, en lo sobrenatural, en lo que se puede ver. Y el mismo evangelista nos señala la gran debilidad de esa fe basada en milagros: que necesita un milagro tras el otro para mantenerse en pie. Es decir, es una fe en la nunca los milagros son suficientes; y por tanto, es una fe débil porque colapsará cuando se acaben los milagros. Es débil porque una fe fuerte es la convicción de lo que no se ve, mientras que ésta ve milagros y luego cree. Es una fe que está puesta en lo temporal, en el pan físico; en lo que llena, pero no sacia. ¿Saben cuál es la diferencia entre estar llenos y saciados? Que podemos estar llenos, pero no saciados; porque podemos llenarnos de cosas temporales que no sacian nuestras necesidades más profundas del alma. Mientras, podemos estar saciados, aunque no estemos llenos; porque nos pueden faltar muchas cosas pero las necesidades más profundas del alma han sido saciadas.
El evangelista entonces nos define la fe madura como aquella que cree que Jesús es el pan de vida que sacia y satisface nuestras necesidades más profundas de nuestra alma. Es saber que aunque nos pueden faltar muchas cosas temporales y perecederas (dinero, salud, casa, familia, trabajo, amistades, educación), Cristo ya nos ha llenado y saciado; y por tanto podemos decir que no nos falta nada. La fe inmadura es la que sigue detrás de lo temporal, y por tanto siempre le falta algo; porque lo temporal siempre se acaba. Pero la fe madura no es la que está buscando algo, sino la que afirma que ya lo tiene todo porque Cristo es suficiente. Mientras que la fe inmadura depende de las circunstancias para afirmar que Dios está presente, la fe madura es la que afirma que ya Dios está presente en todo; y por tanto puede ver a Dios tanto en los milagros, como cuando no hay milagros, en la riqueza como en la escasez, en la salud como en la enfermedad, en la alegría como en el sufrimiento, en la vida como en la muerte.
La fe madura es la que cree que Dios puede hacer milagros, pero no cree en Dios porque hace milagros. La fe madura es la cree que el milagro más extraordinario es que Dios nos amó tanto que envió a su hijo para perdón de nuestros pecados, y que luego dejó a su Espíritu Santo para darnos el poder para ser sus testigos y enfrentar la vida tal y como nos ha tocado vivirla. La fe madura es la que afirma lo que dijo Jesús en el verso 56: «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.» Es la fe que afirma que el milagro más grande es lo que dijo Juan Wesley al morir: “Lo mejor de todo, es que Dios está con nosotros”.
La fe madura es la que entiende lo que Jesús quiso decir con tener una vida de abundancia. La vida de abundancia no es que tendremos todo lo que queremos, que Dios nos contestará todos nuestros anhelos, o que tendremos la vida que soñamos, sino que Cristo será suficiente para nosotros/as en toda circunstancia. Abundancia quiere decir que tendremos lo que verdaderamente necesitamos para enfrentar la vida: a Cristo mismo, el pan de vida, y el poder del Espíritu Santo. Por tanto, una fe real (una fe auténtica, relevante y madura) es aquella que no está a merced (no depende) de las circunstancias, sino que depende de quién es Jesús: el pan de vida que nos sacia. Por tanto, como dijo el Rvdo. Vega Franki, “la fe real es la que sigue adelante aunque no se sienta nada, porque la gracia de Dios nos cubrirá”.
Iglesia: la receta para una fe inmadura es depender de lo temporal, de los milagros, de las circunstancias. Mientras, que la receta para una fe real y madura es CREER que aunque nos pueden faltar muchas cosas temporales y perecederas, Cristo es suficiente porque es el hijo de Dios y el pan de vida. Eso es tener vida en abundancia: ser saciados/as por Cristo en toda circunstancia. Una fe real es afirmar lo que dijo Rhoda Manzo en El Aposento Alto el lunes 22 de agosto luego de la muerte de su esposo: “La vida sigue, y Dios va con nosotros”.
“Cristo, yo creo en ti, eres el pan de vida. Sáciame hoy y siempre.”
Cristo es suficiente para mí. Hermoso mensaje. Dtb.