Hechos 2:1-21
Hoy es un día de fiesta. En primer lugar, celebramos Pentecostés: la llegada del Espíritu Santo. En segundo lugar, celebramos que hace 277 años Juan Wesley, fundador del movimiento metodista, tuvo su experiencia del Corazón Ardiente. Y, en tercer lugar, es un día para celebrar la gracia de Dios. A lo largo de este mensaje podremos entender un poco mejor la función del Espíritu Santo, haremos un repaso de la experiencia del Corazón Ardiente, y seremos invitados a aceptar y disfrutar la gracia de Dios en nuestras vidas. Sobre todas las cosas, veremos que tener un corazón ardiente es un regalo de Dios, en donde solo necesitamos reconocer nuestra debilidad, y permitirle al Espíritu Santo nos levante para continuar en el camino y llamado que Dios tiene para nosotros.
Comencemos con el Espíritu Santo. ¿Qué es? ¿De dónde viene? ¿Cuál es su función? Desde la perspectiva del Antiguo Testamento, el Espíritu Santo ha tenido la función de dar vida. Las dos palabras utilizadas en el Antiguo Testamento (AT) para referirse al Espíritu de Dios son “pneuma” y “ruach”. Ambas son palabras para referirse a “espíritu”, “viento”, “soplo”. Cuando el AT habla del Espíritu de Dios hace referencia al Espíritu como el soplo de vida de Dios. Esto lo vemos en Génesis 1:2 cuando dice: “La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.” También lo vemos en Génesis 2:7 cuando dice: “Entonces, del polvo de la tierra Dios el Señor formó al hombre, e infundió en su nariz aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser con vida.” Al estudiar Génesis 1 vemos que el Espíritu de Dios se movió sobre la faz de la tierra organizando al mundo y dando vida a la creación.
Cuando vamos al Nuevo Testamento, el Espíritu de Dios sigue siendo el Espíritu de vida, pero vemos que su función también tiene que ver con dar poder a la iglesia para cumplir con su misión de testificar acerca de Jesucristo. Cuando vamos al evangelio de Marcos, vemos que el mismo Jesús recibió, al inicio de su ministerio, ese poder del Espíritu para cumplir con su misión. Marcos 1 nos dice “Por esos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10 En cuanto Jesús salió del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma. 11 Y desde los cielos se oyó una voz que decía: «Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco.»” Jesús era Dios, pero también era ser humano. En medio de su humanidad, Jesús recibe el poder del Espíritu para cumplir con su misión. El resultado fue que Jesús pudo cumplir el plan, y hoy tenemos perdón para nuestros pecados.
Al igual que Jesús (en su humanidad) necesitó el poder del Espíritu para cumplir su misión, los discípulos de Jesús también lo necesitaron. Los discípulos estaban en un gran momento de debilidad, luego de la muerte de Jesús. Estaban escondidos por miedo a ser encarcelados o asesinados. Los discípulos necesitaban un poder superior que les ayudara a cumplir con la misión que tenían de testificar acerca de Jesucristo. Por tal razón, en Hechos 1, Jesús mismo le dice “Pero cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo recibirán poder, y serán mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Esta promesa se hace realidad el día de Pentecostés, cuando los discípulos reciben el poder del Espíritu Santo. Hechos 2:1-6 nos dice: “Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. 2 De repente, un estruendo como de un fuerte viento vino del cielo, y sopló y llenó toda la casa donde se encontraban. 3 Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos.4 Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse. 5 En aquel tiempo vivían en Jerusalén judíos piadosos, que venían de todas las naciones conocidas. 6 Al escucharse aquel estruendo, la multitud se juntó, y se veían confundidos porque los oían hablar en su propia lengua.”
Inmediatamente, luego de recibir el Espíritu Santo, los discípulos comienzan a hablar lenguas; que eran diferentes idiomas. Debido a que la misión de los discípulos era testificar acerca de Jesucristo a todas las naciones, el Espíritu Santo les dio el poder para testificar en diferentes idiomas. El resultado de recibir este poder, es que a pesar de la humanidad y debilidad de los discípulos de Jesús, éstos pudieron ser instrumentos para llevar el evangelio hasta lo último de la tierra, y cumplir su misión. Evidencia de eso, es que hoy nosotros hemos conocido de Jesús. Tanto en el ejemplo de Jesús, como en el de los discípulos, el Espíritu Santo es la presencia de Dios en medio de la humanidad y debilidad, dando poder para cumplir la misión.
Una de las personas que más puede testificar de cómo la presencia de Dios le inundó y le dio el poder para cumplir con su llamado, lo es el fundador del movimiento metodista, Juan Wesley. Juan Wesley fue un ministro anglicano en Inglaterra, y un hombre muy educado. Desde muy joven, en sus años universitarios, Wesley fundó un grupo (junto a su hermano Carlos) que se dedicaba a la práctica de las disciplinas espirituales de una forma muy estricta y rigurosa. En este grupo se oraba, leía la Biblia, tomaba la Comunión, y se visitaba a los enfermos y presos, entre otras disciplinas. Wesley era tan riguroso en su organización, que el grupo fue llamado el club de los “metodistas”, por ser tan metódicos.
En 1735, Wesley se fue como misionero para América. Allí él esperaba fundar un grupo de creyentes muy parecido a los metodistas. Sin embargo, el viaje fue un fracaso. En primer lugar, el viaje en barco duró casi cuatro meses. En un momento dado, enfrentaron una tormenta, y parecía que iban a morir. En medio de la crisis, un grupo de moravos que estaba en el barco cantaba y alababa a Dios. El grupo expresaba tener paz y seguridad de su salvación ante la amenaza de muerte. Wesley, por el contrario, no sintió esta paz y mucho menos seguridad de su salvación. Con esta experiencia, Wesley descubrió que necesitaba una relación con Dios que no solo tocara su cabeza (intelecto y buenas obras), sino su corazón (la paz que viene al disfrutar de la salvación como un regalo de Dios). Wesley estaba intentando ganarse la salvación por medio de sus obras; y carecía de un encuentro con la gracia de Dios: el amor incondicional de Dios que nos regala la salvación, sin merecerla.
A su llegada a Savannah, Georgia, Wesley dio gracias a Dios por llegar a tierra firme, y comenzó un grupo de discipulado, al cabo de un mes. Tal y como había sucedido en el grupo de metodistas, Wesley comenzó a liderar a las personas, inmigrantes y nativos, a que siguieran un estilo de vida cristiano muy riguroso. A tal nivel, que tenían que ir a un culto de las 5:00am todos los días, para poder recibir la Santa Cena. Esto causó fricción entre sus feligreses. A esto, se le añade, que tuvo una relación amorosa que le rompió el corazón. Luego de estar en planes de matrimonio con Sofía Hopkey, ella se casa con otro hombre. Wesley entendió que Sofía le debía una disculpa pública, pero ella no lo hizo. Wesley entonces le niega la comunión a Sofía en el culto. Wesley fue arrestado y llevado a la cárcel por este acto. Esto colmó la copa, y el ministerio de Wesley colapsó. A raíz de este fracaso, Wesley regresa a Inglaterra bajo un momento de gran debilidad personal y ministerial: no tenía seguridad de su salvación, y su ministerio no dio fruto.
En medio de su crisis, Wesley buscó ayuda entre los moravos, los cristianos que cantaron en el barco de camino a Georgia. Una de esas noches, en las que Wesley se dirigía a un grupo de reunión, tuvo una experiencia especial. Wesley dice: “Por la noche fui de muy mala gana a una sociedad en la calle Aldersgate, donde alguien leía el prefacio de Lutero a la Epístola a los Romanos. Cuando faltaba como un cuarto para las nueve, mientras él describía el cambio que Dios obra en el corazón mediante la fe en Cristo, sentí en mi corazón un ardor extraño. Sentí que confiaba en Cristo, y solamente en él, para mi salvación, y me fue dada la certeza de que él había quitado mis pecados, los míos, y me había salvado de la ley del pecado y la muerte”. En medio su debilidad, la presencia de Dios inundó a Wesley, haciéndole sentir el perdón de sus pecados y el gozo de recibir la salvación como un regalo de Dios por medio de la fe. Su corazón ardió, porque por primera vez su fe bajó de la cabeza al corazón. Wesley experimentó por primera vez la paz de ser un hijo amado de Dios, y esto sin tener que ganarlo, sino como un regalo de Dios. Wesley fue libre de una fe tóxica, que buscaba ganarse la salvación. Wesley se encontró con la gracia de Dios.
Paul Tillich, teólogo alemán, describe lo que es la gracia que nos encuentra en la debilidad cuando dice: “La gracia de Dios nos impacta cuando estamos en gran dolor e inquietud. Nos impacta cuando caminamos por el valle oscuro de una vida vacía y sin propósito…Nos impacta cuando, año tras año, la perfección anhelada no llega; cuando las viejas compulsiones reinan dentro de nosotros como lo han hecho por décadas; cuando la desesperanza desbarata todo nuestro gozo y valor. A veces en ese momento, una onda de luz ahuyenta nuestra oscuridad, y es como si una voz dijera: Eres aceptado. Eres aceptado por aquello que es más grande que tú…No trates de hacer algo ahora; tal vez después lograrás mucho. No busques nada, no intentes nada, no te propongas nada. ¡Simplemente acepta el hecho de que eres aceptado! Si eso nos ocurre, experimentamos la gracia.”
Al estudiar la experiencia de Juan Wesley, podemos llegar a la conclusión de que el Espíritu Santo lleno a Wesley de poder. Wesley, al igual que los discípulos de Jesús, fue lleno de poder en su momento de mayor debilidad para continuar con el llamado que Dios le tenía. El Espíritu Santo encaminó nuevamente a Wesley en su ministerio. El resultado fue que su ministerio dio un giro de 180 grados, en donde no descartó las buenas obras, ni una fe de la “cabeza”, sino que ahora las obras eran resultado del amor de Dios que llegaba como un regalo. Luego de esta experiencia, Wesley desarrolló toda su doctrina de la gracia, y combinó una fe personal con una fe social; tan importante era su relación con Dios, como su relación con los demás. Hoy día, el metodismo (caracterizado por la doctrina de la gracia y la santidad personal y social) ha influenciado a millones de personas alrededor del mundo; incluyéndonos a nosotros/as.
¿Quieres tener un corazón ardiente, al igual que Wesley? Tener un corazón ardiente es un regalo de Dios. Solo necesitamos reconocer nuestra debilidad, y permitirle al Espíritu de poder nos levante para continuar en el camino que Dios tiene para nosotros. Ese soplo de vida será un acto de la gracia de Dios. “Pero él me ha dicho: «Con mi gracia tienes más que suficiente, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» Por eso, con mucho gusto habré de jactarme en mis debilidades, para que el poder de Cristo repose en mí.” 2 Corintios 12:9. ¿Estás viviendo un momento de debilidad? ¿Necesitas regresar al camino que Dios tiene para ti? ¿Necesitas un nuevo encuentro con Dios? Hoy Dios te dice, de la misma forma en que le dijo a Jesús mientras descendía sobre Él el Espíritu Santo: “Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco”.
Sublime gracia del Señor, que a un pecador salvo
Fui ciego mas hoy veo yo, perdido y él me halló
Su gracia me enseñó a temer, mis dudas ahuyentó
Oh! Cuan precioso fue a mi ser, al dar mi corazón
En los peligros o aflicción, que he tenido aquí
Su gracia siempre me libró, y me guiará feliz
Y cuando en Sión, por siglos mil, brillando esté cual sol
Yo cantaré por siempre allí, su amor que me salvó
Busquemos esa maravillosa experiencia de recibir la plenitud del Espíritu Santo como Wesley.