1 Pedro 2:1-10, Mateo 5:13-16
¡Feliz aniversario iglesia! Hoy culminamos la celebración de nuestro aniversario #80, que se extendió durante todo el mes de agosto. La niñez, juventud, mujeres y hombres celebramos con mucha alegría los 80 años de esta iglesia diciéndole Sí a Cristo. Nuestra meta durante el aniversario fue agradecer a Dios por la Iglesia Metodista Samuel Culpeper (IMSC), y la bendición que es la iglesia cristiana en nuestras vidas. Además, quisimos resaltar la importancia de la iglesia cristiana como el vehículo que Dios usa para salvar y transformar el mundo. Cada domingo escuchamos testimonios de agradecimiento a Dios por la iglesia cristiana y por nuestra iglesia local. La meta era sentir orgullo por ser parte de la iglesia cristiana y de la IMSC. ¿Qué creen? ¿Logramos la meta?
Definitivamente que sí, y la evidencia la pudimos apreciar ayer en nuestro compartir de aniversario. Fue una experiencia de unidad, compañerismo y amor cristiano. Verdaderamente disfrutamos como una gran familia. Fue hermoso ver gente de todas las edades compartiendo y disfrutando. En una de las dinámicas, se nos invitó a decir nuestro nombre y cualquier cosa que quisiéramos acerca de nosotros y nuestra iglesia. Fue extraordinario escuchar cómo en varias ocasiones las personas afirmaban que amaban la iglesia.
Mientras meditaba en la tarde sobre la actividad, me preguntaba qué es lo que nos une a cada uno de nosotros y nosotras como pueblo de Dios, cuerpo de Cristo, la iglesia. ¿Qué tenemos en común todos/as los/as que formamos parte del cuerpo de Cristo? ¿Qué ustedes creen? Hay una cosa que todos/as tenemos en común: Hemos sido transformados por el poder Cristo, dejando atrás la vieja vida y comenzado una nueva. El día de ayer fue la convención de las vidas transformadas por el Espíritu de Dios. Lo que nos une como pueblo de Dios es que ahora nos dedicamos a servir a Cristo y testificar acerca de la transformación que Cristo ha hecho en nuestras vidas. Lo que nos da razón de ser como iglesia es que somos testigos del amor de Dios y ahora tenemos la misión de “construir una comunidad cristiana en donde personas no cristianas y cristianas puedan conocer, amar y servir a Dios, para convertirse así en discípulos de Cristo”. Lo que nos une es nuestra misión de anunciar los hechos maravillosos de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Juntos soñamos con que más vidas sean transformadas por el amor de Cristo.
El texto base que hemos utilizado para este aniversario resume muy bien lo que es el pueblo de Dios, el cuerpo de Cristo, la iglesia: “Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. 10 Antes, ustedes no eran un pueblo; ¡pero ahora son el pueblo de Dios!; antes no habían sido compadecidos, pero ahora ya han sido compadecidos.” En la primera predicación pudimos ver a través del verso 5 dos imágenes que explican la razón de ser de la iglesia: “Acérquense a él, a la piedra viva que los hombres desecharon, pero que para Dios es una piedra escogida y preciosa. 5 Y ustedes también, como piedras vivas, sean edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepte por medio de Jesucristo.” En aquella ocasión afirmamos que la iglesia es el instrumento que Dios usa para salvar y transformar el mundo; es la presencia de Cristo en el mundo (templo espiritual) y quien reconcilia al mundo con Dios a través de la proclamación el evangelio de Cristo (sacerdocio santo). También, afirmamos que necesitamos la iglesia porque nadie puede vivir la vida cristiana en soledad, y porque la iglesia es la escuela de los creyentes. Hoy, quiero añadir un tercer elemento que da identidad a la iglesia y define su razón de ser o su misión: “anunciar los hechos maravillosos de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable”. Para explicar este tercer elemento que da identidad y razón de ser a la iglesia permítanme contarles un poco del contexto en que se escribe este texto bíblico.
El autor de 1 Pedro, muy probablemente un discípulo de Pedro (el apóstol), quería inspirar a la iglesia a no negar su fe en Cristo. El pueblo cristiano sufría de una persecución por parte del imperio romano, así como los cristianos en el momento en que se escribe Apocalipsis. Los cristianos eran perseguidos e invitados a negar a Cristo, si querían continuar con vida. Ante esta situación, los cristianos tenían que decidir entre su fe y su vida, en la mayoría de los casos. Una situación compleja. ¿Qué ustedes creen que le pidió el autor de esta carta al pueblo cristiano? Que anunciaran a Cristo al mundo. Que ante la tentación de negar su fe, aprovecharan la oportunidad para testificar del Cristo que había transformado sus vidas, de tal forma que ahora estaban dispuesto/as a dar su vida por él.
No hay duda de que callar su fe en Cristo era más fácil y más seguro. ¿Por qué la invitación a testificar y no negar su fe? ¿Qué ganaba la iglesia con anunciar a Cristo? Al anunciar a Cristo la iglesia era instrumento de salvación para el mundo, en especial para sus perseguidores. La única forma en que la gente pagana (no cristiana) iba a creer que Cristo verdaderamente transformaba la vida de un ser humano, era que pudieran ver a un pueblo cristiano fiel a Cristo, aun en la persecución. Si negaban su fe al ser perseguidos, los paganos se convencerían de que Cristo en efecto era un invento, y que el pueblo cristiano no tenía nada diferente que ofrecer. Si negaban su fe, el pueblo cristiano perdía integridad y credibilidad ante la comunidad pagana. Pero si testificaban, la iglesia ganaba identidad como un pueblo transformado y era un instrumento para la salvación de quienes les perseguían y observaban.
La persecución era lo peor y lo mejor que le pudo pasar al pueblo de Dios. Lo peor, porque sufrieron, hasta la muerte. Lo mejor, porque era la oportunidad perfecta para vivir el evangelio y testificar acerca de Cristo a quienes les perseguían y observaban. En otras palabras, la persecución les dio la oportunidad de afirmarse en su misión de testificar a Cristo, y en su identidad: ser testigos de Cristo al mundo. La evidencia histórica nos muestra que gracias a estas palabras inspiradoras del autor de esta carta, y al poder del Espíritu Santo, muchos y muchas no negaron su fe, testificaron acerca de Cristo y el testimonio de la iglesia se fortaleció, hasta el día de hoy, que todavía hablamos de los mártires, personas que murieron a causa del evangelio.
Hoy día, la misión de la iglesia no ha cambiado: anunciar a Cristo al mundo. Ya sea que seamos perseguidos o no, continuamos teniendo la misma identidad como pueblo de Dios: aquellos que hemos sido transformados por el poder del Espíritu Santo y ahora testificamos al mundo que hemos dejado atrás una vieja vida y hemos comenzado una nueva en Cristo. Somos quienes testificamos con nuestras palabras y acciones que “de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas” 2 Corintios 5:17. Sin embargo, al igual que la comunidad a la que le escribe Pedro, estamos tentados a callar y negar nuestra fe. ¿Cómo la negamos? Cuando perdemos las oportunidades para vivir el evangelio y testificar acerca de Cristo. Cuando vivimos en desesperanza y derrota. Cuando no creemos que Cristo es suficiente para el ser humano. Cuando no brindamos una sonrisa a quienes nos rodean. Cuando la gente que nos rodea no tiene idea de que somos cristianos/as porque nuestro estilo de vida no refleja esperanza, paz, amor y solidaridad con los demás. Cuando ante las malas noticias que vemos a nuestro alrededor nos quedamos con los brazos cruzados esperando lo peor. Cuando perdemos de perspectiva que el único Cristo que mucha gente a ver en toda su vida es a ti y a mí, porque nunca habrán de leer la Biblia. Cuando no testificamos con nuestra vida y nuestras acciones las bondades de aquél que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.
Un ejemplo, ante las guerras que están ocurriendo en el mundo y ante las posibles guerras que pueden venir, en vez de orar por la paz y esperar que Dios traiga una salida y evitar un desastre, muchos de nosotros decimos que eso es parte de los últimos tiempos y que todo eso tiene que suceder para que se cumpla la Escritura. ¡Este estilo de pensamiento es un error! Dios es paz, amor y justicia y bajo ninguna circunstancia Dios está planificando ninguna de estas guerras como parte de un plan para el fin del mundo. Los cristianos tenemos que mirar el futuro con esperanza y con la creencia de que lo imposible para los hombres es posible para Dios. El pueblo de Dios no puede estar lamentando lo que ocurre en el mundo, y resignándose a que el mal haga estragos. El pueblo de Dios ora y actúa para que haya paz en el mundo, y cuando llegan las malas noticias, somos los que traemos buenas noticias. El pueblo de Dios mira el periódico no para deprimirse, sino para esperar por una intervención divina y para pedirle a Dios que nos use para que esa intervención divina sea haga realidad a través de nosotros. Las malas noticias del mundo y de Puerto Rico son una tentación de callar y sumarnos a quiénes creen que todo irá del mal en peor, o una oportunidad para testificar que el mismo Cristo que venció la muerte y resucitó todavía tiene el poder de sanar, salvar, restaurar y transformar la vida del ser humano y de la humanidad completa.
Al cumplir 80 años de existencia, no podemos perder de perspectiva lo más importante: nuestra razón de ser, nuestra identidad. Somos “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.” Mateo 5:13-16 dice: “13 »Ustedes son la sal de la tierra, pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo volverá a ser salada? Ya no servirá para nada, sino para ser arrojada a la calle y pisoteada por la gente. 14 »Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.15 Tampoco se enciende una lámpara y se pone debajo de un cajón, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en casa. 16 De la misma manera, que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos.” Anunciemos a Cristo sin temor, y con nuestras acciones y palabras invitemos a otras personas a ser transformados por el poderoso evangelio de Cristo.