Colosenses 3:5-17
La pasada semana dimos comienzo a la época de Cuaresma. Cuaresma es la época del año cristiano en donde la iglesia recuerda que los/as cristianos/as estamos “under construction”. Es un tiempo en donde afirmamos que todos/as necesitamos de la gracia de Dios para continuar creciendo y madurando para ser más como Cristo. Por tal razón, la Cuaresma se caracteriza por la práctica de las disciplinas espirituales, tales como la oración, el silencio, la meditación, la confesión, y sobre todo, el ayuno, como los medios que Dios usa para continuar esta transformación. En particular, damos mucho énfasis al ayuno; recordando que no solo ayunamos de comida, sino de cualquier cosa que obstaculice nuestra relación con Dios y con los demás.
Tomando en consideración la importancia del ayuno en esta época de Cuaresma, la pasada semana dimos comienzo a nuestra serie de predicaciones titulada El poder de las palabras. La meta de esta serie es ayudarnos a entender el poder que tienen las palabras para construir o para destruir. Además, es una invitación a ayunar de palabras que destruyen; mientras le permitimos a la gracia de Dios que transforme nuestro corazón y nuestra mente, para que de nuestro interior salgan palabras que construyan. El pasado domingo fue la introducción (El poder de las palabras), hoy hablaremos de la familia, y las próximas dos semanas hablaremos de la política y la iglesia, respectivamente. El texto base de la serie se encuentra en Efesios 4:29: “No pronuncien ustedes ninguna palabra obscena, sino sólo aquellas que contribuyan a la necesaria edificación y que sean de bendición para los oyentes.” Hoy, Colosenses 3 nos ayudará a entender cómo las palabras construyen o destruyen familias.
Colosenses, al igual que el libro de Efesios, es una carta dirigida a una comunidad cristiana que necesitaba ser guiada y orientada sobre lo que significaba la nueva vida en Cristo. Colosas, ciudad ubicada en lo que hoy es Turquía, estaba batallando una serie de falsas doctrinas que le alejaban del verdadero mensaje de Jesús. Pablo entonces, al igual que hace en otras cartas, busca educar y guiar a esta comunidad sobre lo que era el verdadero mensaje de Jesús y cómo se debía vivir este mensaje en la vida diaria. Los primeros capítulos de Colosenses son una explicación de quién es Cristo, y los últimos son una explicación de cómo vivir la nueva vida en Cristo. En particular, Pablo termina hablando de la familia.
Aunque hoy no vamos a estudiar directamente los versos relacionados con la familia (3:18-4:1), quisiera hacerles la siguiente pregunta, ¿por qué ustedes creen que Pablo hizo una conexión entre la nueva vida en Cristo y la familia? Para entender esta conexión necesitamos definir brevemente la nueva vida en Cristo y el concepto familia. La nueva vida en Cristo es la nueva vida que recibimos al creer en Jesucristo, caracterizada por amar a Dios y servir a los demás. Por otro lado, la familia es el principal grupo de apoyo y sostén que tiene un ser humano. En teoría, el propósito de la familia es acompañar y apoyar a un ser humano a lo largo de su vida. Los padres y abuelos tienen la función principal de guiar, educar y suplir las necesidades básicas de sus hijos/as y nietos/as, hasta que tengan la capacidad de sostenerse por sí mismos/as. Las parejas tenemos la función de brindar intimidad, amistad y cuidado a nuestras parejas.
Cuando miramos ambas definiciones, podemos entender cómo se relacionan: la nueva vida en Cristo (caracterizada por amar a Dios y servir a los demás) debe hacerse una realidad en el principal grupo de apoyo que tenemos los seres humanos (la familia), antes que en cualquier otro. La familia es el escenario primario para amar a Dios y servir a los demás. Hay un verso en 1 Juan 4:20-21 que dice: “Si alguno dice: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ha visto? Nosotros recibimos de él este mandamiento: El que ama a Dios, ame también a su hermano.” Aunque este verso no está hablando literalmente de la familia, sino de nuestros/as hermanos/as en la fe, ¿cómo decir que amamos a Dios y servimos a los demás, si no lo hacemos primero con las personas que literalmente son nuestros hermanos, madres, hijas, padres, abuelos y familiares? Algunas personas dicen que el reto más grande que tiene un/a cristiano/a es vivir su fe en su familia. Si bien esto es un reto, creo que es un privilegio el poder amar a Dios al amar a tu pareja, tus hijos, tus nietos; y el poder servir a los demás sirviendo a nuestra familia.
Una de las formas en que nosotros podemos amar a Dios y servir a los demás en nuestras familias, es a través de nuestras palabras. Nuestras palabras tienen el poder de apoyar, sostener, levantar, restaurar y sanar nuestras familias; pero también tienen el poder de destruirlas. ¿Qué nos recomienda Pablo para construir y no destruir nuestras familias con nuestras palabras? Los versos 8 y 9 nos dicen lo que no debemos hacer, y los versos 12 al 17 lo que sí debemos. Los versos 8 y 9 en la versión Dios habla hoy dicen: “Pero ahora dejen todo eso: el enojo, la pasión, la maldad, los insultos y las palabras indecentes. 9 No se mientan los unos a los otros, puesto que ya se han despojado de lo que antes eran y de las cosas que antes hacían…” Pablo nos invita a evitar tres cosas: insultos, palabras obscenas y mentiras.
No hay duda de que en ocasiones los seres humanos decimos más insultos, palabras obscenas y mentiras en nuestras familias, que algún otro lugar. ¿Quieren saber mi teoría de por qué esto ocurre? Cuando se trata de la familia, los seres humanos fallamos en dos asuntos primarios: 1) damos por sentado a nuestras familias, y 2) no tenemos claridad del propósito de la familia. Cuando hablamos de dar por sentado a nuestras familias, me refiero a que los seres humanos en ocasiones creemos que los lazos que nos unen a nuestras familias son indestructibles: no pueden dañarse, y por consiguiente, durarán para siempre. Llegamos a la errónea conclusión de que porque el matrimonio es para toda la vida, y porque nuestros hijos/as serán nuestros hijos/as para toda la vida, podemos insultarnos y mentirnos sin el riesgo de que la relación se dañe o se destruya. Esto es un error catastrófico. La calidad de nuestras relaciones familiares se deteriora cada vez que nos insultamos y mentimos; hasta el punto de que las relaciones pueden romperse.
Las relaciones familiares tienen vida, al igual que esta planta que está aquí. Nuestros insultos y mentiras son como este veneno que destruye la planta. Así como no siempre vemos cómo el veneno mata a la planta inmediatamente (sino poco a poco hasta secarla), nuestros insultos y mentiras pueden destruir una relación familiar poco a poco, si no hay un proceso de perdón y reconciliación. No dar por sentado nuestras relaciones familiares es entender que vivir bajo una misma casa o tener el mismo apellido no garantizan la salud y la vida de nuestras relaciones familiares. Las relaciones familiares hay que cuidarlas y nutrirlas con palabras que construyen.
En segundo lugar, los seres humanos insultamos y mentimos a nuestros familiares porque no tenemos claridad del propósito de la familia. La familia tiene el propósito de apoyar, sostener, animar, nutrir, levantar, restaurar y acompañar a un ser humano. El matrimonio es la oportunidad para ayudar, apoyar y sostener a nuestra pareja para que pueda alcanzar sus metas y realizarse como ser humano. Los padres y abuelos tienen la oportunidad de fortalecer la autoestima de sus hijos/as con cada palabra que dicen, construyendo así un ser humano con la salud emocional necesaria para enfrentar la vida. Las únicas palabras que deben salir de nuestra boca hacia un familiar deben ser palabras para apoyar, sostener, animar, nutrir, levantar, restaurar y acompañar. Cada vez que nos insultamos y mentimos, vamos en contra del propósito de la familia; convirtiendo nuestras palabras en armas que destruyen. Veamos el siguiente video: Las palabras pueden ser armas.
Si las palabras pueden ser veneno que destruye una relación y armas para destruir a una persona, también pueden ser abono que fortalece relaciones y bloques que construyen familias. Colosenses 3:12-17 nos provee un listado de cómo hacerlo (NTV): “Dado que Dios los eligió para que sean su pueblo santo y amado por él, ustedes tienen que vestirse de tierna compasión, bondad, humildad, gentileza y paciencia. 13 Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros. 14 Sobre todo, vístanse de amor, lo cual nos une a todos en perfecta armonía. 15 Y que la paz que viene de Cristo gobierne en sus corazones. Pues, como miembros de un mismo cuerpo, ustedes son llamados a vivir en paz. Y sean siempre agradecidos. 16 Que el mensaje de Cristo, con toda su riqueza, llene sus vidas. Enséñense y aconséjense unos a otros con toda la sabiduría que él da. Canten salmos e himnos y canciones espirituales a Dios con un corazón agradecido.17 Y todo lo que hagan o digan, háganlo como representantes del Señor Jesús y den gracias a Dios Padre por medio de él.”
Fortalecemos relaciones y construimos familias cuando practicamos la compasión (misericordia), bondad (benignidad), humildad, gentileza (mansedumbre), paciencia, comprensión (tolerancia), perdón, amor, paz, agradecimiento, enseñanza, consejos y cánticos espirituales. ¿Cómo practicamos todo esto con palabras? Aquí les dejo tres frases muy sencillas que nos ayudarán a fortalecer relaciones y construir familias: TE AMO, GRACIAS y PERDON.
Proverbios 10:11-12 dice:
“Las palabras de los justos son como una fuente que da vida;
las palabras de los perversos encubren intenciones violentas.
12 El odio provoca peleas,
pero el amor cubre todas las ofensas.”
La familia es el escenario primario para amar a Dios y servir a los demás. Una de las formas en que amamos a Dios y servimos a los demás en nuestras familias, es a través de nuestras palabras. Nuestras palabras tienen el poder de construir familias, pero también tienen el poder de destruirlas. No demos por sentado nuestras relaciones familiares y recordemos que el propósito de la familia es apoyar y sostener. En este tiempo de Cuaresma, ayunemos de palabras que destruyen (insultos y mentiras), y practiquemos aquellas que construyen. Las palabras en mi familia: ¿construyen o destruyen?
Maravilloso!!!