Efesios 4:25-32; Mateo 12:33-37
El pasado miércoles la iglesia cristiana celebró lo que llamamos Miércoles de Ceniza. Este día marca el inicio de la época de Cuaresma. La Cuaresma es un tiempo en donde la iglesia enfoca sus energías, tiempo y pensamiento en prepararnos para nuestra celebración de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. La meta de la Cuaresma es la transformación o lo que la Biblia llama «metanoia», que significa arrepentimiento o cambio de vida. Por tal razón, la Cuaresma se caracteriza por la práctica de las disciplinas espirituales, tales como la oración, el silencio, la meditación, la confesión, y sobre todo, el ayuno, como los medios que Dios usa para transformarnos. La Cuaresma dura 40 días, sin contar los domingos, y termina el sábado de gloria, tomando como referencia la experiencia de Jesús en el desierto en la cual ayunó por 40 días. Durante Cuaresma recordamos que somos pecadores, y que necesitamos de la gracia de Dios para morir al estilo de vida pecaminoso y resucitar a la nueva vida en Cristo caracterizada por el amar a Dios y a los demás. Esta época se representa con el color púrpura, y por eso nuestros paños del altar serán de ese color hasta el domingo de resurrección, que serán blancos (representando la vida).
Como les mencioné, una de las disciplinas espirituales que practicamos con mayor frecuencia durante la cuaresma es el ayuno. El ayuno puede celebrarse de distintas formas. Por un lado, podemos dejar de comer, como una forma de expresarle a Dios que por encima del alimento físico, dependemos de Él. Jesús, cuando fue tentado por el diablo en el desierto dijo: “Escrito está: No sólo de pan vive el hombre”, Lucas 4:4. Por otro lado, Isaías 58 nos dice que el ayuno es más que dejar de comer: “Más bien, el ayuno que yo quiero es que se desaten las ataduras de la impiedad, que se suelten las cargas de la opresión, que se ponga en libertad a los oprimidos, ¡y que se rompa todo yugo! 7 Ayunar es que compartas tu pan con quien tiene hambre, que recibas en tu casa a los pobres vagabundos, que cubras al que veas desnudo, ¡y que no le des la espalda a tu hermano!” Por último, podemos ayunar de cualquier cosa que nos impida una relación saludable con Dios y con los demás. En nuestras vidas hay cosas que se convierten en dependencias; cosas que pudieran no ser malas en sí mismas, pero que han tomado un rol tan importante en nuestra vida que pensamos que ya no podemos vivir sin ellas. En ocasiones llegamos a depender más de estas cosas que de Dios. Es por esto que necesitamos despegarnos de ellas, de tal forma que podamos afirmar nuestra dependencia absoluta de Dios. Ayunamos del celular, Facebook, el periódico, la televisión, el carro, el trabajo, los deportes, entre otras cosas.
Reflexionando en la importancia del ayuno, he querido también dar énfasis a esta disciplina espiritual durante Cuaresma. En particular, a este último ayuno que mencioné, que involucra dejar de hacer cosas que nos impidan una relación saludable con Dios y con los demás. ¿De qué iremos a ayunar en esta cuaresma? Pensando en las necesidades más apremiantes que tiene nuestro país y nuestra iglesia, he entendido que nos hace falta ayunar de palabras que destruyen: en particular de la mentira y el chisme. Las palabras tienen el potencial de acercarnos a Dios y a los demás, pero también de alejarnos. Por tal razón, hoy comenzamos una serie de predicaciones titulada: El poder de las palabras. La meta de esta serie será el ayudarnos a entender el poder que tienen las palabras para construir o para destruir. Esta serie será una invitación a ayunar de palabras que destruyen, y a la vez, un tiempo para permitirle a la gracia de Dios que transforme nuestro corazón y nuestra mente, para que de nuestro interior salgan palabras que construyan. Jesús mismo dijo en Mateo 12:34 “Porque de la abundancia del corazón habla la boca.” En las próximas semanas hablaremos de las palabras y su impacto en la familia, la política y la iglesia, entre otros temas. Les invito a hacer el compromiso de venir a todas las predicaciones, que serán de bendición y terminarán el domingo 22 de marzo. En la última predicación habrá un detalle para todos/as.
El texto base que utilizaremos el día de hoy, y que recordaremos durante toda la serie se encuentra en Efesios 4:25-32. Les invito a leerlo una vez más:
“25 Por eso cada uno de ustedes debe desechar la mentira y hablar la verdad con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. 26 Enójense, pero no pequen; reconcíliense antes de que el sol se ponga, 27 y no den lugar al diablo. 28 El que antes robaba, que no vuelva a robar; al contrario, que trabaje y use sus manos para el bien, a fin de que pueda compartir algo con quien tenga alguna necesidad. 29 No pronuncien ustedes ninguna palabra obscena, sino sólo aquellas que contribuyan a la necesaria edificación y que sean de bendición para los oyentes. 30 No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, con el cual ustedes fueron sellados para el día de la redención. 31 Desechen todo lo que sea amargura, enojo, ira, gritería, calumnias, y todo tipo de maldad. 32 En vez de eso, sean bondadosos y misericordiosos, y perdónense unos a otros, así como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo.”
El contexto en que se escribe el libro de Efesios es uno muy particular, y muy parecido al contexto de la carta a los Romanos. La comunidad cristiana que se estaba desarrollando en Éfeso, era una compuesta en su mayoría por gentiles, cristianos que no tenían un bagaje cultural judío; es decir, venían de culturas distintas al judaísmo. La ciudad de Éfeso está ubicada en lo que hoy conocemos como Turquía, y se caracterizaba por tener un puerto muy importante; por lo que existía una diversidad de nacionalidades. Debido a que era una iglesia en desarrollo, una de las metas de Pablo al escribir esta carta a esta comunidad cristiana fue explicarles lo que debían dejar atrás al ahora ser cristianos/as, y lo que debían comenzar a hacer bajo el nuevo estilo de vida cristiano; todo esto con la ayuda de la gracia de Dios.
Dentro de todas las cosas que Pablo le dice a los efesios, se encuentras tres cosas que se relacionan con las palabras: 1) “Por eso cada uno de ustedes debe desechar la mentira y hablar la verdad con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros, 2) “Enójense, pero no pequen”, y 3) “No pronuncien ustedes ninguna palabra obscena, sino sólo aquellas que contribuyan a la necesaria edificación y que sean de bendición para los oyentes.” En resumen, Pablo les indicó que la nueva vida en Cristo se caracterizaba por, entre otras cosas: 1) Dejar la mentira y decir la verdad, 2) No pecar si nos enojamos, y 3) Evitar palabras obscenas, sino hablar palabras que construyan y sean de bendición.
¿Alguna vez usted le dijo a su hijo que no estaba en la casa cuando alguien le llamó por teléfono? ¿Alguna vez dijo que su hijo tenía menos de doce años para comer gratis en un restaurante? ¿Alguna vez nos quedamos con el cambio que nos dieron de más al comprar algo? ¿Alguna vez llamamos al trabajo para decir que estábamos enfermos? ¿Alguna vez nos hemos quedado callados cuando alguien nos ha pedido decir la verdad? ¿Alguna vez dijimos algo sobre alguien de lo cual no estábamos seguros? ¿Cuántas veces hemos dicho “medias verdades”, ocultando información? La mentira, que se da de muchas maneras y en muchas dimensiones, es una conducta que nos aleja de Dios y de los demás. Lo que ocurre es que es tan frecuente, que se ha convertido en algo normal; pero no significa que es correcto. Pablo nos invita a no mentir, porque la mentira destruye, por lo menos de tres formas: 1) nos destruye a nosotros mismos porque vivimos en engaño, lo cual trae deterioro emocional y mental a través de la culpa, y deterioro espiritual porque nos aleja de Dios, 2) destruye a los demás, porque dañamos la reputación de otras personas, y 3) destruye la confianza entre los seres humanos y nos aleja de otra personas.
Por otro lado, Pablo también nos invita a no pecar mientras estamos enojados. ¿Habrá sido Pablo puertorriqueño? ¿Estuvo Pablo en las carreteras de nuestro país, para entender la relación que existe entre el enojo y las palabras? Pablo, al relacionar el enojo con el pecado, no está diciendo que el enojo sea malo o bueno, sino que cuando estamos enojados nuestras probabilidades de pecar, herir y destruir por medio de las palabras se aumentan drásticamente. Cuando estamos enojados, la razón y el buen juicio pierden fuerza. Ambrose Bierce dijo: “Habla cuando estés enojado y harás el mejor discurso que tengas que lamentar”. Ravi Samuel dijo “Congela tus palabras y acciones, distrae tu mente y ríe por un rato. ¡Eso es todo lo que se necesita para domar al demonio llamado enojo!” Otra cita parecida dice «No mezcles tus palabras con tus estados de ánimo. Puedes cambiar tu estado de ánimo, pero no puedes cambiar las palabras que dijiste». Cuando estamos enojados necesitamos tomar un tiempo para permitirle a nuestro sistema recuperar el buen juicio, para entonces hablar.
Por último, Pablo nos invita a evitar palabras obscenas, y por el contrario decir palabras que construyan y traigan bendición. Cuando Pablo habla de construir, está diciendo que las palabras construyen o destruyen vidas, relaciones, iglesias, familias, comunidades, países, así como se construye o destruye un edificio. Con las palabras podemos restaurar, levantar y animar a otras personas, y con las palabras también podemos herir y desanimar a otras personas, incluso a nosotros mismos. En ocasiones nosotros nos hablamos a nosotros mismos de una forma destructiva, lacerando nuestra autoestima y utilizando palabras obscenas que no le decimos a nadie más.
¿Cómo podemos ayunar de palabras que destruyen, para dar espacio a palabras que construyen? En primer lugar, necesitamos acoger el siguiente principio: Si no tenemos nada bueno que hablar de alguien, mejor no decimos nada. En segundo lugar, necesitamos evaluar nuestro vocabulario y evitar dirigir palabras obscenas a otras personas. Las palabras obscenas son tan frecuentes en la sociedad, que hemos creído que han perdido poder para herir, pero no es así. En tercer lugar, necesitamos mirar nuestro corazón. En Mateo 12:33-37 Jesús dijo: “Si el árbol es bueno, también su fruto es bueno; pero si el árbol es malo, también su fruto es malo. Al árbol se le conoce por sus frutos. 34 ¡Generación de víboras! ¿Cómo pueden decir cosas buenas, si son malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35 El hombre bueno saca cosas buenas del buen tesoro de su corazón; el hombre malo saca cosas malas de su mal tesoro. 36 Pero yo les digo que, en el día del juicio, cada uno de ustedes dará cuenta de cada palabra ociosa que haya pronunciado. 37 Porque por tus palabras serás reivindicado, y por tus palabras serás condenado.” Nuestras palabras son producto de nuestro interior. ¿Qué hay en nuestra mente y nuestro corazón? ¿Envidia, celos, coraje, miedo? Necesitamos pedirle a Dios que trabaje con nuestro interior, porque de allí salen nuestras palabras.
Entender el poder de las palabras, es ser cuidadosos con lo que decimos. Nuestras palabras pueden ser como algodones que acarician el corazón de otra persona, o como balas que lo hieren. No se trata de no decir las cosas, o de vivir en un estado de silencio absoluto; aunque en un momento dado el silencio pudiera ser necesario. Se trata de lo que dice Proverbios 15:1-4 (NTV) dice:
La respuesta apacible desvía el enojo,
pero las palabras ásperas encienden los ánimos.
2 La lengua de los sabios hace que el conocimiento sea atractivo,
pero la boca de un necio escupe tonterías.
3 Los ojos del Señor están en todo lugar,
vigilando tanto a los malos como a los buenos.
4 Las palabras suaves son un árbol de vida;
la lengua engañosa destruye el espíritu.
Durante este tiempo de Cuaresma tenemos la oportunidad de orar, reflexionar y abrirnos a la gracia de Dios que nos ayudará a ayunar de la mentira, a manejar nuestro enojo para no pecar con nuestras palabras, y a no pronunciar palabra obscenas, “sino sólo aquellas que contribuyan a la necesaria edificación y que sean de bendición para los oyentes.” Durante este tiempo, recordemos el poder de las palabras para construir o para destruir.
Excelente y edificante mensaje. Aleluya!!! Bendiciones.