Tu voluntad, y no la mía
Marcos 14:32-42
Hoy comenzamos nuestra nueva serie de predicaciones Móntate en la OLA. Esta serie tiene la meta de invitarnos a practicar las disciplinas espirituales. Las disciplinas espirituales o medios de gracia son hábitos o prácticas que permiten que la gracia de Dios nos transforme. Las disciplinas espirituales no nos cambian ni transforman por sí mismas, sino que nos colocan ante Dios de modo que Él pueda transformarnos. Richard Foster dice que “no son el sendero que provoca el cambio, sino que nos colocan en el sendero en donde el cambio puede ocurrir.” El año pasado trabajamos una serie de predicaciones titulada Echando Raíces, donde hablamos de diez disciplinas espirituales diferentes. Hoy comenzamos una serie de tres predicaciones, en donde trabajaremos tres disciplinas espirituales: Oración, Lectura de la Palabra y la Alabanza. Por tal razón es que la serie se titula Móntate en la OLA. Esta idea surgió en la mente de nuestro hno. César Ruiz (hijo), quién me compartió la idea el pasado año y decidí hacerla realidad ahora. Hoy comenzamos con la disciplina espiritual de la oración. Utilizando el texto de Marcos 14:32-42, veremos que Jesús recurrió a la oración para poder enfrentar un momento decisivo en su vida. Tomando el ejemplo de Jesús, veremos que la oración es la disciplina espiritual que nos permite enfocarnos en la voluntad de Dios para nuestras vidas y recibir la fuerza para someternos a ella.
Cuando hablamos de la oración es importante destacar un punto muy importante: no es un monólogo, sino un diálogo. Cuando oramos hablamos con Dios, y también hacemos silencio para escuchar su voz. La oración es dinámica, porque suplicamos a Dios y recibimos de Dios también. Jesús oró en múltiples ocasiones. Los evangelios nos narran cómo Jesús se apartó de la multitud y buscó espacios para hablar con su Padre y recibir aquello que necesitaba. Una de las veces en que Jesús suplicó al Padre, esperando por una respuesta de su parte, es la oración que Jesús pronunció en el Getsemaní. Como veremos en breve, Jesús oró pidiendo a su Padre las fuerzas para cumplir con la misión que le había sido encomendada. En la oración de Jesús en el Getsemaní veremos claramente la humanidad de Jesús; lo nos permitirá identificarnos con él; y sobre todo, imitarlo.
“Al llegar a un lugar llamado Getsemaní, Jesús les dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí, mientras yo voy a orar.» 33 Se llevó consigo a Pedro, Jacobo y Juan, y comenzó a entristecerse y angustiarse. 34 Les dijo: «Siento en el alma una tristeza de muerte. Quédense aquí, y manténganse despiertos.» 35 Se fue un poco más adelante y, postrándose en tierra, oró que, de ser posible, no tuviera que pasar por ese momento. 36 Decía: «¡Abba, Padre! Para ti, todo es posible. ¡Aparta de mí esta copa! Pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» 37 Volvió luego a donde estaban sus discípulos, y los encontró dormidos. Entonces le dijo a Pedro: «¿Duermes, Simón? ¿No has podido mantenerte despierto ni una hora? 38 Manténganse despiertos, y oren, para que no caigan en tentación. A decir verdad, el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.» 39 Una vez más se retiró para orar, y repitió la misma oración.40 Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque los ojos de ellos se les cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. 41 Cuando volvió la tercera vez, les dijo: «Sigan durmiendo y descansando. ¡Ya basta! La hora ha llegado. ¡Miren al Hijo del Hombre, que es entregado en manos de los pecadores! 42 ¡Vamos, levántense, que ya se acerca el que me traiciona!»”
La oración de Jesús en el Getsemaní está en medio de dos eventos muy importantes: La última cena y el arresto de Jesús. Luego de comer con sus discípulos y darle las últimas instrucciones, Jesús sale a orar con tres de sus discípulos más cercanos: Pedro, Jacobo y Juan. Estos tres discípulos eran el círculo íntimo de Jesús. Eran los mismos que estuvieron en la resurrección de la hija de Jairo, y los mismos que subieron al monte de la Transfiguración. Estos tres discípulos eran líderes entre los discípulos; sin embargo, ocurre algo muy particular: no logran mantenerse despiertos y orar junto a Jesús. Jesús les llama para que le acompañen, y lo menos que hacen es eso. ¿Por qué Jesús necesitaba que lo acompañaran en oración?
Para entender las razones por las cuales Jesús necesitaba orar es importante entender el momento de su ministerio en que Jesús se encontraba: a solo horas de su crucifixión. Por la mente de Jesús estaban pasando imágenes de este sufrimiento futuro. Y como humano, Jesús estaba angustiado y triste. Es importante señalar que la forma en que Marcos presenta a Jesús en el monte Getsemaní es lo que se conoce como baja cristología, en donde se resalta más la humanidad de Jesús que su divinidad; muy diferente a la experiencia del Monte de la Transfiguración que contiene una alta cristología, en donde se resalta la divinidad de Jesús. En el Getsemaní Jesús era humano, en la Transfiguración Jesús era Dios.
Este sufrimiento que vendría estaba tentando a Jesús a abandonar la misión. Esta no es la primera vez que Jesús es tentado con esta decisión. Al inicio del ministerio de Jesús, luego de ser bautizado en el río Jordán, Jesús es tentado en el desierto. Hay una interpretación de este evento que es muy apropiado para esta predicación. Se interpreta que las tentaciones que Jesús sufre en el desierto no fueron literalmente por el diablo, sino por su propia humanidad que le tentaba a escoger la fama, las riquezas y el poder, por encima de cumplir con la voluntad del Padre de morir en la cruz. Desde que Jesús comienza su ministerio, y hasta el final del mismo, Jesús fue tentado con la misma decisión: abandonar la misión, no hacer la voluntad del Padre, escapar del sufrimiento.
Cuando miramos lo que ocurre en el Getsemaní como la repetición de la tentación que Jesús tuvo en el desierto, también podemos afirmar que Jesús no solo fue tentado al comienzo y al final de su ministerio, sino a lo largo del mismo. Jesús continuó siendo humano a lo largo de su ministerio, y no hay duda de que al tener grandes multitudes que le seguían y ante el poder que tenía para sanar/salvar, Jesús era continuamente tentado con girar su ministerio alrededor de la fama, las riquezas y el poder, en vez de la voluntad del Padre. No tengamos duda de que cuando Marcos 1:35 y 6:46 nos dice que Jesús se apartaba de la multitud para orar, lo hacía porque necesitaba enfocarse nuevamente y afirmar su decisión de continuar con la misión. Desde esta perspectiva, el Getsemaní no es evento aislado, sino que es la expresión más profunda e intensa de la tentación de abandonar la misión (y no hacer la voluntad del Padre) que había enfrentado durante todo el ministerio. Jesús “sentía en el alma una tristeza de muerte” porque el momento había llegado; ya no habría más oportunidades para decidir. Ante esta tentación y lucha interna Jesús decide hacer algo extraordinario: postrarse en la tierra y orar al Padre de la siguiente manera: “¡Abba, Padre! Para ti, todo es posible. ¡Aparta de mí esta copa! Pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.” En otras versiones dice: “Que se haga tu voluntad, y no la mía”. Jesús se sometió a la voluntad del Padre, por encima de la suya.
Luego de que Jesús se somete a la voluntad del Padre, regresa a donde sus discípulos; a los cuales les había pedido que se mantuvieran despiertos, pero estaban dormidos. El estar despiertos tiene una simbología. El estar despiertos no era simplemente el no dormir de manera física, sino espiritual. Cuando Jesús les dice: «Manténgase despiertos, y oren, para que no caigan en tentación. A decir verdad, el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil», Jesús les invitó a no ignorar la humanidad que todos tenían y que les tentaba a no hacer la voluntad del Padre, tal y como a Él mismo le estaba pasando. Al quedarse dormidos, los discípulos no fueron capaces de reconocer su humanidad, identificar las tentaciones, y mucho menos orar para vencerlas.
¿Qué nos quiere enseñar Jesús en este evento tan significativo de su vida? La oración es la disciplina espiritual que nos permite enfocarnos en la voluntad de Dios para nuestras vidas y recibir la fuerza para someternos a ella. Jesús nos enseña que todos, al igual que Él, somos tentados a escuchar nuestra propia voz, por encima de la voz de Dios. Incluso, nos enseña que aun sabiendo la voluntad de Dios seremos tentados a no someternos a ella. Jesús nos invita a estar despiertos y reconocer nuestra humanidad, que no siempre desea hacer la voluntad de Dios. Ante esta humanidad, Jesús nos invita a orar en los momentos más complejos de nuestra vida (así como en los más sencillos) para enfocarnos en la voluntad de Dios y recibir la fuerza que necesitamos para seguirla. Jesús nos enseña que si velamos y oramos, podremos hacer la voluntad del Padre; pero si dormimos, y no oramos, seremos incapaces de hacer la voluntad de Dios.
Quisiera mencionar que las tentaciones vienen tanto en momentos claves (Jesús en el Getsemaní), como el día a día (Jesús en su ministerio). Hay momentos claves en la vida en que necesitamos orar a Dios para conocer su voluntad, como por ejemplo: al escoger una carrera universitaria, una pareja, un trabajo, una iglesia; al mudarnos; al tener un hijo o no, al comprar una casa. Pero también hay momentos muy cotidianos que ameritan la oración a Dios como comenzar un nuevo día, al trabajar, al servir a alguien, en las situaciones familiares diarias, al administrar nuestro tiempo y dinero. ¿Cuáles han sido momentos claves en tu vida en que has necesitado la dirección de Dios y las fuerzas de su Espíritu para hacer su voluntad? ¿Qué eventos se presentan a tu vida día tras día en que necesitas la dirección y fuerza de parte de Dios?
¿Estás viviendo un momento clave en tu vida? ¿Deseas que Dios dirija tu vida día a día? Te invito a orar creyendo lo siguiente: “Así como los cielos son más altos que la tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos que los caminos y pensamientos de ustedes.” (Isaías 55:9), “El Señor dice: «Te guiaré por el mejor sendero para tu vida; te aconsejaré y velaré por ti.” (Salmos 32:8 NTV) y “El corazón del hombre pondera su camino, pero el Señor le corrige el rumbo” (Proverbios 16:9). Te invito a mantenerte despierto, orar y decirle al Señor: Tu voluntad, y no la mía.
Excelente mensaje. Adelante.DLB