Efesios 4:25-28
¿Cuántos hemos escuchado acerca de Martín Lutero? Martín Lutero fue un monje católico que afirmó que la salvación de cada ser humano venía por la fe por la fe en Jesucristo y no por las obras. ¿Por qué Lutero afirmó esto? ¿Cuál era el contexto en que lo dijo? Lutero vivió en un momento en el que la iglesia vendía “indulgencias.” La iglesia afirmaba que aquellas personas que morían sin fe en Jesucristo podían obtener la salvación cuando alguna persona, ya fuera un familiar o amigo, “pagaba” una cierta cantidad de dinero. Durante la época de Lutero el encargado de vender la salvación por medio de las indulgencias fue el inescrupuloso Juan Tetzel que afirmaba que las mismas «dejaban al pecador más limpio que al salir del bautismo» y «tan pronto la moneda sonara en el cofre, el alma del pecador salía del purgatorio».[i] Todo este sistema de indulgencias fue autorizado por la iglesia como un medio para recolectar dinero para construir la Basílica de San Pedro en Roma.
Este acto de corrupción, en el que la iglesia a nivel institucional prefirió servirse a sí misma en vez de servir a los más necesitados parece todo un escándalo, y efectivamente lo fue. Sin embargo, no es la primera vez que sucede. Hechos 5:1-2 nos narra la historia de dos discípulos de Jesús, Ananías y Safira, que lamentablemente cayeron en el mismo error de la mentira, fraude, corrupción y buscar el lucro personal por encima de cumplir con la misión:
Pero un hombre que se llamaba Ananías, junto con Safira, su mujer, vendió un terreno 2 y, con el consentimiento de ella, sustrajo algo del dinero que recibió; así que llevó sólo una parte y la entregó a los apóstoles.
Hechos nos narra que esta pareja vendió un terreno, y en vez de dar ese dinero a la iglesia para que lo distribuyera entre los más pobres, decidió quedarse con una parte de la ganancia. La expectativa era que ambos siguieran los pasos de personas como Bernabé, quién vendió sus posesiones y entregó el dinero a los apóstoles para que se beneficiara la comunidad entera, según nos narra el capítulo 4 de Hechos. La realidad es que no era obligado que la comunidad cristiana vendiera sus propiedades y dieran ese dinero a los apóstoles. El mismo Pedro le dice a Ananías que era su decisión la de vender el terrero y dar el dinero a la iglesia. Sin embargo, Ananías y Safira decidieron vender la propiedad, pero no fueron transparentes ante el liderato de la iglesia. Ananías y Safira le mintieron a la iglesia cuando decidieron quedarse con parte del dinero de la propiedad. El pecado de esta pareja fue de mala administración o de corrupción, porque rompieron el pacto que habían hecho con la comunidad de que, al vender la propiedad, el dinero iba a ser dado a los más necesitados.
La corrupción ha estado presente desde la creación del ser humano porque es un pecado, y nuestra naturaleza incluye pecado. Y aunque el amor de Dios perdona todo pecado y su Espíritu nos ayuda a dejar atrás este tipo de conductas, no hay duda de que los pecados siempre tienen consecuencias. En la historia de Ananías y Safira, ambos murieron, el testimonio de la iglesia se afectó negativamente y personas necesitadas se quedaron sin recibir ayuda. En el siglo 16 la iglesia se dividió y la basílica de San Pedro hoy día es el recordatorio para el mundo de esa corrupción. Hoy lamentablemente la corrupción también tiene consecuencias. Al leer sobre cómo miles de personas robaron dinero al PUA, Desempleo y Seguro Social entre otras agencias, no hay duda de que miles se quedaron sin recibir ayuda gracias a la mentira de estas personas. Si sumamos el dinero que no ha llegado a la gente necesitada de nuestro país por los últimos 50 años de seguro pudiéramos resolver muchos de los problemas que hoy enfrentamos. La corrupción no es voluntad de Dios, es pecado y sus consecuencias traen muerte.
Como iglesia tenemos una oportunidad: mostrarle al mundo un estilo de vida alternativo. En medio de un país en el que la corrupción parece que corre en la sangre y los genes, podemos mostrarle al mundo que se puede vivir en integridad y honestidad. Ese fue el llamado de Pablo a los efesios.
El libro de Efesios fue escrito para los años 70 a 80 d.C. Esta era una época crucial para el cristianismo. El cristianismo comenzaba a llegar a lugares fuera de Israel que eran considerados por los judíos como lugares paganos así como Éfeso, una ciudad importante por su ubicación geográfica. La iglesia que estaba naciendo allí era en su mayoría de personas gentiles (no judías) convertidas al cristianismo. Con esta carta Pablo buscó instruir y educar a esta nueva iglesia sobre lo que implicaba la nueva vida en Cristo: qué debían dejar atrás y que debían comenzar a hacer. Es una invitación a la honestidad e integridad en medio de un imperio corrupto. ¿Les suena parecido? Efesios 5 dice:
Ya que han oído sobre Jesús y han conocido la verdad que procede de él, 22 desháganse de su vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera de vivir, que está corrompida por la sensualidad y el engaño. 23 En cambio, dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes. 24 Pónganse la nueva naturaleza, creada para ser a la semejanza de Dios, quien es verdaderamente justo y santo. 25 Así que dejen de decir mentiras. Digamos siempre la verdad a todos porque nosotros somos miembros de un mismo cuerpo. 26 Además, «no pequen al dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados, 27 porque el enojo da lugar al diablo. 28 Si eres ladrón, deja de robar. En cambio, usa tus manos en un buen trabajo digno y luego comparte generosamente con los que tienen necesidad.
Ante este proceso eleccionario, no hay duda que la iglesia debe predicar esta nueva vida, condenar la corrupción, reconocer las consecuencias del pecado de la corrupción y escoger las personas más integras que podamos para guiar al país, aunque no necesariamente sean cristianas; porque hemos visto, como dice Mateo 7:21, que “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, más el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”
Sin embargo, debemos mirar hacia adentro, mientras miramos hacia afuera. La etiqueta de cristiano o cristiana no nos hace inmunes a pecar. De hecho, debemos cuidarnos de no caer en el orgullo de pensar que son otros los corruptos y perder así la capacidad de autoevaluarnos. El pecado de la corrupción es igual con un dólar, cien dólares o cien mil dólares; y nos tienta a todos, no importa nuestras creencias. El pecado de la corrupción puede estar en nuestra casa cuando mentimos en pequeñas y grandes cosas también, dejando así a otras personas desprovistas de recibir ayuda. Eso fue lo que le ocurrió a los mismos discípulos según Mateo 20:
20 En ese momento la madre de los hijos de Zebedeo se acercó con sus hijos a Jesús, y se postró ante él para pedirle algo. 21 Él le dijo: «¿Qué es lo que quieres?» Ella le respondió: «Manda que en tu reino mis dos hijos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.» 22 Jesús le respondió: «Ustedes no saben lo que piden. ¿Acaso pueden beber del mismo vaso del que yo he de beber?» Y ellos le dijeron: «Sí podemos.» 23 Él les dijo: «A decir verdad, beberán de mi vaso; pero el sentarse a mi derecha y a mi izquierda no me corresponde concederlo, pues ya es de aquellos para quienes mi Padre lo ha preparado.» 24 Cuando los otros diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos. 25 Entonces Jesús los llamó y les dijo: «Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones las dominan, y los poderosos les imponen su autoridad. 26 Pero entre ustedes no debe ser así. Más bien, aquel de ustedes que quiera hacerse grande será su servidor; 27 y aquel de ustedes que quiera ser el primero, será su esclavo. 28 Imiten al Hijo del Hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.»
Los discípulos mismos fueron tentados con el poder y la corrupción, y Ricki Aiello lo describe así según El Aposento Alto para el viernes 30 de octubre del 2020:
La madre de Santiago y Juan querían que Jesús favoreciese a sus hijos en el reino venidero. Jesús le indica que su pedido tiene consecuencias importantes. Gran parte de la vida es así: Llegamos a sentir que deberíamos ser un hijo privilegiado de Dios, tal vez a costa de otra persona.
Ante la historia de corrupción del ser humano, incluyendo la iglesia, les dejo con dos consejos:
“Así que, el que crea estar firme, tenga cuidado de no caer.” 1 Corintios 10:12
“Integridad es hacer lo correcto aun cuando nadie nos está viendo.” -CS Lewis
Revisa bien tu mochila, que haya menos mentira y más integridad.
[i] Justo L. González, Historia del cristianismo, Desde la Reforma hasta la Era Inconclusa. Tomo 2 (Miami: Editorial Unlit, 1994), 39.