Juan 3:16-17
Para comenzar, quisiera agradecerles nuevamente todo el apoyo y amor que nos han mostrado en las pasadas semanas. Esa solidaridad, manifestada a través de abrazos, llamadas y mensajes, ha hecho una gran diferencia en nuestras vidas; al nivel de que hoy puedo estar aquí predicando y afirmando que el Espíritu Santo es real y nos ha fortalecido en medio de nuestra debilidad. A partir de este agradecimiento que tengo hacia Dios y ustedes por todo el amor mostrado, comencé a reflexionar acerca de cómo todo este AMOR se relaciona con creer, vivir y anunciar a Cristo; lo cual es el tema de nuestra serie. Para lograr esto, regresé a las tres preguntas que nos planteamos hace varias semanas:
- ¿Qué es el evangelio de Jesús para nosotros?
- ¿Cómo sabemos que la plenitud de Dios está actuando en nosotros?
- ¿Cómo puedo compartir a Cristo y por qué debo hacerlo?
Les comparto mi respuesta a estas tres preguntas: AMOR. El evangelio de Jesús es amor, sabemos que la plenitud de Dios está actuando en nosotros si amamos como él lo hizo, y la mejor forma de compartir a Cristo es amando incondicionalmente al prójimo. Esto parece sencillo y básico, pero en un mundo polarizado, en el que las personas nos estamos aferrando más a nuestras ideas y creencias, aunque las mismas nos hagan alejarnos de la gente (o incluso asesinarlas), el evangelio de Juan nos recuerda que no hay nada más importante a la hora creer, vivir y anunciar, que AMAR. El nivel más alto de espiritualidad no se muestra con ideas o creencias, sino con AMOR, y el amor es una acción. Seguir a Jesús es amar.
Cuando Juan 1:37 nos dice que dos discípulos de Juan siguieron a Jesús, el verbo que se usa para seguir es akolouthein. Este verbo se usa de diferentes formas en los cuatro evangelios para describir lo que implica seguir a Jesús. El mismo tiene dos significados principales: uno espiritual, en el que seguir a Jesús es una experiencia de creer que Jesús es Dios, y otro físico o literal, en el que seguir a Jesús es convertirse en un discípulo de Jesús e imitar su estilo de vida. Cuando vemos los evangelios como un todo, estos nos dicen que se sigue a Jesús al creer en él como hijo de Dios, y al vivir como él vivió. Seguir a Jesús es un asunto interno con consecuencias externas.
Un ejemplo claro del verbo akolouthein está en Marcos 8:34 cuando afirma:
Entonces llamó a la multitud para que se uniera a los discípulos, y dijo: «Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz y seguirme.
Desde el evangelio de Marcos, seguir a Jesús es un estilo de vida. Ahora bien, ¿cuál es el énfasis del evangelio de Juan? ¿Qué significa seguir a Jesús desde el evangelio de Juan? AMAR. Seguir a Jesús es amar de la misma forma en que él lo hizo. ¿Cómo amó Jesús?
El amor de Jesús hacia el ser humano no comenzó cuando Jesús llegó a esta tierra, sino que ha existido desde la eternidad. Juan 1:14 y 1:17 dicen:
Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad.
Pues la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor inagotable de Dios y su fidelidad vinieron por medio de Jesucristo.
El amor de Jesús es una expresión o manifestación del amor inagotable y fiel del Padre que ha existido desde la eternidad. Este amor nunca ha buscado condenar al ser humano, sino salvarlo y ofrecerle vida eterna, tal y como Juan 3:16-17 lo afirma:
Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. 17 Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.
El amor del Padre fue uno que lo llevó a entregarse por el bien de la humanidad; fue un amor sacrificial, en el que hubo una acción de su parte para traer vida al ser humano. Por eso es que Jesús dedicó su vida a entregarse por el bien de la humanidad, hasta el nivel de también sacrificarse en una cruz por amor. El Padre y el Hijo son uno, y en ambos el amor es una acción que implica darse en beneficio de la humanidad: el Padre entrega al Hijo, y el Hijo se entrega a sí mismo. Teniendo presente estos dos modelos de amor, el evangelio de Juan es una invitación a amar, tal y como el Padre y el Hijo lo hicieron: dando. Para Juan, amar es dar.
Por eso es que Juan nos dice que cuando Jesús está impartiendo sus últimas enseñanzas a los discípulos en los capítulos 13 al 17, el amor aparece una y otra vez. Pero es en el verso 15:13 que se nos describe de una forma extraordinaria:
No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos.
Este amor, como una acción de dar, es el que Pablo hace referencia en 1 Corintios 13 cuando define el amor:
El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso 5 ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. 6 No se alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa. 7 El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.
La palabra original en el idioma griego para hablar de este amor es ágape que significa dar sin esperar nada a cambio. Es un amor incondicional, sacrificial, servicial, solidario, empático y generoso. Es un amor que no está centrado en el interés propio, sino en el de los demás. Scott Peck, un psiquiatra norteamericano, definió el amor de la siguiente manera:
La voluntad de extender los límites del yo con el propósito de nutrir nuestro crecimiento espiritual y el de los demás.
Seguir a Jesús es amar de esta forma. Por eso Jesús les dijo a los discípulos en Juan 13:34-35:
Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. 35 El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos.
Desde el evangelio de Juan, la mejor prueba ante el mundo de que creemos, vivimos y anunciamos a Jesús es amando como él lo hizo. Les pregunto: quienes nos rodean, ¿pueden ver y experimentar la dicha de ser amados por nosotros tal y como Jesús los hubiera amado? ¿Mostramos un amor ágape que busca dar más que recibir? ¿Es nuestro amor sacrificial, servicial, solidario, empático y generoso? ¿La gente puede ver el amor inagotable y fiel de Dios por medio de nosotros? ¿Es nuestra fe una experiencia interna con consecuencias externas de un amor incondicional hacia el prójimo?
1 Corintios 13:1-3 dice:
Si pudiera hablar todos los idiomas del mundo y de los ángeles pero no amara a los demás, yo solo sería un metal ruidoso o un címbalo que resuena. 2 Si tuviera el don de profecía y entendiera todos los planes secretos de Dios y contara con todo el conocimiento, y si tuviera una fe que me hiciera capaz de mover montañas, pero no amara a otros, yo no sería nada. 3 Si diera todo lo que tengo a los pobres y hasta sacrificara mi cuerpo, podría jactarme de eso; pero si no amara a los demás, no habría logrado nada.
El asesinato de la transgénero Alexa esta semana es un ejemplo de lo que no es el amor. Es un ejemplo de la intolerancia, deshumanización y cosificación que en ocasiones tenemos los seres humanos hacia otros seres humanos. ¿Ustedes creen que Jesús hubiera tratado a Alexa de la misma forma en que fue tratada no solo esta semana sino quizás a lo largo de su vida? Este evento nos ha tocado muy adentro no solo por la indignación que provoca, sino porque nos lleva a reflexionar si nuestro amor hacia el prójimo es incondicional, tal y como el evangelio de Juan y 1 Corintios 13 nos enseña. Nos lleva a reflexionar si nuestra fe nos ha llevado y nos está llevando a extender los límites del yo con el propósito de nutrir nuestro crecimiento espiritual y el de los demás, en particular hacia quienes son diferentes a nosotros en algún sentido. Nos lleva a reflexionar si nuestra fe nos ha llevado y nos está llevando a la incondicionalidad, el sacrificio, el servicio, la solidaridad, la empatía y la generosidad, o hacia el odio, la aversión, la antipatía, la repulsión y egoísmo.
Nelson Mandela dijo en una ocasión:
No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en que trata a sus niños.
En los evangelios hemos aprendido que los niños no solo son quiénes tienen menos de doce años, sino toda aquella persona indefensa que no puede valerse por sí misma, sino que necesita de otros para poder sobrevivir. ¿Quiénes son los niños de nuestra sociedad? ¿Cómo tratamos a quienes más nos necesitan para sobrevivir?
1 Juan 4 nos dice:
Queridos amigos, sigamos amándonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es un hijo de Dios y conoce a Dios; 8 pero el que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. 9 Dios mostró cuánto nos ama al enviar a su único Hijo al mundo, para que tengamos vida eterna por medio de él. 10 En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados. 11 Queridos amigos, ya que Dios nos amó tanto, sin duda nosotros también debemos amarnos unos a otros. 12 Nadie jamás ha visto a Dios; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor llega a la máxima expresión en nosotros…Dios es amor, y todos los que viven en amor viven en Dios y Dios vive en ellos; 17 y al vivir en Dios, nuestro amor crece hasta hacerse perfecto.
¿Qué es el evangelio de Jesús para nosotros? ¿Cómo sabemos que la plenitud de Dios está actuando en nosotros? ¿Cómo puedo compartir a Cristo y por qué debo hacerlo? El evangelio de Jesús es amor, sabemos que la plenitud de Dios está actuando en nosotros si amamos como él nos amó, y la mejor forma de compartir a Cristo es amando incondicionalmente. Seguir a Jesús es amar.
Muy hermoso mensaje. No hay nada más grande y poderoso que el amor:Dios es amor. Bendiciones. ❤️