Marcos 13:24-37
Hoy culminamos la serie El camino de la cruz. En la misma hemos sido invitados a seguir el ejemplo de Jesús, quién vino a servir y no ser servido. La cruz es símbolo de entrega, sacrificio y generosidad. Al igual que ocurre en los otros evangelios, Jesús tiene en Marcos un último discurso. Este último discurso ha mantenido a los cristianos de todos los siglos intentando entender su significado. A pesar de la diversidad de opiniones, hay consenso que el último discurso de Jesús es una invitación a no desenfocarnos a pesar de las tribulaciones de la vida y, por el contrario, ser fieles a Jesús y su mensaje sobre el reino de Dios.
Para entender el capítulo 13 de Marcos es importante entender que es muy diferente al resto del evangelio. El mismo tiene un género literario apocalíptico, por lo que su estructura y contenido es muy parecido al libro de Apocalipsis. Se ha dicho que Marcos 13 es un “mini Apocalipsis”. En el mismo se habla de las señales del fin y qué debe hacer la iglesia ante estas señales. Esto se conoce como escatología. Al igual que sucede con Apocalipsis, Marcos 13 integra muchos textos del Antiguo Testamento (intertextualidad), particularmente el libro de Daniel, ya que el mismo también es uno apocalíptico.
Para entenderlo, también es importante mirar cómo se conecta con lo sucedido en los capítulos anteriores. En el capítulo once Jesús llega a Jerusalén y lanza una profecía sobre la destrucción del templo, a la vez que echa fuera del templo a los que vendían y compraban. Jesús maldice el templo y con este acto afirma el fin del templo como sistema religioso. Debido a la corrupción de este sistema religioso, vendría uno nuevo: Jesús mismo. Debido a esta profecía, Jesús es cuestionado por los religiosos (cap. 12) para buscar una excusa para matarlo.
El capítulo 13 comienza de la siguiente forma:
Jesús salía del templo cuando uno de sus discípulos le dijo: «Maestro, ¡mira qué piedras! ¡Qué edificios!» 2 Jesús le dijo: «¿Ves estos grandes edificios? Pues no va a quedar piedra sobre piedra. Todo será derribado.» 3 Estaba Jesús sentado en el monte de los Olivos, frente al templo, cuando Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron por separado: 4 «Dinos, ¿cuándo sucederá todo esto? ¿Y cuál será la señal de que todas estas cosas están por cumplirse?»
Luego de salir del templo, Jesús vuelve a mencionar la destrucción del templo y los discípulos le preguntan cuándo será esto. Jesús aprovecha para decirles que a pesar de que esta destrucción llegará, y parecerá que es el fin, todavía no será el fin:
Jesús les respondió: «Cuídense de que nadie los engañe. 6 Porque muchos vendrán en mi nombre, y dirán: “Yo soy el Cristo,” y a muchos los engañarán. 7 Cuando oigan hablar de guerras y de rumores de guerras, no se angustien, porque así es necesario que suceda, pero aún no será el fin. 8 Se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá también hambre. Esto será el principio de los dolores.
Con esto Jesús afirma que la destrucción del templo, las guerras, los terremotos y el hambre llegarán, pero que esto no será el fin. Jesús hace una diferencia entre las señales y el fin, con el propósito de que hicieran una diferencia entre la destrucción del templo y el fin. La destrucción del templo llegaría, al igual que los sufrimientos y persecuciones, pero que la vida continuaba y no podían desanimarse y claudicar. Es por esto que continúa mencionando:
9 »Pero ustedes tengan cuidado; porque los entregarán a los tribunales, y los azotarán en las sinagogas; por causa de mí los harán comparecer ante gobernadores y reyes, para dar testimonio ante ellos. 10 Pero antes tendrá que proclamarse el evangelio a todas las naciones. 11 Cuando los arresten y los hagan comparecer, no se preocupen por lo que deben decir, sino sólo digan lo que en ese momento les sea dado decir. Porque no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu Santo. 12 El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se rebelarán contra los padres, y los matarán. 13 Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará a ustedes, pero el que resista hasta el fin, se salvará. 14 »Ahora bien, cuando vean que la abominación desoladora, de la que habló el profeta Daniel, se encuentra donde no debiera estar (el que lee, que entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes; 15 el que esté en la azotea, no baje a su casa ni entre en ella para tomar algo; 16 y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. 17 ¡Ay de las que en esos días estén embarazadas o amamantando! 18 ¡Pídanle a Dios que esto no suceda en el invierno! 19 Porque esos días serán de gran aflicción, como no los hubo desde el principio de la creación que Dios hizo, ni los habrá jamás. 20 Si el Señor no hubiera acortado esos días, no habría quien se salvara; pero los ha acortado por causa de sus elegidos. 21 Así que si alguien les dice: “¡Miren, aquí está el Cristo!”; o “¡Miren, allí está!”, no le crean. 22 Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios para engañar, de ser posible, incluso a los elegidos. 23 Pero ustedes, tengan cuidado. Ya los he prevenido de todo.
Para entender todo es importante recordar que cuando Jesús dice esto, él está pensando en lo que les ocurrirá a sus discípulos cuando él muera. Esto es precisamente lo que ocurre cuando el libro de Marcos es escrito en los años sesenta al setenta, un momento en que los cristianos fueron perseguidos por su fe bajo el emperador Nerón. Luego, durante los años 69 al 71 hubo otro emperador, Tito, quién destruye el templo de Jerusalén. Esto es importante porque toda esta persecución no solo debe verse como la posible persecución que podemos tener aquellos que seguimos a Jesús hoy y en el futuro, sino la persecución que existió en esos años. Incluso, es posible que Marcos, el autor, ya hubiera vivido lo que aquí se narra, y por tanto este capítulo es un reflejo de lo que vivió la comunidad cristiana en esa época; particularmente la destrucción del templo.
Es importante entonces parar aquí un momento y afirmar algo medular: Jesús está alertando a quiénes le siguen que en su jornada de fe habrá persecución, sufrimiento y dolor. Es por esto que el verso 23 dice:
Pero ustedes, tengan cuidado. Ya los he prevenido de todo.
Ahora bien, junto a esta advertencia también les brinda esperanza en medio del sufrimiento:
Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará a ustedes, pero el que resista hasta el fin, se salvará.
Ante el sufrimiento la clave es resistir, aguantar, perseverar. Para animarlos a resistir, Jesús les recuerda que el Hijo del Hombre vendrá otra vez:
24 »En aquellos días, después de esa gran aflicción, sucederá que el sol se oscurecerá y la luna dejará de brillar; 25 las estrellas caerán del cielo y los poderes celestiales se estremecerán. 26 Entonces verán al Hijo del Hombre venir en las nubes con gran poder y gloria, 27 y él enviará a sus ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, desde los extremos de la tierra hasta los extremos del cielo. 28 »De la higuera deben aprender esta parábola: Cuando sus ramas se ponen tiernas, y le brotan las hojas, ustedes saben que el verano ya está cerca. 29 De la misma manera, cuando ustedes vean que todo esto sucede, sepan que la hora ya está cerca, y que está a la puerta. 30 De cierto les digo que todo esto sucederá antes de que pase esta generación. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Con todo este lenguaje simbólico y apocalíptico Jesús les invita a no quitarse porque luego de esa gran persecución Él regresaría. Esto era sumamente esperanzador para quienes sufrían por causa de Jesús. De la misma forma en que el sufrimiento era seguro, también su venida.
Para muchas personas todo esto es una profecía acerca de cómo sucederán las cosas en el futuro, pero hay que tener cuidado con este acercamiento porque esa gran “tribulación” es una referencia a los sufrimientos que ocurrieron en esa época, y no necesariamente a un evento futuro. Esto no quiere decir que en el futuro no ocurrirán cosas muy parecidas a las mencionadas en estos versos. Lo importante es que quienes nos llamamos cristianos estemos apercibidos de lo que implica seguir a Jesús, pero que hay que resistir porque Jesús regresará.
Esto también es una invitación a que no pongamos nuestra atención en las señales del fin con el propósito de predecir cuándo será su regreso. Quienes seguimos a Jesús reconocemos que habrá un camino de la cruz, pero el enfoque no está en las señales del fin o el sufrimiento, sino en la resistencia. Por eso Jesús afirma:
32 »En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo. Sólo el Padre lo sabe. 33 Pero ustedes, presten atención y manténganse atentos, porque no saben cuándo llegará el momento. 34 Es como cuando alguien deja su casa y se va lejos, y delega autoridad en sus siervos y deja a cada uno una tarea, y ordena al portero mantenerse despierto. 35 Así que ustedes deben mantenerse despiertos, porque no saben cuándo vendrá el señor de la casa, si al caer la tarde, o a la medianoche, o cuando cante el gallo, o al amanecer; 36 no sea que venga cuando menos lo esperen, y los encuentre dormidos. 37 Esto que les digo a ustedes, se lo digo a todos: ¡Manténganse despiertos!»
Así como un mayordomo o siervo debe estar alerta y cumplir con la tarea que el amo le encomienda antes de que él regrese, quienes seguimos a Jesús no podemos poner nuestra atención en las señales del fin o en el sufrimiento, sino en la tarea que se nos ha encomendado. No es casualidad que en las últimas palabras de este último discurso de Jesús se repite en tres ocasiones la importancia de mantenerse despiertos (vs.34,35,36), y el último verso es una exclamación: ¡Manténganse despiertos!
¿Cuál es la gran enseñanza de Jesús en este capítulo? Que quienes le seguimos debemos enfocarnos en cumplir la tarea de proclamar el reino de Dios que sobre todas las cosas afirma que “aquel de ustedes que quiera hacerse grande será su servidor, y aquel de ustedes que quiera ser el primero, será su esclavo. Porque ni siquiera el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:43-45). Todo lo demás puede ser importante pero no prioritario. Las señales no son más importantes que la tarea.
El Comentario Bíblico Internacional dice lo siguiente acerca de Marcos 13:
En conjunto, estas características indican que la intención principal del discurso, ya tenga este su origen en el mismo Jesús o en la tradición premarcana, no era especular sobre el final de los tiempos ni sobre las señales que podían ayudar a calcular su llegada, sino animar a los creyentes a vivir con fidelidad el periodo comprendido entre la resurrección de Jesús y la llegada del Hijo del Hombre.
Luis Alonso Schokel también afirma sobre Marcos 13:
Hay que interpretar esto no con los ojos del miedo por lo que se va a destruir, sino con optimismo y esperanza por lo que se está construyendo.
En pocas palabras, la enseñanza de Jesús es a no poner la atención en las señales que destruyen, sino en la tarea que construye. Desde la perspectiva del evangelio de Marcos, poner nuestra atención en la tarea más que en las señales es denunciar el mal venga de donde venga, depender de Dios y su provisión, ser inclusivos y compasivos con las poblaciones oprimidas, dar oportunidades a las personas a pesar de sus fracasos, y sobre todas las cosas, servir antes de ser servidos. Por eso hoy les felicito como iglesia y me siento sumamente orgulloso de ustedes porque, a pesar de nuestras imperfecciones, intentamos mantenernos en el camino de la cruz. Eso se evidenció esta pasada semana al trabajar junto a los misioneros de la Iglesia Metodista Unida La Resurrección de Kansas para reconstruir hogares de nuestra comunidad. Una vez más, es para mí un honor ser su pastor.
Termino con una pregunta: ¿saben por qué Jesús dijo este último discurso frente al templo en el Monte de los Olivos? Porque le quiso recordar a los discípulos que los religiosos de la época fallaron en mantenerse despiertos y proclamar el reino de Dios, al enfocarse en servirse a ellos mismos. Hoy Jesús se para frente a nuestra puerta y nos recuerda las palabras de Juan, autor del libro de Apocalipsis:
No tengas miedo de lo que vas a sufrir, pues el diablo pondrá a prueba a algunos de ustedes y los echará en la cárcel, y allí tendrán que sufrir durante diez días. Tú sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. (2:10)
Las señales no son más importantes que la tarea…