2 Samuel 11:1-4, Lucas 10:38-42;13:10-12
La predicación de hoy está enmarcada en la serie de discipulados “El mundo es mi parroquia”. Durante esta serie hemos estado estudiando los principios sociales de nuestra iglesia y cuál debe ser nuestra respuesta ante los asuntos sociales que enfrentamos hoy. Hoy nos toca el tema de la violencia de género y el abuso sexual hacia la mujer. ¿Por qué trabajar este tema? Porque en Puerto Rico han muerto diez mujeres por violencia de género este año (tan reciente como la semana pasada), y hay otros casos en investigación que pudieran añadirse a la lista. Porque de las 1,182 querellas por violencia sexual reportadas a la policía en el 2018, en 974 de los casos la mujer era la víctima (82%).
Pero hay una razón que me preocupa grandemente: la posibilidad de que la iglesia sea parte del problema. ¿Cómo? Les invito a leer 2 Samuel 11:1-4:
Al año siguiente, en el tiempo en que los reyes salen a la guerra, David envió a Joab y a sus siervos, y a todo el ejército de Israel, a combatir a los amonitas, a los que vencieron luego de ponerle sitio a la ciudad de Rabá. David se quedó en Jerusalén, 2 y un día por la tarde, mientras se paseaba por la azotea de su palacio después de la siesta, vio desde allí a una mujer muy hermosa, que se estaba bañando. 3 Al preguntar quién era ella, le dijeron que se llamaba Betsabé, y que era hija de Elián y esposa de Urías el hitita. 4 Entonces David ordenó que la llevaran a su presencia, y ella se presentó ante él, y él la tomó y se acostó con ella. Después de tener relaciones, ella se purificó y regresó a su casa.
Para entender lo que ocurrió aquí hay que analizar los verbos que definen la conducta de David: ordenó que la llevaran, la tomó y se acostó con ella. Aunque la tradición bíblica, y en particular el Antiguo Testamento, está enmarcado en la cultura patriarcal, es muy interesante que el autor de este libro no escondiera el abuso sexual de David hacia Bestabé. Quizás quiso presentar la humanidad de David; quizás quiso presentar lo que cualquier hombre tenía la autoridad y permiso para hacer con una mujer en aquella época. Le explico.
En el Antiguo Testamento, las familias se organizaban por familias, clanes y tribus. Las familias giraban alrededor del patriarca o padre de la familia. Esta familia incluía a las esposas, hijos, siervos y familias de los hijos. Estas familias se unían y formaban un clan, y luego varios clanes hacían una tribu. Todas las leyes que se establecían en la sociedad giraban alrededor del patriarca. El patriarca o el padre de la familia tenía autoridad total y funciones sacerdotales en la familia; por lo que el escenario religioso principal de una familia no era el templo, sino su hogar.
Bajo esta organización, el hombre podía tener más de una esposa; eran polígamos. Esta libertad tenía muchas razones, pero una de ellas era la fertilidad. Era importante que el hombre tuviera descendencia, y si una esposa no le daba hijos, otra lo podía hacer. El hombre también se podía relacionar con sus esclavas para asegurar descendencia. La poligamia llevaba a que las mujeres no tuvieran valor por sí mismas, sino que eran instrumentos para asegurar la descendencia de una familia. Solo cuando una mujer daba a luz un hijo varón era que tenía dignidad como persona. El matrimonio era una transacción económica entre dos familias, en donde las mujeres eran propiedad del hombre, compradas por sus esposos así como se compraban esclavos/as (los/as cuales eran permitidos/as). Las mujeres tampoco tenían derecho a herencia.
En el contexto del Nuevo Testamento, las mujeres continuaban siendo propiedad del hombre, y eran excluidas de las decisiones. Se limitaban a tareas domésticas, no eran educadas igual que el hombre (solo podían escuchar, no enseñar), y no tenían una vida pública: usaban velos y atavíos para pasar inadvertidas. El matrimonio seguía siendo un acuerdo, pero las mujeres tenían mayores derechos económicos y de propiedad. La poligamia ya no era tan fuerte, pero seguía siendo aceptada. El esposo tenía derecho a divorciarse de su esposa si ella hacía algo vergonzoso, según Deuteronomio 24; la mujer no tenía este derecho. Los judíos tenían una oración en las mañanas en donde daban gracias a Dios por no haber nacido gentil, ignorante de la ley o mujer.
Lo que David hizo con Bestsabé fue inmoral, pero permitido por la cultura judía. En este caso David no solo era hombre, sino que era rey y su poder era casi infinito. David utilizó su posición de poder para abusar sexualmente de una mujer. Lamentablemente, todavía los seres humanos continuamos con estas conductas de superioridad del hombre hacia la mujer, y las estadísticas presentadas así lo evidencian. Pero peor aún, las iglesias en ocasiones leemos la Biblia sin condenar esta conducta porque creemos que la Biblia se lee literalmente, olvidando así interpretar su contexto social. El problema no solo es que la iglesia valida esta superioridad, sino que se hace cómplice con la sociedad, que en muchas ocasiones asume posturas patriarcales.
Les doy un ejemplo de Hollywood. En este video se presenta la historia de David y Betsabé. Lo interesante es que en el mismo Betsabé se presenta como una mujer que tiene problemas en su matrimonio, que es infeliz, que es ella quién ha estado mirando a David como anda solo en su palacio, y que es ella quién quiere ser su esposa para toda la vida. ¿Usted puede creer algo así? En ningún momento esto aparece en 2 Samuel 11, sino todo lo contrario. ¿Ustedes no creen que en ocasiones la sociedad y la iglesia nos hacemos cómplices de la violencia de género y el abuso sexual cuando ponemos a la mujer como la culpable? Este video lo que nos recuerda que el abuso sexual hacia la mujer en un mundo dominado por hombres en el 80% de las veces la mujer termina siendo la culpable.
¿Qué dicen los principios sociales de la Iglesia Metodista de Puerto Rico ante esta realidad? Dice que:
Afirmamos, con la Escritura, la humanidad común del hombre y la mujer, ambos teniendo el mismo valor delante de los ojos de Dios. Rechazamos la errónea noción que un género es superior al otro, que un género ha de luchar contra el otro, y que un género puede recibir amor, poder y estima solamente al costo del otro. Especialmente, rechazamos la idea de que Dios hizo a los seres humanos como fragmentos incompletos, hechos completos solamente en la unión con el otro. Instamos a las mujeres y a los hombres, juntamente, a compartir el poder y control, a aprender a dar y recibir libremente, a ser completos y a respetar la integridad de otros. Buscamos para cada individuo oportunidades y libertad para amar y ser amados, buscar y recibir justicia, y practicar determinación propia éticamente. Comprendemos nuestra diversidad de género a ser un don de Dios, destinado a añadir a la variedad rica de la experiencia y perspectiva humana; y nos guardamos de actitudes y tradiciones que usarían este buen don para hacer otros miembros de un género más vulnerable en relaciones que miembros del otro género.
Nosotros creemos que la sexualidad humana es dádiva de Dios. Un abuso de esta dádiva es el acoso sexual. Nosotros definimos el acoso sexual como cualquier insinuación o demanda sexual, ya sea física o verbal, que es percibida por la persona receptora como algo degradante, intimidador o coercitivo. El acoso sexual debe ser entendido como una explotación de una relación de poder y no como un asunto exclusivamente sexual. El acoso sexual incluye, pero no se limita a, la creación de un ambiente laboral hostil o abusivo como resultado de la discriminación sobre la base de género. Contrario a la comunidad sustentadora, el acoso sexual crea condiciones impropias, coercidas y abusivas dondequiera que ocurre en la sociedad. El acoso sexual mina la meta social de igualdad de oportunidad y el ambiente de respeto mutuo entre hombres y mujeres. La atención sexual no buscada es incorrecta y discriminatoria. El acoso sexual interfiere con la misión moral de la Iglesia.
La buena noticia de todo esto es que Jesús es el centro de la Biblia y de nuestra fe, no el rey David. ¿Y qué hizo Jesús con las mujeres? Lucas 10:38-42 nos dice:
38 Mientras Jesús iba de camino, entró en una aldea, y una mujer llamada Marta, lo hospedó en su casa. 39 Marta tenía una hermana que se llamaba María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía. 40 Pero Marta, que estaba ocupada con muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje trabajar sola? ¡Dile que me ayude!» 41 Jesús le respondió: «Marta, Marta, estás preocupada y aturdida con muchas cosas. 42 Pero una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará.»
En aquella época no era permitido que las mujeres se sentaran a aprender y ser discípulas de algún maestro. De hecho, ni siquiera podían entrar a la sinagoga, y si lo hacían tenían que quedarse en la parte de atrás sin hablar. Jesús hace lo contrario, y escoge a una mujer como su discípula. Y estoy seguro que la escogió no para que se quedase callada en la sinagoga. Esto es muy parecido a lo que hizo Jesús con la mujer encorvada que narra Lucas 13:10-12:
10 Un día de reposo, Jesús estaba enseñando en una sinagoga, 11 y allí estaba una mujer que hacía ya dieciocho años sufría de un espíritu de enfermedad. Andaba encorvada, y de ninguna manera podía enderezarse. 12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.»
El encorvamiento de la mujer representa la opresión del sistema patriarcal sobre la mujer. Y allí en la sinagoga, como una falta de respeto hacia los religiosos, Jesús la libera de esa esclavitud física, emocional y espiritual.
Hoy somos llamados a hacernos las siguientes preguntas:
¿De qué lado estoy? ¿Del lado opresor o del lado liberador?
¿Soy cómplice de la cultura patriarcal de la sociedad?
¿Utilizo la Biblia para liberar a la mujer o para oprimirla?
¿Creo que la mujer fue creada con iguales condiciones y derechos que el hombre?
¿Qué clase de sociedad e iglesia deseo dejarle a las nuevas generaciones?
Termino afirmando que la creación de la mujer en Génesis tiene dos versiones. Primero tenemos Génesis 1:26-28 que dice:
Entonces dijo Dios: «¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza! ¡Que domine en toda la tierra sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos y las bestias, y sobre todo animal que repta sobre la tierra!» 27 Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó.
Luego Génesis 2:21-22 dice:
Entonces Dios el Señor hizo que Adán cayera en un sueño profundo y, mientras éste dormía, le sacó una de sus costillas, y luego cerró esa parte de su cuerpo. 22 Con la costilla que sacó del hombre, Dios el Señor hizo una mujer, y se la llevó al hombre.
¿Con cuál de las dos versiones te quedarás? ¿La que libera o la que oprime?