Marcos 4:1-34
Uno de los mensajes centrales del evangelio de Marcos es la esperanza, aunque no lo parezca. Durante la primera predicación de nuestra serie El camino de la cruz, les comenté cómo el evangelio de Marcos termina de forma interesante. Al Jesús resucitar, hay unas mujeres que: “se espantaron, y temblando de miedo salieron corriendo del sepulcro. Y era tanto el miedo que tenían, que no le dijeron nada a nadie.” (16:8). Algunos interpretan que Marcos termina su evangelio de esta forma con la intención de presentar un simple dato: los discípulos de Jesús nunca entendieron su mensaje de que su reino se trataba de servir y no ser servidos. Sin embargo, Jesús les da una nueva oportunidad para comenzar de nuevo y les invita a ir a Galilea, lugar que representa el comienzo del ministerio de Jesús. Jesús nunca perdió la esperanza de que sus seguidores recibirían su mensaje y darían frutos.
Les pregunto, ¿cómo manejamos el fracaso de otras personas en recibir el mensaje de Jesús? ¿Les damos nuevas oportunidades? ¿Cómo manejamos nuestros propios fracasos? ¿Nos damos nuevas oportunidades? El capítulo 4 de Marcos nos invitará hoy a tener esperanza de que, aunque nuestros ojos no vean lo que esperamos, Dios siempre está obrando y su obra siempre da fruto. Hoy veremos que el reino de Dios es como la semilla que se siembra y que, aunque pequeña, sigue creciendo de forma imperceptible y da fruto en su tiempo.
Marcos 4 incluye tres parábolas. Las parábolas eran pequeños cuentos que tenían una enseñanza. Estos cuentos, aunque ficticios, estaban enmarcados en el contexto social de quienes escuchaban. La meta de las parábolas era invitar a las personas a identificarse con los personajes y entorno del cuento, y ponerlas a pensar por sí mismas. Los evangelios nos enseñan que el mensaje central de las parábolas de Jesús fue el reino de Dios. Marcos lo afirma desde el inicio cuando dice que (1:14-15):
Después de que Juan fue encarcelado, Jesús fue a Galilea para proclamar el evangelio del reino de Dios. 15 Decía: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse, y crean en el evangelio!»
Veamos cuál es el mensaje acerca del reino de Dios que Marcos nos quiere enseñar por medio de estas tres parábolas, comenzando con la primera (4:1-9):
Jesús comenzó a enseñar una vez más a la orilla del lago, y fue tanta la gente que se reunió alrededor de él, que se subió a una barca que estaba en el lago y se sentó allí, mientras que la gente se quedó en la orilla. 2 Muchas cosas les enseñó por medio de parábolas, y en sus enseñanzas les decía: 3 «Presten atención. Resulta que un sembrador salió a sembrar. 4 Al sembrar, una parte de las semillas cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y se la comieron. 5 Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra, y enseguida brotó, porque la tierra no era profunda, 6 pero en cuanto salió el sol, se quemó y se secó, porque no tenía raíz. 7 Otra parte cayó entre espinos, pero los espinos crecieron y la ahogaron, de modo que no dio fruto. 8 Pero otra parte cayó en buena tierra, y brotó y creció y dio fruto, y rindió una cosecha de treinta y sesenta, y hasta de ciento por uno.» 9 Entonces les dijo: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Antes de continuar con la explicación de la parábola, es importante afirmar que la misma es sumamente importante para Jesús. En el verso 3 nos dice “Presten atención” y en el 13 “Si no entienden ustedes esta parábola, ¿cómo podrán entender todas las demás?” Segundo, el contexto de sembrar y cosechar era uno familiar para quienes escuchaban porque la agricultura era su forma de vida.
Luego de presentar esta parábola, Jesús se detiene para explicarles el propósito de las parábolas (4:10-12):
10 Cuando se quedó solo, los que estaban cerca de él junto con los doce le preguntaron qué quería decir la parábola. 11 Él les respondió: «A ustedes se les concede entender el misterio del reino de Dios; pero a los que están afuera todo se les dice por parábolas, 12 para que “viendo, vean y no entiendan; y oyendo, oigan y no comprendan; no sea que se conviertan y sus pecados les sean perdonados”.»
Aunque es un texto un poco complejo, y pudiera malinterpretarse, Jesús cita a Isaías 6:9 para afirmar la dureza e incapacidad de muchas personas de recibir su mensaje. No podemos tomar de forma literal que Jesús quería que las personas se cerraran a su mensaje. Todo lo contrario, las parábolas eran una forma de dar un mensaje de forma indirecta y aumentar así las posibilidades de que lo recibieran. Sus palabras son una forma de introducir el tema principal de estas parábolas: que, aunque haya personas que sean duras para recibir su mensaje, el reino de Dios siempre da fruto.
Con estas palabras, Jesús comienza a dejarle saber a sus discípulos que debían preguntarse si ellos eran como esas personas que miran y no ven, escuchan y no comprenden. Que no cayeran en la trampa de señalar a otros, dejando así la oportunidad para la autoevaluación. Una vez dicho esto, Jesús explica con lujo de detalles la parábola (4:14-20):
El sembrador es el que siembra la palabra. 15 Algunos son como lo sembrado junto al camino. En ellos se siembra la palabra, pero enseguida, después de oírla, viene Satanás y les arrebata la palabra sembrada en su corazón. 16 Otros son como lo sembrado entre las piedras. Al oír la palabra, enseguida la reciben con gozo; 17 pero, como no tienen raíz, su vida es muy corta, y al venir las aflicciones o la persecución por causa de la palabra, enseguida tropiezan. 18 Otros son como los que fueron sembrados entre espinos. Éstos son los que oyen la palabra, 19 pero las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas, y la codicia por otras cosas, entran en ellos y ahogan la palabra, por lo que ésta no llega a dar fruto. 20 Pero hay otros, que son como lo sembrado en buena tierra. Son los que oyen la palabra y la reciben, y rinden fruto; ¡dan treinta, sesenta y hasta cien semillas por cada semilla sembrada!»
La explicación de Jesús es clara. Él es el sembrador que ha llegado a hacer real el reino de Dios. Esta semilla es sembrada en diferentes personas, de toda clase social. Pero luego de sembrada la semilla, las personas enfrentan luchas que les tientan con abandonar el camino: el mal o Satanás, las aflicciones o persecuciones, las preocupaciones, el engaño de las riquezas y la codicia. Esta lista pudiera representar las tentaciones de las primeras comunidades cristianas a quién Marcos le escribe alrededor del año 70. Sin embargo, es también una lista de las cosas que pueden obstaculizar la obra de Dios en nosotros hoy. ¿Hay alguna otra cosa que podamos añadir a esta lista?
Por otro lado, hay quienes oyen la palabra, la reciben y dan fruto. Lo importante para Marcos es resaltar que hay buenos y malos terrenos, de manera que nos podamos identificar y pensar cuál de esos terrenos somos, así como puso a pensar a sus discípulos. ¿Serían como los religiosos y políticos de la época que estaban cerrados a su mensaje? ¿Serían como la gente que solo le buscaba por los panes y los peces?
Los versos siguientes reafirman la intención de Jesús de que todos pudieran escuchar su mensaje y autoevaluarse:
21 También les dijo: «¿Acaso la luz se enciende para ponerla debajo de un cajón, o debajo de la cama? Al contrario, ¡se enciende para ponerla en el candelero! 22 Porque no hay nada oculto que no llegue a manifestarse, ni hay nada escondido que no salga a la luz. 23 Si alguno tiene oídos para oír, que oiga.» 24 También les dijo: «Fíjense bien en lo que oyen, porque con la medida con que ustedes midan a otros, serán medidos, y hasta más se les añadirá. 25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le arrebatará.»
Jesús era la luz del mundo y estaba dando luz a todos. Su mensaje estaba sacando a la luz la incapacidad de algunas personas, particularmente los religiosos y políticos, de recibir su mensaje. Era una oportunidad para evaluarse y mirar cómo estaban juzgando a los demás sin primero juzgarse a ellos mismos. En el verso 25 les afirma que, aunque su camino sea difícil, traerá grandes bendiciones, aunque de forma diferente a lo que esperaban (riquezas, fama y poder).
Estos primeros versos, 1 al 25, han sido principalmente para la autoevaluación de sus discípulos. Los siguientes, 26 al 34, serán una invitación a la esperanza de que el reino de Dios dará fruto a pesar de la incapacidad de las personas de recibir su mensaje:
26 Jesús dijo también: «El reino de Dios es como cuando un hombre arroja semilla sobre la tierra: 27 ya sea que él duerma o esté despierto, de día y de noche la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. 28 Y es que la tierra da fruto por sí misma: primero sale una hierba, luego la espiga, y después el grano se llena en la espiga; 29 y cuando el grano madura, enseguida se mete la hoz, porque ya es tiempo de cosechar.» 30 También dijo: «¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola nos sirve de comparación? 31 Puede compararse con el grano de mostaza, que al sembrarlo en la tierra es la más pequeña de todas las semillas, 32 pero que después de sembrada crece hasta convertirse en la más grande de todas las plantas, y echa ramas tan grandes que aun las aves pueden poner su nido bajo su sombra.» 33 Con muchas parábolas como éstas Jesús les hablaba de la palabra, hasta donde podían entender, 34 y sin parábolas no les hablaba, aunque a sus discípulos les explicaba todo en privado.
La segunda parábola, del crecimiento de la semilla, afirma que el reino de Dios es precisamente un proyecto de Dios. La participación humana es importante y necesaria, pero Dios no se detiene aun cuando los seres humanos no recibimos su mensaje. Dios no se “enchisma” con el ser humano ante su incapacidad de recibirle, sino que no se quita. Ya sea que nosotros “durmamos o estemos despiertos”, recibamos su mensaje o no, la semilla brota y crece. Ya sea “de día o de noche”, siendo la noche símbolo de cuando la gente no trabaja la tierra, la semilla brota y crece. El reino de Dios no se detiene y lo que nosotros podemos hacer es unirnos u obstaculizar el mismo, pero nunca detenerlo. El reino de Dios es un milagro, un regalo de Dios, es gracia divina que se da de forma misteriosa y, a veces, imperceptible.
Ese milagro también parece algo insignificante, como la semilla de mostaza, pero que al final da resultados extraordinarios. Eso fue lo que Jesús modeló con su propia vida. El reino de Dios no vino con un ministerio de espectáculos, poder, fama y riquezas, sino con pequeños actos de servicio. La señal más grande del reino de Dios a través del ministerio de Jesús no fue sus grandes milagros, sino su muerte en la cruz. Por esos actos de servicio, que incluyó la cruz, es que el ministerio de Jesús todavía da fruto al día de hoy, no necesariamente por sus milagros. El reino de Dios da fruto extraordinario cuando nos enfocamos en el camino de la cruz, no solo en el de la gloria.
Ambas parábolas nos invitan a no perder la esperanza, Dios está detrás de todo este esfuerzo, solo somos siervos y siervas. Dios nunca se quita, a pesar de nuestra incapacidad o la de otros de recibirle y ser terreno fértil. Cuando le falles a Dios, recibe su perdón y vuelve a empezar, Él no se quita. Cuando alguien le falle a Dios o a ti, perdónale y dale otra oportunidad, Dios no se quita. Cuando tus esfuerzos por el reino de Dios parezcan no dar frutos, no te quites, algo Dios está haciendo en medio del silencio de la noche. Cuando tus esfuerzos parezcan ser muy pequeños, no te quites, darán fruto extraordinario en su tiempo.
Así como el bambú japonés tarda siete años en echar raíces, y seis meses en crecer, nunca perdamos la esperanza. Dios no se quita, tampoco lo hagas tú.
Isaías 55:8-13 dice:
8 El Señor ha dicho: «Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, ni son sus caminos mis caminos. 9 Así como los cielos son más altos que la tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos que los caminos y pensamientos de ustedes. 10 »Así como la lluvia y la nieve caen de los cielos, y no vuelven allá, sino que riegan la tierra y la hacen germinar y producir, con lo que dan semilla para el que siembra y pan para el que come, 11 así también mi palabra, cuando sale de mi boca, no vuelve a mí vacía, sino que hace todo lo que yo quiero, y tiene éxito en todo aquello para lo cual la envié. 12 »Ustedes saldrán con alegría, y volverán en paz; los montes y las colinas cantarán al paso de ustedes, y todos los árboles del campo aplaudirán. 13 En lugar de zarzas, crecerán cipreses; en lugar de ortigas, crecerán arrayanes. Esto dará lustre al nombre del Señor; ¡será una señal eterna que durará para siempre!»
He decidido seguir a Cristo
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
La cruz está ante mí, el mundo atrás quedó
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
El Rey de gloria, me ha transformado
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
Algunos vuelven, yo sigo a Cristo
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
Señor, a Ti pertenecemos. Empléanos para lo que Tú quieras, en el lugar en que Tú quieras. Sea para cumplir alguna tarea o para sobrellevar algún sufrimiento. Para ser utilizados por Ti o para ser rechazados por Ti. Para ser exaltados por Ti o para ser criticados por Ti. Permítenos estar llenos, permítenos estar vacíos. Permítenos tenerlo todo, permítenos tener nada. Libre y completamente rendimos todas las cosas a tu gloria y servicio. Y ahora, al glorioso y bendito Dios; Padre, Hijo y Espíritu Santo, pertenecemos en amor y lealtad. Así sea. Y el pacto que hicimos sobre la tierra, sea ratificado en los cielos. Amen.
-Juan Wesley