Marcos 1:35-39
Continuamos con nuestra serie El camino de la cruz. Durante esta serie el evangelio de Marcos nos ha presentado el propósito principal del ministerio de Jesús: servir y no ser servido. Jesús básicamente continúa el ministerio de Juan el bautista, que tenía la misma misión: denunciar que el liderato político y religioso estaba oprimiendo a los pobres. Ahora bien, Jesús fue 100% y 100% hombre. Esto quiere decir que las mismas tentaciones que tuvo el liderato político y religioso, de servirse a sí mismos en vez de servir, eran las mismas tentaciones que Jesús enfrentaría. Es por esta razón que Marcos 1:12-13 nos dice:
12 Enseguida, el Espíritu llevó a Jesús al desierto, 13 y allí fue puesto a prueba por Satanás durante cuarenta días. Estaba entre las fieras, y los ángeles lo servían.
El evangelio de Lucas (4:1-13) es más específico en cuanto a estas tentaciones, y afirma que las mismas giraron alrededor de las riquezas, la fama y el poder. Ante estas tentaciones, que no solo llegarían al inicio de su ministerio, sino que lo acompañarían hasta el final del mismo, Marcos nos presenta que Jesús practicó una disciplina espiritual para vencer las mismas: la oración. La oración fue la práctica que lo ayudó a no desenfocarse de su misión de servir y no ser servido. Por lo tanto, desde la perspectiva de Marcos la oración tiene un propósito particular: enfoque. Hoy visitaremos los encuentros que Jesús tuvo con la oración en este evangelio, con la intención de ser inspirados también a “velar y orar, para que no entremos en tentación.”
Marcos 1:35-39 nos dice que:
Muy de mañana, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó y se fue a un lugar apartado para orar. 36 Simón y los que estaban con él comenzaron a buscarlo, 37 y cuando lo encontraron le dijeron: «Todos te están buscando.» 38 Él les dijo: «Vayamos a las aldeas vecinas, para que también allí predique, porque para esto he venido.» 39 Y Jesús recorrió toda Galilea; predicaba en las sinagogas y expulsaba demonios.
Para entender mejor las posibles razones por las cuales Jesús decidió orar muy de mañana, es importante leer los tres versos anteriores (32-35):
Al anochecer, cuando el sol se puso, llevaron a Jesús a todos los que estaban enfermos y endemoniados. 33 Toda la ciudad se agolpaba ante la puerta, 34 y Jesús sanó a muchos que sufrían de diversas enfermedades, y también expulsó a muchos demonios, aunque no los dejaba hablar porque lo conocían.
Ante sus milagros, Jesús pasó del anonimato a la popularidad. ¿Cómo creen que el lado humano de Jesús se sintió al saber que ahora era popular? ¿Cómo se sentiría usted si toda la ciudad se reúne para conocerle, tocarle y verle? Pedro le dice en el verso 36: “Todos te están buscando.” Ante este contexto de popularidad que le podía desenfocar de su misión de servir y no ser servido, Jesús hace algo importante: se aparta de madrugada a un lugar desierto a orar. En el desierto, en la soledad, en los lugares apartados del bullicio Jesús ora para mantener el enfoque y no caer en la tentación de girar el ministerio alrededor de sí mismo y “que no se le subiera a la cabeza”. Así como el desierto fue lugar de tentación para Jesús en los versos 12 y 13, ahora el desierto también es un lugar de encuentro con Dios. ¿Cuántas veces somos tentados a girar la vida alrededor de nosotros mismos, olvidando así orar al Padre para recordar que todo se trata de Él?
Es interesante que Marcos ubica este tiempo de oración de Jesús al inicio de su ministerio, afirmando así lo importante que es orar al comenzar cualquier misión a la que Dios nos llama. ¿Cuántos de nosotros somos tentados a emprender cualquier empresa sin primero orar? Primera lección de Marcos: oramos al comenzar cualquier empresa como una forma de afirmar que todo se trata de Dios, y no de nosotros.
Marcos 6:45-52 nos cuenta un segundo tiempo de oración de Jesús:
Enseguida, hizo que sus discípulos subieran a la barca y que se adelantaran a la otra orilla, a Betsaida, mientras que él despedía a la multitud, 46 pero después de despedirlos se fue al monte a orar. 47 Cuando llegó la noche, la barca ya estaba a la mitad del lago, y Jesús estaba en tierra solo; 48 pero cerca del amanecer fue hacia ellos caminando sobre las aguas, pues los vio remar con mucha dificultad porque tenían el viento en contra. Hizo el intento de pasar de largo, 49 pero ellos, al verlo caminar sobre las aguas, pensaron que era un fantasma y comenzaron a gritar, 50 pues todos lo vieron y se asustaron. Pero él enseguida habló con ellos y les dijo: «¡Ánimo! ¡Soy yo! ¡No tengan miedo!» 51 Al subir a la barca con ellos, el viento se calmó. Y ellos estaban muy asombrados. 52 Más bien, su corazón estaba endurecido, y aún no habían entendido lo de los panes.
Para entender las posibles razones por las cuales Jesús se va nuevamente al monte a orar a solas al amanecer, es importante entender lo que acababa de ocurrir: la alimentación de los cinco mil. Ante este gran milagro, el verso 52 nos dice que “aún no habían entendido lo de los panes.” Algunos interpretan que cuando Marcos dice que Jesús vio a los discípulos “remar con mucha dificultad porque tenían el viento en contra” esto es una forma de afirmar que los discípulos amaban a Jesús pero no acababan de entender su mensaje. Ante la incapacidad de sus discípulos de entender el mensaje, Jesús se va a orar.
¿Qué hacemos nosotros cuando las personas a nuestro lado no entienden o aprecian lo que hacemos por Dios? ¿Nos retiramos a orar, pidiendo paciencia a Dios, o nos desanimamos y abandonamos el llamado? Segunda lección de Marcos: ante la incapacidad de quienes nos rodean de apreciar o entender lo que hacemos por Dios, oramos por ellos y por nosotros para que no perdamos el enfoque; no nos quitamos.
Marcos 9:25-29 nos narra el momento en que los discípulos no pudieron reprender un demonio:
Cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu impuro y le dijo: «Espíritu sordo y mudo, ¡yo te ordeno que salgas de este muchacho, y que nunca vuelvas a entrar en él!» 26 El espíritu salió gritando y sacudiendo con violencia al muchacho, el cual se quedó como muerto. En efecto, muchos decían: «Está muerto.» 27 Pero Jesús lo tomó de la mano, lo enderezó, y el muchacho se puso de pie. 28 Cuando Jesús entró en la casa, sus discípulos le preguntaron a solas: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?» 29 Jesús les respondió: «Estos demonios no salen sino con oración.»
Ante un escenario complicado, como un exorcismo, Jesús regaña a sus discípulos y les dice que les faltó orar. Los demonios representaban las fuerzas del mal, y quién tenía poder para vencerlas era Jesús no ellos. Con esto Jesús les enseña que hay muchas luchas espirituales que hay que enfrentar desde la oración, porque es en la oración en que reconocemos nuestras limitaciones, pero lo que Dios si puede hacer. Con esto Jesús nos enseña que el poder es de Dios, nosotros solo somos siervos. Ante los escenarios complejos del ministerio, ¿nos centramos en nuestros esfuerzos o, por el contrario, nos enfocamos en orar y esperar en Dios? Tercera lección de Marcos: De Dios es el poder, solos somos sus instrumentos.
Marcos 14 es el punto culminante del ministerio de Jesús en relación a la oración. Les recuerdo que para Marcos la oración es la disciplina que ayudó a Jesús a mantener el enfoque de servir y no ser servido. Miren lo que ocurre en el Getsemaní:
Al llegar a un lugar llamado Getsemaní, Jesús les dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí, mientras yo voy a orar.» 33 Se llevó consigo a Pedro, Jacobo y Juan, y comenzó a entristecerse y angustiarse. 34 Les dijo: «Siento en el alma una tristeza de muerte. Quédense aquí, y manténganse despiertos.» 35 Se fue un poco más adelante y, postrándose en tierra, oró que, de ser posible, no tuviera que pasar por ese momento. 36 Decía: «¡Abba, Padre! Para ti, todo es posible. ¡Aparta de mí esta copa! Pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» 37 Volvió luego a donde estaban sus discípulos, y los encontró dormidos. Entonces le dijo a Pedro: «¿Duermes, Simón? ¿No has podido mantenerte despierto ni una hora? 38 Manténganse despiertos, y oren, para que no caigan en tentación. A decir verdad, el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.» 39 Una vez más se retiró para orar, y repitió la misma oración. 40 Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque los ojos de ellos se les cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. 41 Cuando volvió la tercera vez, les dijo: «Sigan durmiendo y descansando. ¡Ya basta! La hora ha llegado. ¡Miren al Hijo del Hombre, que es entregado en manos de los pecadores! 42 ¡Vamos, levántense, que ya se acerca el que me traiciona!»
Para este momento Jesús ya está a punto de ser entregado por Judas para ser arrestado y crucificado. De igual forma en que hizo desde el inicio de su ministerio, Jesús se va al monte a orar. Si las tentaciones eran fuertes al inicio, ahora muy probablemente eran demasiado fuertes para Jesús. En esta ocasión se lleva consigo a tres discípulos, Pedro, Jacobo y Juan, porque su “tristeza era de muerte.” ¿No será importante orar en comunidad cuando sentimos tristezas de muerte? La oración y la solidaridad siempre van de la mano.
Ante el hecho de que había llegado su momento de morir por los pecados del mundo, Jesús se postra en tierra pidiendo que “no tuviera que pasar por ese momento.” La oración que Jesús hace es especial: “¡Abba, Padre! Para ti, todo es posible. ¡Aparta de mí esta copa! Pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.” Esa oración representa la lucha más importante que Jesús tuvo con la tentación de abandonar su misión de servir y no ser servido. Ante esta lucha, Jesús no esconde lo que siente, sino que es transparente ante su Padre y le dice “Abba”, expresión usada por los judíos para expresar una relación de intimidad entre padres e hijos.
Esta copa de la que Jesús habla es la misma que querían tomar los hijos de Zebedeo en el capítulo 10, pero que no sabían lo que significaba. Ante esta copa, Jesús hace un acto especial: se somete a la voluntad del Padre. Jesús logra vencer la tentación, no por sus propias fuerzas, sino por medio del Padre, quién le fortaleció por medio de la oración. Al terminar su oración, Jesús encuentra a sus discípulos durmiendo y les explica la gran enseñanza de la noche: “Manténganse despiertos, y oren, para que no caigan en tentación. A decir verdad, el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.” Jesús le ha estado enseñando esto a lo largo de su ministerio: continuamente serán tentados con abandonar la misión, pero es solo por medio de la oración que lograrán enfocarse. Cuando Jesús habla de la carne, no se refiere al cuerpo, sino al pecado que habita en nosotros; que podemos desenfocarnos muy fácilmente.
Lo interesante de Marcos es que afirma que Jesús oró en tres ocasiones, las mismas tres ocasiones en que encontró a sus discípulos durmiendo; claro detalle de que los discípulos no entendían, particularmente Pedro, que unos versos antes dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no lo haré” y “Aun si tuviera que morir contigo, no te negaré.” Su triple sumisión a Dios contrasta con el triple abandono de los discípulos. Luego de orar, Jesús parece ya no estar tan angustiado y triste, y enfrenta su arresto. Cuarta lección de Marcos: las tentaciones nunca nos dejarán, pero solo por medio de la oración y la fidelidad del Padre lograremos vencerlas.
Gracias al ejemplo de Jesús, tentado pero victorioso, Hebreos 4:14-16 nos dice:
Por lo tanto, y ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, retengamos nuestra profesión de fe. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. 16 Por tanto, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para cuando necesitemos ayuda.
Marcos nos recuerda que: oramos al comenzar cualquier empresa como una forma de afirmar que todo se trata de Dios, y no de nosotros; ante la incapacidad de quienes nos rodean de apreciar o entender lo que hacemos por Dios, oramos por ellos y por nosotros para que no perdamos el enfoque, no nos quitamos; de Dios es el poder, solos somos instrumentos; las tentaciones nunca nos dejarán, pero solo por medio de la oración y la fidelidad del Padre lograremos vencerlas.
¿Te sientes tentado a abandonar la misión? ¿Sientes cansancio, desánimo, incredulidad, miedo? Es tiempo de velar y orar…no de quitarnos.
He decidido seguir a Cristo
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
La cruz está ante mí, el mundo atrás quedó
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
El Rey de gloria, me ha transformado
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
Algunos vuelven, yo sigo a Cristo
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
Señor, a Ti pertenecemos. Empléanos para lo que Tú quieras, en el lugar en que Tú quieras. Sea para cumplir alguna tarea o para sobrellevar algún sufrimiento. Para ser utilizados por Ti o para ser rechazados por Ti. Para ser exaltados por Ti o para ser criticados por Ti. Permítenos estar llenos, permítenos estar vacíos. Permítenos tenerlo todo, permítenos tener nada. Libre y completamente rendimos todas las cosas a tu gloria y servicio. Y ahora, al glorioso y bendito Dios; Padre, Hijo y Espíritu Santo, pertenecemos en amor y lealtad. Así sea. Y el pacto que hicimos sobre la tierra, sea ratificado en los cielos. Amen.
-Juan Wesley