Marcos 1:16-20
Continuamos con nuestra serie El camino de la cruz, aprendiendo a seguir a Jesús. Según el evangelio de Marcos, la vida cristiana es como un casete con dos lados: el lado A es gloria, y el lado B es cruz. Ante esta realidad, la pregunta que está sobre la mesa estos tres meses es: ¿hemos entendido lo que significa seguir a Jesús? ¿Hemos entendido que la gloria va de la mano de la cruz?
La pasada semana hablamos de las razones por las cuales mataron a Jesús. Cuando Jesús dijo que el reino se había acercado, no estaba hablando de un lugar o de un reinado político. Ante el abuso de poder y corrupción por parte del liderato político y religioso, Jesús traería un reinado diferente: servir a los demás, antes de ser servido. Por eso, puso su atención en dos poblaciones: en los oprimidos, para darle esperanza, y en los opresores, para invitarles al arrepentimiento.
Ahora bien, luego de comenzar su proclamación sobre el reino de Dios en los versos 14 y 15, Jesús hace algo muy importante: llama a sus primeros discípulos. Antes de entrar en estos versos, pongamos en perspectiva este llamado. Si su ministerio se trataba de construir una nueva comunidad de creyentes en donde se traería esperanza a los oprimidos (endemoniados, pobres, recaudadores de impuestos, enfermos, mujeres, niños, entre otros) y se invitaría al arrepentimiento al liderato político y religioso, ¿cuál de estos dos grupos ustedes creen que estaría más abierto a recibir su mensaje y comprometerse con el reino de Dios?
¿No creen que los oprimidos tendrían mayor facilidad (o menos obstáculos) en comparación con los poderosos para servir a los demás en vez de ser servidos? ¿Ustedes creen que la élite (que lo tenían todo) podía seguir a Jesús como lo podía hacer alguien que no tenían nada? ¿No creen ustedes que los pobres en ocasiones tienen una ventaja: que no tienen nada que perder? ¿No creen que los que antes eran oprimidos podían tener mayor empatía y solidaridad con otros oprimidos? ¿No creen que, si el reinado de Jesús iba a dedicarse a traer esperanza a los oprimidos, lo mejor no sería que el liderato de este ministerio estuviera compuesto por oprimidos que hubieran sido transformados por el poder de Jesús? ¿No creen que a los oprimidos le daría esperanza ver como Jesús le estaba confiando el liderato de su ministerio a personas como ellos?
Lo que veremos en los próximos versos es cómo los líderes del movimiento de Jesús serían personas que la sociedad no reconocía como dignos o importantes; porque estos tendrían mayor facilidad para comprometerse con su mensaje de servir y no ser servidos, al contrario de la élite. Ahora bien, lo particular de este grupo de discípulos no solo fue que eran oprimidos, sino pecadores. Su liderato no sería un club de santos, sino personas con muchos defectos. No eran la crema o lo mejor disponible. Sin embargo, a esas personas Jesús llama. Por eso, la predicación de hoy se titula: pescadores y pecadores.
Cuando hablamos de pescadores, Marcos 1:16-20 nos dice:
Mientras Jesús caminaba junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés. Estaban echando la red al agua, porque eran pescadores. 17 Jesús les dijo: «Síganme, y yo haré de ustedes pescadores de hombres.» 18 Enseguida, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. 19 Un poco más adelante, Jesús vio a otros dos hermanos, Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, quienes estaban en la barca y remendaban sus redes. 20 Enseguida Jesús los llamó, y ellos dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, y lo siguieron.
Llamar a pescadores tenía dos propósitos, entre muchos. Primero, que en su mayoría eran personas de la clase baja. Los pescadores vivían de la pesca, no era un pasatiempo. Si no pescaban, no comían; y no solo ellos, sino que sus familias tampoco lo hacían. Este oficio era altamente regulado por Roma y tenían que pagar impuestos de manera tal que sus ganancias era pocas. En ocasiones los pescadores utilizaban barcas que no eran de su propiedad, porque no tenían capacidad económica para tener las suya; y en ocasiones, como pudo ser el caso de los hijos de Zebedeo, tenían sus propias barcas. A estas personas Jesús llama. Segundo, como pescadores, podían entender mejor la misión que se les otorgaría: pescar nuevos seguidores de Jesús.
Ahora bien, quiero que nos fijemos en lo que ocurre en la narración de Marcos. Jesús les dice “síganme”. Esa invitación no fue a tener un “part-time” con Jesús; sino a dejarlo todo por seguirle. Eso incluía dejar aquello que permitía su sobrevivencia, pero también la sobrevivencia de su familia. Al dejar sus redes para seguir a Jesús dejarían a sus familias sin provisión económica. Pero el detalle más importante no es ese, sino que Marcos nos dice Jesús llama a dos parejas de hermanos, Simón y Andrés, y Santiago y Juan. Esto significaba que los padres y familiares de Simón y Andrés, y Santiago y Juan, se quedarían sin dos hijos y dos esposos al mismo tiempo. ¿Puede usted pensar cómo se sintió Zebedeo, el padre de Santiago y Juan, al ver que sus hijos le dejaban por seguir a Jesús? ¿Respondemos nosotros de la misma manera? ¿De forma radical, confiando en que Dios suplirá a nuestras familias?
Marcos 2:13-17 luego nos habla de los pecadores a quién Jesús llamó:
Después Jesús volvió a la orilla del lago. Y toda la gente se le acercaba, y él les enseñaba. 14 De paso vio a Leví hijo de Alfeo, que estaba sentado donde se cobraban los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Y Leví se levantó y lo siguió. 15 Y sucedió que mientras Jesús estaba sentado a la mesa, en la casa de Leví, también muchos cobradores de impuestos y pecadores se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues ya eran muchos los que lo seguían. 16 Cuando los escribas y los fariseos lo vieron comer con cobradores de impuestos y con pecadores, les preguntaron a los discípulos: «¿Cómo? ¿Éste come y bebe con cobradores de impuestos y con pecadores?» 17 Jesús los oyó, y les dijo: «No son los sanos los que necesitan de un médico, sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Al igual que hizo con los pescadores, Jesús le dijo “sígueme” a Leví. Pero tal y como hablamos la pasada semana, Leví era un pecador de marca mayor: era un cobrador de impuestos, un traidor. Marcos nos dice que inmediatamente Leví le siguió, pero que también muchos cobradores de impuestos y pecadores también. ¿Qué nos quiso decir Marcos con este llamado? Que los líderes del movimiento de Jesús no solo serían pescadores, sino pecadores. Esto traería una gran esperanza para quienes querían seguir a Jesús: “al igual que Leví, un gran pecador, yo también tengo esperanza; si Jesús escogió a un pecador, me puede escoger a mí.” Con esto Jesús estaba afirmando que, al llamar a un pecador, los demás pecadores sentirían que no estaban excluidos del perdón y los nuevos comienzos. No tengamos duda de que por eso la mesa también se llenó con otros recaudadores de impuestos y pecadores. Ante esto, Jesús es criticado. Les pregunto, ¿son nuestras iglesias una mesa abierta con muchos pecadores como la que se sentó Jesús? ¿O son mesas cerradas como las de los religiosos que criticaron a Jesús? ¿Las personas pueden ver nuestra iglesia como un lugar seguro para reconocer que son pecadores, pero que tienen en Jesús la esperanza de ser perdonados y comenzar de nuevo?
Marcos (3:13-19) nos dice que Jesús completó un grupo de doce discípulos, y Lucas (8:1-3) nos dice que también había mujeres que seguían a Jesús. Ahora bien, estos pescadores y pecadores fueron enviados, se les dio una misión. Marcos 6:7-13 nos dice:
Jesús llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos. Les dio autoridad sobre los espíritus impuros, 8 y les mandó que no llevaran nada para el camino. Aparte de un bastón, no debían llevar mochila, ni pan, ni dinero en el cinto. 9 También podían llevar sandalias, pero no dos mudas de ropa. 10 Les dijo: «Cuando ustedes lleguen a una casa, quédense allí hasta que salgan de ese lugar. 11 Si en algún lugar no los reciben ni los escuchan, salgan de allí y sacúdanse el polvo de los pies, como un testimonio contra ellos.» [De cierto les digo que, en el día del juicio, el castigo para los de Sodoma y Gomorra será más tolerable que para aquella ciudad.] 12 Los doce salieron e iban predicando a la gente que se arrepintiera. 13 También expulsaban muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.
Hay muchos detalles que pudiéramos resaltar de este envío, pero hoy solo quiero resaltar uno solo, porque quiero que recordemos que la serie se titula El camino de la cruz. Este asunto es la itinerancia. Los discípulos fueron enviados de dos en dos, se les dio autoridad y mandó que no llevaran nada por el camino. Mientras extendían el ministerio de Jesús por medio de la predicación, las sanidades y los exorcismos, tenían que depender totalmente de Dios. Mientras seguían a Jesús tenían que confiar en que Dios haría provisión por medio de las personas a quienes ellos sirvieran. Cuando llegaban a las casas, serían recibidos o no recibidos. Si eran recibidos, habría provisión; si no, tendrían que ir a otra casa donde serían bien recibidos.
Esta total dependencia de Dios servía varios propósitos. En primer lugar, su total dependencia de Dios sería una forma de modelar a los oprimidos lo que conllevaría ese reino de Dios. Segundo, su carencia les permitiría identificarse mejor con quienes ellos iban a servir. Tercero, enfocarse en las comodidades podían desenfocarles de la misión. Cuarto, esta total dependencia permitiría la creación de una nueva comunidad, una nueva familia, que no sería necesariamente la de sangre. Marcos 3:31-35 nos dice:
Llegaron entonces la madre y los hermanos de Jesús, pero se quedaron afuera y mandaron a llamarlo. 32 La muchedumbre sentada a su alrededor le dijo: «Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están allí afuera, y te buscan.» 33 Jesús les respondió: «¿Y quién es mi madre, y mis hermanos?» 34 Miró entonces a los que estaban sentados a su alrededor, y dijo: «Mi madre y mis hermanos están aquí. 35 Porque todo el que hace la voluntad de Dios es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»
Al dejar a sus familias de origen, lo cual era muy duro, los discípulos ahora dependían de una nueva familia que los recibiría en sus hogares mientras predicaban y sanaban. Ahora sus familias serían todos aquellos que se unieran a este movimiento de Jesús. Incluso, se daría el caso en que sus familias de origen fueran las primeras en no apoyar el movimiento de Jesús porque les estaba quitando a sus hijos y esposos, como fue el caso de Zebedeo. Esto fue lo que quizás Marcos quiere decir en el capítulo 6 cuando afirma que:
De allí, Jesús se fue a su tierra, y sus discípulos lo siguieron. 2 Cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga. Al escuchar a Jesús, muchos se preguntaban admirados: «¿De dónde sabe éste todo esto? ¿Qué clase de sabiduría ha recibido? ¿Cómo es que con sus manos puede hacer estos milagros? 3 ¿Acaso no es éste el carpintero, hijo de María y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿Acaso no están sus hermanas aquí, entre nosotros?» Y les resultaba muy difícil entenderlo. 4 Pero Jesús les dijo: «No hay profeta sin honra, excepto en su propia tierra, entre sus parientes, y en su familia.» 5 Y Jesús no pudo realizar allí ningún milagro, a no ser sanar a unos pocos enfermos y poner sobre ellos las manos; 6 y aunque se quedó asombrado de la incredulidad de ellos, siguió recorriendo las aldeas de alrededor para seguir enseñando.
¿No creen que la dificultad que tenían las familias de los discípulos y de Jesús, de apoyar este movimiento, era en parte porque la itinerancia que Jesús les requirió a sus líderes era dura de aceptar para las familias de los discípulos y la de Jesús mismo? Dejarlo todo para seguir a Jesús sería duro, no solo para los discípulos, sino para sus familias. Ahora podemos entender mejor las palabras de Mateo (10:34-39) cuando dice:
No piensen que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. 35 He venido para poner al hijo contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra. 36 Los enemigos del hombre serán los de su casa. 37 El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. El que ama a su hijo o hija más que a mí, no es digno de mí. 38 El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. 39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
En el caso de Mateo, no solo habla de esta itinerancia y desapego familiar, sino de toda una serie de persecuciones por seguir a Jesús (10:16-25). Al igual que Marcos, Mateo resalta el sacrificio que conllevaría el reino de Dios.
¿Qué nos quiere decir Marcos con todo esto hoy? Que los discípulos de Jesús fueron personas que no valían para la sociedad (pescadores) e imperfectos (pecadores); sin embargo, tuvieron mayor apertura y compromiso con el reino de Dios, aceptando así la itinerancia y ser rechazados por sus propias familias de origen. Ese fue el caso de Pedro, el discípulo que no entendió el mensaje de Jesús inicialmente, pero su compromiso pudo más que su imperfección. Al igual que Pedro, muchos fueron capaces de depender de Dios, tal y como Abraham:
Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré… Y Abrán se fue, tal y como el Señor le dijo… (Génesis 12).
Y nosotros, ¿hemos entendido el mensaje de Jesús? ¿Tenemos este compromiso de servir y no ser servidos como lo tuvieron estos pescadores y pecadores, a pesar de los riesgos y sacrificios?
He decidido seguir a Cristo
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
La cruz está ante mí, el mundo atrás quedó
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
El Rey de gloria, me ha transformado
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
Algunos vuelven, yo sigo a Cristo
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
Señor, a Ti pertenecemos. Empléanos para lo que Tú quieras, en el lugar en que Tú quieras. Sea para cumplir alguna tarea o para sobrellevar algún sufrimiento. Para ser utilizados por Ti o para ser rechazados por Ti. Para ser exaltados por Ti o para ser criticados por Ti. Permítenos estar llenos, permítenos estar vacíos. Permítenos tenerlo todo, permítenos tener nada. Libre y completamente rendimos todas las cosas a tu gloria y servicio. Y ahora, al glorioso y bendito Dios; Padre, Hijo y Espíritu Santo, pertenecemos en amor y lealtad. Así sea. Y el pacto que hicimos sobre la tierra, sea ratificado en los cielos. Amen.
-Juan Wesley