Marcos 1:1-13
¿Cuántos tuvimos la oportunidad de escuchar música por medio de un casete? Los mismos tenían dos lados: A y B. Usualmente un lado era mejor que el otro, y en la mayoría de las ocasiones teníamos un lado favorito. Sin embargo, la realidad es cada lado se complementaba con el otro. Para apreciar mejor la producción musical se necesitaba escuchar ambos lados.
Así funciona la vida cristiana. La misma es como un casete con dos lados. El lado A tiene las siguientes canciones: Gloria, resurrección, nueva vida, milagros, salvación, sanidades. Pero también tiene un lado B que incluye: Cruz, muerte, sufrimiento, servicio, entrega, sacrificio. Así como sucede con una producción musical, ambos lados se complementan y tienen parte importante en nuestra jornada de fe.
Este es quizás el mensaje principal del evangelio de Marcos: seguir a Jesús incluye gloria y cruz. Marcos, evangelio que estaremos estudiando por tres meses, empieza con el lado A:
Principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios. 2 Como está escrito en el profeta Isaías:
«Yo envío a mi mensajero delante de ti,
El cual preparará tu camino.
3 Una voz clama en el desierto:
“Preparen el camino del Señor;
Enderecen sus sendas.”»
4 Juan se presentó en el desierto, y bautizaba y proclamaba el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados. 5 Toda la gente de la provincia de Judea y de Jerusalén acudía a él, y allí en el río Jordán confesaban sus pecados, y Juan los bautizaba. 6 La ropa de Juan era de pelo de camello, alrededor de la cintura llevaba un cinto de cuero, y se alimentaba de langostas y miel silvestre.7 Al predicar, Juan decía: «Después de mí viene uno más poderoso que yo. ¡Yo no soy digno de inclinarme ante él para desatarle la correa de su calzado! 8 A ustedes yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.» 9 Por esos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10 En cuanto Jesús salió del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma. 11 Y desde los cielos se oyó una voz que decía: «Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco.»
Una de las inquietudes primarias de Marcos es presentar quién es Jesús. A lo largo de todo el evangelio quienes siguen a Jesús tienen mucha dificultad para entender quién es Jesús y su propósito en la tierra. Es por esto que Marcos comienza el evangelio afirmando quién es Jesús: el hijo de Dios. Si pudiéramos darle nombre al lado A del evangelio de Marcos, el mismo sería: Jesucristo: el hijo de Dios.
El bautismo de Jesús es, entre muchas otras, la forma en que el Padre afirmó que quién estaba entre ellos era Dios mismo. Jesús no era un ser humano cualquiera, era Dios. En el bautismo de Jesús la paloma del Espíritu Santo se posa sobre Jesús como afirmación del poder que Jesús tendría sobre las fuerzas del mal, demonios, enfermedades, y la misma muerte. Dios mismo, con voz audible, afirmó este poder. Este poder fue el que llevó a Jesús a realizar muchísimas sanidades en los primeros ocho capítulos del evangelio de Marcos, lo que pudiéramos llamar el lado A del evangelio. En el mismo se presenta cómo Jesús calma la tormenta, libera al endemoniado, resucita a una niña, sana a la mujer del flujo de sangre, alimenta a cinco mil, camina sobre el agua, y sana a un sordomudo y un ciego; entre otros milagros.
El bautismo de Jesús es el anuncio de que había llegado Aquél que tendría poder sobre las fuerzas del mal, y hasta los mismos demonios (1:24) tenían conocimiento de esto cuando le dijeron a Jesús: “Hijo del Dios Altísimo, ¿qué tienes que ver conmigo? ¡Yo te ruego por Dios que no me atormentes!” (Marcos 5:7). Marcos nos presenta cómo toda esta muestra de poder atraía a la gente hacia Jesús, “Y muy pronto la fama de Jesús se difundió por toda la provincia de Galilea” (1:28), “Y Jesús recorrió toda Galilea; predicaba en las sinagogas y expulsaba demonios” (1:39), “y mucha gente de Galilea y de Judea lo siguió 8 al enterarse de todo lo que hacía. También acudieron a él muchos de Jerusalén, de Idumea y del otro lado del Jordán, así como de los alrededores de Tiro y de Sidón” (3:7-8).
¿A cuántos nos gusta ese lado A? ¿Gloria, poder, milagros, sanidades? A todos, imagino. Marcos precisamente nos muestra como durante los primeros ocho capítulos de su libro la gente no tuvo mucha dificultad con seguir a Jesús luego de todos estos milagros. Incluso, sus discípulos se maravillaban y se preguntaban quién era Jesús, al ver tanto poder. Creían que Jesús sería ese Mesías tan esperado que los libraría de la opresión política, social y espiritual que vivían. Ahora bien, ese era solo el lado A. Luego del bautismo se nos presenta un anticipo del lado B:
12 Enseguida, el Espíritu llevó a Jesús al desierto, 13 y allí fue puesto a prueba por Satanás durante cuarenta días. Estaba entre las fieras, y los ángeles lo servían.
Inmediatamente luego de su bautismo Jesús enfrenta las famosas tentaciones por parte de Satanás. Las mismas son un ejemplo de lo que vendría como parte de su ministerio. Su ministerio no solo sería poder y gloria, sino pruebas, sufrimiento, sacrificio y obstáculos en el camino. Su jornada no sería fácil. Su ministerio no se caracterizaría por usar ese poder para gloriarse a sí mismo, sino para darle gloria al Padre. Ese poder no sería utilizado para servirse a sí mismo, “Porque ni siquiera el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (10:45). Jesús tenía claro que “Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. 35 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará” (8:35) y “Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el último de todos, y el servidor de todos” (9:35).
Con todo esto Jesús lo que estaba diciendo era que ese poder que sanaba y producía milagros tenían un fin mucho mayor al que estaban viendo sus ojos. Ese poder era un anticipo, un vaticinio, un augurio de cómo Él vencería el mal de una vez y por todas en una cruz. Cuando Jesús comienza a decir esto, la gente comenzó a tener dificultades para seguirle, incluyendo sus propios discípulos. Marcos es intencional en presentar la incapacidad de los discípulos para escuchar el lado B de su ministerio. Pedro, representando a los discípulos, quiso impedir este sufrimiento, y Jesús le dice: “¡Aléjate de mi vista, Satanás! ¡Tú no piensas en las cosas de Dios sino en cuestiones humanas!” (8:33).
Hay un detalle muy importante acerca del evangelio de Marcos, y es su final. Al Jesús resucitar, hay unas mujeres que: “se espantaron, y temblando de miedo salieron corriendo del sepulcro. Y era tanto el miedo que tenían, que no le dijeron nada a nadie.” (16:8). Algunos interpretan que Marcos termina su evangelio de esta forma con la intención de presentar un simple dato: los discípulos de Jesús nunca entendieron lo que significó seguirle; ellos fracasaron. Nunca entendieron que el poder y la gloria se utilizarían para la cruz y el sacrificio. Es por esto que en el verso anterior (16:7) Jesús, al resucitar, invita a sus discípulos a regresar a Galilea. ¿Qué significa Galilea? El lugar donde Jesús comenzó a realizar todos sus milagros en los primeros ocho capítulos de Marcos, en el lado A de su ministerio. El lado B era Jerusalén, que representaba muerte y sufrimiento. Luego de su resurrección, ahora los discípulos debían regresar a Galilea para comenzar de nuevo. A pesar de su fracaso, Jesús les daría una nueva oportunidad para entender y vivir lo que significaba ser sus discípulos: gloria y cruz.
Y nosotros, ¿hemos entendido lo que significa seguir a Jesús? ¿Hemos entendido que la gloria va de la mano de la cruz? ¿Hemos entendido que el poder de Dios en nosotros debe ser canalizado hacia el servicio, la entrega y el amor hacia los demás? ¿Buscamos servir antes que ser servidos? ¿Nuestra vida cristiana incluye sacrificio y seguimiento a pesar de los obstáculos? ¿Nos hemos quedado en el lado A solamente, disfrutando de los milagros, pero incapaces de tomar nuestra cruz?
Leí lo siguiente hace unas semanas: “No vayas a la iglesia esperando que un culto te agrade, ve a la iglesia y ofrécele un buen culto a Dios.” Esto es un simple ejemplo de si hemos aprendido lo que significa seguir a Jesús. ¿Llegamos hasta nuestros cultos preparados para darle a Dios nuestra mejor adoración, nuestras mejores oraciones, nuestras mejores ofrendas, nuestros mejores saludos? ¿O esperamos que sean otros los que nos sirvan? ¿Nos despojamos de nosotros mismos para servir y dar antes de ser servidos?
Filipenses 2:5-8 dice:
Que haya en ustedes el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, 6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Así como para apreciar mejor la producción musical se necesitaba escuchar ambos lados, te invito a seguir a Jesús desde la gloria y la cruz. Te invito a orar como lo hizo Juan Wesley, quién comprendió el mensaje de Jesús:
Señor, a Ti pertenecemos. Empléanos para lo que Tú quieras, en el lugar en que Tú quieras. Sea para cumplir alguna tarea o para sobrellevar algún sufrimiento. Para ser utilizados por Ti o para ser rechazados por Ti. Para ser exaltados por Ti o para ser criticados por Ti. Permítenos estar llenos, permítenos estar vacíos. Permítenos tenerlo todo, permítenos tener nada. Libre y completamente rendimos todas las cosas a tu gloria y servicio. Y ahora, al glorioso y bendito Dios; Padre, Hijo y Espíritu Santo, pertenecemos en amor y lealtad. Así sea. Y el pacto que hicimos sobre la tierra, sea ratificado en los cielos. Amen.
He decidido seguir a Cristo
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
La cruz está ante mí, el mundo atrás quedó
No vuelvo atrás, no vuelvo atrá
El Rey de gloria, me ha transformado
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás
Algunos vuelven, yo sigo a Cristo
No vuelvo atrás, no vuelvo atrás