Hebreos 4:12-13, Lucas 4:1-13
Hoy continuamos con nuestra serie Plantados: lo que la Biblia es y puede hacer en nosotros. La primera predicación trató acerca de lo que la Biblia es; hoy, de lo que puede hacer en nosotros. Si te preguntaran cuál es tu libro favorito, ¿qué dirías? Buscando en internet encontré los cinco libros más vendidos en la historia moderna: Don Quijote, Historia de dos ciudades, El Señor de los anillos, El principito y El hobbit. ¿Alguno de esos es su favorito? ¿Tienes otro?
¿Alguna vez te has preguntado por qué decidiste leer un libro? ¿Por qué los seres humanos leemos? ¿Qué produce en nosotros el leer? En mi opinión, creo que hay cinco razones, entre muchas, por las cuales las personas leemos: información, aprendizaje, imaginación, entretenimiento y transcendencia. Esta última me llama mucho la atención: los seres humanos buscamos plasmar en escritos nuestras lecciones de vida o algún mensaje particular que queremos que otras personas puedan disfrutar. Leemos para encontrar esos mensajes que provocarán un “click” dentro de nosotros y nos cambiarán para siempre. Como seres humanos tenemos necesidades espirituales profundas que pueden ser saciadas a través de la lectura. Por ejemplo, El principito dice lo siguiente: “Solo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos.”
Esa fue la razón principal por la cual se escribió la Biblia: trascendencia. Quienes la escribieron fueron inspirados por Dios para dejarnos un mensaje que saciaría nuestras necesidades más profundas. La Biblia es mucho más que un libro, en ella encontramos la palabra de Dios que sacia y encamina nuestra vida. La Biblia es medicina para el alma. ¿Cómo la Biblia es medicina? Hebreos 4:12 nos explica:
Pues la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos. No hay nada en toda la creación que esté oculto a Dios. Todo está desnudo y expuesto ante sus ojos; y es a él a quien rendimos cuentas.
Vayamos por parte. Primero, es viva y poderosa. La Biblia no es letra muerta, sino viva. No importa cuántas veces la leamos, es viva porque tiene un mensaje nuevo que se ajusta a la realidad de nuestra vida. Por ejemplo, el Salmo 23 es medicina para el alma a lo largo de las diferentes etapas de nuestras vidas. A la Biblia no se le agotan sus mensajes.
Segundo, es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. En la antigüedad, así como hoy día, se utilizaban navajas o cuchillos para operar a las personas. Estos cuchillos tienen dos filos para ser precisamente filosos y abrir el cuerpo que será operado. Aunque doloroso e incómodo, en ocasiones la única forma de acceder a esa parte del cuerpo es cortando entre la articulación y la médula del hueso. El objetivo de la operación es sacar a la luz o exponer lo que necesita ser mejorado.
El autor de Hebreos dice que la Biblia funciona de la misma manera, como un cuchillo de dos filos que deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos. Es un cuchillo que abre nuestra vida y saca a la luz nuestra condición humana, nuestra vulnerabilidad. Pero no lo hace con mala intención, sino que lo hace porque sabe que la única manera de sanar nuestro corazón es accediendo a él. Por eso es que en ocasiones tenemos dificultad con leer la Biblia, porque nos confronta con nuestra realidad de vida y expone nuestro pecado. Hoy día, en una cultura de apariencias, continuamente escogemos lo que mostramos al público o lo que se mantiene privado. Eso no sucede cuando leemos la Biblia: no hay nada en toda la creación que esté oculto a Dios. Todo está desnudo y expuesto ante sus ojos; y es a él a quien rendimos cuentas. El Salmo 139 también afirma:
Señor, tú me has examinado y me conoces;
2 tú sabes cuando me siento o me levanto;
¡desde lejos sabes todo lo que pienso!
3 Me vigilas cuando camino y cuando descanso;
¡estás enterado de todo lo que hago!
4 Todavía no tengo las palabras en la lengua,
¡y tú, Señor, ya sabes lo que estoy por decir!
5 Tu presencia me envuelve por completo;
la palma de tu mano reposa sobre mí.
6 Saber esto rebasa mi entendimiento;
¡es tan sublime que no alcanzo a comprenderlo!
7 ¿Dónde puedo esconderme de tu espíritu?
¿Cómo podría huir de tu presencia?
8 Si subiera yo a los cielos, allí estás tú;
si me tendiera en el sepulcro, también estás allí.
Ahora bien, la Biblia no nos confronta para que caigamos en frustración, auto condenación o autocompasión. Nos confronta para sanarnos y transformarnos. 2 Timoteo 3:16-17 dice:
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
Aunque duele y molesta que se saque a la luz nuestro pecado, el fin siempre es bendición. Por eso la Biblia es como espada de dos filos: juicio y bendición. Nos confronta y enjuicia, pero nos transforma. Les doy un ejemplo personal. Mateo 6:24 dice:
Nadie puede servir a dos amos. Pues odiará a uno y amará al otro; será leal a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero.
En mi vida este texto bíblico lo había querido evitar porque me confrontaba demasiado. Soy una persona que me gusta planificar y prepararme para el futuro. Eso incluye hacer presupuestos y tener cuentas de ahorros para emergencias. Todo eso es bueno. Sin embargo, en los últimos cinco a seis años de mi vida he sido confrontado con que la forma en que manejamos nuestro dinero refleja nuestros pensamientos y deseos más íntimos. Por consiguiente, he sido invitado a no poner mi confianza en mis cuentas de banco sino en Dios. Dios ha hecho un trabajo en mí, aunque soy una obra en construcción. Ahora, cada vez que pienso en asuntos de dinero, me viene a la mente este pensamiento: ¡Dios proveerá!
¿Cuántos fuimos confrontados por alguna persona que nos dijo algo que no queríamos escuchar, pero era lo que necesitábamos escuchar? Así funciona la Biblia, nos confronta, pero nos transforma. ¿Qué encontraría Dios si operara tu corazón hoy? ¿Qué necesita ser confrontado? ¿Qué sacaría a la luz? Al leer la Biblia serás confrontado, pero también transformado.
Cuando la leas, te invito a hacer cuatro cosas todos los días: leer, meditar, escribir y orar. Lee una pequeña porción de la Biblia dos o tres veces. Medita lo que quiere decir a tu vida. Escribe en la libreta de oración lo que Dios te hable y termina en oración. Eso se llama lectio divina. Recuerda también leer la Biblia utilizando El Aposento Alto. Además, todos los días nuestra iglesia tiene una lectura bíblica para leer; búscala en el programa mensual.
¿Cuál es tu libro favorito? Jesús mismo hizo de las escrituras su libro favorito y lo primero que hizo al comenzar su ministerio fue citarlas al diablo en el desierto, y luego en la sinagoga:
«El Espíritu del Señor está sobre mí.
Me ha ungido para proclamar buenas noticias a los pobres;
me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos,
a dar vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos
19 y a proclamar el año de la buena voluntad del Señor.»
Lucas 4:18-19
Te invito hoy a hacer de la Biblia tu libro favorito. Se sufre, pero se goza.