¿Qué le dijo una oruga a una mariposa?
-Oruga: “Has cambiado.”
-Mariposa: “Se supone que cambiemos.”
Esta breve ilustración nos recuerda lo que debe ser la vida cristiana: un continuo proceso de transformación para parecernos a Jesús. Nuestra religión, el cristianismo, debe movernos a encuentros continuos con Dios que nos transformen para ser más como Jesús. Somos llamados a dar frutos y que lo que salga de nosotros, nuestra conducta, se parezca a lo que Jesús hubiera hecho en nuestro lugar. Miren esta cita que encontré esta semana:
“El cristianismo es un estilo de vida, una forma de ser en el mundo que es simple, no violento, compartido y amoroso. Sin embargo, lo hemos convertido en una “religión” establecida (y todo lo que eso implica) y hemos evadido así el cambio en el estilo de vida. Uno puede ser pro-guerra, ambicioso, racista, egoísta y vano dentro del cristianismo, y aun así creer que Jesús es “su Salvador personal y Señor”…El mundo ya no tiene tiempo para esta tontería. El sufrimiento en la Tierra es demasiado.”
-Richard Rohr
El fundador del movimiento metodista, Juan Wesley, llamó a este proceso de parecernos más a Jesús santificación o perfección cristiana:
El nuevo nacimiento no es lo mismo que la santificación. Cuando nacemos de nuevo comienza nuestra santificación, nuestra santidad interior y exterior. Y desde entonces en adelante gradualmente hemos de crecer en todo en aquél que es nuestra cabeza.
¿Qué significa ser santificado? Ser renovado en la imagen de Dios en la justicia y santidad de la verdad… ¿Cuándo comienza la santificación interior? En el preciso momento en que la persona es justificada. A partir de ese momento, gradualmente el creyente va muriendo al pecado y creciendo en gracia.
Este proceso de santificación que describe Juan Wesley tiene su fundamento bíblico en Efesios 4:12-15:
…a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios; hasta que lleguemos a ser un hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;14 para que ya no seamos niños fluctuantes, arrastrados para todos lados por todo viento de doctrina, por los engaños de aquellos que emplean con astucia artimañas engañosas, 15 sino para que profesemos la verdad en amor y crezcamos en todo en Cristo, que es la cabeza..
Una vez hemos decidido seguir a Jesús, la meta es ser como Él. No hay duda de que esta meta es ambiciosa, y hasta pudiera abrumarnos. ¿Quién puede ser como Jesús? No hay duda de que nadie podrá ser perfecto como Jesús. Pero, ¿eso quiere decir que no lo vamos a intentar? Más que una opción es un llamado que Dios nos hace, tal y como dice 1 Pedro 1:14-16:
Pórtense como hijos obedientes, y no sigan los dictados de sus anteriores malos deseos, de cuando vivían en la ignorancia. 15 Al contrario, vivan una vida completamente santa, porque santo es aquel que los ha llamado. 16 Escrito está: «Sean santos, porque yo soy santo.»
Ahora bien, cuando hablamos de santidad o santificación, debemos tener varios asuntos bien claros: la iglesia está para inspirar no condenar, la santidad es una obra de Dios y que el proceso es poquito a poquito.
La iglesia es un grupo de apoyo y una escuela en la que juntos aprendemos a ser como Jesús. No es un lugar para presionarnos unos a otros, sino para ayudarnos, así como las madres que se reúnen en el cuido de la niñez cada domingo para aprender juntas a ser madres. La iglesia es para motivarnos e inspirarnos, no para maltratarnos y fijarnos en nuestras debilidades. ¿Ustedes sabían que los equipos deportivos se desempeñan mejor en sus canchas locales que afuera? Así debería ser la iglesia, debemos ser una fanaticada unos para otros. No estamos para juzgar, sino para inspirar. Las palabras que deben estar en nuestra boca son las de Filipenses 1:6:
Estoy persuadido de que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.
Por otro lado, la santidad viene de Dios, no es algo que podemos producir en nosotros mismos. La santificación se da en la medida en que nos acercamos a Dios para ser transformados a su imagen. 2 Corintios 3:18 dice:
Así que, todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen.
Si queremos ser como Jesús, necesitamos permitirle a Dios que nos transforme. La transformación es un regalo de Dios. Esta transformación viene cuando día tras día practicamos una serie de disciplinas espirituales que nos colocan ante Dios para ser transformados. Las disciplinas espirituales no nos cambian ni transforman por sí mismas, sino que nos colocan ante Dios de modo que Él pueda transformarnos. No son el sendero que provoca el cambio, sino que nos colocan en el sendero en donde el cambio puede ocurrir. Richard Foster le llama a las disciplinas espirituales el camino de la gracia disciplinada. Juan Wesley le llamó gracia santificadora.
¿Cuál es el fin de las disciplinas espirituales? Que la gracia de Dios nos transforme para ser como Cristo; morir a uno mismo para que Cristo viva en nosotros. La meta de las disciplinas espirituales es que demos el fruto del Espíritu Santo: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. En nuestra iglesia diseñamos una libreta de oración que tiene en su interior una serie de disciplinas espirituales. Además, hemos escogido seis disciplinas espirituales básicas que nos ayudarán a ser transformados: Orar y estudiar las Escrituras, Adorar juntos, Madurar por medio de clases y discipulados, Servir en al menos un ministerio, Diezmar fielmente e Invitar a otras personas a la iglesia.
Por último, es importante recordar que esto es poquito a poquito. Pequeños pasos producen grandes cambios. Jesús dijo en una ocasión:
El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre sembró en su campo. 32 Sin duda, ésta es la más pequeña de todas las semillas; pero, cuando crece, es la más grande de las plantas; se hace árbol, y hasta las aves del cielo vienen y hacen nidos en sus ramas. Mateo 13:31-32
Dios funciona poquito a poquito. La forma en que obra en el mundo es por medio de pequeñas transformaciones que al final dan un gran resultado. Se trata de orar un poco todos los días, de leer una pequeña porción de la Biblia diariamente, de asistir a la iglesia dos o tres veces a la semana, de servir por lo menos en un ministerio, de diezmar semanal, quincenal o mensualmente y de invitar a nuestras amistades a la iglesia poco a poco. Lo importante es la consistencia y la calidad de los encuentros con Dios.
Te invito hoy a hacer un nuevo compromiso con Dios y tu iglesia. Empieza con un grano de mostaza, y con el tiempo habrá crecido un gran árbol. Te invito a ser transformado por la gracia de Dios para ser como Jesús, poquito a poquito…