Mateo 5:14-16
Hoy comenzamos una serie de predicaciones que durará por dos domingos: Enciende una luz. La meta de esta serie será recordarnos el llamado que tenemos de alumbrar con la luz de Cristo en donde hay oscuridad. Hay dos razones por las cuales quiero hablarles de la importancia de alumbrar. Primero, viene la Semana Santa y es uno de los mejores momentos para testificar a las personas acerca de Cristo e invitarles a participar de la iglesia. Segundo, nuestro texto bíblico para el año nos recuerda que aspiramos ser “como un árbol plantado junto a los arroyos, llegado el momento da su fruto, y sus hojas no se marchitan,” Salmo 1:3. ¿No han pensado que “llegado el momento da su fruto” puede significar que hay que aprovechar las oportunidades que se nos dan para testificar acerca de Cristo? ¿No será un recordatorio de que como árboles plantados lo natural es que demos a los demás de lo que estamos recibiendo de parte de Dios? ¿Están de acuerdo conmigo?
A nuestro alrededor hay muchas personas que están esperando por nuestro fruto. A nuestro alrededor hay oscuridad. Pero no me refiero a la oscuridad que se interpreta como el mal que nos rodea, sino la oscuridad como el dolor, sufrimiento y desesperanza que nos rodea. A nuestro alrededor hay muchas personas que no son necesariamente malas o que deliberadamente están haciendo el mal. A nuestro alrededor hay personas que por sus propias decisiones o las decisiones de otras personas, viven en dolor. La vida ha sido dura, injusta, compleja, y su oscuridad no es otra cosa que una vida donde están pidiendo a gritos por algo o alguien que les llene de la fuerza y el poder para enfrentar la vida tal y como es, no necesariamente como hubieran querido. Enfermedades, muertes, relaciones familiares disfuncionales, escasez económica, madres solteras, entre otros escenarios.
Ante esta realidad, el rol de los árboles plantados no es juzgar, sino dar fruto. Ante la oscuridad somos llamados a encender una luz. Somos llamados a compartirle a la gente las palabras de Jesús cuando dijo en Juan 8:12:
Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Ante la oscuridad somos llamados a decirle a la gente que Jesús no necesariamente le cambiará su difícil realidad, pero si puede cambiarlos a ellos para enfrentar esa difícil realidad. Somos llamados a decirles que con Cristo la oscuridad puede seguir estando a su alrededor, pero ya no dentro de ellos. Sino que «el que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva», Juan 7:38. Que se puede enfrentar la vida ya no desde el dolor, la desesperanza y la desesperación, sino desde la esperanza, la paz y la plenitud de vida. Que Cristo transforma vidas, y esa transformación nos equipa para enfrentar la oscuridad de la vida con la luz de Cristo.
Jesús sabía lo importante de que compartiéramos su luz a los demás. Por eso dijo en Mateo 5:14-16:
Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse. 15 Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio, la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa. 16 De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial.
¿Cómo encendemos una luz? ¿Cómo se hace en el día a día? Dos palabras: escuchar y testificar, y en ese orden. Les doy un ejemplo.
Desde el año pasado le solicité al Comité Relaciones Pastor, Iglesia y Personal una licencia de treinta días de paternidad. Fue lo mejor que hice. El viernes 22 de septiembre Heidy ya estaba sintiendo dolores de parto y esa madrugada rompió fuente. Esa mañana llegamos al hospital a las 3:00am y comenzamos un proceso de preparación para el parto. A las 8:00pm Heidy dio un grito que el médico supo que era hora de que Aurora naciera. Con la ayuda de Dios Aurora nació a las 9:22pm el sábado 23 de febrero. Estuvimos dos noches en el hospital y regresamos a casa el lunes en la noche. Sin embargo, los niveles de bilirrubina de Aurora estaban tan altos que tuvimos que regresar de emergencia al hospital el martes en la tarde. Allí nos dijeron que teníamos que estar varios días hasta que la bilirrubina llegara al nivel adecuado. Eso tomó una semana más.
Al estar en el hospital día y noche, y sin tener otra tarea en mi agenda, tuve mucho tiempo para hacer lo que a veces no hacemos con las personas que tenemos alrededor: hablar. Mi enfoque estaba totalmente en el momento presente, nada del futuro estaba en mi mente. Al estar despreocupado y sin prisa, me encontré con Dios en medio de las personas. Una tarde antes de entrar al ascensor, saludé al guardia de seguridad. Noté en su mirada tristeza y decidí no subir al ascensor y quedarme hablando con él. Por treinta minutos me narró acerca de la muerte de su hijo hace un año y del cáncer de su esposa. Estaba devastado. Lo único que hice fue escucharle, y luego le dije que era pastor y que quería ayudarle a encontrar una iglesia. Me dijo donde vivía y contacté a la pastora de la iglesia metodista de ese pueblo y ella se comprometió en darle seguimiento. El solo escucharle le cambió su semblante y preparó el camino para mis palabras de aliento y mi deseo de ayudarle.
En ocasiones creemos que evangelizar, testificar o compartir a Cristo comienza con acercarnos a alguien para hablarles acerca de Jesús. Esto es un error. El punto de partida no son nuestras experiencias o testimonios con Cristo, sino la necesidad de la persona. Nuestro testimonio se ajusta para atender esa necesidad. Se enciende una luz para alumbrar la oscuridad de la persona con quien hablamos. Y en ocasiones el solo escuchar es la mejor muestra de que la persona es importante para Dios y para nosotros. No podemos testificar acerca de Cristo como si fuera una tarea por realizar, sin primero identificarnos con el dolor de la otra persona y mostrarles que son importantes.
Durante este mes que estuve de paternidad mi única responsabilidad eran Aurora y Heidy. Doy fe de la satisfacción y alegría de Heidy poder haber contado conmigo sin distracciones. La mejor muestra de amor que yo le pude dar a Heidy y Aurora fue mi presencia. Heidy nunca olvidará que estuve. Así pasa con la evangelización, no podemos hablarle a la gente de Cristo sin primero mostrarles que nos importan, y que no estamos buscando realizar una transacción sin construir una relación. Para lograr esto, necesitamos bajar la velocidad, escuchar la gente, y reconocer cuál es la oscuridad que viven.
Carl Rogers uno de los psicólogos más importantes del siglo 20 desarrolló lo que se llama la terapia centrada en el ser. Su propuesta más importante fue bien sencilla: cuando vayas a ayudar a alguien, escúchala, intenta entender su situación y muestra un apoyo incondicional. Rogers desarrolló el concepto de lo que hoy conocemos como empatía. Rogers decía que para las personas es transformador saber que alguien se preocupa por ellas, que son aceptadas tal y como son y que el acercamiento del que le viene a ayudar no es para juzgar sino para acompañarles. Algunas frases importantes de Rogers son:
La incapacidad del hombre para comunicarse es el resultado de su incapacidad para escuchar con eficacia.
Creemos que escuchamos, pero muy pocas veces escuchamos con comprensión real, con verdadera empatía. Sin embargo, escuchar, de esa forma tan especial, es una de las fuerzas más poderosas para el cambio que conozco.
Cuando la otra persona está sufriendo, confundida, preocupada, ansiosa, alienada, aterrorizada; o cuando él o ella dudan de la autoestima, no están seguros de la identidad, entonces se requiere comprensión. La compañía gentil y sensible de una postura empática… proporciona iluminación y curación. En tales situaciones, la comprensión profunda es, creo, el regalo más precioso que se puede dar a otro.
Ser empático es ver el mundo a través de los ojos del otro y no ver nuestro mundo reflejado en sus ojos.
La verdadera empatía siempre está libre de cualquier calidad evaluativa o de diagnóstico. Esto llega al destinatario con algo de sorpresa. “Si no me juzgan, tal vez no soy tan malvado o anormal como lo he pensado”.
Mi profesora de teología, Agustina Luvis, en una ocasión me dijo que el evangelio de Jesús eran buenas noticias, pero para que fueran buenas noticias primero teníamos que conocer cuáles eran las malas noticias que vive la gente para que el evangelio fuera pertinente a la vida. No existe un evangelio enlatado, prefabricado o “one size fits all”. El evangelio de Jesús se encarna y se hace real en las necesidades de las personas, así como Dios se encarnó y vino en un momento particular de la historia y atendió unas necesidades particulares de las personas que vivían en ese momento.
La mitad del trabajo a la hora de encender una luz y compartir a Cristo es bajar la velocidad, escuchar a las personas, quitarnos a nosotros del centro y poner su necesidad como el punto de partida del testimonio que daremos acerca de Cristo. Tengamos paciencia a la hora de dar respuestas a la gente. La vida es compleja, y podemos ofender a las personas cuando intentamos darles respuestas sin primero escucharles. En ocasiones lo mejor es decirle: “lamento mucho todo lo que te ha pasado, debe ser muy difícil la situación.” Usualmente el hablar y no escuchar es una forma de controlar la situación y evitar tener que enfrentarnos al dolor de la gente. Pero no se puede encender una luz, si primero no nos enfrentamos a la oscuridad.
Proverbios 21:28 dice:
El falso testimonio es desechado; el que sabe escuchar puede hablar siempre.
¿Queremos que la gente nos escuche hablar acerca de Cristo? El escuchar nos dará permiso para hablar. Les pregunto, ¿tenemos tiempo para escuchar a las personas? ¿Tenemos tiempo para encender la luz de Cristo en medio de la oscuridad que nos rodea? Te invito a pensar a quién puedes acercarte para escucharle. Enciende una luz…