2 de septiembre de 2018
Marcos 7:1-8, 14-15, 21-23, Santiago 1:17-27
Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona.
Marcos 7:23
Una de mis grandes pasiones es estudiar el interior del ser humano, psicológicamente hablando. Es extraordinario mirarnos hacia adentro para ver todas nuestras capacidades y potencial. Una de las cosas que más me llama la atención es el potencial que tenemos los seres humanos para servir, dar y ser generosos con otras personas. Esta semana Heidy y yo vimos un video sobre el Chef José Andrés, y cómo pudo alimentar a miles de personas en Puerto Rico luego del huracán. En una charla, José Andrés afirma que junto a su equipo de trabajo ellos sirvieron más de dos millones de comidas en menos de un mes. La capacidad que tiene el ser humano de ser amar es extraordinaria.
Esta capacidad de amar está en nosotros porque Génesis 1:26 afirma que el ser humano es bueno, y que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Amar a los demás y a nosotros mismos es como un río que fluye, algo natural en nosotros. Sin embargo, se ha descubierto que los seres humanos podemos privarnos nosotros mismos de esa libertad, creatividad y espontaneidad que nos impulsa a servir y dar. En ocasiones ese río es obstaculizado por piedras o rocas, de manera que ese río se detiene. Se dice que estas piedras en el camino son sentimientos y emociones que se mantienen en nuestro sistema más de la cuenta. Algunas de ellas son emociones muy naturales en cualquier ser humano, pero que al apegarnos a ellas, se convierten en negativas.
Les doy un ejemplo. Es muy natural que ante la pérdida de algo o alguien, los seres humanos experimentemos tristeza, dolor y un proceso de desapegarnos de eso que perdimos. Esos procesos de duelo usualmente tienen diferentes etapas, y no existe un tiempo exacto de duración. Lo importante del duelo es que le demos paso, ya que es la reacción natural de nuestro sistema para adaptarse y aceptar la nueva realidad. El duelo comienza con tres etapas muy sencillas: shock, tristeza y desesperanza. Para poder superar el duelo, estas tres etapas deben darse. No se puede tener miedo a llorar y sentirnos tristes. Poco a poco iremos superando ese duelo. Una de las mejores formas de entender esto es la película Inside Out, en la cual se nos enseña que la tristeza es parte de la vida y hay que darle espacio para que venga y asimismo se vaya.
Con este ejemplo lo que quiero traer en consideración es que sin darnos cuenta tendemos a negar ciertos sentimientos y emociones. Hacemos muchos juicios negativos sobre ciertas emociones y caemos en la trampa de querer escapar nuestra realidad. La negación o la resistencia a sentir y experimentar las emociones que llegan a nuestra vida usualmente hacen que estas emociones que deberían llegar a nuestra vida y luego irse, se vuelvan más poderosas.
El coraje, por ejemplo, no es malo en sí mismo. Nos puede dar coraje aquello que pensemos que es injusto. El problema viene cuando no nos damos permiso para sentir coraje, y por el contrario lo reprimimos, lo guardamos. Mientras más lo guardamos, más poder comienza a tener en nuestra vida. Y en vez de pasar el coraje, el coraje se queda en nuestro sistema más de la cuenta.
Así como el duelo, la tristeza y el coraje, el miedo, la culpa y la vergüenza, pueden acumularse dentro de nosotros cuando no las reconocemos ni nos damos espacio para trabajar con ellas; haciéndonos daño. Se dice que el estrés no es otra cosa que lo que tenemos por dentro lo proyectamos hacia afuera. El estrés nunca es algo que viene de afuera hacia adentro, sino de adentro hacia afuera. Dos personas pueden estar viviendo la misma experiencia, y una puede tener estrés y la otra no. Los seres humanos somos como una olla de presión, y el estrés, la tensión muscular y las enfermedades físicas son la forma en que el cuerpo nos está diciendo que tenemos asuntos pendientes por dentro.
Lo triste de esto es que no solo nuestro cuerpo se afecta negativamente, sino nuestra capacidad para amar, tal y como le dije antes; nuestra capacidad para relacionarnos con Dios, otras personas, nosotros mismos y la creación. Cuando hay asuntos pendientes por dentro, debido a sentimientos o emociones que no han sido reconocidos y trabajados, lo que sale de nuestra boca es negativo. Nuestra pobre calidad de vida se refleja en una conducta caracterizada por la autocompasión (cogernos pena y cogerles pena a otros), depresión, ansiedad, pesimismo, desesperanza, entre otras. Y el resultado de eso es que nadie quiere estar al lado de alguien así, porque no damos soluciones, sino quejas a lo que nos rodea.
Eso fue lo que le pasó a Jesús con los fariseos cuando fueron a comer y ellos se quejaron de que los discípulos no se habían lavado las manos para comer. Jesús les responde en Marcos 7:
Nada que venga de afuera puede contaminar a nadie. Lo que contamina a la persona es lo que sale de ella…Porque de adentro del corazón humano salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, 22 los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la calumnia, la soberbia y la insensatez. 23 Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona…
La naturaleza del ser humano es buena, y tenemos la capacidad para amar bien. Pero esa capacidad se puede ver afectada cuando no manejamos bien nuestras emociones, particularmente cuando las negamos y escapamos de ellas; obstaculizando que hagan su trabajo y luego se vayan. Por tanto, el primer paso para dejar ir todo aquello que tenemos por dentro y nos hace daño, es reconocer nuestros sentimientos y emociones sin juzgarnos.
El pasado verano tuve la oportunidad de trabajar con mi coraje. Tenía asuntos pendientes dentro de mí, y no tuve mejoría en mi calidad de vida hasta que reconocí que tenía coraje. Me propuse escribir en una libreta todo lo que sentía, y escribí en varias ocasiones; porque el coraje no se fue de una. Al reconocerlo, pude darle espacio y trabajar con él. El Espíritu Santo me ayudó a limpiarme y despojarme de ese coraje. Pude experimentar lo que dice Santiago 1:21:
Así que despójense de toda impureza y de tanta maldad…
En las próximas cuatro semanas hablaremos sobre cómo dejar ir todo aquello que nos hace daño. Hablaremos del duelo, el miedo, el coraje, la culpa y la vergüenza, entre otros temas. Lo importante es que trabajemos en equipo con el Espíritu Santo y entre nosotros mismos. No hay espacio para juzgarnos a nosotros mismos o a otra persona. Solo hay espacio para apoyarnos y ayudarnos. Por eso les invito a orar, congregarnos, leer su Palabra, meditar, tener un diario, y sobre todo, dialogar con alguien sin miedo a lo que pueda salir. Yo estaré disponible todos los miércoles de 2 a 5 pm para atenderles en mi oficina. Si deseas, puedes buscar a otra persona madura en la iglesia que te acompañe en este proceso de dejarlo ir. Será un proceso de sanidad hermoso con la ayuda de Dios. Les amo.