Predicación 11 de marzo de 2018
Mateo 26:36-46
Continuamos con nuestra serie Señor, enséñanos a orar, y hoy nos toca hablar de la parte del Padrenuestro en la que Jesús dice “Hágase tu voluntad en el cielo como en la tierra”. ¿Cuál es la voluntad de Dios? ¿Cómo conocemos esa voluntad de Dios? ¿Qué rol tiene la oración a la hora de conocer esa voluntad? ¿Cómo nos podemos alejar de esa voluntad?
Para comenzar, es importante recordar que ninguno de nosotros es Dios. Conocer la voluntad de Dios de manera absoluta es imposible para el ser humano. Sin embargo, podemos tener una idea de la voluntad de Dios de dos formas principales: por medio de las Escrituras y la oración.
Juan 14:8-11 nos dice que en una ocasión Jesús tuvo una conversación con sus discípulos:
8 Felipe le dijo: «Señor, muéstranos el Padre. Con eso nos basta.» 9 Jesús le dijo: «Hace ya tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y tú, Felipe, no me has conocido? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo entonces dices: “Muéstranos al Padre”? 10 ¿No crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, es quien hace las obras. 11 Créanme que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí; de otra manera, créanme por las obras mismas.
Cada vez que deseamos conocer a Dios y tener una idea de cuál su voluntad para el ser humano y el mundo, lo primero que hay que hacer es leer las Escrituras, y en particular la vida de Jesús. Jesús es quién nos enseña cómo es Dios, y que su voluntad para el ser humano siempre es buena. El deseo de Dios siempre es sanar, salvar, restaurar, amar, crear algo bueno en medio de lo malo. Muchos de nosotros nos pasamos preguntado cuál es la voluntad de Dios para esta o aquella circunstancia, pero es muy posible que ya Dios tenga una opinión y que la haya expresado por medio de Jesús.
Por ejemplo, ¿quiere Dios sanar al ser humano? ¿Es voluntad de Dios que sanemos de nuestras enfermedades físicas, emocionales, espirituales y relacionales? Marcos 1:40-41 dice:
Un leproso se acercó a Jesús, se arrodilló ante él y le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme.» 41 Jesús tuvo compasión de él, así que extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero. Ya has quedado limpio.
¿Está Dios a favor de la guerra? Lucas 6:27-28 dice:
A ustedes, los que me escuchan, les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, 28 bendigan a quienes los maldicen, y oren por quienes los calumnian.
¿Está Dios a favor de las personas que sufren por hambre, persecución y pobreza? Juan 10:10 nos dice:
El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Jesús nos enseñó que Dios siempre está favor de la vida y no de la muerte; y por lo tanto, su voluntad siempre es traer vida al ser humano, en todos los sentidos. Todo aquello que está a favor de la muerte, no es voluntad de Dios. Ese es un criterio que podemos utilizar al enfrentarnos a las diferentes circunstancias difíciles de la vida.
La verdad es que no siempre es tan fácil descubrir la voluntad de Dios. No todo es blanco y negro. Es en esos momentos que necesitamos orar, para que las voces a nuestro alrededor, y nuestra propia voz, se calmen, para hacer espacio para escuchar la voz de Dios. A la hora de tomar decisiones que tengan que ver con nuestras vidas, familias, matrimonios, hijos, estudios, trabajo, o cualquier otra cosa, no solo necesitamos leer las Escrituras, necesitamos orar. ¿Cómo funciona la oración a la hora de escuchar la voz de Dios y conocer su voluntad?
La oración es como un GPS, o el sistema de posicionamiento global. Muchos de nosotros tenemos un GPS en nuestros celulares. Con el mismo recibimos las direcciones que necesitamos para viajar dentro y fuera de Puerto Rico. Cuando vamos a lugares desconocidos que nunca hemos visitado y no sabemos cómo llegar, el GPS nos va guiando para tomar la mejor ruta. De hecho, mientras más difícil es llegar a un lugar, más necesario es utilizar el GPS. Jesús mismo utilizó la oración como su GPS para recibir dirección de parte del Padre.
Los evangelios nos afirman que Jesús es el hijo de Dios y que desde antes de su nacimiento su vida tenía un propósito: morir en la cruz por el perdón de los pecados de toda la humanidad. Es posible que Jesús no supiera esto desde su niñez, pero en algún momento tuvo que haber descifrado la voluntad del Padre y por eso es bautizado en el río Jordán para iniciar su misión. Al comenzar su ministerio, las personas llegaban continuamente ante él para ser sanadas y libertadas. De un momento a otro, Jesús se convierte en una persona famosa y aclamada por las personas.
Fue tanto la fama de Jesús que Lucas 5:15-16 nos dice que:
Pero su fama seguía extendiéndose, y mucha gente se reunía para escucharlo y para que los sanara de sus enfermedades; 16 pero Jesús se retiraba a lugares apartados para orar.
¿Para qué Jesús se retiraba a orar? Porque ante tanta fama, Jesús era continuamente tentado a abrir una página de Facebook y lanzarse para gobernador de Jerusalén. La fama era tanta que en su humanidad, Jesús luchaba continuamente para mantenerse en la misión que el Padre le había encomendado: morir en la cruz. La oración era el GPS que le enseñaba y recordaba cuál era su llamado. Jesús luchaba con las distracciones y las otras voces que buscaban guiarle hacia otro camino.
Fue por medio de la oración al Padre que un momento dado Jesús pudo explicarle a sus discípulos que “debía ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y morir, y resucitar al tercer día” Mateo 16:21. Es allí en Jerusalén, unas pocas horas antes de ser entregado a las autoridades religiosas que lo crucificarían, que Jesús llega al Getsemaní para volver a orar al Padre. Jesús estaba en la última vuelta de la carrera, estaba cansado, triste, abrumado, ansioso y con ganas de no terminar la carrera, pero decide decirle al Padre: “Padre mío, si es posible, haz que pase de mí esta copa. Pero que no sea como yo lo quiero, sino como lo quieres tú”. En el momento más difícil de su vida, en el que luchaba por hacer la voluntad del Padre, Jesús decide orar para poner en práctica lo que ya había dicho en el Padrenuestro: “Hágase tu voluntad en el cielo como en la tierra”.
Jesús oró porque aunque sabía que la crucifixión sería una experiencia dolorosa, su fin era traer vida a la humanidad. Ante la posibilidad de abandonar la misión, Jesús decide someterse a la voluntad del Padre, y no a la suya. Con este acto de orar, Jesús nos dejó claro que la voluntad de Dios siempre es mejor que la nuestra, y que para conocer esa voluntad y mantenernos en el camino de esa voluntad, hay que orar.
Hágase tu voluntad, es entonces la oración de cualquier ser humano que quiere rendir su vida ante Dios para que Sus propósitos se hagan una realidad. Esta es la oración de sometimiento y confianza de que “Así como los cielos son más altos que la tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos que los caminos y pensamientos de ustedes” Isaías 55:9. Esta es la oración de quienes quieren afirmar que Dios “es poderoso para hacer que todas las cosas excedan a lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”, Efesios 3:20.
Ahora bien, necesitamos recodar algo, la respuesta de Dios no siempre es sí. En el Getsemaní, Dios dijo que no. Dios no nos da todo lo que pedimos, aunque no siempre podamos entenderlo. Pero aunque su respuesta en ocasiones es no, siempre que oramos a Dios para que se haga su voluntad, recibimos del Espíritu Santo el poder para someternos a ella. La oración no solo es el GPS que nos ayuda a entender la voluntad de Dios, sino el medio para recibir la fuerza para continuar en la ruta y completar el viaje. Es la estación de gasolina que nos llena el tanque para continuar. Séptima lección de la oración: Oramos para alinearnos a la voluntad de Dios, y recibir el poder para someternos a ella.
Por último, en ocasiones los seres humanos pecamos y actuamos fuera de la voluntad de Dios. La palabra pecado viene del griego hamartia que significa no dar en el blanco, como en el deporte de arco y flecha. Pecado es todo aquello que no da en el blanco de la voluntad de Dios. Muchas de las situaciones difíciles que enfrentamos no necesariamente son voluntad de Dios, sino el resultado de nuestro pecado; y que a pesar de que somos perdonados, el pecado tiene consecuencias. En ocasiones estas consecuencias son superficiales y no nos acompañan mucho tiempo en el camino; en otras ocasiones estas consecuencias son profundas y duran mucho. Por tanto, no le podemos echar la culpa a Dios de todo lo que ocurre en el mundo.
Sin embargo, a pesar de nuestro pecado, Dios puede hacer que todo obre para bien si nos abrimos a que nos dirija y cree un nuevo camino. Así como el GPS nos ayuda a encontrar una nueva ruta para llegar a nuestro destino cuando nos equivocamos, Romanos 8:28 que “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo a su propósito”. Por medio de la oración podemos regresar al camino de su voluntad y permitirle que haga algo nuevo en medio de lo que parece malo.
Octava lección de la oración: No todo lo que ocurre es voluntad de Dios, sino consecuencia del pecado; pero Dios puede crear en nuevo camino cuando oramos.
Te pregunto: ¿Necesitas conocer la voluntad de Dios? ¿Necesitas dirección? ¿Cómo estás orando? ¿Para que se haga tu voluntad o la de Dios? ¿Necesitas recibir fuerzas para someterte a ella? ¿Necesitas que Dios cree una nueva ruta en tu vida? Hoy te invito a hacer de este Salmo tu oración:
Señor, examina y reconoce mi corazón: pon a prueba cada uno de mis pensamientos. Así verás si voy por mal camino, y me guiarás por el camino eterno.
Salmos 139:23-24 RVC