Lucas 10:1-12
Hoy continuamos con la segunda predicación de nuestra nueva serie, que lleva como título nuestro tema del año: Una comunidad vida. La pasada semana afirmamos nuestra meta para este año: Vivir como una gran familia que disfruta su conexión con Dios y da frutos de testificar, servir y dar al prójimo. El fundamento bíblico de esta meta se encuentra en Hechos 2:44: “y todos los que habían creído se mantenían unidos y lo compartían todo”.
Según vimos la pasada semana, una de las grandes transformaciones que hizo el Espíritu Santo en los primeros cristianos fue llevarlos de la individualidad a la comunidad. Los primeros cristianos se mantenían unidos para tres cosas principalmente: la enseñanza, la adoración y las oraciones. Hoy quiero hablar acerca de la enseñanza, y cómo la iglesia solo puede aprender a ser más como Cristo en medio de una comunidad.
Los cristianos somos llamados a la santificación: la transformación que hace el Espíritu Santo en nosotros/as que nos lleva a dejar la vieja vida (actitudes, pensamientos y acciones contrarias a las enseñanzas bíblicas, y en particular las de Jesús) para comenzar una nueva vida en Cristo. Efesios 4:22-24 nos explica lo que es la santificación:
En cuanto a su pasada manera de vivir, despójense de su vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; 23 renuévense en el espíritu de su mente, 24 y revístanse de la nueva naturaleza, creada en conformidad con Dios en la justicia y santidad de la verdad.
¿Cómo es que esta santificación se da en un creyente? Efesios nos dice que la misma incluye la renovación de nuestra mente. Es en la mente donde vamos entendiendo lo que significa la nueva vida en Cristo, para poder así dejar aquellas conductas de la vieja vida y practicar aquellas de la nueva. Es en la mente donde tomamos nuevas decisiones que nos llevan a nuevas actitudes y conductas. Romanos 12:1-2 también nos explica esto cuando afirma:
Así que, hermanos, yo les ruego, por las misericordias de Dios, que se presenten ustedes mismos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. ¡Así es como se debe adorar a Dios! 2 Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto.
Ahora bien, si la santificación incluye la renovación de la mente, ¿cómo logramos esta renovación mental? Primero, con la ayuda del Espíritu Santo. Segundo, por medio de la enseñanza bíblica. La Biblia, y en particular los evangelios, contienen las enseñanzas bíblicas que dirigen esta renovación mental, y por consiguiente la santificación. Es por medio de la Biblia que conocemos cómo es esa nueva vida en Cristo. 2 Timoteo 3:16-17 dice:
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
La enseñanza bíblica tiene el propósito de mostrarnos cómo debe ser esa nueva vida en Cristo que debemos poner en práctica, y aquello que debemos dejar atrás. Colosenses 2:5-17 nos explica esa nueva vida en Cristo:
5 Por lo tanto, hagan morir en ustedes todo lo que sea terrenal: inmoralidad sexual, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia. Eso es idolatría. 6 Por cosas como éstas les sobreviene la ira de Dios a los desobedientes.7 También ustedes practicaron estas cosas en otro tiempo, cuando vivían en ellas.8 Pero ahora deben abandonar también la ira, el enojo, la malicia, la blasfemia y las conversaciones obscenas. 9 No se mientan los unos a los otros, pues ya ustedes se han despojado de la vieja naturaleza y de sus hechos, 10 y se han revestido de la nueva naturaleza, la naturaleza del nuevo hombre, que se va renovando a imagen del que lo creó hasta el pleno conocimiento, 11 donde ya no importa el ser griego o judío, estar circuncidado o no estarlo, ser extranjero o inculto, siervo o libre, sino que Cristo es todo, y está en todos. 12 Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia. 13 Sean mutuamente tolerantes. Si alguno tiene una queja contra otro, perdónense de la misma manera que Cristo los perdonó. 14 Y sobre todo, revístanse de amor, que es el vínculo perfecto. 15 Que en el corazón de ustedes gobierne la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos. 16 La palabra de Cristo habite ricamente en ustedes. Instrúyanse y exhórtense unos a otros con toda sabiduría; canten al Señor salmos, himnos y cánticos espirituales, con gratitud de corazón. 17 Y todo lo que hagan, ya sea de palabra o de hecho, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él.
Siempre es mucho más fácil la teoría que la práctica. La santificación no siempre ocurre tal y como quisiéramos, y en ocasiones damos un paso hacia adelante y otro para atrás. Es por esto que la santificación no se puede dar desde la individualidad o la soledad. Necesitamos amigos/as que nos apoyen en medio de este proceso de transformación; amigos que celebren nuestro progreso, y que nos acompañen también en nuestros errores.
Juan Wesley, fundador del metodismo, entendió esto muy bien. Wesley fue un ministro anglicano hasta la muerte. El movimiento metodista, al contrario de lo muchos piensan no fue un movimiento para crear una iglesia. El movimiento metodista fue uno que tenía la intención de proveer un sistema de apoyo para los miembros de las iglesias en su proceso de santificación. El movimiento metodista incluía a personas de diferentes iglesias que se reunían en grupos pequeños para darse seguimiento y apoyarse unos a otros.
Este sistema de apoyo funcionaba con grupos pequeños. Las sociedades eran grupos grandes; muy parecidas a un culto que incluye adoración y predicación. Pero dentro de esas sociedades había grupos pequeños llamados clases. Les comparto una cita de Wesley que explica lo que eran las clases:
Un grupo de personas que tienen la apariencia, pero buscan la eficacia de piedad, unidas con el propósito de orar juntas, de recibir la palabra de exhortación y de cuidarse mutuamente con amor, ayudándose unas a otras a ocuparse de su salvación. A fin de discernir con más facilidad si en realidad se están ocupando de su salvación, cada sociedad se divide en pequeños grupos denominados clases, según sus respectivos domicilios. Cada clase cuenta con una docena de participantes, a uno de los cuales se le da el título de líder. Su tarea es: (1) Comunicarse con cada integrante de su clase por lo menos una vez por semana, para recibir lo que deseen contribuir como ayuda para los pobres; informarse de cómo prosperan sus almas; aconsejar, reprender, consolar y exhortar, según el caso exija. (2) Reunirse con el pastor y los mayordomos de la Sociedad semanalmente, con el propósito de: abonar a estos últimos lo que han recibido de las diversas clases en la semana precedente; dar cuenta en forma detallada sobre lo que cada miembro ha contribuido; e informar al pastor sobre los enfermos y los casos de comportamiento desordenado que no aceptan ser reprendidos.
En resumen, ¿cuál era el fin de estos grupos pequeños? Crear un sistema de seguimiento, apoyo y comunidad. Wesley sabía que la vida cristiana no se podía vivir en soledad. La santificación se da en comunidad. Wesley aprendió esto de Jesús, quién nos enseñó a vivir en compañerismo y amistad cristiana. Lucas 10:1 dice: “Después de esto, el Señor eligió a otros setenta y dos, y de dos en dos los envió delante de Él a todas las ciudades y lugares a donde Él tenía que ir”. Jesús sabía que de dos en dos siempre sería mejor que de uno en uno.
Como iglesia hemos diseñado un sistema de grupos pequeños parecidos a las clases. Estos grupos de doce personas se caracterizarán por tres elementos: aceptación, crecimiento y responsabilidad. Nos aceptamos como somos, nos ayudamos a ser más como Cristo y nos damos seguimiento unos a otros.
Te invito a ser parte de uno de los quince grupos que hemos diseñado en nuestra iglesia. La santificación, que incluye la renovación de nuestra mente y la enseñanza bíblica, siempre se da en comunidad. De dos en dos siempre es mejor que de uno en uno.
El verdadero compañerismo ocurre cuando la gente es honesta con lo que es y con lo que sucede en su vida: comparte sus penas, revela sus sentimientos, confiesa sus fracasos, manifiesta sus dudas, reconoce sus temores, admite sus debilidades y pide la ayuda y oración de los demás. – Rick Warren