Lucas 18:1-8
Hoy continuamos con el tercer domingo de Adviento. La palabra adviento significa llegada, por lo que Adviento es una temporada para celebrar que Dios llegó al mundo hace dos mil años por medio de Jesús, y que llegará otra vez para su intervención final, también conocida como la parusía o segunda venida. Una de las invitaciones, y quizás la más importante, que nos hace el tiempo de Adviento es a estar vigilantes y atentos a las intervenciones de Dios. Las intervenciones de Dios no se han acabado, y ante las situaciones más complejas de la vida, hay que seguir esperando algo bueno y nuevo de parte de Dios.
¿Cuántas veces hemos sido tentados a dejar de esperar en Dios? ¿Cuántas veces nos enfrentamos a situaciones que parecen imposibles de resolver? ¿Cuántas veces somos tentados a dejar de orar porque todo parece perdido? Quizás hoy estés enfrentando dolor, tristeza y preocupación por una situación compleja en tu vida o a tu alrededor. Pero ante esa situación, hoy quiero invitarte a seguir orando y perseverar. Algo Dios hará, y su respuesta puede estar más cerca de lo que crees.
Jesús mismo “les contó una parábola en cuanto a la necesidad de orar siempre y de no desanimarse. 2 Les dijo: «En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a nadie. 3 En esa misma ciudad había también una viuda, la cual acudía a ese juez y le pedía: “Hazme justicia contra mi adversario.”4 Pasó algún tiempo, y el juez no quiso atenderla, pero después se puso a pensar: “Aunque no temo a Dios ni respeto a nadie, 5 esta viuda me molesta tanto que voy a hacerle justicia, no sea que siga viniendo y me agote la paciencia.”» 6 Dijo entonces el Señor: «Presten atención a lo que dijo el juez injusto. 7 ¿Acaso Dios no les hará justicia a sus elegidos, que día y noche claman a él? ¿Se tardará en responderles? 8 Yo les digo que sin tardanza les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?»” (Lucas 18:1-8).
Esta parábola tiene dos personajes principales: la viuda y el juez injusto. En la tradición bíblica las viudas eran parte de un grupo vulnerable que incluía también a los extranjeros y huérfanos. Deuteronomio 27:19 dice: “Maldito sea el que tuerza los derechos del extranjero, del huérfano y de la viuda”. La viuda representaba pobreza, dependencia de otros e impotencia.
Jesús coloca entonces a esta viuda como la persona que se acerca al segundo personaje: un juez injusto. Jesús coloca al juez ante una situación incómoda, porque la ley decía que la viuda debía ser ayudada. La viuda clama a este juez injusto por justicia, y aunque inicialmente no le hizo caso a su petición, el juez decidió hacerle justicia para evitar tener que verla nuevamente. Jesús termina la parábola afirmando que Dios no es como el juez injusto, sino que escucha a sus elegidos que claman día y noche, y les hace justicia.
Lo que Jesús hace con esta parábola es asombroso. Jesús “viró la tortilla”. Como mencioné, las viudas eran símbolo de impotencia y de total dependencia de otras personas. Para muchos, las viudas eran personas con poco valor, una molestia, una carga. Sin embargo, Jesús presenta a la viuda como dichosa. Precisamente por su condición de impotencia, pobreza y total dependencia de otras personas es que la viuda clamó por justicia al juez injusto. Quizás no tenía a nadie más a quién acudir. Y este juez, aun siendo injusto, atendió su clamor. La viuda fue dichosa porque ante su necesidad hizo lo que Jesús ya les habías enseñado en Lucas 11:10: “todo aquel que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre”.
De ser parte de un grupo vulnerable y de poco valor en la sociedad, Jesús pone a la viuda como modelo de lo que deben hacer los cristianos ante las pruebas de la vida: pedir, buscar, llamar, insistir, perseverar y esperar en Dios. Ante la impotencia de controlar la injusticia y muchas otras cosas en la vida, los cristianos somos llamados a depender de Dios y esperar por su respuesta. Por tanto, no es tan malo el no poder controlar todas las cosas, porque nos permite darle espacio a Dios para su intervención. Si los cristianos controláramos todas las cosas no hubiera necesidad de esperar en Dios. Sin embargo, la oración es la forma en que reconocemos nuestras limitaciones en la vida, pero a la misma vez reconocemos las palabras de Jesús en Marcos 10:27: “Esto es imposible para los hombres, pero no para Dios. Porque para Dios todo es posible”.
Jesús nos enseñó con esta parábola que ante las pruebas se debe evidenciar nuestra fe, esperanza y total dependencia de Dios por medio de la oración. La oración es el acto en donde afirmamos que para Dios no hay causas perdidas. Por medio de la oración reconocemos lo incontrolable de la vida, pero nos abrimos a la intervención de Dios. La oración es la forma en que le decimos a Dios que confiamos en Él y que estamos convencidos de que algo hará.
La oración es la forma en que afirmamos que de la misma forma en que Jesús irrumpió en la historia y nació para traer salvación a la humanidad en medio del caos, Dios todavía sigue irrumpiendo en la vida para traer justicia y cosas buenas. La oración es la forma en que afirmamos que aunque haya lágrimas en nuestras mejillas por el dolor que enfrentamos, esas lágrimas no tienen la última palabra. Por eso el salmista dice:
“Los que siembran con lágrimas
cosecharán con gritos de alegría.
6 Lloran al ir sembrando sus semillas,
pero regresan cantando cuando traen la cosecha.”
Salmos 126:5-6
El Aposento Alto, en su reflexión del lunes pasado dice así:
Durante el tiempo de almuerzo, salgo a caminar cerca del río Swan. Un día, entrada la primavera, ocurrió algo que me llamó la atención. En lo alto de un árbol cercano, un pajarillo hostigaba a un cuervo mucho más grande que él. Supuse que el pajarillo estaba preocupado por su nido y defendía su territorio de la forma más agresiva posible. En cambio, el cuervo parecía desconcertado por aquella conmoción. Sin embargo, por fin el cuervo, cansado de tanto barullo, voló hacia un árbol vecino, tenazmente perseguido por el pajarito.
Después de reflexionar un tiempo, observé que había sido testigo de un ejemplo de persistencia contra algo que parecía totalmente perdido. También me di cuenta de que, al igual que aquel pajarillo, podemos enfrentarnos a situaciones que parecen insalvables. En la lectura de hoy, Jesús presenta el ejemplo de una viuda insistente que nos recuerda no rendirnos y llevar nuestras necesidades a Dios. Nuestro Padre celestial está listo para responder nuestra llamada de auxilio.
Hay tres cosas que quiero que recordemos hoy: Dios es bueno, Dios escucha y Dios responde. Esto quiere decir que debemos orar sin cesar, creyendo que Dios siempre responderá. No siempre su respuesta será lo que esperamos, pero siempre será buena y la mejor. La oración no es una forma para manipular a Dios y darle órdenes, sino una actitud de espera ante su intervención, cualquiera que sea; porque todo lo que viene de parte de Dios es bueno.
¿Te sientes como el pajarillo de la historia o como la viuda de la parábola? ¿Enfrentas una situación que parece imposible de resolver? Te recuerdo las palabras de Jesús: “¿Acaso Dios no les hará justicia a sus elegidos, que día y noche claman a él? ¿Se tardará en responderles? 8 Yo les digo que sin tardanza les hará justicia” (Lucas 18:7-8). 1 Tesalonicenses 5:16-18 también nos dice: “Estén siempre gozosos.17 Oren sin cesar. 18 Den gracias a Dios en todo, porque ésta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.” Orando sin cesar venceremos.
Orando sin cesar venceremos
Orando sin cesar venceremos
Para poder vencer necesitas el poder
Orando sin cesar venceremos
Venceré, porque Él está conmigo
Vencerás, porque es mi amigo fiel
¡Venceré! ¡Venceré! ¡Vencerás! ¡Vencerás!
¡Venceremos en el nombre del Señor!