Lucas 6:27-35 / 1 Juan 4:7-12
Hoy continuamos con el capítulo 6 de Lucas, lo que se conoce como el Sermón del llano; que tiene su paralelo en Mateo 5,6 y 7, en lo que conocemos como el Sermón del Monte. En ambos sermones se presentan las enseñanzas principales de Jesús, y cada evangelista hace sus énfasis particulares. Mateo, por su parte, ubica a Jesús en un monte porque quiere comparar este momento con los diez mandamientos que recibió Moisés en el Monte Sinaí. Desde un monte, símbolo del encuentro con Dios, Jesús comparte con sus seguidores/as los nuevos mandamientos que mejorarán y ampliarán los diez mandamientos; por eso contrasta continuamente la ley con sus enseñanzas.
En el caso de Lucas, se presenta a Jesús ofreciendo estos nuevos mandamientos desde el llano, símbolo del encuentro con la gente, no del encuentro con Dios. Para Lucas lo importante es que los discípulos de Jesús entiendan que estas enseñanzas deben ponerse en práctica en las relaciones con nuestro prójimo.
Les pregunto, luego del huracán María, ¿las relaciones con nuestro prójimo se han convertido en una prioridad? Ante la pérdida de posesiones materiales hemos tenido la oportunidad para afirmar lo valioso que es la gente, y que nada debería obstaculizar ni deteriorar nuestras relaciones humanas. Ahora que hemos tenido la oportunidad de recordar su importancia, aprendamos cómo mantenerlas como prioridad. En el día de hoy, Jesús nos recuerda que cuando se trata de las relaciones humanas debemos escoger un mejor camino, el camino del amor, perdón y generosidad, y desechar el camino del odio, rencor y avaricia.
Para entender la propuesta de Jesús es importante entender lo que ocurría en aquel momento. ¿Alguna vez hemos escuchado “ojo por ojo, diente por diente”? Esta era y sigue siendo la idea de que las personas deben recibir lo que se merecen. Para muchas personas esta frase expresa justicia, y cuando lo pensamos por un momento, pareciera tener sentido. Sin embargo, el que las personas reciban lo que merecen no refleja el espíritu cristiano que Jesús nos enseñó con su propia vida.
1 Juan 4:10 nos dice “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” y Efesios 2:4-5 afirma “Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados (la gracia de Dios los ha salvado)”. Jesús nos enseñó que existe un mejor camino al del “ojo por ojo”: el camino de la gracia radical. En este camino se ama a los demás de la misma forma en que Dios nos ha amado por medio de Cristo Jesús: con misericordia, perdón y generosidad. ¿Cómo funciona este camino? Jesús mismo nos lo explica cuando dice en Lucas 6:27-30:
“»A ustedes, los que me escuchan, les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, 28 bendigan a quienes los maldicen, y oren por quienes los calumnian. 29 Si alguno te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. Si alguien te quita la capa, deja que se lleve también la túnica. 30 A todo el que te pida, dale; y a quien se lleve lo que es tuyo, no le pidas que te lo devuelva.”
Ante la posibilidad de reaccionar y poner en práctica el “ojo por ojo, diente por diente”, lo cual era y sigue siendo la norma, el camino de la gracia no responde de igual forma hacia quienes nos odian, maldicen, calumnian, golpean, quitan o piden. En muchas ocasiones hemos escuchado que si alguien nos hace daño tenemos el derecho a hacerle lo mismo. Jesús dice que la gracia radical no funciona así. Cada vez que somos mal-tratados por otra persona, tenemos la oportunidad de devolverle amor, misericordia, perdón y generosidad, enseñándole así que existen otras formas de relacionarnos unos con otros. Hay personas que solo responden con odio, maldiciones, calumnias, golpes y robo porque no han tenido la oportunidad de ver de primera mano que existe otra opción; y si la han visto antes, todavía no la han entendido o probado.
Cuando Jesús nos dice que presentemos la otra mejilla, dejemos que se lleve la capa, demos al que pide y no pidamos de regreso lo que se llevaron, Jesús nos está invitando a romper el ciclo del “ojo por ojo” y así enseñarle a los demás con nuestra propia vida, así como lo hizo Jesús, que existe un mejor camino que construye, fortalece, edifica y trae vida a relaciones humanas. Ante la posibilidad de seguir destruyendo una relación, el camino de la gracia nos invita a salvarla y a enseñarles a las demás personas que también pueden hacerlo.
En otras palabras, recibir el mal de una persona no debe llevarnos a reaccionar, sino a testificar. Al momento de ser mal-tratados, no debemos ponernos en la posición de víctimas, sino de creyentes. ¿Cómo debemos actuar los creyentes? En el verso 27 la palabra que se usa para referirse a amar es ágape, siendo este el amor que da sin esperar nada a cambio. Los creyentes testificamos cuando amamos sin esperar nada a cambio, tal y como dijo Jesús (vs.31-35):
“»Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados. 32 Porque si ustedes aman sólo a quienes los aman, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores aman a quienes los aman! 33 Y si ustedes tratan bien sólo a quienes los tratan bien a ustedes, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores hacen lo mismo! 34 Si prestan algo a aquellos de quienes ustedes esperan recibir algo, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores se prestan unos a otros para recibir otro tanto! 35 Ustedes deben amar a sus enemigos, hacer el bien y dar prestado, sin esperar nada a cambio.”
La única forma en que las personas a nuestro alrededor sabrán que seguimos a Cristo es que actuemos de la misma forma en que Él lo hizo y sigue haciendo: con gracia radical. De lo contrario, seremos “pecadores” o “inconversos”.
Para actuar con gracia radical es importante entender nuestra identidad como hijos de Dios (vs.35-36): “Grande será entonces el galardón que recibirán, y serán hijos del Altísimo. Porque él es benigno con los ingratos y con los malvados. 36 Por lo tanto, sean compasivos, como también su Padre es compasivo.” Como hijos de Dios, le representamos en el mundo. Y si Dios es benigno con los ingratos y malvados, también lo debemos ser nosotros/as. El amor ágape no discrimina.
¿Con quién tengo la oportunidad de romper el ciclo del “ojo por ojo” y tratarle con compasión? ¿A quién puedo amar, bendecir, ayudar y dar cuando estoy siendo tentado a odiar, maldecir, golpear, quitar y reclamar? ¿A quién le puedo mostrar un mejor camino, el camino de la gracia radical? ¿A quién necesito perdonar? ¿A quién le puedo dar testimonio de que soy hijo/a del Altísimo?
1 Juan 4:11 dice: “Amados, si Dios nos ha amado así, nosotros también debemos amarnos unos a otros.” Hoy Jesús nos invita a mantener nuestras relaciones con el prójimo como una prioridad, y a poner en práctica un mejor camino, el camino de la gracia radical.