Proverbios 4:23
Una vez un hombre llega al cielo y mientras camina por el mismo se encuentra con su esposa. Ella comienza a celebrar y a decirle lo hermoso que será estar juntos por toda la eternidad. Él le responde: lo siento mi amor, yo hice un pacto contigo que decía “hasta que la muerte nos separe”…¡adiós!
Hoy continuamos con nuestra serie de predicaciones sobre el matrimonio: Hasta que la muerte nos separe. El propósito de esta serie es fortalecer la vida matrimonial y dar herramientas a quienes no están casados para que puedan hacer una buena elección, en el caso de que deseen casarse. La pasada semana afirmamos que cuando no hay amor propio (buena autoestima) la desesperación nos guía y lleva a exponernos a relaciones no saludables. Cuando hay desesperación lo importante es obtener afecto y cuidado con quien sea, y en vez de amar a esa persona, la utilizamos para llenar un vacío.
Las relaciones de pareja no tienen el propósito de llenar vacíos, sino de compartir con otra persona el amor que ya tenemos en nosotros/as. Esto quiere decir que las relaciones de pareja son guiadas por una de dos cosas: los vacíos que queremos llenar o el amor que queremos compartir. Esto aplica también a la intimidad sexual, y por eso hoy veremos cómo la intimidad sexual también debe ser guiada por el amor y no por los vacíos. Hoy veremos que el amor no es solo sexo.
La intimidad sexual es la experiencia de compartir con otra persona nuestra energía sexual o erótica, que incluye mente (creencias), corazón (emociones) y cuerpo (genitales). Esta intimidad sexual se puede tener para procrear o para tener placer. A diferencia de los animales, que su sexualidad es instintiva y determinada por la biología, los seres humanos tenemos la capacidad de decidir con quién y cómo compartimos esa intimidad sexual. “La capacidad de practicar la abstinencia es lo que distingue la sexualidad humana de la animal”, según la Dra. Gloria Mock. Nuestra mente y corazón guían la sexualidad, y no solo nuestro cuerpo (biología).
Como mencioné, la intimidad sexual puede ser guiada por el amor o por nuestros vacíos. Tomando como punto de partida que el amor es “la voluntad de extender los límites del yo con el propósito de nutrir nuestro crecimiento espiritual y el de los demás” (Scott Peck), la intimidad sexual es guiada por el amor cuando dos personas que ya están experimentando ese amor se unen para expresarse el mismo. En breves palabras, es guiada por el amor cuando es producto de una relación de amor y no el comienzo de la misma.
Cuando hay amor, la intimidad sexual no se usa para conocer una persona o para apegarse a ella, sino como resultado de haberla conocido y tener la confianza de que esa persona vale la pena como para expresarle y compartirle nuestro amor. Decir que una persona vale la pena es haberla conocido lo suficiente como para saber que no te hará daño y valorará esa expresión de amor. Cuando el amor guía la intimidad sexual hay seguridad de que la otra persona manejará saludablemente la desnudez física, emocional y espiritual de su pareja.
Por otro lado, la intimidad sexual es guiada por los vacíos cuando carece de este amor, y por lo tanto no es producto de un amor que existe, sino de un amor que se está buscando. Y cuando la intimidad sexual carece de amor se provoca un falso piso: una conexión superficial que aparentará ser profunda, pero que tarde o temprano se derrumbará porque lo que sostiene una relación de pareja no es la intimidad sexual solamente sino la voluntad de extender los límites del yo con el propósito de nutrir nuestro crecimiento espiritual y el de la pareja.
Debido a que la intimidad sexual es un espacio diseñado para dos personas que ya se aman, cuando practicamos esa intimidad sin amor, la mente cae en un corto circuito. Por un lado, la mente sabe que no existe amor, pero por otro lado el corazón siente algo. Ante esta encrucijada llegamos a la siguiente conclusión: “Si hemos tenido intimidad es porque algo bueno está pasando”. Aunque creamos que algo bueno está pasando, no necesariamente es así. Todo lo contrario, nos comenzamos a apegar a otra persona, y a considerar la convivencia o el matrimonio, solo porque sentimos que algo bueno está pasando. Pero la verdad es esta: El amor no es solo sexo; el amor es voluntad, decisión, compromiso, pacto, paciencia, compasión, misericordia, servicio, amistad, admiración, respeto, sensibilidad, entre otras. La intimidad sexual por sí sola no sostendrá la relación.
Hay personas que se preguntan, ¿cómo es posible que luego de haberme entregado sexualmente por completo a esa persona, ella o él terminó la relación con tanta facilidad? ¿Cómo es que no supo valorarme? La respuesta a esa pregunta son otras preguntas: ¿Cómo pretendes que otra persona te valore si no te ama? ¿Por qué te entregaste por completo si no tenías ninguna garantía de que esa persona iba a valorarte luego de la intimidad sexual? ¿Por qué entregaste todo sin saber si entre ustedes existía la voluntad de extender los límites del yo con el propósito de nutrir su crecimiento espiritual? ¿Cómo te entregaste si ni siquiera saber si tú lo amabas?
Esto como un ciclo, la falta de amor o nuestros vacíos nos llevan a entregarnos sin garantías, la relación no prospera porque no tenía un fundamento sólido, nuestra autoestima se lacera, nuestros vacíos se hacen más profundos, y caemos nuevamente en la trampa de la sexualidad: buscar amor, en vez de compartir el que ya tenemos. ¿Cómo se detiene este ciclo? Poniendo la sexualidad al servicio del amor (propio y de los demás). Antes de practicar la intimidad sexual debemos tener el tanque del amor propio lleno, y la relación debe tener primero una conexión emocional y espiritual que permita a las dos partes conocerse bien como para decidir hacer un pacto de cuidarse y valorarse para toda la vida. Y ese pacto es el matrimonio.
El matrimonio es el espacio en donde podemos desnudarnos física, emocional y espiritualmente con la confianza que la persona que está a nuestro lado hizo un pacto de cuidarme y valorarme para toda la vida. El matrimonio es el espacio en donde dos personas ya se han conocido lo suficiente como para saber que la relación les hace bien y que su pareja nunca le hará daño o utilizará para llenar un vacío, sino que tendrá intimidad sexual como una forma de expresar su amor. Es el espacio en donde sabemos que esta persona vale la pena. Por eso es que el pacto ante Dios y los testigos es muy valioso porque prometemos extender los límites del yo…
Hay personas que afirman que ese pacto se puede dar sin que haya un acto matrimonial, y prefieren convivir. Con mucho respeto y reconociendo que cada caso es particular, tengo varias preguntas a este planteamiento. Si el pacto que existe entre dos personas es tan real y sólido, ¿por qué no llevarlo a la categoría de matrimonio? ¿Qué les impide hacer un pacto público y legal si ya ese pacto existe a nivel emocional? ¿Será que ese pacto no existe verdaderamente? ¿Será que lo que existe es un falso piso creado por la intimidad sexual?
La dificultad que yo le veo a la convivencia es que tiene altas probabilidades de fracaso porque en muchas ocasiones el propósito de que dos personas convivan es tener intimidad sexual y conocer su compatibilidad como personas. La desventaja de esta decisión es que parte de una premisa equivocada porque dos personas no conocen su compatibilidad mediante la intimidad sexual y la convivencia. La intimidad sexual y la convivencia son resultado de la compatibilidad de dos personas, no al revés. La intimidad sexual y la convivencia llegan cuando ya sabemos que esa persona vale la pena. De hecho no hay estadísticas que digan que convivir disminuya las probabilidades de fracaso. Si esto es así, ¿cómo conocemos a una persona lo suficiente como para saber que vale la pena? Te comparto algunos consejos:
- No tener relaciones sexuales
- Conoce sus metas personales
- Conoce sus prioridades
- Conoce su familia y amistades
- Conoce cómo maneja el conflicto y la crisis
- Conoce cómo piensa acerca de Dios y la espiritualidad
- Conoce sus mayores debilidades
- Conoce sus mayores fortalezas
- Conoce sus valores
- Conoce cuál es su vocación y sueños profesionales
A medida que conoces a una persona, los siguientes elementos deben estar presentes para que tenga el potencial de convertirse en un matrimonio:
- Reciprocidad: hay amor de ambas partes
- Dignidad: no te usan para llenar vacíos
- Admiración: valoran tus capacidades
- Deseo: existe atracción
- Humor: existe sintonía o amistad
- Sensibilidad: te escucha y acompaña en las buenas y malas
- Respeto: no te fuerza a ser otra persona, sino que valora tu familia, creencias, gustos, amistades, metas.
“Pastor, eso me va a tomar mucho tiempo. ¡No puedo esperar tanto!” ¿Cuál es la prisa? ¿Acaso no vale la pena esperar? Quién se ama no se expone a relaciones que le van a hacer daño. Además, la paciencia construirá tu carácter y el de tu pareja. La forma en que una persona y una pareja manejan su relación construye unos fundamentos que le acompañaran toda la vida. Una pareja que pone límites y practica la paciencia en la intimidad sexual, ¿no creen tomará buenas decisiones en el futuro relacionadas al dinero, los hijos, el trabajo?
Un día Jesús le dijo a sus discípulos: “Porque de adentro del corazón humano salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, 22 los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la calumnia, la soberbia y la insensatez. 23 Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona” Marcos 7:21-23. Jesús le recordó, entre otras cosas, que hay que cuidar nuestro corazón porque de lo contrario nos puede llevar a tomar muchas malas decisiones. En nuestro caso, a caer en la trampa de la sexualidad: estar buscando amor en vez de compartirlo.
Por eso Proverbios 4:23 dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida” y 1 Tesalonicenses 4:3-5 afirma: “La voluntad de Dios es que ustedes sean santificados, que se aparten de toda inmoralidad sexual, 4 que cada uno de ustedes sepa tener su propio cuerpo en santidad y honor, 5 y no en pasiones desordenadas, como la gente que no conoce a Dios”.
Jiddu Krishnamurti dijo en una ocasión: “Es porque no sabemos amar que el sexo se convierte en problema”. Ya sea que estés conviviendo o no, no regales tu corazón a cualquier persona, sino a quien valga la pena y bajo un pacto de amor: el matrimonio. El amor no es solo sexo.
Cada palabra llenó el vacío de mi entendimiento con respecto a este aspecto del matrimonio. Muchas gracias. Dios lo bendiga.