Eclesiastés 7:13
El propósito principal de cualquier experiencia de adoración es la siguiente: encontrarnos con Dios. Todo lo que hacemos en nuestros cultos tiene ese propósito: experimentar a Dios en nuestra vida y disfrutar de la paz, sanidad y gozo que trae a nuestra vida el Espíritu Santo. Sin embargo, el culto no es el único escenario en donde nos encontramos con Dios y experimentamos su presencia. Las experiencias que tenemos durante el culto solo son un anticipo o una prueba de cómo podemos encontrarnos con Dios todos los días, en diferentes lugares, a través de diferentes personas y en diferentes circunstancias. Dios está moviéndose en el mundo, en la vida, y uno de nuestros grandes retos es abrir los ojos para verle y admirar sus obras.
Esa precisamente es la meta del libro de Eclesiastés: ayudarnos a mirar y admirar las obras de Dios. Eclesiastés es parte de los libros de sabiduría de la Biblia, junto con Proverbios, Salmos, Job, entre otros. Todos estos libros tienen algo en común: destacan lo importante que es tener temor a Dios, o reconocer a Dios en nuestra vida. En el caso de Eclesiastés, es un libro complicado, y no tan fácil de entender. Por un lado, el autor subraya lo efímero, fugaz o temporal de la existencia humana. Para el autor todo en la vida es superficial, transitorio, limitado, y por consiguiente, nada puede darnos plenitud de vida. Por eso el autor comienza el libro diciendo:
“Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. 3 ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? 4 Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. 5 Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. 6 El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. 7 Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo. 8 Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. 9 ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol” (1:2-9).
Ante estas expresiones, el autor aparenta estar deprimido o desesperanzado ante la vida: nada vale la pena. Sin embargo, el autor presenta la temporalidad de la vida con un propósito: entender que lo único que puede traer plenitud es el temor a Dios, reconocer a Dios en nuestra vida y cumplir con sus mandamientos. Para el autor el temor a Dios es la respuesta del ser humano luego de haber analizado la vida y haberse dado cuenta que todo es temporal, excepto Dios. Por eso termina el libro con un tono esperanzador cuando dice:
“Hijo mío, además de lo antes dicho, toma en cuenta que nunca se acaba de escribir muchos libros, y que el cuerpo se cansa de tanto estudiar. 13 Todo este discurso termina en lo siguiente: Teme a Dios, y cumple sus mandamientos. Eso es el todo del hombre. 14 Por lo demás, Dios habrá de juzgar toda obra, buena o mala, junto con toda acción encubierta” (12:12-14).
Para el autor lo importante es que los seres humanos, luego de haber analizado la vida podamos descubrir que solo Dios vale la pena, que solo Dios puede llenar al ser humano, que solo Dios es suficiente. Y como el autor ha descubierto esto por su experiencia misma, nos hace la invitación a hacer lo mismo: temer a Dios, reconocer a Dios en nuestra vida. ¿Cómo nos invita a hacerlo? El capítulo 7:13-14 dice:
“Mira y admira las obras de Dios: ¿quién podría enderezar lo que él ha torcido?
14 Cuando te llegue un buen día, disfruta de él; y cuando te llegue un mal día, piensa que Dios es el autor de uno y de otro, y que los mortales nunca sabremos lo que vendrá después”.
Para el autor lo más importante en la vida es mirar y admirar las obras de Dios. Si solo Dios vale la pena en la vida, hay que tomar el tiempo para verlo y admirarlo. Para tener plenitud de vida hay que mirar lo eterno y profundo (Dios) en medio de lo temporal y superficial (vida). El temor a Dios, que es lo único que trae plenitud de vida, es la acción de identificar las intervenciones de Dios en la vida. ¿Por qué es lo único que trae plenitud? Porque lo único que trae plenitud y esperanza es saber que en medio de la complejidad de la vida, existe un Dios que sigue obrando, que no se detiene y que está haciendo algo en favor de la humanidad. Porque la plenitud y la esperanza llegan cuando sabemos que el mundo no está a la deriva, sino que algo Dios ha hecho, está haciendo y hará.
En el momento en que se escribe Eclesiastés, el pueblo judío creía en la teología de la retribución: Dios está detrás de todo, lo bueno y lo malo; y los buenos no pueden sufrir, sino que el sufrimiento es castigo de Dios por el pecado. Por eso es que dice “y cuando te llegue un mal día, piensa que Dios es el autor de uno y de otro, y que los mortales nunca sabremos lo que vendrá después”. Esta teología de la retribución es cuestionada por el libro de Job, que nos enseña que aun los buenos sufren y no siempre tenemos razones para explicar el sufrimiento. El libro de Job nos enseña que Dios no está detrás de todo, pero está en todo; buscando sacar algo bueno de lo malo. Esto es lo que quiere decir Romanos 8:28 cuando afirma: “ Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.
La plenitud y esperanza para el pueblo de Dios vienen entonces cuando a pesar de que no entendemos todo lo que ocurre en el mundo, sabemos que hay un Dios que está haciendo algo bueno. Nuestra tarea es entonces identificar esas intervenciones salvadoras y sanadoras de Dios.
Cuando miramos el libro de Eclesiastés, el autor nos invita a tres cosas, entre muchas otras: detenernos, mirar y admirar. Con detenernos, somos invitados/as a eliminar la prisa de nuestra vida. Las cosas se pueden observar mejor cuando no estamos en movimiento. ¿Han intentado sacar una fotografía en un carro en movimiento? Para mirar y admirar, es importante bajar la velocidad de nuestras vidas. Te pregunto, ¿vives con prisa? ¿Se te hace difícil detenerte?
Con mirar, somos invitados/as a observar a Dios en la vida, la gente (aunque sean diferentes a nosotros/as), la naturaleza, las circunstancias (aunque parezcan un caos), en el mundo más allá de nuestro país, en la familia, en las amistades, en los vecinos. Te pregunto, ¿estás viendo a Dios en la vida? ¿Aun en lo que parece demasiado superficial o sencillo? ¿Cómo Dios está presente en el caos, la escasez, la pérdida y la enfermedad? ¿Cómo Dios está presente en lo que te rodea?
Por último, somos invitados/as a admirar a Dios. Esa es la experiencia de disfrutar a Dios: permitir que ese reconocimiento de Dios llene nuestra vida de esperanza y plenitud. Es deleitarnos en ese encuentro con Dios. Te pregunto, ¿necesitas ser lleno/a de esperanza? ¿Necesitas reemplazar la ansiedad y tristeza por la convicción de que algo Dios está haciendo?
Les confieso que este mensaje es para mí. Tiendo a tener mucha velocidad en la vida, y en ocasiones pierdo oportunidades para detenerme, mirar y admirar a Dios; lo que provoca que en ocasiones pierda oportunidades para vivir la plenitud y esperanza que viene de parte de Dios. Este mensaje ha sido un aviso de parte de Dios para me detenga, mire y observe cómo ha estado, está y estará en la vida.
Por ejemplo, hace un año atrás Heidy me preguntó a qué lugares del mundo me gustaría viajar. Yo le contesté que África, América del Sur y Méjico. Parece que Dios escuchó esas palabras y me hizo un regalo hermoso: en un período de cuatro meses tuve la oportunidad de visitar África, Méjico y Bolivia. Mientras oraba esta semana por el mensaje de hoy, Dios me dijo: mira y admira. Me la he pasado agradeciendo a Dios porque pude encontrarme con Él en medio de mis hermanos/as africanos/as, mejicanos/as y bolivianos/as, y lo que les rodea en sus hermosos países: su cultura, sus paisajes, su Dios.
Luego de recibir este mensaje de Dios, también me he detenido para mirar y admirar a Dios en mi esposa, mis perritos, mi familia, mis amistades, mi iglesia, mi país, mi cultura, entre otras dimensiones de la vida. He sido lleno de plenitud y esperanza esta semana al encontrarme con Dios y reconocerle.
En una ocasión Jesús les dijo a sus discípulos luego de haber resucitado: “¡Miren mis manos y mis pies! ¡Soy yo! Tóquenme y véanme: un espíritu no tiene carne ni huesos, como pueden ver que los tengo yo” (Lucas 24:39). Hoy Jesús nos dice lo mismo: mírame y admira cómo estoy actuando en la vida. ¿Qué significa para ti hoy detenerte, mirar y admirar a Dios? No dejemos que la rutina y la prisa nos obstaculicen mirar y admirar las obras de Dios a nuestro alrededor.