Génesis 18:1-15 / Mateo 8:5-12
Hoy celebramos el día de los Padres. Por tal razón quise estudiar la vida de personaje bíblico que en un momento dado fue llamado padre de las naciones: Abraham. Mucho se ha hablado de Abraham, y de la fe que lo caracterizó. Sin embargo, muy poco se habla de cómo Abraham tiene mucho que enseñarnos de lo que no debemos hacer a la hora de recibir una promesa de Dios. Abraham nos enseña que en ocasiones los seres humanos nos desesperamos y queremos hacer que las promesas de Dios se hagan realidad a nuestro tiempo y nuestra forma, en vez de esperar en el tiempo y forma perfecta de Dios.
Génesis 15:1-5 nos presenta el momento en que Abraham recibe la promesa de tener una descendencia. Esta descendencia era parte del pacto que Dios estaba haciendo con Abraham para dar comienzo a lo que sería el “pueblo de Dios”, que luego sería llamado Israel. Dios quería tener un pueblo, y la forma de tenerlo era a través de un patriarca que proveyera esa descendencia. La respuesta de Abraham es sencilla: no tengo herederos, por lo que es imposible hacer ese nuevo pueblo. Aun así, Dios le promete descendencia, y Abraham le creyó a Dios. Esta es la parte que cantamos en nuestros coritos y aquello por lo cual definimos usualmente a Abraham. Pero esto no termina aquí.
Génesis 16:1-4a nos dice que a pesar de la promesa, Saraí (la mujer de Abraham), no le daba hijos. Ante esta realidad, Saraí le propone a Abraham que se uniera a su esclava Agar, para que ella le diera un hijo. Ante esta propuesta, Abraham accede y Agar concibió un hijo llamado Ismael. Entendamos bien lo que ocurrió aquí: Abraham y Saraí se desesperaron, no creyeron en la promesa y tomaron el asunto en sus propias manos.
Los capítulos en la Biblia no siempre tienen un orden cronológico, por lo que no necesariamente lo que ocurre en Génesis 17 sucedió luego de Génesis 16. Es posible que los capítulos 17 y 18 sean otros relatos (versiones) de la promesa que Dios le dio a Abraham. En estos relatos vemos a Dios diciéndole a Abraham que su descendencia era segura (cap. 17), y por otro lado, a Saraí riéndose de esa promesa, como una forma de expresar su incredulidad (cap. 18). Esta risa e incredulidad de Saraí viene en respuesta a la visita de tres varones que llegaron hasta su casa para decirle que la promesa era en serio. Luego de esta risa de Saraí, Dios le dice a Abraham: “¿Acaso hay para Dios algo que sea difícil?”
Lo cierto es que Dios cumplió su promesa, y el capítulo 21 nos narra el nacimiento de Isaac. A pesar de la vejez de ambos, y de la esterilidad de Saraí, Dios trajo descendencia a Abraham por medio de Isaac. No hubo nada difícil para Dios.
¿Cómo podemos resumir toda esta historia? Primero, que Dios le prometió a Abraham ser un padre de naciones y crear un nuevo pueblo por medio de él. Segundo, que Abraham creyó de primera instancia, pero luego se desesperó junto a su esposa Saraí porque ella era estéril y ambos viejos. Esta desesperación les llevó a la incredulidad, y la incredulidad a tomar en sus propias manos la promesa de Dios. Tercero, que a pesar de la incredulidad, Dios cumplió su promesa, e Isaac nació.
A pesar de que estamos acostumbrados a escudriñar la Biblia para encontrar ejemplos de héroes de la fe, personas que nos inspiran a creer y esperar en las promesas de Dios, la Biblia (y en particular el libro de Génesis) está lleno de ejemplos de lo que no debemos hacer ante las promesas de Dios. Uno de esos ejemplos lo es Abraham y Sara; que ante la promesa de Dios cayeron en la desesperación, incredulidad y malas decisiones. Lo triste del caso es que sus malas decisiones tuvieron consecuencias.
La primera consecuencia es que nació Ismael. El nacimiento de Ismael en sí mismo no fue algo malo, porque también era un hijo de Dios. La consecuencia fue que después de tomar la decisión de tener a Ismael, Saraí decide desterrar a Agar e Ismael al desierto; donde sufrieron mucho porque era una madre soltera en una cultura patriarcal. Dos personas sufrieron las consecuencias de la desesperación de Abraham y Saraí. Sin embargo, la Biblia nos dice que aun en el desierto Dios estuvo con Agar e Ismael. La tradición judía no nos habla mucho más de Ismael, porque el heredero de la promesa fue Isaac; solo nos dice que tuvo doce hijos.
La segunda consecuencia es que ese destierro de parte de Saraí a Ismael es el fundamento que utiliza la religión del Islam para afirmar que el verdadero heredero es Ismael, no Isaac. La desesperación de Abraham y Saraí trajo como consecuencia que hasta el día de hoy haya dos religiones, judaísmo e islam, en conflicto hasta el día de hoy.
La historia de Abraham y Saraí nos recuerda lo rápido que los seres humanos nos podemos desesperar y querer adelantar las promesas de Dios. ¿Podemos recordar decisiones en nuestra vida que fueron tomadas debido a la desesperación? ¿Cuál fue el resultado de las mismas? ¿Hemos forzado una relación de pareja? ¿Hemos forzado la compra de una casa o de un carro? ¿Hemos tomado la venganza en nuestras manos?
Por otro lado, cuando estudiamos este pasaje bíblico, vemos que en efecto Dios cumplió su promesa de darle descendencia a Abraham por medio de Sara. Dios no dependió de la fe de Abraham y Sara. Dios cumplió su promesa a pesar de la incredulidad de ambos. Esto nos hace reflexionar acerca de quién y cómo es Dios. En este caso, Dios fue por encima de la incredulidad para hacerle ver a esta pareja que tenía poder para cumplir su promesa a pesar de la desobediencia. En pocas palabras, cuando Dios tiene planes los cumple. Esto es esperanzador, porque nos recuerda que Dios es Dios, y que no depende de nosotros para hacer realidad sus promesas.
Todo esto trae la siguiente pregunta: ¿cuál es entonces el rol de la fe, si Dios cumplirá sus promesas a pesar de nuestra incredulidad? Tengo dos respuestas. Por un lado, Dios promete continuamente muchas cosas a sus hijos/as, y tengamos o no fe, Dios las cumplirá. Nuestra fe no controla a Dios. Lo que hace la fe es cambiar la actitud en la que esperamos la promesa de Dios. En otras palabras, la fe produce esperanza: tener certeza de que algo Dios hará. Les doy un ejemplo.
En una ocasión un prisionero de guerra recibió una carta mientras cumplía su tiempo en prisión. Era una carta de la familia que le decía: “estamos bien y te esperamos en casa”. Esa carta transformó la vida de este prisionero y le motivó a seguir esperando el día en que pudiera ser liberado y estar con su familia. El conocimiento del futuro cambió su presente. De igual forma, el saber que Dios cumplirá sus promesas, cambia nuestro presente. La fe y la esperanza no necesariamente tienen el rol de cambiar los planes de Dios, sino de cambiarnos a nosotros mismos mientras esperamos en Dios.
Por otro lado, el Nuevo Testamento, y en particular las enseñanzas de Jesús, afirman que nuestra fe puede cambiar las circunstancias. Veamos algunos ejemplos:
“Jesús les dijo: «Porque ustedes tienen muy poca fe. De cierto les digo, que si tuvieran fe como un grano de mostaza, le dirían a este monte: “Quítate de allí y vete a otro lugar”, y el monte les obedecería. ¡Nada sería imposible para ustedes!»» Mateo 17:20
“Al entrar Jesús en Cafarnaún, se le acercó un centurión, y le rogó:6 «Señor, mi criado yace en casa, paralítico y con muchos sufrimientos.» 7 Jesús le dijo: «Iré a sanarlo.» 8 El centurión le respondió: «Señor, yo no soy digno de que entres a mi casa. Pero una sola palabra tuya bastará para que mi criado sane. 9 Porque yo también estoy bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes. Si a uno le digo que vaya, va; y si a otro le digo que venga, viene; y si le digo a mi siervo: “Haz esto”, lo hace.» 10 Al oír esto Jesús, se quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «De cierto les digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. 11 Yo les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; 12 pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas de afuera. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.» 13 Luego dijo Jesús al centurión: «Ve, y que se haga contigo tal y como has creído.» Y en ese mismo momento el criado del centurión quedó sano.» Mateo 8:5-12
Como podemos ver, a pesar de que nuestra fe no controla a Dios, si tiene poder para cambiar las circunstancias. Repito: aunque Dios no depende de nosotros para actuar, hay cosas que Dios hace cuando oramos y tenemos fe, que no haría si no oramos y tenemos fe. Aunque no podemos controlar la mano de Dios por medio de nuestra fe, nuestra fe mueve la mano de Dios.
Cuando miramos la historia de Abraham y Sara es muy fácil juzgarles como incrédulos. Sin embargo, la realidad es que la fe no es siempre es fácil. La fe se nutre de la razón, pero muchas veces va por encima de ella. La fe no siempre encaja los parámetros de la vida, no se acomoda a nuestros paradigmas o formas de pensar. La fe en ocasiones parece ser más locura, que otra cosa. Pero a pesar de que es complicado creer, la pregunta más importante de la historia de Abraham y Sara es la siguiente: ¿Habrá algo imposible para Dios?
Esta es la pregunta que nos pone en perspectiva porque en ocasiones, al igual que hicieron Abraham y Sara, los seres humanos le adjudicamos a Dios nuestras limitaciones humanas, dando espacio para la desesperación y la incredulidad. ¿Cuáles son las circunstancias que humanamente creemos son imposibles para Dios? ¿A nivel personal, familiar, nacional o mundial? ¿Cómo estamos esperando en Dios? ¿Desesperados o esperanzados?
La historia cristiana nos narra varios ejemplos de cómo el ser humano ha visto la promesa de Dios cumplirse a pesar de que la respuesta de Dios ha tardado, según nuestros criterios. En primer lugar, tenemos a Jesús. Su llegada fue profetizada miles de años antes, sin embargo Dios cumplió. En segundo lugar, tenemos la Reforma Protestante. La iglesia estaba en necesidad de una reforma de mucho tiempo antes de que Martín Lutero hiciera su intervención. Dios tuvo cuidado de la iglesia y abrió camino para una transformación muy necesaria. En tercer lugar, tenemos ejemplos como los de Suráfrica. Pueblos que han sido explotados por imperios, y cuando menos parecía que iba a llegar la respuesta de Dios, la libertad llegó.
Abraham y Saraí nos enseñan que en ocasiones los seres humanos nos desesperamos y queremos hacer que las promesas de Dios se hagan realidad a nuestro tiempo y nuestra forma, en vez de esperar en el tiempo y forma perfecta de Dios. Es tiempo de creer y esperar en Dios. ¿Cómo deseas vivir tu vida hoy? ¿Desesperado o esperanzado? Jesús dijo en Marcos 10:27: “Esto es imposible para los hombres, pero no para Dios. Porque para Dios todo es posible.”
Gloria a Dios. RECIBAN MUCHAS BENDICIONES
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