Lucas 24:13-35
La vida es dura. Las cosas no siempre salen como esperábamos y nuestros sueños se derrumban en un segundo. Según el diccionario, la experiencia de perder la esperanza debido a que algo no salió como esperábamos, se conoce como desilusión. Todos/as en algún momento de la vida experimentaremos la desilusión. Divorcios, pérdidas, enfermedades, sueños no alcanzados, heridas profundas, son algunas de las experiencias que enfrentaremos tarde o temprano.
Las desilusiones producen heridas que necesitan sanar; particularmente porque sentimos coraje con la vida, miedo a que la desilusión se repita, depresión y tristeza por lo que perdimos o nunca alcanzamos, y ansiedad por un futuro incierto, entre otras cosas. Las desilusiones nos marcan de una manera u otra. La pregunta que nos haremos en el día de hoy es: ¿Qué hacemos con nuestras desilusiones? ¿Cómo podemos superarlas y sanar? Por medio del texto de Lucas 24:13-35 veremos que en medio del camino de la desilusión, Dios nos acompaña y e invita a ser llenos de su presencia sanadora.
Luego de la muerte de Jesús, hubo mucha desilusión entre sus seguidores/as. Los/as discípulos/as de Jesús esperaban que él fuera un mesías o libertador político que enfrentara al imperio romano. Ante esta desilusión los/as seguidores/as de Jesús se escondieron y se esparcieron dentro y fuera de Jerusalén. Lucas nos narra la historia de dos de estos discípulos que salían de Jerusalén hacia una ciudad llamada Emaús el día en que Jesús resucita de la tumba. Estos dos discípulos caminaban desilusionados por la muerte de Jesús, mientras que el Jesús resucitado se une a ellos en su jornada hacia Emaús.
Lucas nos dice “ellos no lo reconocieron, y es que parecían tener vendados los ojos”. Ante este detalle de que estos dos discípulos no reconocieron a Jesús, yo me intento poner en su lugar y me pregunto: ¿Será que cuando estamos desilusionados y heridos por la vida, nos desorientamos de tal manera que no vemos las cosas tal y como son? De hecho, en el verso 18 los discípulos se refieren a Jesús como un forastero, y en el griego la palabra que se usa es paraikos que significa extraño. Hay momentos en la vida en que Dios camina con nosotros/as, pero parece ser un extraño porque estamos muy heridos.
Cuando Jesús se les une en el camino, les pregunta de qué hablaban. Uno de los discípulos, Cleofas, aprovecha para expresarle a Jesús toda su desilusión de que esperaban que Jesús fuera su libertador pero lo habían crucificado. Cleofas le cuenta a Jesús cómo había perdido la esperanza. ¿Ustedes saben que una de las primeras etapas de la sanidad ante una desilusión es sacar todo lo que tenemos por dentro? La sanidad comienza con llorar y expresar lo que sentimos, y ante la necesidad de “sacar lo que tenían por dentro”, Jesús hizo lo mejor que podía hacer: escucharles.
Sin embargo, Jesús no solo les escuchó; sino que comenzó a ayudarles a entender lo que había pasado. Para poder transformar esa desilusión en sanidad, Jesús necesitaba enseñarle que el sufrimiento es parte de la vida, y que el dolor nos llega tarde o temprano, tal y como le llegó a Jesús. Jesús comienza a enseñarles que la muerte de Jesús era parte del plan que las Escrituras establecían desde Moisés y los profetas. Jesús estaba ayudándoles a aceptar que su muerte era parte del plan.
Imagino que esto fue difícil de absorber para los discípulos, al igual que es difícil para nosotros absorber la realidad de que el sufrimiento es parte de la vida. Los seres humanos tenemos expectativas de la vida (que hemos aprendido y desarrollado a lo largo de la vida), y en muchas de nuestras expectativas no siempre está incluido el sufrimiento. Quizás porque no queremos sufrir, no se nos enseña o no queremos aceptar que sufriremos por nuestros errores, por errores de otras personas o por razones que nunca entenderemos. El problema es que cuando no incluimos al sufrimiento como parte de la vida, sufrimos más; porque sufrimos el evento doloroso, más el dolor de la desilusión. Por ejemplo, cuando sufrimos una pérdida, no solo sufrimos el dolor de la pérdida, sino el sufrimiento de por qué nos pasó eso a nosotros; cuando la realidad es que a todos/as nos puede pasar cualquier cosa, aunque seamos cristianos.
En el cristianismo en ocasiones existe una idea que no nos ayuda a la hora de enfrentar el sufrimiento: “Si creo en Dios y le sirvo, nada malo me pasará.” Aunque existen versos bíblicos a lo largo de la Biblia que hacen referencia al cuidado de Dios para con el ser humano, el mensaje central de la Biblia no es que Dios nos librará del sufrimiento por creer en Él. Todo lo contrario, desde el Antiguo Testamento (José, Moisés, Job) hasta el Nuevo Testamento (Jesús, Pedro, Pablo, Apocalipsis) se nos presenta el sufrimiento como parte de la vida; y que lo importante no es evitar el mismo, sino tener fe y esperanza de que Dios está con nosotros/as en medio del mismo.
En el Antiguo Testamento tenemos a Job. Al momento de escribir este libro, el pueblo judío pensaba que el sufrimiento era castigo de Dios por el pecado. Este libro se escribe para afirmar que la gente buena también sufre, y que no siempre el sufrimiento es producto del pecado. En el Nuevo Testamento tenemos a Pablo y su carta a los Romanos (cap. 5) cuando dice “Y no sólo esto, sino que también nos regocijamos en los sufrimientos, porque sabemos que los sufrimientos producen resistencia, 4 la resistencia produce un carácter aprobado, y el carácter aprobado produce esperanza. 5 Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.” Por último, tenemos a Jesús que nos dijo en Juan 16:33b: “En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo”.
Entender que el sufrimiento es parte de la vida alivia un poco el dolor, porque la desilusión resultar ser menor; sin embargo, no quita el dolor. Ante las desilusiones, necesitamos que Dios nos sane. Es por esto que cuando Jesús termina de enseñarles a los discípulos que el sufrimiento era parte de la vida de Jesús, los discípulos llegan a su casa e invitan a Jesús a que se quede con ellos; era costumbre ser hospitalarios y ofrecer albergue a extraños y viajeros. Esta decisión de abrirle las puertas de su hogar a Jesús lo cambió todo. Si la sanidad había comenzado desde su conversación, es en el hogar que la misma toma una nueva dimensión.
Estando en la casa, Jesús se sentó a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. En ese momento los ojos de los discípulos fueron abiertos y reconocieron que era Jesús quién comía con ellos. Al instante, Jesús desapareció. Al reconocer a Jesús comenzaron a afirmar cómo habían sentido su corazón arder mientras hablaba con ellos en el camino y les explicaba las Escrituras. Ese corazón que ardía era símbolo de la sanidad que había comenzado en ellos mientras expresaban su desilusión y eran enseñados por Jesús. Esa sanidad ahora se hacía evidente y se completaba al momento de ser alimentados por Jesús en la mesa.
Evidencia de esta sanidad es que el verso 33 dice «En ese mismo instante se levantaron y volvieron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los once y a los que estaban con ellos, 34 los cuales decían: «¡En verdad el Señor ha resucitado, y se le ha aparecido a Simón!» 35 Los dos, por su parte, les contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan.» Una de las formas de saber que estamos en proceso de sanidad o que hemos sido sanados de una desilusión es que estamos listos para ser instrumentos de Dios para sanar a otras personas por medio de nuestro testimonio de vida. Testificar es señal de sanidad.
Juan Wesley, fundador del movimiento metodista, afirma que la sanidad y salvación en el ser humano se da por medio de la gracia de Dios, que se experimenta de tres dimensiones diferentes. Wesley habló de la gracia anticipante, o el amor incondicional de Dios hacia nosotros, aun antes de nosotros abrirle nuestro corazón a Jesús. Esa fue la experiencia de los caminantes de Emaús, que experimentaron la compañía de Dios aun antes de abrirle su hogar a Jesús. También tenemos la gracia justificadora, que es la sanidad que viene cuando le decimos sí a Cristo y dejamos que su presencia llene nuestras vidas; así como los caminantes de Emaús abrieron su hogar a Jesús. Por último, tenemos la gracia santificadora, que viene cuando el amor de Dios nos empodera y equipa para servir a los demás y ser como Cristo; tal y como le ocurrió a los caminantes al salir hacia Jerusalén y testificar.
Esta historia de los caminantes de Emaús nos recuerda que ante una desilusión, Dios está con nosotros, aun antes de nosotros verle claramente; porque Dios no depende de nosotros para amarnos. Dios conoce nuestro dolor, nos escucha y busca hablarnos aunque creamos que no está presente. Pero Dios desea que abramos nuestro corazón para Él entrar, sentarse a la mesa y alimentarnos. Dios desea sanarnos de manera que podamos también ser instrumentos de sanidad para otras personas. Esta historia nos afirma que tenemos un Dios que nos escucha, enseña, sana y empodera para servir cuando estamos en el camino de la desilusión.
En las pasadas semanas tuve la oportunidad de ir a Méjico y conocer a un hombre llamado David, quién nos transportó una noche hasta el hotel. Al conversar con él, escuchamos cómo había sufrido de peritonitis y pancreatitis; por lo que había estado dos años hospitalizado y 35 días en coma. Los médicos le dijeron que sus posibilidades de sobrevivir eran de una en un millón. Los médicos le dijeron que pidiera a Dios por un milagro. Así lo hizo David, y ya han pasado varios años de su recuperación. Dios hizo el milagro, aunque no le evitó el sufrimiento, y ahora David testifica del mismo.
En ocasiones el camino de la desilusión nos llega, y no siempre tenemos una razón para su llegada. Sin embargo, siempre podemos vivir el camino de la desilusión acompañados de Jesús. Lucas nos dice que uno de los dos discípulos se llamaba Cleofas, pero no dice el nombre del otro. Sospecho que Lucas quería que cada uno de nosotros/as entendiera que cualquiera de nosotros puede ser ese otro discípulo. Hoy Jesús quiere caminar contigo tu camino de la desilusión.
Tremendo siempre la espero con ansias cada meditacion Dtb gracias por dejarse usar por el señor