Lucas 8:22-25
Hoy culminamos la serie Cuan dulce paz. Hace cinco semanas afirmamos que la paz se puede definir como un estado de tranquilidad mental o despreocupación. Experimentamos paz cuando en medio del caos a nuestro alrededor, nuestra mente no vive en angustia, malestar o aflicción. Esto suena tan bonito que hasta parece una fantasía. Sin embargo, la premisa principal de esta serie ha sido que podemos disfrutar la paz de Dios en medio de un mundo caótico. En pocas palabras, se puede tener paz en medio de la tormenta; no porque podamos hacerlo por nuestras propias fuerzas, sino porque Dios está con nosotros/as en medio de la tormenta. Esto fue lo que Jesús nos enseñó en Lucas 8:22-25:
“Un día, Jesús abordó una barca con sus discípulos, y les dijo: «Pasemos al otro lado del lago.» Y así lo hicieron. 23 Mientras navegaban, Jesús se quedó dormido. Pero se desencadenó en el lago una tempestad con viento, de tal manera que la barca se inundó y corrían el peligro de naufragar. 24 Los discípulos despertaron a Jesús y le dijeron: «¡Maestro, Maestro, estamos por naufragar!» Entonces Jesús despertó, reprendió al viento y a las olas, y éstas se sosegaron, y todo quedó en calma. 25 Jesús les dijo: «¿Dónde está la fe de ustedes?» Pero ellos, temorosos y asombrados, se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta a los vientos y a las aguas les da órdenes, y lo obedecen?»”
El mar de Galilea era conocido por sus violentas y repentinas ráfagas de viento. Cruzar el mar de Galilea no era fácil, aun para personas expertas y conocedoras del mar; como lo eran los discípulos de Jesús. Desde la antigüedad, y en el lenguaje bíblico, el mar siempre ha representado al caos, aquello que es indomable e incierto. Génesis 1 dice “La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas”. En los evangelios el mar tiene el mismo significado, e incluso Lucas se encarga de poner esta historia (en donde Jesús calma la tempestad) justo antes de que Jesús realice el exorcismo del endemoniado geraseno. Para Lucas, ambos eventos tenían el mismo propósito: presentar cómo Jesús tuvo control sobre un evento caótico, maligno y demoniaco que parecía imposible de controlar.
Les pregunto, ¿nos enfrentaremos nosotros en ocasiones a eventos caóticos que se salen de nuestro control? ¿Cuántas veces estamos, al igual que los discípulos, enfrentando un mar de incertidumbre que amenaza con hundir nuestras barcas? Hay veces que pasamos por el mar del dolor, de la pérdida, del sufrimiento, y nos preguntamos cómo iremos a cruzar el mar y llegar hasta el otro lado. Incluso, aun siendo cristianos con experiencia (al igual que los discípulos que eran pescadores con experiencia), experimentamos temor. Quizás, al igual que los discípulos, hicimos todo lo que estaba en nuestro control para enfrentar la tormenta, pero aun así tenemos miedo de que vayamos a perecer.
Por ejemplo, ¿qué pasará en este mar de incertidumbre que vive Puerto Rico? ¿Qué pasará con el sistema de salud y de pensiones, con la economía, con los empleos, con las propiedades? A esto se le añaden nuestras situaciones personales y familiares que también parecen salirse de nuestro control: situaciones con los hijos, enfermedades, escasez, crisis matrimoniales, entre otras.
¿Ustedes saben cuál es uno de los temores que más se repite en los seres humanos en medio del mar de incertidumbre? El miedo a creer que no vamos a lograrlo. Que la crisis será tan caótica que pereceremos. Este sentimiento de incapacidad produce mucha ansiedad porque en vez de esperar lo mejor de Dios y de nosotros mismos, esperamos lo peor. Incluso, cuestionamos a Dios diciéndole “¡Nos vamos a hundir!”, al igual que lo hicieron los discípulos cuando vieron que Jesús dormía mientras ellos luchaban con el mar. ¿Cuántos nos hemos sentido así en algún momento?
El acto de cuestionar en sí mismo no es algo negativo, es parte del proceso cuando experimentamos crisis y pérdidas. El coraje, el miedo, la tristeza, el sufrimiento, la soledad, el abandono, la depresión y la victimización son parte de un proceso natural de pérdida y duelo. El problema, sin embargo, llega cuando tenemos dificultad para superar y dejar atrás todos estos sentimientos. Las crisis están diseñadas para superarlas, no para quedarnos en ellas. Ante la crisis nuestra fe debe fortalecerse y experimentar una nueva dimensión de confianza en Dios, tal y como Jesús nos enseñó en esta historia.
¿Cuál es esa nueva dimensión? Que mientras ocurría la tormenta, Jesús dormía. ¿Cómo es posible que Jesús durmiera en medio de la tormenta? Aunque podemos darle múltiples interpretaciones, no hay duda de que Jesús quería modelarles a los discípulos lo que significaba confiar en Dios. Los discípulos tenían miedo durante la tormenta, mientras que Jesús tenía paz en la tormenta. Al ver los discípulos en pánico, y luego de calmar la tempestad, Jesús les dice: ¿Dónde está su fe?
Jesús no les dijo que si hubieran tenido fe la tormenta se iba a calmar o que no habría tormenta. Jesús les cuestiona su falta de fe durante la tormenta. Este cuestionamiento no fue otra cosa que una invitación de Jesús a confiar durante la tormenta. Jesús le estaba enseñando una nueva dimensión de la fe que en ocasiones los seres humanos olvidamos procurar: creer en Dios durante la tormenta, y no esperar a ver la calma de la tormenta para creer en Dios. Es la fe que nos enseñó Jesús en el evangelio de Juan cuando le habló a Tomás: “has creído porque me has visto. Bienaventurados los que no vieron y creyeron” Juan 20:29.
No hay duda de que la fe incluye pedir a Dios porque Jesús dijo en Mateo 7:7 “Pidan, y se les dará, busquen, y encontrarán, llamen, y se les abrirá”. Esa dimensión es importante porque afirmamos que tenemos un Dios que responde nuestras oraciones para calmar las tormentas de la vida. ¿Cuántos hemos experimentado un Dios que interviene para calmar el caos de la vida? Esa probablemente era la fe de los discípulos y por eso esperaban que Jesús calmara la tempestad.
Sin embargo, Jesús quería enseñarles no solo a tener fe para que la tormenta se calmara, sino a tener fe en un Dios que iba con ellos aunque la tormenta no se calmara. Jesús quería enseñarles que se puede disfrutar de la paz aun en las tormentas porque Jesús está en nuestra barca. Esta es la paz de la que habló Jesús en el evangelio de Juan 16:33 cuando dijo “Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo.”
La paz no siempre es producto de la calma exterior, sino de la calma interior. La paz no siempre llega porque Dios calmó la tormenta, sino porque confiamos en Dios en medio de la misma. La paz también llega cuando creemos que a pesar de la tormenta lograremos cruzar el mar y llegaremos al otro lado porque Jesús está en la barca. La paz llega cuando aunque las cosas a nuestro alrededor no hayan cambiado, Dios nos cambia a nosotros para enfrentar las cosas a nuestro alrededor.
Esa es la paz que Jesús nos invita a tener en medio de un Puerto Rico que vive un mar de incertidumbre que no se irá por un buen tiempo, y en medio de nuestras situaciones personales y familiares que no cambiarán fácilmente. ¿Dónde está tu fe? más que un regaño es una invitación a creer que la paz de Dios es posible en medio de la tormenta. Puerto Rico necesita a una iglesia que viva con paz en medio de la tormenta. La gente necesita modelos que les inspiren a creer y les hagan preguntarnos: ¿Cómo puedes tener paz en la tormenta? ¿Qué te da esa paz? ¿Quién te da esa paz? La tormenta es una oportunidad para creer y testificar que Dios está con nosotros/as.
¿Estás experimentando la tormenta? Hoy Dios te dice:
«No temas, Jacob, porque yo te redimí; yo te di tu nombre, Israel, y tú me perteneces. 2 Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni las llamas arderán en ti. 3 Yo soy el Señor, tu Dios. Yo soy tu salvador, el Santo de Israel. Ya he pagado por tu rescate a Egipto, Etiopía y Sebá. 4 Ante mis ojos tú eres grandemente estimado y digno de honra. Yo te amo, y por ti y por tu vida daré hombres y naciones. 5 No temas, que yo estoy contigo.» Isaias 43:1-5a