Mateo 18:15-22
Casi culminamos con nuestra serie Cuan dulce paz. La misma ha tenido tiene el propósito de ayudarnos a disfrutar la paz de Dios en un mundo caótico. La pasada semana afirmamos que ante los cambios que enfrentamos en la vida, solo en Jesús podemos encontrar seguridad, descanso y dirección; Jesús es el buen pastor. Según la encuesta que realicé hace unas semanas para conocer las cosas que nos quitaban la paz, la respuesta que más se repitió fue las situaciones familiares. Aunque existen múltiples formas en que las situaciones familiares nos quitan la paz, hoy abordaré una sola: los asuntos pendientes o conflictos no resueltos. Hoy hablaremos que la paz es producto de la reconciliación y el buen manejo de los conflictos en nuestra familia. Por eso utilizaremos el texto de Mateo 18:15-22 para conocer cómo la Biblia nos invita a que no se ponga el sol sobre nuestro enojo.
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo cuando él y tú estén solos. Si te hace caso, habrás ganado a tu hermano. 16 Pero si no te hace caso, haz que te acompañen uno o dos más, para que todo lo que se diga conste en labios de dos o tres testigos. 17 Si tampoco a ellos les hace caso, hazlo saber a la iglesia; y si tampoco a la iglesia le hace caso, ténganlo entonces por gentil y cobrador de impuestos. 18 De cierto les digo que todo lo que aten en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo. 19 Una vez más les digo, que si en este mundo dos de ustedes se ponen de acuerdo en lo que piden, mi Padre, que está en los cielos, se lo concederá. 20 Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos.» 21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: «Señor, si mi hermano peca contra mí, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» 22 Jesús le dijo: «No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.»”
Este texto tiene varios detalles que son importantes resaltar. En primer lugar, este texto da por sentado que el conflicto es parte de la vida cristiana. La vida cristiana se vive en comunidad, y donde hay personas, allí hay conflicto. El conflicto no es malo ni bueno en sí mismo, sino el resultado de diferencias entre dos o más personas. Si el conflicto es natural, no hay que tenerle miedo, sino herramientas para enfrentarlo. Lo natural es que existan conflictos, lo que no es natural es que los evitemos. Los conflictos existen para resolverlos, no para esconderlos. Cuando los conflictos se evitan, no se eliminan, sino que se agrandan porque otras personas se añaden al mismo, se da espacio para malas interpretaciones y se abre paso al resentimiento, entre otras cosas.
En segundo lugar, Mateo afirma que cuando hay conflicto es necesario buscar la reconciliación. Antes de llegar a los versos 15-22 de este capítulo, Jesús está hablando de los niños, de los pequeños (vulnerables) y que “el Padre de ustedes, que está en los cielos, no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños” v.14. Por eso habla de la oveja perdida y cómo el hombre deja las noventa y nueve para buscar la que falta. Para Jesús cada persona dentro de la comunidad es importante, y cuando llegue el conflicto es importante valorar las relaciones humanas.
Para esto, Jesús establece tres pasos. El primero, si te ofenden, repréndelo a solas. No dice publícalo en las redes sociales, díselo al barrio entero, o quédate callado. Jesús nos invita a resolver los conflictos con las personas indicadas. Les pregunto, ¿Cuántas veces tenemos conflictos con algún familiar, y ese familiar es el último que se entera? ¿Cuántas veces hablamos con los hijos, cuando deberíamos hablar con la pareja? ¿Cuántas veces nos callamos “por evitar” conflictos y el resultado es peor porque damos espacio para que el conflicto se agrande?
Si no logramos restaurar la relación dialogando con la persona involucrada, Jesús nos invita a buscar dos o tres testigos. Estos dos o tres testigos pueden servir de observadores, consejeros, mediadores o guías espirituales. Si aun con los testigos no se logra resolver el conflicto, entonces debemos llevar el caso ante la iglesia. En la iglesia debe haber también sabiduría que ayude a las partes involucradas llegar a la reconciliación. Si no hace caso a la iglesia, debe darse por gentil o cobrador de impuestos. ¿Qué significa esto?
Los gentiles o cobradores de impuestos se refieren a la gente “pagana” o no convertida al evangelio. Por tanto, cuando alguien no hace caso a la iglesia es posible que no tenga las herramientas, el carácter o el conocimiento necesario para construir la paz. Por tanto, decir que alguien es gentil es afirmar que necesitamos enseñarle el camino de Jesús. No se trata de expulsar a la gente de la comunidad. Para Jesús, no podemos darnos por vencidos con quienes no saben construir la paz. Habrá quienes saben cómo construirla y no lo hacen, pero aun a ellos no se les expulsa sino que se les sigue modelando el camino de la reconciliación.
Con este proceso de tres pasos, Jesús quiso afirmar la importancia de la reconciliación y la comunidad. Para Jesús los conflictos se trabajan en comunidad y para fortalecer la comunidad. Por eso dice “lo que aten en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el cielo…si dos de ustedes se ponen de acuerdo en lo que piden, mi Padre, que está en los cielos, se lo concederá. 20 Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos”. Para Jesús, cuando dos personas se ponen de acuerdo para resolver un conflicto, allí está Dios en medio de ellos porque el deseo de Dios es la reconciliación.
Tal y como mencioné en la primera predicación de esta serie, los seres humanos desarrollamos una serie de miedos a muchas cosas. Uno de esos miedos se le conoce como fobia al conflicto: miedo a tener diferencias con otras personas. De hecho, les puedo mencionar los síntomas de una persona que le tiene fobia al conflicto: buscan siempre complacer a los demás, a cuesta de sus propias necesidades, es decir, siempre ceden; tienen una necesidad obsesiva de aprobación; no se dan permiso para molestarse, y siempre dicen que están bien cuando no es así; son perfeccionistas emocionalmente, siempre deben sonreír aunque no lo sientan; y tienen miedo a sentir coraje o a parecer insensibles. “Déjalo así”, “No te preocupes”, “Estoy bien”, “Después hablamos”, “No me pasa nada”, son algunas de las frases favoritas.
¿Ustedes saben qué ocurre con las personas que tienen fobia al conflicto? Sufren de ansiedad porque no sacan de su sistema el conflicto, sino que lo absorben sin resolverlo. Mantienen el conflicto en su mente constantemente, pensando en lo que debieron haber dicho o en lo que quisieran decir; y se imaginan hablando con la persona todo lo que tienen por dentro. En muchos casos hace falta pedir o recibir perdón, y eso nunca ocurre; dejando heridas abiertas que el tiempo no sana sino que empeora. En pocas palabras, si no enfrentamos los conflictos, los asuntos no resuelven, y los asuntos pendientes quitan paz. ¿Qué asuntos pendientes tenemos en nuestras familias que están quitándonos la paz?
Les comparto tres herramientas muy sencillas que nos ayudarán a manejar saludablemente los conflictos, buscar la reconciliación y tener paz: empatía, asertividad y perdón. Con empatía, me refiero a aceptar que las personas tienen razones para hacer lo que hacen, y el primer paso es entenderlos. ¿Cuántas veces queremos resolver conflictos sin escuchar a nuestras parejas, hijos o a ese familiar con que tenemos conflicto? ¿Será que creemos que tenemos la razón sin darle la oportunidad de que se explique? ¿A quién necesito escuchar hoy?
Con asertividad, me refiero a que usualmente tenemos una de dos respuestas ante un conflicto: agresividad o sumisión. O decimos las cosas sin pensar y de mala manera, o no decimos nada. La asertividad es la opción intermedia. Es reconocer que hay un conflicto que hay que poner sobre la mesa; y que mientras establecemos que hay un conflicto, expresamos lo que sentimos o pensamos sin buscar herir a la otra parte.
¿Por qué es importante ser asertivos? Le doy dos razones. Primero, porque permite resolver el conflicto tal y como es, no como creemos que es. Si ambas partes dicen lo que sienten y creen, se puede buscar una solución que satisfaga a ambas partes. Segundo, porque es una forma de amarnos a nosotros mismos. Cuando expresamos lo que sentimos expulsamos de nuestro sistema toda la carga negativa del conflicto. Y si luego de hablar con la persona el conflicto no se puede resolver, por lo menos nos sentimos mucho mejor; no dejamos que el conflicto eche raíces en nuestra mente. Te pregunto, ¿a quién necesitas expresarle lo que en verdad piensas y sientes?
Por último, tenemos al perdón. Al enfrentar nuestros conflictos debemos recordar la conversación entre Pedro y Jesús: “Señor, si mi hermano peca contra mí, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» 22 Jesús le dijo: «No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Existen muchas razones para perdonar. Entre ellas que Cristo nos perdonó cuando no lo merecíamos. Segundo, que nosotros somos igual de imperfectos que la persona que nos ofendió. Podemos estar en el lugar de la otra persona muy fácilmente. Tercero, que el perdón sana las raíces de amargura y nos hace libres para amar. ¿A quién necesito perdonar en mi familia? ¿A quién le debo pedir perdón?
Efesios 4 nos da un excelente resumen de lo que acabo de predicar: “Yo, que estoy preso por causa del Señor, les ruego que vivan como es digno del llamamiento que han recibido, 2 y que sean humildes y mansos, y tolerantes y pacientes unos con otros, en amor. 3 Procuren mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz…25 Por eso cada uno de ustedes debe desechar la mentira y hablar la verdad con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. 26 Enójense, pero no pequen; reconcíliense antes de que el sol se ponga, 27 y no den lugar al diablo… 29 No pronuncien ustedes ninguna palabra obscena, sino sólo aquellas que contribuyan a la necesaria edificación y que sean de bendición para los oyentes…Desechen todo lo que sea amargura, enojo, ira, gritería, calumnias, y todo tipo de maldad. 32 En vez de eso, sean bondadosos y misericordiosos, y perdónense unos a otros, así como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo.”
Las palabras de Jesús en Mateo nos recuerdan hoy que los conflictos son algo natural en la comunidad, en nuestras familias; y que la paz no llega por ausencia de conflictos, sino por la búsqueda de la reconciliación. ¿Qué asuntos pendientes hay en mi familia? Hoy te invito a valorar nuestras relaciones familiares y a que no se ponga el sol sobre vuestro enojo.