Colosenses 3:1-15
Hace una semana comenzamos nuestra serie Viviendo el evangelio de la esperanza. El título de esta serie es también nuestro tema para el año 2017. Al leer este tema, una pregunta muy natural sería: ¿Por qué escogimos este tema para el año? Nuestra iglesia desarrolló durante los meses de agosto a diciembre lo que llamamos un proceso de discernimiento colectivo; en donde le hicimos a la congregación, al liderato y a los pastores la siguiente pregunta: ¿Hacia dónde Dios nos quiere dirigir como iglesia para este nuevo año? Luego de recibir todas las respuestas y discutirlas con el liderato, el Consejo del Pacto decidió que Dios nos ha llamado en este año 2017 a lo siguiente:
Aprender a ser discípulos/as de Jesús (y no solo miembros de nuestra iglesia) que viven un estilo de vida que imita a Jesús en todo tiempo y demuestra su fe con obras; siendo una de las obras principales el testificar por medio de palabras, acciones y el servicio a los demás que lo mejor de todo es que Dios está con nosotros/as.
Esta será nuestra meta para el 2017. Como verán, la meta nos invita tres cosas: vivir, testificar y aprender. Con vivir, Dios nos llama a entender que ser cristianos/as es un asunto que no solo incluye participar de las actividades de la iglesia, sino de vivir el Evangelio de Jesús todos los días y a todas horas. Vivir es un asunto de integridad, de un estilo de vida, de imitar a Jesús y de demostrar nuestra fe con obras (no para salvación, sino como resultado de la misma).
Por otro lado, también somos llamados/as a testificar las grandes obras de nuestro Dios. Testificar es un llamado a: 1) compartir el Evangelio de Jesús con otras personas e invitarlas a nuestra iglesia (si no tienen una) y 2) servir a los demás. Testificar es anunciar al mundo que la gracia de Dios es incondicional y que lo mejor de todo es que Dios está con nosotros/as. Testificar es vivir el evangelio de la esperanza en un país que sufre por situaciones económicas y políticas que invitan a la desesperanza.
Por último, para vivir y testificar hay que aprender a ser discípulos/as de Jesús, y no solo miembros de la iglesia. Esto se logra conociendo profundamente las Escrituras, valorando la tradición cristiana, buscando experiencias de encuentro con Dios y dando paso al uso de la razón en todo.
Como verán, nuestra meta para el año es ambiciosa, pero alcanzable. Con el propósito de alcanzarla, escogimos también un verso bíblico para el año:
“para que vivan como es digno del Señor, es decir, siempre haciendo todo lo que a él le agrada, produciendo los frutos de toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” Colosenses 1:10 (RVC).
Colosenses será el libro que estudiaremos en esta serie de predicaciones. Hoy dedicaremos la predicación al tema de VIVIR (Colosenses 3), el próximo domingo será el tema de TESTIFICAR (Col. 1) y el último será el tema de APRENDER (Col. 2). Hoy, hablaremos del llamado que tenemos a vivir como es digno del Señor, es decir, siempre haciendo todo lo que a él le agrada.
Para predicar del libro de Colosenses es importante entender el contexto del mismo. Colosenses a una carta dirigida a la gente Colosas, una ciudad ubicada en lo que hoy es Turquía. Quién escribe la carta, muy probablemente un discípulo de Pablo, buscó atender una necesidad que tenía esa comunidad cristiana: guiarles en medio de las herejías y falsos maestros. Colosenses es una carta dirigida a ayudar a esta comunidad a no dejarse embaucar o engañar por ideas que no eran fieles al evangelio de Jesucristo. No se sabe exactamente cuáles eran estas ideas, pero se presume que eran ideas paganas, gnósticas, griegas o un sincretismo (mezcla de varias ideas).
Ante esta realidad, el autor del libro quiere presentarles el verdadero evangelio, para que sean fieles al mismo. Ante las falsas enseñanzas, el autor busca afirmar lo que verdaderamente era la vida cristiana. Uno de los capítulos de este libro habla precisamente de lo que debe ser el comportamiento de aquellos/as que han decidido seguir a Jesús. El capítulo 3 es precisamente un catálogo de conductas que van a la par con el evangelio, y las que no. El mismo comienza de la siguiente forma:
“Puesto que ustedes ya han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba…2 Pongan la mira en las cosas del cielo, y no en las de la tierra.3 Porque ustedes ya han muerto, y su vida está escondida con Cristo en Dios.”
Este capítulo comienza afirmando que el verdadero evangelio se distingue por una vida cristiana que busca las cosas de arriba, y no las de abajo porque quienes siguen a Cristo también han resucitado con Cristo. El autor de lo que está hablando es que de la misma forma en que Cristo murió y resucitó, quién sigue a Cristo debe morir a su vieja vida y comenzar una nueva. Esta experiencia de morir y resucitar es precisamente la que se representa por medio del bautismo, en donde el agua limpia nuestra vida del pecado para que con la ayuda del Espíritu Santo podamos comenzar una nueva.
Ahora bien, lo importante de esta experiencia de santificación, es que a pesar de que es poco a poco, debe tener progreso. 2 Corintios 3:18 dice “Por lo tanto, todos nosotros, que miramos la gloria del Señor a cara descubierta, como en un espejo, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” No hay duda de que este proceso de santificación durará toda nuestra vida, porque lucharemos con el pecado mientras seamos humanos. Además, este proceso tendrá tropiezos que nos recordarán que es por la gracia de Dios que podemos seguir siendo santificados/as. Sin embargo, a pesar de nuestra humanidad y de los tropiezos, Efesios 4:22-24 nos dice:
“En cuanto a su pasada manera de vivir, despójense de su vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos;23 renuévense en el espíritu de su mente, 24 y revístanse de la nueva naturaleza, creada en conformidad con Dios en la justicia y santidad de la verdad.”
En la vida cristiana debe haber progreso, y uno de los primeros pasos (luego de recibir el poder del Espíritu Santo) para progresar es identificar aquellas conductas que debemos dejar atrás de la vieja vida, y aquellas que debemos realizar como parte de la nueva vida. Colosenses 3 nos presenta precisamente un catálogo con las conductas de la vieja y nueva vida. ¿Cuáles son estas conductas?
Las de la vieja vida que hay que dejar son: inmoralidad sexual, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos, avaricia, idolatría, ira, enojo, malicia, blasfemia, conversaciones obscenas y mentira. Es interesante que podemos clasificar estas conductas de la vieja vida en dos categorías: los que están asociados a la sexualidad y las que están asociadas al uso de nuestra lengua. Pareciera ser que el autor conocía bien al ser humano. En mi opinión, existen tres conductas sexuales con las que el ser humano lucha hoy, que parecen ser benignas (pero no lo son) y que debemos procurar dejar atrás: adulterio, fornicación y pornografía. Por otro lado, en cuanto a la lengua, hay tres conductas que debemos dejar atrás: chisme, palabras hirientes (que se producen bajo los efectos del enojo y la ira) y la mentira.
¿Por qué debemos dejar atrás estas conductas? Les tengo dos razones. En primer lugar, porque al creer en Jesús como Salvador hemos resucitado con Cristo. Como creyentes hemos muerto al pecado gracias al sacrificio de Jesús en la cruz. En segundo lugar, porque el pecado hace daño y destruye nuestra relación con Dios, con los demás y con nosotros/as mismos/as. Si analizamos cada una de estas conductas, veremos que de una manera u otra hacen daño o destruyen.
Por ejemplo, la pornografía destruye nuestra relación con Dios porque el tiempo que pudiéramos dedicar a nutrir nuestra relación con Dios y hacer el bien, lo dedicamos a esa conducta sexual que muy fácilmente se convierte en una adicción. La pornografía destruye nuestra relación con los demás porque estamos apoyando una industria que se hace rica a costa de explotar a seres humanos, particularmente mujeres y niñez. Por último, destruye nuestra relación con nosotros/as mismos/as porque es una conducta/adicción que lacera nuestra autoestima, porque experimentamos culpa, frustración e impotencia; emociones que nos restan valor como personas.
Como hemos visto, debemos dejar atrás estas conductas porque destruyen; y es necesario hacer un análisis de cómo cada conducta deteriora alguna o todas las relaciones que hemos mencionado. Hay que tener razones para dejar atrás la vieja vida.
Ahora bien, recordemos que Colosenses 1:10 dice “para que vivan como es digno del Señor, es decir, siempre haciendo todo lo que a él le agrada.” Colosenses nos recuerda que el verdadero evangelio no es solo el evangelio del NO, sino también el evangelio del SÍ. Tan importante y necesario es identificar las conductas que debemos dejar, como identificar aquellas que debemos hacer. El evangelio que solo se enfoca en el pecado y en el listado de todas las conductas que debemos dejar atrás es uno incompleto, tóxico y con consecuencias desastrosas para la iglesia porque nos desconecta del llamado de Dios de hacer discípulos/as de Cristo y transformar el mundo.
Hay quiénes no practican ninguna de las conductas pecaminosas que hemos mencionado, pero tampoco hacen nada por ser las manos y los pies de Cristo en el mundo. Ese tipo de evangelio es uno que ignora que la santificación o la santidad no es solo personal sino social. El evangelio incluye la práctica de disciplinas internas que nutren nuestra relación con Dios (oración, lectura bíblica y el ayuno), como la práctica de disciplinas externas que nutren nuestra relación con los demás; como las de testificar acerca de Cristo y el usar el tiempo, dinero y energías para transformar la comunidad.
Colosenses nos recuerda que la nueva vida es mucho más que dejar de hacer, es hacer. ¿Qué hay que hacer? Colosenses nos dice que hay que ser tolerantes, practicar el perdón, revestirnos de amor, vivir en paz, ser agradecidos/as, que la palabra de Cristo habite en nosotros/as, instruirnos y exhortarnos unos/as a otros/as con sabiduría, cantar con gratitud, y hacer todo en el nombre del Señor Jesús, entre otras conductas.
Juan 3 nos dice que “Entre los fariseos había un hombre que, entre los judíos, era muy importante. Se llamaba Nicodemo. 2 Éste vino de noche a ver a Jesús, y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, porque nadie podría hacer estas señales que tú haces si Dios no estuviera con él.» 3 Jesús le respondió: «De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios.» 4 Nicodemo le dijo: «¿Y cómo puede un hombre nacer, siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar en el vientre de su madre, y volver a nacer?» 5 Jesús le respondió: «De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije que es necesario que ustedes nazcan de nuevo.”
Nacer de nuevo no es solo un momento, es un proceso que dura toda la vida. Te pregunto, ¿qué implica para ti nacer de nuevo en este nuevo año? ¿Qué conductas debes dejar atrás en este nuevo año? ¿Cuáles debes comenzar a practicar? Hoy te invito a vivir como es digno del Señor, es decir, siempre haciendo todo lo que a él le agrada.