Por Pastor Daniel Rodríguez Figueroa
Isaías 40:31– Lucas 9 23-27(RVC)
Hoy es el primer domingo del año 2017. Un día lleno de muchas emociones y de grandes alegrías. ¡Llegó el 2017! Un nuevo año con nuevas oportunidades. ¡Qué bien se siente! Pero cuando pensamos en todo este asunto de año viejo y año nuevo, se levantan unas preguntas muy válidas, como por ejemplo: ¿Qué pasará en este 2017? ¿Qué sorpresas traerá? ¿Qué reto nos lanzará? A través de ésta predicación estaremos dialogando en que la mejor respuesta que podemos decir en este nuevo año es: Dios, voy a seguirte con pasos de fe.
Un profesor universitario cuenta que fue invitado a hablar en una base militar en el mes de diciembre y que allí se encontró con un soldado inolvidable llamado Ralph. Ralph había sido enviado para recibirlo en el aeropuerto. Luego que se presentaron, fueron hacia el lugar donde se buscan los equipajes.
Mientras caminaban por el pasillo, Ralph desaparecía de momentos. Una vez ayudaba a una anciana cuya cartera se le cayó y se abrió. Otra vez para levantar a dos niños pequeños para que pudieran ver a sus padres; en otra oportunidad para dar las instrucciones a alguien que estaba perdido. Cada vez regresaba con una sonrisa en su rostro.
“¿Dónde aprendiste eso?” Preguntó el profesor. “¿Qué cosa?” dijo Ralph. “¿Dónde aprendiste a vivir así?” “Oh”, dijo Ralph, “me imagino que durante la guerra”.
Entonces, le relató al profesor sobre su tarea en Vietnam, cómo era su trabajo de limpiar los campos minados, cómo había visto a sus amigos estallar delante de sus ojos, uno tras otro. “Aprendí a vivir paso a paso” dijo, “nunca sabía si el próximo sería el último, así que aprendí a hacer lo mejor desde el momento en que movía un pie hasta que apoyaba el otro. Cada paso que hacía era un nuevo mundo, creo que seguí así desde aquel tiempo”.
La abundancia de nuestras vidas no está determinada por cuánto vivimos, sino por la mejor forma en que lo hacemos. –Bárbara Brown Taylor
En estos días, específicamente el 31 de diciembre, a lo largo de todo el mundo hay millones de personas que hacen múltiples cosas para que el próximo año sea uno de mayor ingreso, de mayor bienestar, de mayor salud, de conseguir la pareja ideal, etc. Lo que le conocemos como supersticiones.
Como por ejemplo, en España comerse 12 uvas en el fin de año son esenciales para que el año entrante sea todo un éxito. Si eres capaz, ve visualizando entre uva y uva cómo te gustaría que fuera el año nuevo. Dicen que con esta visualización, te aseguras buenos resultados.
El múltiples países, tradicionalmente se piensa que el rojo »trae prosperidad» (sobre todo en el amor). Así que no es raro pensar que mucha gente prefiera elegir ropa o algún complemento que sea de este color para entrar en el año nuevo atrayendo la suerte para los siguientes 365 días.
Un anillo en la copa de Champagne. Con esta superstición hay que tener mucho cuidado a la hora del brindis. La suerte nos dice que haciendo este simple gesto atraeremos el dinero durante el año siguiente. No es de extrañar que muchos lo intenten.
Para los que creen en las energías, esta es su preferida. Se trata de llenar un cubo de agua a lo largo de la mañana del último día del año. Cuando den las 12 se asume que ha absorbido todas las malas energías y se tira por la ventana… ¡para que no vuelvan nunca más!
Otra cosa que acostumbramos a hacer son las famosas resoluciones de año nuevo. La de record mundial es la de hacer ejercicios o bajar de peso. Otra son: ahorrar dinero, viajar, comprar una casa o un carro, estudiar, no mentir, aprender a tocar un instrumento, ir a la iglesia con más regularidad. Entre otras.
La verdad es que entre las supersticiones, que en mi opinión no ayudan en nada, y las resoluciones, que casi nunca cumplimos, dejamos a un lado algo muy importante. Nos olvidamos comprometernos más con Dios. Cuando seguir a Cristo debe ser nuestra primera opción, y sin duda, nuestros primeros pensamientos.
Les tengo que confesar algo, a lo largo de esta vida, me he dado cuenta que no soy muy bueno siguiendo direcciones para guiar. Para aprenderme una ruta, tengo que ir como veinte veces para que a la vez número 21 vuelva y se me olvide. Casi toda una vida viajando para el área metro y suéltenme solo para ir a algún lugar, me pierdo. Pero no tan solo por allá, por acá me pasa también. Krystal ya perdió sus esperanzas en mí. Es más, hasta usando el GPS me pierdo. Lo único que escucho es a la española diciendo, se ha perdido la señal del GPS, redireccionando. La verdad, es que se me hace difícil recordar las direcciones. Lo mejor que me puede pasar es que alguien valla al frente de mí. O alguien que me dirija poco a poco y me muestre el camino.
De la misma forma nos pasa en la vida cristiana. Por más que pensemos que sabemos el camino a seguir, siempre debemos pedirle a Dios que dirija nuestros pasos. Que nos muestre el camino por el cual debemos andar.
Nadie ha dicho que este camino sea uno fácil o sencillo. Seguir a Cristo cuesta. A él le costó la Cruz, qué cosa más dura que eso nos puede costar a nosotros/as. Es por eso que en Isaías 40:31 nos dice “pero los que confían en el Señor recobran las fuerzas y levantan el vuelo, como las águilas; corren, y no se cansan; caminan, y no se fatigan”.
Nadie ha dicho que sea fácil pero de seguro, en él tendremos fuerzas nuevas para luchar. Pues cuando nos agarramos de él, no dependemos de quienes somos o quienes queremos ser, sino lo que él quiere para nosotros/as. Que sin duda es fortalecernos en nuestro caminar y acompañarnos en todo momento. Si decidimos seguir a Cristo podremos volar por encima de las tormentas. Fíjese que no dice escapar de las dificultades sino verlas desde el punto de vista de Cristo, por encima de todo. En él vamos a poder correr sin cansarnos y caminar sin fatigarnos.
Pero todo esto es posible si decidimos seguirlo. Porque como nos presenta el texto de Lucas 9 23-27, Jesús les decía a todos «Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí, la salvará. Porque ¿de qué le sirve a uno ganarse todo el mundo, si se destruye o se pierde a sí mismo?
Nuestra encomienda negarnos, darle el lugar le pertenece a Dios y seguir a Cristo. Y esto lo hacemos tomando nuestra cruz cada día. Es dar cada paso como si fuera el último. De esta forma estaremos pendientes en hacerlo bien. Y agradar a Dios con todo lo que somos.
Filipenses 3:14 nos da un vivo ejemplo de lo que significa dar pasos de fe. Dice: “Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Curiosamente, los atletas corredores se entrenan enfocados en una sola cosa: la meta final y ganar la carrera. Tienen un deseo, y no van a dejar que lo que sucede en las gradas, fuera de su zona de correr, o quienes están detrás de ellos, los distraigan. De igual forma, Pablo tenía el mismo sentir. Él también creía que nosotros no podemos ganar una carrera mirando sobre nuestros hombros hacia la izquierda o hacia la derecha o hacia atrás. Nosotros/as no podemos ver lo que está adelante en una noche oscura, si la luz de la linterna está apuntando hacia atrás. Es por eso que, Pablo se olvidó de su gloria pasada, de sus errores pasados, de sus sinsabores del pasado. Pablo se rehusó a dejar que su pasado le impidiera alcanzar la meta. Él se atrevió seguir a Cristo dando pasos de fe.
Es por eso que te pregunto, ¿Qué es lo que nosotros/as estamos haciendo en nuestra carrera por alcanzar el premio de un caminar más íntimo con Dios? Cada paso que estamos dando, ¿nos acercan más a Dios?
Hoy es el día número uno de éste año 2017. Tomemos algunos minutos en los siguientes días para analizar cómo nosotros corrimos la carrera este año 2016. ¿Qué cambios quisiera hacer el próximo año 2017, para desarrollar mejor nuestra carrera para tener una mejor intimidad con Dios, para acercarme a Él o llegar completamente a Él? ¿Cuál es tu carrera, y cuál es tu meta para alcanzar en el año 2017? ¿Es Dios o seguimos sumergidos en nuestros propios problemas y asuntos?
Que en éste nuevo año 2017 nuestra mejor decisión sea decirle a Dios, voy a seguirte con pasos de fe. Y esto lo podemos lograr usando como base la oración de pacto que Juan Wesley nos enseña para éste caminar cristiano.
La cual dice:
No me pertenezco, soy tuyo. Ponme donde quieras, asóciame con quien quieras. Ponme a trabajar, ponme a sufrir. Sea yo empleado por ti, o desplazado por ti, exaltado para ti o rebajado por ti. Haz que yo esté lleno, haz que esté vacío, haz que tenga todo, haz que no tenga nada.
Voluntariamente y de corazón cedo todas las cosas a Tu placer y disponibilidad. Y ahora, glorioso y bendito Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tú eres mío y yo soy Tuyo. Así sea. Y que este pacto que yo he hecho aquí en la tierra sea ratificado en los cielos. Amén.
Oh Gloria a Dios por este hermoso mensaje de mi hijo amado. Realmente el mensaje toco profundamente a mi mente y corazón. Y yo, prefiero seguir a Cristo dando pasos de fe. En mis experiencias en el evangelio ciertamente he aprendido a vivir con Cristo paso a paso y así he crecido bajo su gracia y profundo amor. Gracias Pastor Daniel por guiarnos hacia Cristo con fe!