Oseas 1:2-3, 2:1-7, 3:1, 14:4
Continuamos en la época de Adviento. Ésta es la época en el calendario cristiano que nos invita a prepararnos para celebrar el nacimiento de Jesús. Esta celebración dura los cuatro domingos antes del día de Navidad y se caracteriza por la esperanza, y el estudio de las profecías que aparecen en la Biblia; en particular la del nacimiento de Jesús y su regreso. La pasada semana afirmamos que tanto los profetas del AT como los profetas de hoy pueden ser de gran edificación para la iglesia, pero el centro de todo es Jesucristo. Hoy estudiaremos el libro de Oseas, y seremos invitados a reflexionar sobre los dioses de nuestro tiempo.
El profeta Oseas muy probablemente escribió durante el reinado de Joroboán II, para los años 782 al 753 a.C. Durante este tiempo se cree que también escribió Isaías y Amós. Este tiempo fue un tiempo de paz y prosperidad antes de la invasión de Asiria a Israel en el 721 a.C. Durante este tiempo de paz y prosperidad el pueblo continuó enfrentándose a una de las grandes tentaciones con las que había luchado desde el pacto con Jehová en el monte Sinaí: la idolatría. Pareciera ser que cuando las cosas van bien, los seres humanos ya no necesitamos tanto a Dios, y por el contrario ponemos nuestra atención en otras personas o cosas que no necesariamente son malas, pero que no deberían ocupar el lugar que le corresponde a Dios.
Ese fue el caso del pueblo de Israel: cayeron en la infidelidad religiosa o la idolatría. En particular, practicaban el sincretismo religioso: adorar a Jehová a la misma vez que a otras divinidades locales. Por ejemplo, el pueblo adoraba a Baal, dios de la tierra y la fertilidad, a la misma vez que a Jehová. En adición a eso, hacían cultos a ídolos por medio de altares y sacrificios, consultas a adivinos, cultos de fertilidad y prostitución sagrada (actos sexuales en el templo dedicados a los dioses). Además, hicieron alianzas políticas con Asiria y Egipto, quitando a Jehová como su líder político y militar exclusivo.
Ante este escenario, Dios habla al pueblo por medio del profeta Oseas y les invita a reconocer su pecado de infidelidad y a arrepentirse del mismo. Oseas 9:1 dice “No te alegres, Israel, ni saltes de gozo como los otros pueblos, porque te has prostituido al apartarte de tu Dios” y 6:1 “¡Vengan, volvamos nuestros ojos al Señor!”. Oseas también les profetiza acerca de las consecuencias de su infidelidad: “Pero yo los castigaré por su conducta; ¡les daré lo que merecen sus acciones! 10 Comerán, pero no se saciarán; se prostituirán, pero no tendrán hijos, porque dejaron de servir al Señor” (4:9-10). Una de las consecuencias de la infidelidad es que ninguno de esos dioses traería plenitud de vida al pueblo como lo hacía Jehová. Oseas 14:8 dice “Dime, Efraín: ¿Qué tengo yo que ver con los ídolos? ¡Soy yo quien te atiende y te mira! ¡Yo soy para ti como verde ciprés! ¡Sólo en mí encuentras tu fruto!”
Lo más interesante de este profeta, desde mi perspectiva, no es solo el llamado que le hace al pueblo a la fidelidad, sino la forma en que lo hace. Oseas es invitado por Jehová a casarse con una prostituta. Oseas 1:2-3 dice: “La palabra del Señor vino a Oseas por primera vez, y le dijo: Ve y toma por mujer a una prostituta, y ten con ella hijos de una prostituta, porque la tierra se ha prostituido. Se ha apartado del Señor.” Oseas obedeció al Señor y se casa con Gomer, quién posiblemente era una sacerdotisa de Baal que practicaba la prostitución sagrada.
Luego de casados, el capítulo 2 nos presenta que Gomer le es infiel a Oseas; pero a pesar de su infidelidad, Jehová le dice a Oseas: “Ve y ama a esa adúltera, a quien ama su amigo como ama el Señor a los hijos de Israel, aun cuando éstos sólo tienen ojos para los dioses ajenos y aman las tortas de pasas” (3:1). Jehová quería usar este matrimonio entre Oseas y Gomer como un símbolo de la relación entre Él y el pueblo. Al igual que Oseas se había casado y mantenido fiel a su esposa a pesar de que ella le había sido infiel, Jehová también se había mantenido fiel a Israel a pesar de que él había sido infiel.
Este matrimonio entre Oseas y Gomer era una forma de afirmar al pueblo que por encima del juicio, Dios tenía un amor incondicional hacia Israel. A pesar de que el pecado de la infidelidad tenía consecuencias para el pueblo, el deseo de Jehová no era el juicio, sino la restauración y salvación de Israel. Jehová entonces invita al pueblo a arrepentirse de su infidelidad con cuerdas de amor, y no de juicio: “Yo los atraje a mí con cuerdas humanas, ¡con cuerdas de amor!” Oseas 11:4.
En breves palabras, el mensaje del profeta Oseas al pueblo es el siguiente: Ustedes son un pueblo infiel que ha ofrecido su adoración a otros dioses; por lo que te invito a que te arrepientas porque te amo y estoy dispuesto a perdonarte. Oseas 2:19 dice: “Para siempre te tomaré por esposa…con toda misericordia y compasión” y 14:4 “Yo sanaré su rebelión. Los amaré de pura gracia, porque mi ira se ha apartado de ellos.”
No hay duda de que todavía vivimos tiempos como los de Oseas. Somos tentados a tener ídolos y dioses que buscan quitarle el lugar que le corresponde a Dios. El ser humano, incluyendo la iglesia, también vive una desorientación espiritual; en donde practicamos un sincretismo religioso: adoramos a Jesús a la misma vez que a los dioses de nuestro tiempo. Estos dioses son aquellas cosas o personas que reciben lo mejor de nuestras energías, tiempo y dinero, cuando lo mejor de nosotros/as debería ser para Dios. En ocasiones estos ídolos o dioses no son malos en sí mismos, por lo que es difícil no caer en la tentación de enfocar nuestra atención en ellos.
¿Cuál es el problema con los ídolos o dioses? ¿Cuáles son las consecuencias de adorar a Jesús a la misma vez que a los dioses de nuestro tiempo? Oseas 4:10 nos lo dice: “Comerán, pero no se saciarán; se prostituirán, pero no tendrán hijos, porque dejaron de servir al Señor”. Oseas nos recuerda algo muy sencillo: ninguno de esos ídolos o dioses podrá llenar nuestra vida como lo hace la gracia de Dios por medio de Jesucristo. ¿Quieren algunos ejemplos de estos dioses o ídolos? Repito, son cosas o personas que no necesariamente son malas, pero a las que le damos un lugar que solo le corresponde a Dios.
Los deportes: grandes coliseos, taquillas costosas, mucha emoción; pero no pueden llenar nuestra vida como lo hace Jesús. La política partidista: grandes discursos, grandes nombres, grandes promesas; pero no pueden llenar nuestra vida como lo hace Jesús. Figuras públicas (cantantes o escritores/as): filas largas, canciones emocionantes, libros interesantes; pero no pueden llenar nuestra vida como lo hace Jesús. Relaciones interpersonales: pareja, hijos/as, sobrinos/as, amistades; pero no pueden llenar nuestra vida como lo hace Jesús. Tecnología: celulares inteligentes, tabletas, televisores último modelo; pero no pueden llenar nuestra vida como lo hace Jesús. Comida y fiestas: arroz con gandules, pernil y música; pero no pueden llenar nuestra vida como lo hace Jesús. Cuerpo: gimnasio, cirugías, salón de belleza; pero no pueden llenar nuestra vida como lo hace Jesús. Posesiones: ropa, zapatos, prendas; pero no pueden llenar nuestra vida como lo hace Jesús. Trabajo: largas horas, reconocimientos, buena paga; pero no pueden llenar nuestra vida como lo hace Jesús.
Les pregunto, ¿algunas de estas cosas o personas se están llevando lo mejor de nuestro tiempo, energías y dinero? ¿Estamos buscando llenar nuestra vida con algunas de estas cosas o personas?
En esta época de Adviento y Navidad hay alguien que se ha convertido en un ídolo o dios de nuestro tiempo a pesar de que su historia es una muy digna de admirar: Santa Claus. El origen de Santa Claus viene de un hombre llamado Nicolás de Bari, quién fuera un obispo cristiano en el siglo cuarto que tuvo un énfasis especial en hacer regalos a los niños pobres. De San Nicolás es que nos llega la tradición de hacer regalos a la niñez en Navidad, y no de la tradición bíblica. Esta tradición es digna de admirar e imitar, porque nos invita a ayudar a los más necesitados; sin embargo, ha sido desvirtuada y utilizada como un mecanismo del consumismo. Se le han añadido elementos ficticios como que viajaba en un trineo con unos renos, que vivía en el Polo Norte y que tenía una esposa. Además, ya no se le llama San Nicolás, sino Santa Claus.
¿Qué hacemos entonces con Santa Claus? Reconocer que la historia real es digna de admirar, a la misma vez que afirmamos que no es el centro de la Navidad. En la temporada de Adviento nuestra atención y recursos deben estar puestos en abrir nuestro corazón a Jesús y celebrar la encarnación de Dios según nos lo dice Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. (VIDEO)
Los dioses de nuestro tiempo jamás podrán llenar nuestra vida como lo hace Jesús. Oseas 14:8 nos dice: “Dime, Samuel Culpeper: ¿Qué tengo yo que ver con los ídolos? ¡Soy yo quien te atiende y te mira! ¡Yo soy para ti como verde ciprés! ¡Sólo en mí encuentras tu fruto!” Hoy es un buen día para abrir nuestra vida a Jesús, y obedecer sus palabras: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.” 38 Éste es el primero y más importante mandamiento” Mateo 22:37-38. Hoy Jesús nos llama a arrepentirnos por nuestra infidelidad, a aceptar su amor incondicional que nos perdona y ponerlo en el centro de nuestra vida.