Proverbios 4:25-27
Hoy continuamos con nuestra serie Sabiduría para la Vida: un estudio del libro de Proverbios. En esencia, los Proverbios nos enseñan que hay dos caminos en la vida: el de la sabiduría y el de la insensatez. A lo largo de estas semanas hemos visto que escogemos el camino de la sabiduría cuando nos abrimos a la transformación que Dios quiere hacer en nuestras vidas, ayudamos a nuestro prójimo, escuchamos consejos y usamos nuestras palabras para sanar y no herir. Hoy, utilizando Proverbios 4:25-27, veremos que escogemos el camino de la sabiduría cuando a pesar de los momentos difíciles de la vida, perseveramos en nuestra fe cristiana.
Para comenzar, quisiera confesarles algo. Dos o tres veces al año tengo una semana difícil, en donde el desánimo y la frustración me atacan. Son semanas en donde me es complejo preparar el sermón, porque tengo dificultades para concentrarme. Cuando estos momentos llegan, intento manejarlos con mucha paciencia y esperanza de que algo Dios hará. Sin embargo, experimento un poco de ansiedad cuando llega el fin de semana y no tengo el sermón listo. Esta semana ha sido una de esas, y les quiero compartir como Dios me ayudó a perseverar en mi fe.
Desde hace semanas había decidido predicar sobre el tema del tiempo y cómo Dios nos invita a administrarlo. Sin embargo, tal y como les dije, el sermón no fluía. Cuando llegó el viernes al mediodía (usualmente tengo el sermón escrito para ese momento), le dije a Heidy lo que estaba pasando y ella me pregunta: ¿Por qué no predicas sobre las diez vírgenes? Mi respuesta inmediata fue que ese pasaje no cuadraba con el tema que tenía en mente. Durante la tarde saqué un tiempo para orar, y mientras oraba entendí que Dios quería que predicara de otra cosa. Al terminar de orar regreso a donde Heidy y ella me dice: ¿No será que Dios desea que prediques de otra cosa? Le contesté que eso era precisamente lo que entendía.
Heidy se voluntarizó a leer el libro completo de Proverbios y decirme algún verso que ella entendía podía ser el que Dios deseaba que yo predicara. Luego de unos minutos Heidy lee en voz alta Proverbios 4:25-27:
“Dirige la mirada hacia adelante; fíjate en lo que tienes delante de tus ojos. Piensa qué camino vas a seguir, y plántate firme en todos tus caminos. Apártate del mal. No te desvíes ni a la derecha ni a la izquierda.”
Con toda sinceridad, esos proverbios me ministraron. Yo experimenté la presencia de Dios en mi vida y sin duda pude entender que era la voz de Dios que me estaba animando a enfocarme en la tarea que tenía delante (predicar) y perseverar. Este pasaje me inspiró y transformó mi desánimo, frustración y ansiedad en paz. Este pasaje es el que hoy quiero compartir con ustedes, junto al mensaje que Dios me ha dado: Enfócate, decide y persevera.
Amada iglesia, la vida es compleja. Todos/as tenemos momentos difíciles en donde la frustración, el desánimo, la ansiedad y la desesperanza buscan la forma de desenfocarnos. Todos/as tenemos momentos en que nuestra fe no es tan fuerte como quisiéramos. Asuntos personales, familiares, matrimoniales, económicos, políticos y mundiales, entre otros, nos afectan con más fuerza de lo que quisiéramos. A todos/as nos llegan momentos en donde necesitamos escuchar la voz de Dios y recibir la fuerza del Espíritu Santo para continuar. ¿A cuántos/as le han llegado esos momentos?
Ante estos momentos tenemos la opción de escoger el camino de la sabiduría o el de la insensatez. ¿Cómo escogemos el camino de la sabiduría? Proverbios 4:25-27 nos da tres consejos para escogerlo. Primero, dirige la mirada hacia adelante; fíjate en lo que tienes delante de tus ojos. Poner nuestra mirada hacia adelante es dejar de estar mirando hacia atrás para lamentarnos y quejarnos por lo que sucede. Una de las tendencias que tenemos los seres humanos al enfrentar un momento difícil, es que nos enfocamos en lo negativo y obviamos lo positivo. Eso es una distorsión mental, y es la receta para la desesperanza. Sin embargo, enfocarnos es poner nuestra mirada en lo que nos está ocurriendo, aceptando la realidad; pero es también mirar hacia adelante: viendo la crisis como una oportunidad para confiar en Dios y en nosotros/as mismos/as. Enfocarnos es dejar de quejarnos, mirar lo positivo y confiar en que algo Dios hará.
Segundo, piensa qué camino vas a seguir, y plántate firme en todos tus caminos. A pesar de que las emociones no son malas en sí mismas, en la vida necesitamos hacer la diferencia entre emociones y decisiones. En ocasiones necesitamos tomar decisiones aunque nuestras emociones nos digan lo contrario. En la vida hay que tener convicciones y prioridades no importa cómo nos sintamos. Convicciones son aquellas cosas en las cuales creemos; y prioridades son aquellas cosas que son importantes para nosotros/as. Si Dios, mi familia, mi iglesia, mi trabajo, mi país, mi matrimonio, mi salud, mi ministerio son importantes para mí, deben seguir siendo importantes aun en los momentos difíciles. En la vida hay que decidir lo que es importante y tener razones para que siga siendo importante aun en la adversidad. En particular, hay que decidir seguir a Cristo y tener razones para esa decisión, para que cuando llegue la adversidad podamos plantarnos firmes en nuestra fe.
Tercero, apártate del mal, no te desvíes ni a la derecha ni a la izquierda. Cuando hay desánimo y frustración, pareciera ser que hacer el bien no vale la pena. Pareciera que todo eso que hacemos para amar a Dios, al prójimo, a nuestra iglesia y la comunidad no vale la pena. Y como el pecado nunca toma vacaciones, somos tentados/as a quitarnos de todo el bien que hacemos. Ante esos momentos difíciles necesitamos recordar Gálatas 6:9: “No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no nos desanimamos.” Cada vez que dejamos de hacer el bien y nos quitamos, estamos haciendo el mal. Por tanto, perseverar es no quitarnos, apartarnos de caminos contrarios a nuestra fe cristiana y mantenernos haciendo el bien.
Jesús mismo hizo un llamado a sus discípulos a perseverar. En la parábola de Mateo 25:1-13, hay diez vírgenes esperando al esposo, una tradición judía. Era normal que el esposo se demorara debido a gestiones con la familia de la novia. De las diez vírgenes, cinco de ellas llevaron suficiente aceite para sus lámparas y cinco de ellas (las insensatas) no llevaron aceite extra. El esposo se demoró y a la media noche, mientras las diez vírgenes dormían, se oyó que llegaría. Al llegar el esposo, las insensatas no pudieron recibirle porque fueron a comprar aceite, ya que se les había acabado. Jesús entonces les dice a sus discípulos, “estén atentos, porque ustedes no saben el día ni la hora en que el Hijo del Hombre vendrá.”
Algunos comentaristas afirman que el aceite de las lámparas es nuestra fe cristiana y nuestra vida espiritual. Ese aceite hay que cuidarlo y hay que tener suficiente para cuando lleguen los momentos difíciles. Hasta que Jesús regrese, cada uno/a de nosotros/as debe mantener su fe y vida espiritual encendida. Hay que estar atentos/as a las tentaciones que llegan para desenfocarnos, cambiar nuestras prioridades y desviarnos del camino. ¡No podemos dejar que nuestro aceite se acabe y que nuestras lámparas se apaguen!
En la psicología hay un término que se hizo famoso las pasadas décadas para hablar de la capacidad de los seres humanos para superar situaciones adversas: resiliencia. Una persona resiliente es aquella que supera una crisis, y sale de la misma fortalecida y mejor que antes. Resiliencia es un término que se toma de la resistencia de los materiales que se doblan sin romperse para recuperar la situación o forma original. Es un término derivado del latín resilio, que significa volver hacia a atrás o rebotar. Escoger el camino de la sabiduría es rebotar cuando vengan los momentos difíciles de la vida. Cuando la vida nos dé duro, más duro debemos rebotar y salir más fuertes con la fuerza del Espíritu. Esa fue la experiencia de JoAnn Tumbleston Jarman, escritora de El Aposento Alto ayer:
En mi profesión de maestra, decidí intentar obtener el Certificado del Consejo Nacional, una certificación de mucho rigor y exigente. Los maestros pueden postularse solo tres veces para conseguir la aprobación. Mis dos hijos y mi esposo me apoyaron y me animaron. Cuando llegaron los resultados del primer intento, no lo había logrado. Me entristecí y me sentí cansada, sabiendo que tendría que pasar por todo el proceso otra vez y esperar otro año para conocer el resultado. Al llegar los resultados del segundo intento, otra vez había fallado. Finalmente, en el tercer y último año conseguí mi objetivo. Durante aquellos tres años difíciles sabía que mis hijos estaban observando mis acciones y cómo manejaba el fracaso. Quería que supieran que Dios nos da la fortaleza para perseverar, que cuando uno cae, se levanta y vuelve a intentarlo. Estos tres años de prueba me enseñaron mucho sobre cómo resistir y me hicieron una mejor persona. Doy gracias a Dios por esta experiencia y por la oportunidad de mostrar a mis hijos que de nuestras pruebas obtenemos fortaleza y esperanza para el futuro.
C.S. Lewis dijo lo siguiente acerca de la resiliencia: “Las dificultades preparan a personas comunes para destinos extraordinarios”.
¿Estás enfrentando un momento difícil? ¿Estás desenfocado/a? ¿No tienes claras tus convicciones y prioridades? ¿Te sientes tentado/a a desviarte del camino de la fe cristiana? Te invito a enfocarte y poner tu mirada en Dios, a decidir seguir a Cristo y a perseverar en el camino aunque parezca que no vale la pena. Hoy te invito a cantar este himno conmigo: He decidido seguir a Cristo…No vuelvo atrás…
Gracias Pastor porque fue de gran bendición a mi vida al leer su mensaje hoy en una tarde muy fresca en el Sur de la Florida. Y afirmo; He decidido seguir a Cristo, siempre! Dios le bendiga y a su familia también.