Hechos 5:1-11
Hoy continuamos con la segunda predicación de la serie CONSTRUYENDO FAMILIAS. Así como en la construcción de casas hay unas que son más fuertes y resistentes porque fueron mejor construidas, las familias pueden ser más fuertes y resistentes a la adversidad cuando son mejor construidas. La pasada semana hablamos que las familias fuertes y saludables son aquellas que se miran hacia adentro: se enfocan en sus fortalezas más que en sus debilidades, asumen responsabilidad por sus errores y no se la pasan echando culpas a los demás. Esta fue la zapata o el fundamento de la casa.
Hoy pasamos a la segunda parte de la construcción: paredes y techo. Las paredes y techo definen un lugar físico o un espacio familiar. Las paredes externas definen hasta donde llega la familia como comunidad, pero las paredes internas definen la individualidad de cada miembro de la familia. Hoy veremos que las familias fuertes y saludables son las que valoran tanto la comunidad como la individualidad; familias que crean verdaderos consensos y que son lideradas por los más maduros de la familia. Son familias que hablan de yo, tú y nosotros. Para esto usaremos la historia de Ananías y Safira.
El contexto de la historia de Ananías y Safira es la comunidad cristiana que se forma luego de la ascensión de Jesús. Una de las formas en que esta comunidad cristiana daba testimonio a la comunidad en general, era que vendían sus propiedades y daban las ganancias a los apóstoles para que las repartieran entre lo más necesitados. En el capítulo cinco se nos presenta el momento en que un matrimonio, Ananías y Safira, decidieron vender una propiedad; pero le mintieron a la iglesia cuando decidieron quedarse con parte del dinero de la propiedad. Ante este pecado, Pedro confronta primero a Ananías, y en la conversación cayó muerto. Tres horas más tarde, llega Safira sin tener conocimiento de la muerte de su esposo, y al ser confrontada por Pedro, también cae muerta.
Hay muchas formas de ver esta historia, pero hoy me quiero enfocar los versos 1 y 2: “Pero un hombre que se llamaba Ananías, junto con Safira, su mujer, vendió un terreno 2 y, con el consentimiento de ella, sustrajo algo del dinero que recibió; así que llevó sólo una parte y la entregó a los apóstoles.” El fraude cometido por esta familia fue en comunidad, en consentimiento. La historia pudo haber sido distinta si uno de los dos hubiera estado en contra del fraude. Si Ananías hubiera confrontado a Safira, o Safira a Ananías, el fraude pudiera haber sido evitado. En este caso, hubiera sido saludable que por lo menos uno de los dos hubiera expresado estar en desacuerdo con la decisión.
En los matrimonios y familias saludables, estar en desacuerdo no es pecado; incluso puede ser una bendición. Esto no quiere decir que hay que estar en desacuerdo en todo, pero la diversidad de opiniones puede fortalecer la familia más que debilitarla, cuando se manejan bien las diferencias y se llegan a verdaderos consensos. Les explico.
En la vida no siempre se nos enseña a manejar conflictos; no siempre se nos enseña a diferir. En ocasiones hemos aprendido que diferir de una idea es estar en contra de la persona que tiene la idea. Pasamos por alto que el amor y la relación nunca tienen que estar en duda, porque exista una diferencia (las personas tenemos ideas, pero somos mucho más que ideas; y nuestras ideas pueden cambiar a lo largo de la vida). Esta tendencia nos lleva continuamente a alejarnos de aquellas personas con quién diferimos y cerrar los canales de comunicación; de manera que los conflictos no se resuelven y las relaciones se deterioran.
Esto también se refleja en las familias: cuando diferimos muchas veces nos distanciamos y cortamos la comunicación. Nos “enchismamos”, en vez de hablar y buscar una solución. El resultado es que en ocasiones ponemos el conflicto “debajo de la alfombra” y seguimos con la vida sin atenderlo. Pueden pasar días, semanas, meses y años, con conflictos sin atender. Aunque pareciera que eso no tiene algún efecto dañino, en efecto lo tiene. Se crea un falso consenso que le quita salud a la familia. ¿Qué es el falso consenso?
El falso consenso ocurre cuando no hemos tenido espacios de comunicación, pero creemos que estamos funcionando bien como familia; pero debido a que tenemos muchos conflictos sin resolver, no hay progreso familiar. No hay progreso porque la salud y crecimiento de una familia viene cuando se enfrentan los conflictos, se llegan a acuerdos y se busca cumplir con los mismos. Una familia que continuamente evita conflictos, evita también su crecimiento.
Ahora bien, este falso consenso no solo obstaculiza el progreso familiar, sino que provoca ansiedad porque se siguen acumulando conflictos “debajo de la alfombra” y nuestro sistema se siente incapaz de manejar tanta adversidad. La ansiedad nos enferma, y entonces no solo carecemos de progreso familiar, sino que nos enfermamos mentalmente. Lo que quiere decir que no manejar los conflictos saludablemente es peor que los conflictos mismos que tengamos.
Ahora bien, el falso consenso tiene otras consecuencias negativas, entre ellas que las personas más inmaduras son las que lideran la familia. Cuando en una familia los conflictos se ponen “debajo de la alfombra” y no se enfrentan, los miembros más inmaduros “hacen fiesta”. Si los miembros saben que en la familia los asuntos se quedan sin resolver, hay quienes “hacen lo que le da la gana” porque saben que no serán confrontadas. Al no ser confrontadas, las familias comienzan a girar alrededor de estos miembros más inmaduros, porque es más fácil adaptarse a ellos, que enfrentarlos. Estas personas se convierten entonces en los líderes de la familia porque se les aguanta todo y todo gira alrededor de ellos.
Cuando los líderes inmaduros son quienes dominan la familia ocurre otra cosa: los líderes maduros son saboteados e ignorados. ¿En alguna ocasión han visto que hay miembros de la familia a quienes se les critica porque se atreven a enfrentar a la persona inmadura? Se les tilda de “fríos, insensibles, crueles y egoístas” porque buscan hacer valer los acuerdos. En una familia con falso consenso los líderes maduros son saboteados porque aparentan traer más conflicto del que ya existe, y las familias no saludables prefieren “malo conocido, que bueno por conocer”.
Viendo todo esto, podemos tener una idea de lo que son entonces las familias saludables: las que crean verdaderos consensos y son lideradas por los miembros más maduros. Con crear verdaderos consensos nos referimos a que no le tienen miedo a diferir, sino que valoran tanto la comunidad (la familia como un todo) como la individualidad (la diversidad de opiniones en ese todo). Son familias que valoran el yo, tú y nosotros. Al no tener miedo a diferir, crean espacios para llegar a acuerdos que satisfagan, en la medida que sea posible, a todas las partes. Son familias que no suprimen la individualidad, sino que aprenden a tolerar las diferencias.
Son familias que saben que si se alejan y cortan la comunicación los conflictos se pondrán “debajo de la alfombra”, no habrá progreso familiar, se enfermarán con ansiedad y los más inmaduros dominarán todo. Son familias en donde se dialoga, se toman acuerdos y se hacen valer los mismos. Son familias en donde los más inmaduros son liderados por los más maduros, y no al revés.
Eso fue lo que hizo Jesús en su familia. Marcos 8:31-33 nos narra el momento en que Jesús le dice a sus discípulos que tenía que morir en manos de los líderes religiosos, y Pedro le dice que eso no iba a ser así. Jesús entonces le dice a Pedro: “¡Aléjate de mí vista, Satanás! ¡Tú no piensas en las cosas de Dios sino en cuestiones humanas!” Pedro quería dominar a Jesús, y que la familia girara alrededor de sus ideas. Jesús lo confrontó y Pedro tuvo que adaptarse a Jesús, y no Jesús a Pedro.
En mi familia, ¿cómo se manejan las diferencias? ¿Se ponen “debajo de la alfombra” o se enfrentan?