Mateo 6:1-18
Al continuar con nuestra serie Fundamentos: el camino hacia la madurez, quisiera repasar que la madurez es sinónimo de una jornada espiritual profunda y estable que incluye la práctica de buenos fundamentos. Hemos establecimos que existen tres fundamentos: conocer a Dios con la mente (tener un entendimiento sólido de la Biblia y de lo que creemos), amar a Dios con el corazón (cultivar una relación personal con Jesucristo por medio de las disciplinas espirituales), y servir a Dios con nuestras manos (dar de nuestro tiempo, talentos y dinero para servir a los demás y construir un mundo mejor). Hoy hablaremos del segundo: amar a Dios con el corazón.
¿Por qué es importante amar a Dios con el corazón? ¿Por qué es importante cultivar una relación personal con Jesucristo por medio de las disciplinas espirituales? Les contesto con una historia de la tradición cristiana. En el siglo quinto hubo un conflicto entre dos teólogos: Pelagio y Agustín de Hipona. Por un lado, Pelagio decía que el ser humano por sí mismo tenía la capacidad para dejar de pecar. Por otro lado, Agustín decía que el ser humano podía dejar de pecar solo con la ayuda de la gracia de Dios. ¿Con cuál de los dos ustedes se irían? La historia cristiana nos dice que la iglesia escogió a Agustín, afirmando que solo con la ayuda de Dios es que podemos dejar de pecar.
¿Cómo se relaciona esto con la práctica de disciplinas espirituales? Que las disciplinas espirituales son el medio por el cual la gracia de Dios nos ayuda a dejar de pecar. Es por medio de las disciplinas espirituales que la gracia de Dios nos transforma, para que podamos el fruto del Espíritu Santo que es “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” Gálatas 5:22-23. Al practicar las disciplinas espirituales se va haciendo real ese verso de Filipenses 2:13 que dice “porque Dios es el que produce en ustedes lo mismo el querer como el hacer, por su buena voluntad.” Juan Wesley, fundador del metodismo, le llamó a las disciplinas espirituales “medios de gracia”, porque eran el instrumento que Dios usaba para derramar su gracia sobre nosotros/as, de manera que pudiéramos hacer su voluntad en nuestras vidas.
Jesús también habló de las disciplinas espirituales. En Mateo 6:1-18 Jesús habla de tres disciplinas que eran practicadas por el judaísmo: dar limosnas, orar y ayunar. En estos versos Jesús no ataca estas disciplinas espirituales, sino la forma en que estaban siendo practicadas. Jesús llama hipócritas a quienes practicaban estas disciplinas para obtener el reconocimiento de las personas, más que el reconocimiento de Dios. Algunas personas buscaban popularidad, poder y prestigio por medio de estas disciplinas espirituales antes que una verdadera transformación.
¿Qué entonces les dice Jesús? “Asegúrate de que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha”, y “tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Con estas palabras, Jesús estaba haciendo eco de las palabras del profeta Joel cuando dijo “Desgárrense el corazón, no los vestidos, y vuélvanse al Señor su Dios” (2:13). Para Jesús, las disciplinas espirituales deben realizarse de forma privada, “en secreto”, porque lo importante es ser reconocidos/as y recompensados/as por Dios, y no por las personas. ¿Qué significa ser reconocidos/as y recompensados/as por Dios? Que allí, en el lugar privado y secreto, Dios nos transforma y pone “el querer como el hacer”.
En resumen, Jesús nos enseñó que debemos cultivar una relación personal con Dios por medio de las disciplinas espirituales no para aparentar, sino para tener una transformación real. Debemos practicar los medios de gracia como una forma de pasar de la superficialidad e inmadurez a la profundidad y madurez. Es allí, en ese lugar secreto, que Dios transforma nuestros valores, prioridades, carácter y conducta, de manera que podamos dar el fruto del Espíritu Santo. Es allí en el lugar secreto que Dios nos santifica, y nos ayuda a parecernos más a Dios. En palabras de Juan Wesley, en el lugar secreto es que se manifiesta la “gracia santificadora” de Dios.
¿Cuántos/as quieren ser transformados/as por esa gracia? Les comparto cinco disciplinas espirituales que abren paso a esta transformación. Les informo que mi meta no es explicar exhaustivamente cada una, porque no tengo el tiempo para hacerlo. Además, mi deseo primario no es que las entendamos, sino que seamos retados/as a practicarlas. Según vimos en Mateo 7 en la primera predicación, la madurez no llega a nuestra vida al entender las enseñanzas de Jesús, sino al ponerlas en práctica. Por tanto, luego de mencionar cada disciplina espiritual, preguntaré con cuanta frecuencia practicamos esta disciplina.
La primera es el estudio de la Biblia. El domingo pasado hablamos un poco de esto, por lo que hoy lo que quiero resaltar es que la Biblia es un milagro viviente. A pesar de que la Biblia fue escrita por seres humanos hace más de dos mil años, la misma todavía transforma a cualquier ser humano que la lee y estudia en cualquier parte del mundo y en cualquier época de la historia. Incluso, podemos estudiar la Biblia durante toda nuestra vida, y cada vez que vamos a ella la misma sigue siendo “viva y eficaz, y más cortante que las espadas de dos filos, pues penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” Hebreos 4:12. El gran milagro de la Biblia es que no solo nos informa, sino que nos transforma. ¿Con cuanta frecuencia estudio la Biblia?
La segunda es la oración. Mateo 7:7-11 dice “Pidan, y se les dará, busquen, y encontrarán, llamen, y se les abrirá. 8 Porque todo aquel que pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, se le abre. 9 ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? 10 ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? 11 Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan!” La oración es el espacio para entregarle a Dios cada aspecto de nuestra vida y de lo que nos rodea, como una forma de afirmar nuestra completa dependencia de Dios. Es el espacio para descansar en los brazos amorosos de Dios. Es el espacio para entregarnos a su voluntad, porque siempre es mejor que la nuestra. Lo importante de la oración, es que al orar y pedir, las circunstancias no siempre cambian, pero nosotros/as sí. Mediante la oración, aprendemos a esperar en Dios y a ver las cosas como Dios las ve. ¿Con cuanta frecuencia oro?
La tercera es la adoración congregacional. El Salmo 100 dice “¡Canten alegres al Señor, habitantes de toda la tierra! 2 ¡Sirvan al Señor con alegría! ¡Vengan a su presencia con regocijo! 3 Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y de él somos. Somos su pueblo. ¡Somos las ovejas de su prado! 4 Entremos por sus puertas y por sus atrios con alabanzas y con acción de gracias; ¡Alabémosle, bendigamos su nombre!” La adoración es la mejor respuesta que podemos tener ante el gran amor de Dios. Es la forma en que juntos/as afirmamos nuestra identidad como ovejas del gran pastor. Al congregarnos para adorar afirmamos que somos una gran familia que nos apoyamos en nuestra jornada cristiana. Dentro de esta adoración congregacional hay un momento que es sumamente sagrado: la Santa Cena. En la misma afirmamos nuestra identidad cristiana que nos conecta con el resto de los/as cristianos/as alrededor del mundo, al recordar la vida, muerte, resurrección y segunda venida de Jesucristo. ¿Con cuanta frecuencia me congrego para adorar y tomar la Santa Cena?
La cuarta es el ayuno. Cuando en Mateo 4:4 Jesús dijo “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, Jesús afirmó que hay muchas cosas que luchan por convertirse en el centro de nuestras vidas. La realidad es que el ser humano puede llegar a depender de muchas cosas, más que de Cristo mismo. El ayuno es precisamente la disciplina espiritual que nos ayuda a desapegarnos o desprendernos de aquellas cosas que se están convirtiendo en el centro de nuestra vida o en dependencias. Ayunar de comida es la forma clásica de ayunar, porque es la forma en que afirmamos que por encima del alimento físico, dependemos de Cristo. Sin embargo, podemos ayunar de muchas cosas que pueden llegar a convertirse en dependencias: celular, periódico, pastillas, novelas, series de televisión, entre otras cosas. ¿Con cuanta frecuencia ayuno?
Por último, tenemos el servicio. Jesús dijo en Mateo 20:28 “Imiten al Hijo del Hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.” Practicar el servicio es indispensable si queremos ser transformados/as para ser como Jesús. El servicio no es un premio que nos ganamos por nuestro testimonio de vida. No hay requisitos para servir. El servicio es una disciplina espiritual que todo ser humano debe tener la oportunidad de practicar si quiere ser transformado/a para ser como Cristo. La prioridad al dar oportunidades de servicio no es la santidad de la persona, sino su deseo de ser santo/a. El servicio santifica. ¿Con cuanta frecuencia sirvo?
En ocasiones, cuando hablamos de disciplinas espirituales hay un pensamiento que nos llega a la mente: “No tengo tiempo para eso”. ¿Ustedes saben cómo muchos/as de nosotros/as aprendemos que necesitamos hacer ejercicios físicos para tener una buena salud? Cuando caemos enfermos/as y nos damos cuenta de que hacer ejercicios no es una opción, sino una necesidad para tener salud. De igual forma, practicar las disciplinas espirituales no es una opción sino una necesidad, si deseamos tener salud espiritual. El costo de no practicar las disciplinas espirituales es la inmadurez, la inestabilidad, la incapacidad para manejar las crisis de la vida y tener una casa sobre la arena que es llevada por los ríos y las tormentas. Por otro lado, si queremos alcanzar madurez, estabilidad, capacidad para manejar las crisis y tener una casa sobre la roca que los ríos y las tormentas no la lleve, hay que sacar tiempo para las disciplinas espirituales. Está en nuestras manos.
Juan Wesley dijo lo siguiente acerca de las disciplinas espirituales: «¡Oh comienza! Aparta un tiempo cada día para ejercicios de devoción a solas…Ya sea que te guste o no, lee y ora diariamente. Es por tu propia vida; no hay otro camino: de otra manera serás una persona frívola (superficial) toda tu vida».