Marcos 2:1-12
Hoy continuamos con nuestra serie ¿Por qué?. Desde el pasado domingo hemos comenzado un tiempo para intentar explicar el sufrimiento desde la perspectiva cristiana. La pasada semana afirmamos que el sufrimiento es parte de la vida, que no es castigo de Dios, y que Dios no siempre está detrás del mismo; porque el ser humano tiene libertad y nuestras decisiones en ocasiones causan sufrimiento. Hoy queremos hablar de la enfermedad y la sanidad. ¿Por qué algunas personas sanan y otras no? ¿Dios desea nuestra sanidad? Nuestra enfermedad, ¿es por falta de fe? ¿Cómo debemos orar ante la enfermedad? Utilizando ejemplos de sanidad que aparecen en los evangelios, afirmaremos que Dios siempre desea nuestra sanidad, y que cuando nos abrimos a ella, Dios siempre responde; aunque no sea de la forma en que esperamos.
Cuando hablamos de enfermedad y sanidad, es importante revisar dos premisas. La primera premisa es la siguiente: “Dios me dio esta enfermedad para probarme”. La pasada semana pudimos ver en Juan 9 que Jesús afirmó que la enfermedad de un ciego de nacimiento no era a causa de su pecado o el de sus padres. La enfermedad no es un castigo de Dios. Ahora bien, ¿Dios nos pone a prueba con las enfermedades? Veamos.
Cuando afirmamos que un carro o una máquina son extraordinarios, es porque nos han durado diez o quince años. Sin embargo, a veces podemos pasar por alto que el promedio de vida de un cuerpo humano es de unos setenta años. Nuestro cuerpo es mejor que la mayoría de las máquinas que catalogamos como extraordinarias. Incluso, nuestro cuerpo tiende hacia la sanidad. Cuando tenemos alguna herida, ya sea física o emocional, nuestro cuerpo tiene mecanismos para sanar. En el caso de nuestro cuerpo, el mismo tiene un sistema inmune que combate virus e infecciones y crea cicatrices. En el caso de las emociones, nuestro sistema tiene mecanismos como el duelo que nos permiten recuperarnos de una pérdida o herida.
Ahora bien, nuestro cuerpo es extraordinario, pero mortal. El cuerpo no fue diseñado para durar para siempre. La muerte es parte de la vida, y aunque nuestro cuerpo tiende hacia la sanidad, solo es cuestión de tiempo para que nuestro cuerpo se enferme y deje de funcionar por completo. Si a este proceso natural le añadimos factores genéticos, ambientales y de cuidado propio (alimentación y ejercicios), la cantidad de tiempo que dura nuestro cuerpo varía para cada persona; pero desde que nacemos estamos envejeciendo.
Cuando una persona se enferma, no se trata de que Dios nos esté probando. La enfermedad es parte de la vida y nos puede tocar a cualquiera de nosotros/as, en cualquier momento. Dios no pone a prueba a los padres que tienen un hijo enfermo, ni a los hijos/as que cuidan de una madre enferma. Las enfermedades no son pruebas, ni para el que las sufre directamente, ni para sus familiares y amistades. ¿Cómo podemos llegar a esta conclusión? Porque Jesús, quién nos enseñó cómo es el Padre, dedicó gran parte de su ministerio a la sanidad. Dios desea nuestra sanidad, y su voluntad es que podamos disfrutarla. Ahora bien, esta sanidad es mucho más amplia de lo que pensamos.
En Marcos 2:1-12 se nos presenta el momento en que un paralítico fue llevado por cuatro amigos a donde Jesús para que lo sanara. Viendo la fe de los amigos (no necesariamente la del paralítico), Jesús le dice al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Luego, el paralítico tomó su camilla y salió de allí sano. ¿Qué fue lo que pasó aquí? ¿Qué tiene que ver la sanidad con los pecados? Un análisis de la palabra sanidad utilizada en los evangelios, nos ayuda a entender lo que allí sucedió.
La palabra sanidad en griego es sozo, y es usada para hablar tanto de sanidad como de salvación. Cuando Jesús les dijo a varias personas “tu fe te ha salvado”, algunas traducciones expresan “tu fe te ha sanado”. Con esto, los evangelistas quisieron establecer que para Jesús, la sanidad y la salvación eran una misma cosa. Cuando Jesús sanaba, también salvaba; y cuando salvaba, también sanaba. Uno de estos ejemplos es el del paralítico, a quién Jesús le perdonó sus pecados mientras le sanaba físicamente.
Todo esto nos confirma que Dios no nos pone a prueba con las enfermedades; todo lo contrario, desea nuestra sanidad integral: cuerpo, espíritu, mente y relaciones. Para Jesús, todas estas dimensiones eran, y siguen siendo igual de importantes. Lo que quiere decir que Dios siempre quiere sanarnos, y que su sanidad no se limita al cuerpo físico. En ocasiones tenemos la tendencia de enfocarnos en la sanidad física, olvidando que Dios quiere sanarnos integralmente. En muchos casos, mientras el cuerpo físico se deteriora, nuestra sanidad espiritual, mental y relacional puede estar avanzando.
¿Cómo Dios sana integralmente al ser humano? Les comparto seis formas. Primero, Dios sana nuestro espíritu y perdona nuestros pecados, y eso cambia nuestra actitud ante la vida. Pasamos de una vida centrada en nosotros/as mismos/as a una vida centrada en amar a Dios y servir a los demás. Segundo, Dios sana nuestras emociones. Por diferentes razones los seres humanos experimentamos enfermedad mental (miedos, culpas, desesperanza), y Dios transforma nuestra forma de pensar y ver la vida. Esta sanidad también nos lleva a sanar relaciones con otras personas, usualmente por medio del perdón; la cual es la tercera forma. Cuarto, Dios nos sana por medio de las personas. Dios le ha dado a personas el don de la sanidad y nos ha provisto de profesionales que aportan a nuestra sanidad. Cabe señalar que no hay que dejar de atenderse profesionalmente por tener fe; la respuesta a nuestras oraciones son en muchas ocasiones la comunidad profesional.
Quinto, Dios nos sana con su toque directo que no tiene explicaciones humanas. Así como la película Miracles from heaven, muchas personas han experimentado sanidad física al instante. Sexto, Dios nos sana por medio de la resurrección final, que incluye la muerte. La muerte puede ser el alivio final para personas que sufren de una enfermedad larga y penosa. Hay que tener cuidado de no obstaculizar esa experiencia de sanidad plena y total, queriendo aguantar a las personas a esta vida. Se ora por sanidad, pero con discernimiento; tal y como Jesús hizo en el Getsemaní: “…pasa de mí esta copa, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya…” (Mateo 26:39).
Existe una segunda premisa que hay que revisar: “Si no sano, es por falta de fe”. No hay duda de que la fe tiene un rol importante en la sanidad, tal y como lo veremos en unos instantes; sin embargo, Dios no depende de la fe para sanar. Cuando afirmamos que Dios nos sana cuando tenemos fe, estamos afirmando que la sanidad vendrá por nuestro esfuerzo, y no como un regalo de Dios. Jesús mismo nos invitó a orar y pedir, pero Él sabe que nuestra fe puede ser débil en momentos dados. Ese fue el caso del joven endemoniado que Jesús sanó, aun cuando el padre le dijo “¡Ayúdame en mi incredulidad!” (Marcos 9:24). Nuestra fe tiene un rol en la sanidad, pero en última instancia, es un regalo de Dios.
Entonces, ¿qué hacemos ante la enfermedad? ¿Oramos con fe por sanidad o aceptamos la enfermedad? Ante la enfermedad, somos llamados/as a siempre orar por sanidad, porque esa es la voluntad de Dios. Si la voluntad de Dios es la sanidad, nuestra oración es el medio para recibir lo que Dios ya ha preparado para nosotros a través del Espíritu Santo. Cuando oramos no estamos suplicando la sanidad de Dios, sino que nos abrimos a que esa sanidad se dé en la forma en que Dios lo hace: integralmente. Existe un refrán que me parece excelente para entender el rol de la oración de sanidad: «El viento de Dios siempre sopla, pero depende de ti el alzar las velas». Por medio de la oración, cooperamos con Dios en la obra sanadora que quiere realizar.
¿Por qué algunas personas son sanan y otras no? No tenemos contestaciones perfectas para esta pregunta. La enfermedad por un lado es natural, y por otro lado es un misterio. Sin embargo, Marcos 8:2-3 nos dice que “Un leproso se le acercó, se arrodilló ante él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» 3 Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero. Ya has quedado limpio.» Y al instante su lepra desapareció.” En medio del misterio podemos afirmar que Dios siempre desea nuestra sanidad integral, que esa sanidad se da por diferentes formas, y que la oración abre la puerta para experimentar esa sanidad. La sanidad de Dios está disponible para toda persona, y aunque no siempre sanemos como queramos, Dios siempre sana cuando cooperamos con Él.
“¿Hay entre ustedes algún enfermo? Que se llame a los ancianos de la iglesia, para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. 15 La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará de su lecho. Si acaso ha pecado, sus pecados le serán perdonados. 16 Confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es muy poderosa y efectiva.” Santiago 5:14-16
Gracias por esta predicación tan necesaria para muchos de nosotros.
Dios l B. Es hermoso saber q. Dios ama y sana en forma integral. No importa q. nuestro fisico este enfermo, si mant
nemos una fe firme y confianza en Dios.
Chara y Luis.
Hermoso mensaje, Dios nos ama infinitamente.